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Santiago Álvarez en el libro de tres jóvenes

Santiago Álvarez en el libro de tres jóvenes


domingo, 17 de marzo de 2019
10:34:50 p.m. 

Resultado de la investigación de tres jóvenes graduados de periodismo es el libro “Santiago Álvarez: un cineasta en revolución”, presentado este sábado 16 de marzo, en el habitual espacio Sábado del Libro, en la Calle de Madera del Centro Histórico habanero. 

Lianet Cruz Pareta, Andy Muñoz Alfonso y Yobán Pelayo Legrá, ex alumnos de la asignatura optativa “Santiago Álvarez”, que se imparte en el ICAIC en coordinación con la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, centraron sus análisis en el sello distintivo otorgado por el eminente cineasta al “Noticiero ICAIC Latinoamericano”, reconocido por la Unesco en el registro de la Memoria del Mundo.

Asimismo, destacan aspectos teóricos acerca del original manejo de la música como parte importante de la narración en sus documentales y noticieros; y las repercusiones estéticas, temáticas y productivas del fin de este producto cinematográfico en los años 90 del siglo pasado.

El libro, con prólogo del Premio Nacional de Literatura Reynaldo González, se nos presenta hermoso por su contenido, por su forma y por su factura; y es un texto que invita a profundizar en la obra del gran documentalista que fue Santiago Álvarez. Para Lianet, hasta el momento de gestar este volumen su obra era desconocida para ella y en la Facultad de Periodismo de la Universidad se nutrió de su impronta y legado.

“Me encantó mi primera mirada a su Noticiero ICAIC  —comenta—; me pareció novedoso, a pesar de los años que han pasado, en las formas que se mueven las imágenes, la forma en que cuenta la historia, la forma en que logra combinar lo artístico con lo político. Hay mucho que aprender de ahí, creo que el periodismo y la documentalística cubanos extrañan mucho esa poética de Santiago Álvarez”.

  

“Por eso centré mi tesis de diploma en investigar este Noticiero, donde él pudo crecer, experimentar; donde él pudo demostrar el tipo de realizador que era que, sin dudas, fue la base para sus magníficos documentales que lo llevaron al estrellato en nuestro país y más allá de sus fronteras”, aseguró Lianet.

“Creo que de esa experiencia pretérita hay mucho que aprender y hay mucho todavía que descubrir, que mostrar a otros coetáneos nuestros que, por cuestiones de edad, no estuvimos en los cines cuando se proyectaba el «Noticiero ICAIC Latinoamericano» o que no tuvimos ese enfrentamiento directo con la creación de Santiago Álvarez y que nos hace mucha falta para el periodismo y la documentalística que queremos hacer”, concluyó Lianet.

Entre las personalidades que se dieron cita en la Calle de Madera estaba el cineasta Fernando Pérez, quien aseguró: “Que tres jóvenes periodistas se apasionen por la obra de Santiago es el mejor regalo que podemos tener los que lo conocimos. Porque Santiago tiene que estar vivo en la juventud de hoy”.

Previo a la presentación del volumen, la viuda y directora de la Oficina Santiago Álvarez, Lazara Herrera, homenajeó al Doctor Eusebio Leal Spengler con sendas pinturas originales de los artistas López Oliva e Ileana Leal, “por todo lo que representa, por esa gran amistad que le unió a Santiago Álvarez, por el apoyo que siempre hemos tenido de parte de él y por los 500 de La Habana”, y que en nombre del Historiador recibiera Sergio González, su asesor principal.

Ramón Samada Suárez y Juan Rodríguez Cabrera, presidentes del ICAIC y del Instituto Cubano del Libro respectivamente, asistieron a la presentación del texto “Santiago Álvarez: un cineasta en revolución”.

(Fuente: Habanaradio/Ofelia Sandar Valles)

Eduardo Heras o el camino de las esencias

Eduardo Heras o el camino de las esencias

 

domingo, 17 de febrero de 2019
8:35:25 p.m.

Al escritor Eduardo Heras León está dedicada la Feria Internacional del Libro de La Habana de este 2019 Como parte de los homenajes dedicados a Heras, el pasado sábado 9 de febrero se celebró un panel en la Sala Nicolás de Guillén de la Fortaleza Morro-Cabaña, para celebrar la vida y obra del escritor.

Heras, Premio Nacional de Edición 2001 y Premio Nacional de Literatura 2014, además de varios lauros en otros países y distintos libros memorables, hasta un total de once, “nos ha entregado —al decir del crítico y narrador Francisco López Sacha— una obra múltiple e insoslayable en el ámbito latinoamericano como cuentista, crítico de arte, teórico de narrativa y maestro de varias generaciones de escritores cubanos”.

A compartir con el Premio David 1968 y Mención Única de Cuentos en el Premio Casa 1970, acudieron también el trovador Silvio Rodríguez, el escritor y cineasta Víctor Casaus, el narrador y periodista Germán Piniella, las escritoras Dazra Novak y Elaine Vilar, ambas alumnas de Heras, y los críticos de ballet Pedro Simón y Miguel Cabrera.

Por haber conocido al Chino Heras cuando “su disciplina y tesón le dieron la entereza y dignidad para soportar los embates del Quinquenio Gris”, por haber sido él tanto como yo miembro de la “generación de la fidelidad”, no encuentro mejor manera de reconocerle y honrarle en vida, que reproducir el texto escrito por Germán Piniella Sardiñas, en Progreso Semanal. Para Eduardo Heras, de quien mucho aprendí en los talleres y encuentros literarios en Santa Clara y La Habana, mi admiración y respeto.

Mi hermano, Eduardo Heras 

Por Germán Piniella*

 

Hace algunos años, tantos como llevan de casados Eduardo Heras e Ivonne Galeano, nuestro común amigo Pablo Vargas me pidió que hiciera, en víspera de la boda, la presentación de la segunda edición de Los pasos en la hierba. Lo hizo, creí entonces como ahora, no porque yo fuera capaz de hacer un exhaustivo análisis literario de esa obra, sino porque esa edición se convertía en un hito de justicia, después de los años de ostracismo de Heras, y yo había sido testigo y cómplice de ese y su libro anterior, La guerra tuvo seis nombres, acompañante en la concepción de ambos libros, su escritura, la Mención única de Cuento en el concurso Casa de 1970, la crítica despiadada primero y luego la cacería de brujas a la que fuimos sometidos en la Universidad de La Habana, los años de no publicar, su resurgir y su posterior ascenso y reivindicación.

Había conocido a Eduardo en 1966, a mi llegada a la entonces Escuela de Periodismo, donde ya él era estudiante de segundo año de la carrera, a pesar de ser más joven que yo. Ambos habíamos llegado tarde a la Universidad, yo con 31 años, el con cinco menos, por razones similares: habernos dedicado a tareas que pensábamos más urgentes en aquellos primeros tiempos de la Revolución. Los dos tempranamente fuimos milicianos, Heras artillero, yo miembro de un batallón de combate, y en una crónica que publiqué en un número de la Gaceta de Cuba por un aniversario de la batalla de Girón, y que dediqué a Eduardo, conté que pudimos habernos cruzado por aquellos lares en algún momento, sin conocernos. El Chino escribió más tarde de una anciana que a la salida de Jagüey Grande saludaba y arengaba a los milicianos que pasaban en camiones rumbo a la zona de combate. Yo también la vi, aunque con una visión distinta. Debe haber sido la misma en dos momentos diferentes. Uno de los dos —no recuerdo cuál— la describió agitando un pañuelito; el otro la recordaba gritando carajo y acaben con esos hijueputas. De alguna manera, ya estábamos emparentados. Luego Eduardo fue oficial del ejército, yo en las fuerzas blindadas y más tarde, ya como civiles, nos encontramos en la Universidad.

Nada de esto fue la razón para el inicio de nuestra amistad, aunque sí la cimentó más tarde. Había un pequeño grupo de jóvenes estudiantes de Periodismo fanáticos de la literatura: el propio Eduardo, Rogerio Moya, Renato Recio y Raúl Rivero. Los dos últimos ya no están con nosotros. El primero lamentablemente falleció; el otro peor que si lo hubiera hecho. Fue Moya quien se me acercó y me presentó a los demás. Yo había publicado mi primer cuento en la revista Bohemia y Onelio Jorge Cardoso, sin conocerme, tan generoso siempre con los jóvenes, lo había elogiado en una reseña en el periódico El Mundo. Ellos, ingenuamente, pensaban que ya yo era todo un escritor. Nos hicimos inseparables. Junto a otros compañeros, Vicente Carrión, Rosa Ileana Boudet, Gladys Egües y quizás algún otro, hicimos de la revista Alma Mater nuestro cuartel general. También lo fue mi casa, lugar casi diario de reuniones de lectura de cuentos y poemas, de canciones de trovadores, de ron y escasos café y cigarros, y de fervor revolucionario que se complementaba con las blasfemas e hilarantes coplas de Roque Dalton. Éramos jóvenes, hermosos, inmortales e íbamos a cambiar el mundo por medio de la literatura y el periodismo. Y Eduardo, con sus cuentos, fue nuestro vocero, nuestro testimoniante.

 

Como nuestra escuela compartía aulas con la de Letras, por razones literarias y políticas nos unimos con otros jóvenes estudiantes de Literatura: Víctor Casaus, Guillermo Rodríguez Rivera y Wichy Rodríguez Nogueras, quienes nos descubrieron a Silvio Rodríguez con los recitales que organizaban en la Escuela de Letras. Ellos, que ya venían de El Caimán Barbudo y habían demostrado su talento, y pagado un precio por ello, nos acogieron como iguales, y no como los advenedizos que muchos estudiantes de Letras consideraban a unos aprendices de periodistas interesados en la narrativa y la poesía. Sabemos por qué Guillermo y Wichy no están en este panel, como hubieran querido con todo derecho. Pero siguen, como en aquellos años, formando parte del grupo.

De la tropa de Periodismo, Eduardo era el líder indiscutible, ni elegido ni anunciado, sino de manera espontánea por su carisma, su disciplina, sus conocimientos enciclopédicos de cosas que para nosotros eran esotéricas. Además de haber sido maestro normalista, profesor en la Escuela de Artillería, teniente del ejército en una época en que pocos milicianos alcanzaban ese grado y estudiante en la Escuela Superior de Artillería de la antigua URSS, donde se dice que había una placa con su nombre, Eduardo había sido limpiabotas en la Esquina de Tejas, campeón juvenil de ajedrez, escribía críticas de ballet, era un melómano cultísimo y conocedor de no recuerdo cuántas cosas más. Para nosotros era lo más parecido a un hombre del Renacimiento. Alguien del grupo decía que, si en vez de ser narrador o artillero o escribir críticas de ballet el Chino hubiera sido carpintero, sería una estrella de la profesión. De haber seguido por ese camino, hoy podría ser Premio Nacional de Carpintería, como también lo es, de Literatura, algo que Eduardo no hubiera dejado, como demostró más tarde, a pesar de sufrir persecución y ejercer otros oficios.

Admiro a Heras por todo lo anterior, por su talento coral que le permitió sobresalir en tantos campos de la vida, que lo hicieron llegar de lustrar zapatos para ganarse unos centavos siendo niño hasta ser el hombre que homenajeamos hoy. Lo hizo a fuerza de disciplina y tesón que le dieron la entereza y dignidad para soportar los embates del Quinquenio Gris.

De ser lo que retóricamente se llama “una promesa de la literatura” con solo dos libros de cuentos, ambos premiados, y que junto con su obra posterior Francisco López Sacha considera “consecuente con la renovación de un género”, Eduardo pasó al ostracismo editorial, cambió el aula universitaria, donde era tanto estudiante como profesor, por un puesto de obrero del acero, y sufrió que algunos quisieran convertir la “promesa” en escarmiento. Todo eso en nombre de lo que Eduardo y los demás habíamos había defendido desde que tuvimos conciencia de la injusticia social.

Hay muchas maneras de soportar la adversidad, pero una de ellas, la de ser víctima, no fue la que escogió Eduardo. No estaba en su naturaleza ni en su currículo. El Chino no se echó en un rincón a lamerse las heridas lamentándose de su suerte. No se amargó por la injusticia porque, al igual que un amigo común que hoy se encuentra aquí, no se creyó más importante que el país. Enfrentó lo que la vida había puesto en su camino con la misma disciplina y tesón que lo habían hecho ascender anteriormente. Y con la misma o mayor dignidad. Fue, como nos gusta considerarnos, miembro de la “generación de la fidelidad”. Y después de un tiempo de recuperación, aún en la fábrica “Vanguardia Socialista”, volvió a escribir. Su libro Acero no trataba el tema de sus dos primeras obras, pero estaba enraizado con ellas porque sus personajes enfrentaban su destino de la misma manera, librando una batalla con la vida y consigo mismos, motivados por las mismas razones que La guerra tuvo seis nombres y Los pasos en la hierba. En todos ellos, los hombres probándose a diario. Eduardo seguía escribiendo de lo que había vivido.

            

No voy a seguir enumerando la obra literaria de Eduardo o su otra obra fundadora, como la del Centro Onelio. Otros lo harán mejor que yo. Solo quiero mencionar que cuando el tiempo de persecuciones había terminado, Eduardo, fiel y consecuente con la misma actitud hacia la literatura y la vida, ganó el Premio UNEAC en 1983 con su libro Cuestión de principio. Si los censores hubieran seguido al mando, al Chino lo habrían tronado otra vez.

Esa persistencia, esa negativa a considerarse un perdedor ante la persecución, ese levantarse de la lona como un boxeador que se niega a ser derrotado son, para mí, rasgos fundamentales del carácter de Eduardo Heras. Por eso creo que junto a su Premio Nacional de Literatura, a su Premio Nacional de Edición y a los otros que debiera recibir por su labor en la enseñanza artística y el periodismo cultural, y que aún no le han llegado, Eduardo Heras León merece, con toda justicia, el Premio de la Vida.

*Germán Piniella Sardiñas (La Habana, 1935) es escritor, periodista, traductor y crítico musical. Sus cuentos y comentarios han aparecido en prestigiosas revistas cubanas como Casa de las Américas, La Gaceta, Bohemia, El Caimán Barbudo, La Jiribilla y otras, así como en publicaciones en el extranjero. También ha escrito notas para la mayoría de los sellos discográficos de Cuba. Ha publicado el volumen del cuento Otra vez al camino (Editorial Pluma en Ristre, 1971), finalista del Premio David en 1969; Punto de partida (Pluma en Ristre, 1970), una antología de jóvenes escritores y poetas de ficción, junto con Raúl Rivero; y el libro sobre cultura culinaria Comiendo con Doña Lita (Arte y Literatura, 2010), en colaboración con su esposa, psicóloga y crítica de alimentos Amelia Rodríguez. Varios de sus cuentos han aparecido en antologías en Cuba y en varios países. Actualmente trabaja como editor asociado de Progreso Semanal, revista bilingüe de Internet.

Un dossier en la Feria para Walter Martínez

Un dossier en la Feria para Walter Martínez

 

martes, 12 de febrero de 2019
10:39:03 a.m.
 

La Sala Nicolás Guillén acogió a Walter Martínez, conocido conductor del programa de la TV venezolana, Dossier, quien dialogó con la colega Magda Resik, en la presentación de 76 domingos en nuestra querida, contaminada y única nave espacial, texto que se vendió en la actual Feria Internacional del Libro, en La Habana. El tema central fue su vida y su carrera profesional.

El corresponsal de guerra, uruguayo de nacimiento, aunque venezolano de corazón y cubano por convicción, comenzó hablando de su infancia; de aquel niño interesado por la vida militar, que soñaba con ser marino y que subía a la azotea de su edificio para ver de cerca la base militar. Terminó decantándose  por la fuerza aérea. Siempre supo que Uruguay nunca iba a tener un portaviones, hoy lo rememora entre risas.

También recuerda el momento en que adoptó el antimperialismo casi como una doctrina: “Tuve el privilegio de ir a un colegio Pío, donde se formaron líderes de Uruguay y otras partes del planeta, hijos de la más rancia burguesía”. Allí, paradójicamente, recibió sus primeras lecciones sobre lo que significaba luchar contra el modelo de dominación imperial.

“¿Sabes cómo me enteré de que Cuba existía? Supe de la existencia de esta Isla en el momento que el proceso revolucionario fue imparable, incensurable. Yo formé parte del comité de apoyo al movimiento, desde Uruguay.

Walter cursaba entonces la escuela preparatoria de Medicina, y relató la represión sufrida en cada manifestación; la trascendencia de cada reunión estudiantil, convertidas en foco de atención hasta para los profesores.

“Era tanta la importancia de esos encuentros, que en uno de ellos habló el Che. Cuenta que aquella visita, aunque casi olvidada, debería pasar a la historia por la gravedad de los hechos ocurridos ese día, pues al salir, recibió un disparo a quemarropa: “Un profesor se antepuso a Guevara y el tiro lo atraviesa, el Che no tuvo ni idea de lo ocurrido hasta llegar al hotel.

“El Che estaba en nuestra imaginación; Fidel era como el padre más lejano, pero a él lo veíamos de cerca”, relató. Posteriormente hizo otra anécdota que lo relaciona con el ícono revolucionario, al decir que por su  posición como delegado de la preparatoria de medicina tuvo el privilegio, junto a otros estudiantes, de encontrarse con él en Punta del Este. Entre risas entrecortadas por el sentimiento de rabia, explica cómo lo detuvieron antes de la reunión mientras sus compañeros tomaban mate junto al Che.


 

Más adelante, Resik le preguntó sobre Fidel y su relación con él: “Nunca pensé que siguiera Dossier. Un día el embajador de Uruguay me pide que le escriba una carta, que hice a mano como los caballeros, y al poco tiempo recibo un correo  diplomático. Un manuscrito de seis páginas, donde Fidel me pedía perdón por su mala caligrafía, producto de una reconstrucción en la mano derecha. Me dijo que veía Dossier todas las noches y cuando no podía lo mandaba a grabar.

“Pero había unas líneas mucho más especiales: ’No vayas a ningún hospital privado, Walter. Si la cosa es muy gorda vienes para acá y te atiendes en el CIMEQ. Mantente en la trinchera el mayor tiempo posible’”.

“Hay que vivir como se piensa, para no terminar pensando como se vive. En Cuba hay una coherencia profunda entre la doctrina y la acción”. Esa frase es la que utilizó el periodista al explicar las razones por las que admira admirar a nuestro país.

Por último, Walter conversó sobre el surgimiento del programa que hoy lo ha convertido en uno de los más reconocidos comunicadores de la región: “Cuando presenté el proyecto un representante de la cadena me dijo que nadie iba a entender lo que significaba dossier, que aquello era jugármelo. Y yo me la quise jugar.

“También decidí que no iba a leer un teleprompter. Me dediqué a estudiar y analizar los hechos. Daba las noticias de pie cuando nadie lo hacía, y ahora hasta los chinos lo hacen. Sabía que tenía que manejarme bien ante las cámaras, si  te equivocas una vez a la gente no se le olvida nunca”, aseveró.

(Fuente habanaradio/ Claudia Bravet y Mauro Díaz, estudiantes de Periodismo. Fotos: Alexis Rodríguez)

 

 

 

Hoy en la Feria libro sobre las relaciones Cuba-EEUU

Hoy en la Feria libro sobre las relaciones Cuba-EEUU


lunes, 11 de febrero de 2019
8:03:32 p.m. 
 

Cuba, Estados Unidos y el 17D. Cambios y continuidades, recopilación de artículos de profesores e investigadores del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana, será presentado este lunes en los predios de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana. 

Como parte de las novedades de la Feria Internacional del Libro, Cuba 2019, en su XXVIII edición, el texto de la Editorial UH verá la luz al público este lunes 11 a las 3.00 pm en la Colina Universitaria, y en él se recogen ochos artículos que gravitan alrededor de una fecha significativa: el 17 de diciembre de 2014, cuando los presidentes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raul Castro, anunciaron un acercamiento histórico entre las dos naciones. 

Desde perspectivas múltiples, los autores interrogan sobre el sentido y la trascendencia del suceso, así como valoran las complejidades de los vínculos entre Cuba y Estados Unidos. 

Este conjunto de materiales ofrece una mirada interdisciplinaria que permite formarse una imagen más nítida del escenario en que se produjo el cambio de la política estadounidense hacia la mayor isla del Caribe. 

Más que aventurar hipótesis sobre el futuro, el propósito de los autores es contextualizar el proceso iniciado el 17D y ofrecer algunas clases para comprender su alcance. 

La relación geoestratégica: Cuba en la política global de Estados Unidos, del doctor Ernesto Domínguez López; así como Las relaciones Canadá-Cuba en el contexto del proceso de normalización Cuba-Estados Unidos: hacia una nueva dinámica triangular, del también doctor Raúl Rodríguez Rodríguez, director del CEHSEU; y La política de comunicación estratégica del gobierno de Obama hacia Cuba: algunas consideraciones al respecto, de la doctora Olga Rosa González Martín, son algunos de los títulos que recoge el volumen. 

Escritos entre finales de 2016 y comienzos de 2017, los artículos son fruto de las investigaciones de grupo de académicos cubanos, quienes abundan sobre la relación bilateral desde diferentes perspectivas dentro de las ciencias sociales, con énfasis en la historia, la sociología, la política, la economía y la comunicación. 

Los autores ensayan valoraciones y discuten distintos aspectos de la evolución del vínculo entre los dos países, particularmente de las dinámicas asociadas a los acontecimientos representados por la fecha del 17D; en especial, se presta atención a los cambios y continuidades, las razones, los proyectos y algunos de los efectos potenciales de lo que se presentó como una nueva etapa en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. 

Cuba, Estados Unidos y el 17D. Cambios y continuidades, se presentará en un contexto político complejo entre Estados Unidos y Cuba que vive un profundo retroceso tras la llegada al poder en la nación norteña del president Donald Trump y el protagonismo que algunos senadores y congresistas están teniendo en la conformación de política hacia América Latina y el Caribe. 

(Fuente: Cubadebate)

 

 

Un libro de Llilian Llanes sobre la escultura en Cuba

Un libro de Llilian Llanes sobre la escultura en Cuba

 

domingo, 28 de octubre de 2018
7:21:24 a.m.

Coincidiendo con la exposición La seducción de la forma, de los escultores José Villa Soberón, Tomás Lara y Rafael Consuegra, recientemente abierta al público, se presentó en el Patio del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), el libro Del Arte en Cuba. Esculturas, de la Dra. Llilian Llanes Godoy, publicado por Collage Ediciones, del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC). 

La Dra. Llilian Llanes ha sido profesora de Historia del Arte de la Universidad de La Habana, vicedirectora de investigaciones y estudios de postgrado de la Universidad de las Artes y fundadora del Centro Wifredo Lam, sitio desde el cual dirigió las Bienales de La Habana hasta la sexta edición en 1967.

     

En Del Arte en Cuba. Esculturas, la obra más reciente de la especialista, se pone de manifiesto, mediante un minucioso análisis, sus ideas respecto a las esculturas en nuestro país, en el período comprendido entre 1900 y 1930, repasando todo lo creado en el entorno público nacional, los nombres de los artistas que realizaron las obras y los discursos estéticos; o sea, los estilos empleados por ellos en cada una de las tres décadas a las que pertenecieron y en las que fueron concebidas.


Del Arte en Cuba. Esculturas, volumen contentivo de más de 260 páginas, posee un texto preliminar del escultor José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008, siete capítulos, una exhaustiva galería enriquecida con fotos de archivo e imágenes actuales, bibliografía y una útil cronología, tanto para el futuro investigador como para el simple lector. 

El libro constituye el recorrido visual y literario por autores y estilos marcados por circunstancias históricas insoslayables. Volumen que se preocupa por el pasado, como parte de su mirada al presente y al porvenir del arte escultórico en la Isla y texto de obligatoria consulta para los especialistas y estudiosos del género.

(Fuente: HR/ Jesús Francisco Yagües)

 

Las palmas que se llevó Carilda

Las palmas que se llevó Carilda

 

jueves, 30 de agosto de 2018
9:43:21 a.m. 

Por Mercedes Rodríguez García 

“Todas las mañanas me despierto y doy gracias al sol. A mí nadie me ha enseñado a vivir, mucha gente me ha enseñado a morir, pero no lo han logrado, eso será cuando Dios quiera...” 

Y así lo quiso el Todopoderoso este martes 29 de agosto, cuando hizo apenas un mes celebró su 96 cumpleaños, llena de asombrosa vitalidad y lucidez, acomodada en el sillón favorito de su “planeta”, como llamaba a la casona de la Calzada Tirry 81, en Matanzas. 

La conocí personalmente en 1977, época que marcó mi tránsito de la Literatura hacia el Periodismo, durante un encuentro literario con escritores y poetas noveles de toda Cuba, celebrado en Varadero. La recuerdo pícara, desprejuiciada, conversando con mis coterráneos René Batista Moreno y Félix Luis Viera, quienes además de leerles algunos de sus poemas, echaban dados por llevársela a la playa. 

Mujer extraordinaria, valiente, desprejuiciada, hermosa por dentro y por fuera, Carilda mantuvo con el correr del tiempo, la dulzura, ternura, y una extraña y taimada soledad, que por aquel entonces pocos sabían descubrir, a pesar de sus historias íntimas sobre hermanos que abandonaron el país, padres que se fueron detrás de los nietos, marginación de las editoriales cubanas, y otras cosas “que realmente ni el tiempo ha podido aclarar”, confesión que hiciera en enero de 2011 durante el estelar programa de la TV cubana Con 2 que se quieran

Por suerte, Carilda conservó su fe en la justicia, en el amor de sus verdaderos amigos y en el triunfo cristiano de la verdad. Por ello durante aquellos quinquenios silenciosos en su amada Patria, no supo en la soledad ser infeliz, fe que —como semilla— no le pudieron arrancar, ni los problemas ni la vida muy dura, aunque no lo parezca, que padeció por casi dos décadas. 

Puedo recordar a muchas Carilda por sus libros, presentaciones, recitales poemas, fotos, videos, anécdotas, incluso como la del Premio Nacional de Literatura 1998, al cual fue candidata nueve años seguidos. 

Pero la que yace guardada en mi retina, es aquella ya cincuentona rubia esplendorosa de Varadero, cuando la poetiza no era precisamente una leyenda y a quienes todos preguntábamos más por su amistad con Ernest Hemingway, Rafael Alberti, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, que por el poemario Al Sur de mi garganta, y el tan llevado y traído Me desordeno, amor

De sí misma Carilda manifestó ser “una mujer nocturna”,  pero además despertarse por las mañanas y dar “gracias al sol”. Porque a ella nadie la “ha enseñado a vivir” y sí “mucha gente me ha enseñado a morir, pero no lo han logrado, eso será cuando Dios quiera...”, palabras que constan en una entrevista que le realizaran los colegas Bárbara Vasallo y Ventura de Jesús, en julio 2012. 

Y digo yo que se marchó enferma de señorial locura, tranquila, espléndida, feliz, encarando a farsantes —antiguos y contemporáneos—, que no pudieron ni podrán aquilatar la altura eterna e íntegra de Carilda Oliver Labra, la cubana que por sobre la noche y el sol universales, siempre miró a las palmas, y por eso jamás se fue de Cuba. 

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Falleció Daniel Chavarría escritor uruguayo radicado en Cuba

Falleció Daniel Chavarría escritor uruguayo radicado en Cuba


sábado, 07 de abril de 2018
6:20:45 a.m.  

El reconocido escritor uruguayo Daniel Chavarría, cuya obra revolucionó la literatura policial en América Latina, falleció este viernes en La Habana a los 84 años de edad. 

Chavarría se consideraba a sí mismo como "un escritor cubano que había nacido en Uruguay". 

Nacido el 23 de noviembre de 1933 en la localidad uruguaya de San José de Mayo, Chavarría más conocido por su faceta como novelista también ejerció como traductor de literatura alemana en el Instituto Cubano del Libro, y fue profesor de latín, griego y literatura clásica en la Universidad de La Habana.

  

Chavarría llegó a Cuba en 1969 e inició una carrera literaria con paso firme en 1978. Desde entonces ganó el aprecio de los lectores y el aval de la crítica.

Comenzó a obtener renombre con sus primeras novelas, Joy, La Sexta Isla y Completo Camagüey. Obtuvo luego el Premio de Novela Alejo Carpentier con su libro Viudas de Sangre y alcanzó, además, el Premio Casa de las Américas por el libro El rojo en la pluma del loro.

    

Recibió el Premio Nacional de Literatura en el 2010, el más importante galardón literario de Cuba. 

Fue merecedor, además, de otros importantes premios nacionales y foráneos, como el Dashiell Hammet a la mejor novela policiaca en castellano, y el Edgar Allan Poe, que otorga la Mystery Writers of America, una asociación de escritores estadounidenses.


Hace años, al recibir el Premio Nacional de Periodismo, Chavarría expresó que si alguna vez le faltaran su mujer y sus historias, estaría perdido. 

Para él, escribir era algo necesario, vital. «Después del desayuno, me zambullo en las peripecias de mis personajes y, a través de ellos, vuelvo a vibrar como un joven», confesó en una entrevista a Juventud Rebelde.

(Fuentes: JR/Cubadebate)

 


A los 91 años del nacimiento de García Márquez


martes, 06 de marzo de 2018
3:35:06 p.m. 

Este martes 6 de marzo se cumplen 91 años del nacimiento del escritor colombiano Gabriel García Márquez, fallecido a los 87 años de edad. Como él mismo expresara en una oportunidad “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.                                               

Tal día como hoy del año 1927, nació Gabriel José García Márquez, nombre que debería haber sido Olegario guiándose por la tradición del santoral, pero un parto difícil y un cordón umbilical enrollado al cuello y que lo puso en serios aprietos, acabó con el nombre por impulso de Gabriel José: el primero en honor del padre y el segundo por el patrono de la localidad natal, Aracataca. 

  


Fue el mayor de 11 hermanos, pero en realidad fue el nieto de Tranquilina Iguarán Cotes y el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, los abuelos maternos con quienes se crió desde los cinco hasta los nueve años, una infancia cargada de historias, fábulas e ir al cine y al circo.

El pequeño Gabriel aprendió a escribir a los cinco años en el colegio Montessori de Aracataca gracias a la joven profesora Rosa Elena Fergusson, de quien años después reconoció que se había enamorado y que por eso le gustaba ir al colegio. Fue ella quien le inculcó la puntualidad y el hábito de escribir directamente en las cuartillas, sin borrador.

Cuando murió su abuelo en 1936, García Márquez se reencontró con sus padres en Sucre, donde estaban trabajando, el padre en una farmacia que abrió a pesar de ser telegrafista y su madre cuidando del resto de la prole que aumentaba cada año.

A los 10 años ya escribía versos humorísticos y a los 13, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, donde le cogió pánico al frío. Fue esa infancia llena de aventuras, fábulas e historias contadas por los abuelos y sus tías la que sentaron las bases de su composición más célebre, Cien años de soledad.

En esos años tuvo como profesor de literatura a Carlos Julio Calderón Hermida, a quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le escribió esta dedicatoria: “A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera”. Antes de que le concedieran el Nobel, García Márquez, declaró en la columna periodística que escribía y que publicaban más de una docena de diarios en el país colombiano que Calderón Hermida era “el profesor ideal de Literatura”.

El periodista que escribe historias

Tras acabar los estudios con muy buenas calificaciones y presionado por sus padres, García Márquez se trasladó a Bogotá para estudiar Derecho en la Universidad Nacional, aunque sin demasiado interés. Lo que sí aprovechó el joven Gabo fue el tiempo para hacer buena amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella, lo que le permitió acceder al periodismo y comenzar sus colaboraciones en el nuevo periódico liberal El Universal.

En Barranquilla, a principios de los años 40 comenzó a gestarse un grupo de amigos de la literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla, cuyo líder era Ramón Vinyes, dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española, italiana, francesa e inglesa. Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía, pero después, gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de La jirafa y firmada por Septimus.

Pero el estilo de Gabriel García Márquez ya estaba claro: nunca fue un crítico, ni un teórico literario, sino que siempre prefirió contar historias. Leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo de periodista, aunque su vida bohemia y de locura con los compañeros de redacción tuviera que alternarla con vivir en pensiones de mala muerte y muchas veces sin dinero para pagar la noche.

A principios de los años 50, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces La casa, García Márquez acompañó a su madre a Aracataca con el objetivo de vender la vieja casa en donde se había criado. Fue entonces cuando comprendió que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era ni una sombra de lo que había conocido en su niñez, así que a la obra le cambió el título por La hojarasca y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo en honor a los corpulentos árboles comunes en la región, que alcanzan una altura de entre 30 y 40 metros.

Premio, matrimonio y viajes

En 1955 Gabriel García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas. También publicó La hojarasca y un extenso reportaje por entregas, Relato de un náufrago, que fue censurado. La dirección del periódico en el que trabajaba decidió en ese momento enviarlo de corresponsal a Ginebra y luego a Roma, donde aparentemente el papa Pío XII agonizaba.

 

En total, Gabo estuvo tres años fuera de Colombia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como corresponsal de El Espectador, aunque en condiciones cada vez más precarias y, aunque escribió dos novelas, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, vivía esperando el envío mensual de su periódico, pero que cada vez se retrasaba más.

En marzo de 1958 contrajo matrimonio en Barranquilla con Mercedes Barchay tuvieron dos hijos: Rodrigo (1959) y Gonzalo (1962). Gabriel García Márquez cada vez tenía más responsabilidades y menos tiempo para escribir, pero a pesar de ello, su cuento Un día después del sábado resultó también premiado.

A partir de ahí su vida fue un continuo cúmulo de noticias, nombramientos y viajes.

Cuba y la CIA

En 1960 vivió seis meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York. La agencia de noticias cubana Prensa Latina le había ofrecido un puesto en su delegación que iba a ser inaugurada en Manhattan.

Por aquel entonces, Gabo ya había coincidido con Fidel Castro dos años antes, pero no sería hasta tiempo después que la relación entre ambos se estrecharía. El FBI tomó buena nota de todos los pasos que dio el escritor durante su corta estancia en EE.UU.

 

Era el tiempo de la más cruda Guerra Fría, del revés en Bahía de Cochinos; él, un colombiano en territorio enemigo trabajando para el enemigo. No podía pasar desapercibido.

El 2 de julio de 1961 Gabo se exilió a México por presiones del gobierno estadounidense, la CIA y algunos disidentes cubanos. Y ya no pudo volver a Estados Unidos, al negársele el visado acusado de comunista.

En 1995 Bill Clinton revocó la medida. Los movimientos del escritor habían sido vigilados por el FBI desde 1961 hasta 1985.

Éxito y reclamo periodístico

La consagración de García Márquez como escritor comenzó un día de 1966 cuando se dirigía desde Ciudad de México al balneario de Acapulco. En ese trayecto Gabriel García Márquez tuvo la visión de la novela que había dado vueltas en su cabeza durante diecisiete años. Ahí fue cuando decidió que era el momento y se sentó a la máquina de escribir trabajando sin descanso ocho horas diarias durante dieciocho meses seguidos.

En 1967 apareció el resultado: Cien años de soledad, en la que Márquez edifica y dota de vida al pueblo mítico de Macondo y a la legendaria estirpe de los Buendía: un territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico. Así es como se describe el postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico y que constituye una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas que, en el fondo, es también la parábola de cualquier civilización, de su nacimiento a su ocaso.

Durante las siguientes décadas, en medio del éxito y el reclamo periodístico, Gabriel García Márquez escribió cinco novelas más y se publicarían tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa. Publicó la que, en sus propias palabras, constituiría su novela preferida: El otoño del patriarca (1975), al que seguiría el libro de cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1977), Crónica de una muerte anunciada (1981) y, con posterioridad, El amor en los tiempos del cólera (1987).

Pero no solo sus novelas experimentaron la progresión y madurez como escritor, sino que la profesionalización también llegó a los elementos de su escritura, ya que reanudó sus colaboraciones en El Espectador y cambió la máquina de escribir por el ordenador. Su esposa, Mercedes Barcha, siempre colocaba un ramo de rosas amarillas en su mesa de trabajo al considerarlas de buena suerte y un autorretrato que le regaló Alejandro Obregón presidía su estudio.

El Nobel de Literatura

En la madrugada del 21 de octubre de 1982, Gabriel García Márquez recibió la noticia que hacía tiempo que siempre esperaba por esas fechas: la Academia Sueca le había otorgado el ansiado premio Nobel de Literatura.


Después se supo que en la terna final el galardón estuvo entre el colombiano, el novelista británico Graham Greene y el alemán Günter Grass. En aquella época se hallaba exiliado en México porque querían hacerlo prisionero en su país y tuvo que huir, pero el premio fue un acontecimiento cultural en Colombia y en toda América.

Desde que recibió el galardón su vida ya no fue la misma por el asedio de periodistas y medios de comunicación, así que, en marzo de 1983 Gabo regresó a Colombia y se fue a vivir a Cartagena con su madre.

Silencio, memoria y muerte

 

Tras algunos años de silencio, en 2002 García Márquez presentó la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, en la que repasa los primeros 30 años de su vida. En 2004 vio la luz la que iba a ser su última novela, Memorias de mis putas tristes. En 2007 recibió multitudinarios homenajes desde todas las partes del mundo por un triple motivo: sus 80 años, el 40 aniversario de la publicación de Cien años de soledad y el 25 de la concesión del Nobel.

Gabriel García Márquez falleció el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México tras una recaída en el cáncer linfático que padecía desde 1999. El mundo entero lloró la desaparición del mago de las palabras cuyas descripciones eran pura poesía sin haber escrito apenas versos en su vida.

Gabo, el malabarista de la narración, siempre tuvo claro lo que habría sido de no haberse dedicado a escribir, y así se lo contó a su hermano en una ocasión: “Todo estaba en penumbra, un hombre tocaba piano en la sombra, y los pocos clientes que había eran parejas de enamorados. Esa tarde supe que si no fuera escritor, hubiera querido ser el hombre que tocaba el piano sin que nadie le viera la cara, solo para que los enamorados se quisieran más”.

Legado y compromiso latinoamericano 

La pluma indeleble del Gabo describió, más que paisajes maravillosos y una naturaleza ascética, toda la profundidad de la humanidad latinoamericana. En cada una de las páginas de ese “realismo mágico” con el que recorría nuestra identidad, se recogían la esperanza y los sueños de ese pueblo originario y verdadero del cual provenía, expresó el presidente venezolano Nicolás Maduro, quien se unió a la celebración del cumpleaños garciamarquiano a través de un comunicado.

Su vida literaria —apuntó— siempre estuvo de la mano con lo que calificaba de “el mejor oficio del mundo”: el periodismo. Sus relatos, crónicas y novelas estuvieron siempre atravesados por un fuero constitutivo de la identidad popular.

 

Durante toda su vida definió un compromiso político con el sueño unitario de nuestro continente, la posibilidad de una América Latina unida, como bien lo señalara en 1996: “Para mí, lo fundamental es el ideal de Bolívar: la unidad de América Latina. Es la única causa por la que estaría dispuesto a morir”.

Para Madsuro, el Gabo “fue un profundo pacifista y siempre abogó por el fin del conflicto armado en su Colombia natal”.

Por ello, desde la Revolución Bolivariana el mandatario venezolano estimó oportuno recordar el legado imborrable de Gabriel García Márquez como un eterno optimista para la paz y la unidad latinoamericana.

“Alzamos sus banderas de prosa indestructible como panegírico de ese hombre que desde la humildad propia de quien nace del pueblo entrega su vida a la felicidad de las pequeñas cosas que palpitan en la cotidianidad popular”, concluyó Maduro.

(Fuentes: EP/edes/rnv)