viernes, 12 de junio de 2020
6:18:59 am
De lo que le preguntan y cuenta la colega Paquita Armas Fonseca sobre Rosita Fornés, gloria de Cuba, fallecida a los 97 años de edad, en Miami,el pasado miércoles 10 de junio 2020, a las 04:07 de la madrugada, rodeada de algunos familiares y amigos. Rosalía Palet Bonavía (su verdadero nombre), nació en Nueva York de padres españoles. (Texto íntegro)
Conversando sobre el “mundo en red”, mi vecino Camilo Perez Pérez, ese buen integrante del equipo dedicado a los deportes en la televisión, me preguntó que sabía de Rosita. Así sin apellidos, yo supe que se trataba de La Fornés que en los últimos tiempos vivió en Miami con su única hija y allí había sido ingresada varias veces por insuficiencias respiratorias.
Camilo me dijo que viendo hace poco por la TV Se permuta pensó que era buena actriz ¿por qué entonces no hizo más cine? La respuesta forma parte de una larga historia en la que el ICAIC no admitía actores y actrices de la TV porque tenía sus propios elencos. En eso hay algo de verdad, pero existieron prejuicios. Y Rosita no fue una excepción. Con elegancia dio buenas bofetadas en los años ochenta cuando protagonizó Papeles secundarios, un excelente filme de Orlando Rojas.
Otro buen amigo, el estelar conductor Marino Luzardo me contó “La conocí como todos los cubanos, por televisión. Cuál no sería mi sorpresa cuando teniendo 10 u 11 años de edad mi familia alquilara una casa en la playa junto a la suya en Boca ciega. Ahí supe el verdadero significado de lo que era ‘parar el tráfico’. Al cruzar la avenida con su trusa roja y sus trenzas las guaguas paraban, los autos pitaban y ella respondía con una sonrisa con la intención de hacerle ver a todos que exageraban, porque ella era una simple mortal. También me tildó de exagerado cuando ante el espejo del estudio 11 le dije: ‘Rosa no se arregle mas, no lo necesita, está bella’y se volvió hacia mí para decirme: ‘yo nunca he sido bella, pero siempre he sabido arreglarme, por ejemplo esto lo hago para resaltar mis ojos porque son muy pequeños con relación al tamaño de mi boca y lo que busco es cierta simetría’. En esa misma oportunidad antes de entrevistarla me confesó que no había dormido bien, porque se sintió mal, pero no podía faltar al programa por respeto a mí y a los televidentes. Cierto día llegue a mi casa y tenía su voz en mi contestador solicitando que la llamara. Al preguntarle en que la podía ayudar me dijo: ‘dime tú a mí, supe que tu mamá esta malita, no te vi en el programa y me preocupé’, tuve que tragar en seco para poder responder. Luego compartimos con ella en su cumpleaños 90. La última vez que nos vimos fue cuando le celebramos sus 96 en el Gran Teatro de La Habana, al día siguiente hablamos por teléfono y me confesó que estaba muy inconforme porque la emoción le impidió salir a saludar a su público, sentía que le había fallado a su gente. Con esa sencillez que distingue a los grandes se robó el corazón de varias generaciones de cubanos, quienes pueden sentirse afortunados y orgullosos, de haberla visto brillar, y en cada aparición regalarnos la fragancia más exquisita de una verdadera Rosa.”
Podría seguir hilvanando anécdotas e historias, pero hace un año y un poquito, escribí celebrando la vida de nuestra vedette, hoy sigo celebrándola porque con Rosita no cabe otra cosa y por eso reproduzco aquellas líneas:
A principios de los años 80 yo trabajaba en la Revista Somos Jóvenes. Sacaríamos un texto sobre la importancia de realizar ejercicios sistemáticamente y decidimos armar una suerte de foto reportaje con Rosita Fornés.
Sino me equivoco Caridad Carrobello fue quien escribió el texto, lo que sí recuerdo es que Argel Gómez tiró las fotos. Decidimos hacer un afiche y yo fui con Argel por conocer, de cerquita, a la primera vedette de Cuba.
Cuando llegamos por la mañana, Rosita nos dijo que a esa hora no. Lo expresó sin asomo de petulancia y más o menos explicó: “a esta hora aún tengo rastros de las cremas que uso y para una foto en colores se debe estar lo mejor posible. Es mejor sobre las cuatro de la tarde”.
Me enseñó la casa y una sencilla vara, como las del ballet, puesta en la pared, donde ella hacia los ejercicios. Las fotos, en blanco y negro en ese sencillo equipo, ya estaban hechas, seleccionadas y listas para publicar, pero faltaba la del afiche. A propósito, a voz populi, se decía que Rosa tenía un imponente gimnasio: nada más lejos de la realidad.
Regresamos dos o tres días después, ella ya estaba lista y con naturalidad le dijo a Argel “mi lado fotogénico es este, si la tiras al otro quizás tendrás que repetir las imágenes.”
En aquel instante mi respeto por la profesional creció mucho. Me di cuenta que Rosita era muchísimo más que una mujer atractiva, era, es, de los artistas que hasta durmiendo inspiran admiración.
Unos cuantos años después de aquel hecho, la actriz me dio otra lección. Mi madre estaba en un círculo de abuelos en Playa, y cuando llegó a la casa me dijo que había actuado para ellos “la rubia esa que tú respetas porque dices que se quedó en Cuba cuando podía haber triunfado en cualquier lugar”. Me tomó un poco por sorpresa, ya no le creía todo, Mima iba perdiendo la lucidez. De momento no sabía de quien me hablaba hasta que incrédula le pregunté “¿Rosita Fornes?” y exclamó “¡esa misma!, cantó, regaló unas cosas e hizo cuentos de cuando ella empezó”. Desde entonces para mi madre Rosita era “su amiga”.
Averigüé con la directora del círculo y la gran estrella accedió a ir sin ni siquiera pedir que le mandaran un carro, y mucho menos cobrar un centavo, porque evidentemente Rosalía Palet Bonavia, nacida en Nueva York, en 1923, hija de un catalán y una madrileña, criada por José Fornes de quien llevó el apellido, es una grandísima actriz, pero sobre todo un ser humano excepcional que se hizo cubana por decisión propia. Su bondad, auténtica, la ha mostrado en diversos lugares como el leprosorio de San Lázaro.
A los 15 años de edad, triunfó como cantante en La Corte Suprema del Arte, hecho que le abrió el camino a su debut como actriz en el largometraje Una aventura peligrosa (1939) dirigido por Ramón Peón. Pero su primer gran triunfo fue con la obra El asombro de Damasco, en 1941.
Fundadora de la televisión cubana, tiene una vastísima obra en dramas, comedias, musicales y conductora. Fue y es una actriz muy querida en México, donde compartió papeles con Joaquín Pardavé, los hermanos Soler, Luis Aguilar, Jorge Negrete, Pedro Infante, Tin Tan, Resortes, Marga López, Marií Victoria, entre otros artistas.
Se enamoró de Manuel Medel en el hermano país y tuvo a su hija, Rosa María, también actriz. Su regreso a Cuba le depara un regalo: el amor y consagración de un galán: Armando Bianchi, que la acompañaría en el teatro, cabaret, en diversos lugares y que, muerto en un accidente, la deja sola, en los 80. Algunos creían que había acabado su carrera, pero se levantó y siguió su paso de entrega al arte.
En el filme Papeles secundarios, al decir del critico Norge Espinosa “Cuando la Fornés se mete en la piel de Rosa Soto, estrella del Teatro Principal de La Habana, regala un golpe con mano enguantada a los que pensaban que no sería capaz de asumir un rol de carácter. Había probado que era capaz de ello, en los escenarios y en sus apariciones en obras de teatro grabadas para la televisión. Pero ahora se ponía a las órdenes de un joven director, Orlando Rojas, y su personaje en Papeles secundarios era un claroscuro que en la atmósfera viciada de las bambalinas, resistía embates con sus mañas de gran sobreviviente. Rosa Soto es una mujer de infinitos matices, en lidia con los jóvenes que quieren cambiarlo todo y la ven como una reliquia, pero también con otros que quisieran desplazarla por motivos aún más mezquinos. Su actuación es brillante. Dejó a los predispuestos con la boca abierta”.
Durante una larga entrevista con Amaury Pérez Vidal, en el programa Con dos que se quieran, nace este diálogo:
Amaury Pérez. Cuando Rosita se acuesta por la noche y se levanta, ¿de qué país es?
Rosita Fornés: Te voy a decir una cosa. Yo he recorrido casi el mundo entero, al menos una gran parte y siempre voy como artista cubana. No voy como artista americana ni hago alarde de nada de eso. Voy como una artista cubana y así me conocen en todos los países que he visitado.
Amaury Pérez: Y es que has vivido en todas partes.
Rosita Fornés: Claro, he vivido además en todas partes. Viví en México y la declaré mi segunda patria porque México me dio mucho, muchas cosas artísticamente. Me nombró la primera vedette de México. Era la primera vez que hacían eso. Después me nombraron la primera de América, eso se lo debo a los mexicanos. Y vaya, estoy agradecida a todos esos lugares y puedo decir que sí, que he pertenecido a unos y a otros, pero soy artista cubana, aunque no haya nacido en Cuba. Porque aquí fue donde me crié y aquí fue donde me formé.
Merecedora de numerosos premios y distinciones, en Cuba y en el extranjero, entre ellos: Premio Nacional de Teatro en 2001, Premio Nacional de Televisión en 2004, Premio Nacional de Música en 2005, Orden Félix Valera en 2005, Orden del Mérito Civil de España, otorgado por el Rey Juan Carlos en 2011, Rosita tiene el premio que mas anhelan los artistas: la admiración de su pueblo.
Por eso este sencillo homenaje: unas líneas cuando en el 2019 se cumplen 80 años del debut artístico y faltan menos de cuatros para que llegue a la centuria, no Rosalía Palet Bonavia, sino Rosa Fornes, Rosa de Cuba.
(Fuente: tvcubana/Paquita Armas Fonseca)