Blogia
LA TECLA CON CAFÉ

FIRMA Y HUELLAS, CUESTIONES MUY PARECIDAS

FIRMA Y HUELLAS, CUESTIONES MUY PARECIDAS


08/02/2011 2: 16: 38

 

Por Mercedes Rodríguez García


A pesar de que solo vivió 27 años, Camilo Cienfuegos fue uno de esos hombres que alcanzó verdadera dimensión histórica en la vida de su Patria. El Héroe de Yaguajay, perdura en el pueblo por sus extraordinarios valores como ser humano, por su audacia y temeridad, por su fidelidad ejemplar a la línea trazada por Fidel. Pero también por su sencillez proletaria y  carácter jovial, dado a las gracias, al chiste, al cuento. Distante ya su nacimiento, el 6 de febrero de 1932, oportuno recordarle con una más entre las mil anécdotas que lo revelan como tal.


«¡Al combate, corred bayameses...! Y luego, ¡Marchando, vamos hacia un ideal...!»

Agua a cántaros, rayos y truenos. Una tormenta cae sobre la agotada tropa, que en su mayoría sufre los efectos de un fuerte estado gripal. Pero a instancias de su Comandante avanza cantando el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio. Así, dando vivas a la Revolución, a Fidel y a Cuba Libre, llegan a Juan Francisco, término de Yaguajay.

Un poco más y el campesino Tomás Álvarez recibe a Camilo en su humilde vivienda. También está Jesús Emilio, fundador y secreta­rio de una célula del PSP. El café caliente resulta un verdadero tónico. Se entabla conversación:

—¿Qué tú haces?, pregunta el jefe rebelde a Jesús.

—Soy dirigente campesino.

—¡Ah!, eso está bien. ¿Sabes?, tenemos que organizarnos ustedes, nosotros y los obreros...

—Bueno, en cuanto a los campesinos yo diría que reorganizarnos, porque no sé si usted conoce que aquí funciona una Asociación Campesina muy combativa.

—Tenemos que lograr esa unión con los trabajadores de los siete ingenios circundantes, hay que hacer esta zafra por el Ejército Rebelde, enfatiza Camilo.

Aquel 14 de octubre la lluvia no cesó. Con el agua casi a la rodilla continuaron la marcha hacia el campamento, situado en  un lugar llamado Montes de Alicante. En la madrugada del 15 ocurría el primer encuentro de las tropas de Camilo con el ejército de la dictadura en Las Villas; al siguiente, recibía noticias del Che que, venciendo los mayores peligros durante la marcha, avanzaba rumbo a las montañas villareñas.

Una vez establecido, Camilo planea acciones y se preocu­pa por las condiciones y salud de sus hombres y de los habitantes de la zona. De este modo da la orden de construir en diez días un hospital de campaña. De inmediato todos ponen manos a la obra. En una semana la rústica instalación de palos y tejas quedará terminada.

Durante su construcción Camilo observa cada detalle y es así que detiene su mirada en el albañil, quien se ufana emparejando el cemento fresco del piso del  portal. De vez en cuando Camilo gira la cabeza o el torso para comprobar si alguien lo observa... algo trama porque sonríe con picardía al comprobar que el constructor no se ha percatado de su presencia. Sin embargo, otros ojos le observan.

Una de aquellas tardes Camilo yace tirado a lo largo sobre la hierba, abstraído. De repen­te se levanta y pregunta:

—¿No habrá por estos alrededores un lugar desde donde traer el agua por gravedad?

—Es posible, Comandante, por Melgarejo hay un ojo de agua que puede servir para su idea, le responde alguien a su lado.

—Pero el terreno no se presta para instalar la tubería, advierte otro.

—Pues entonces tendremos que arreglar el terreno, dice Camilo mirándolo de soslayo.

A la semana el agua  comenzó a llegar por tubería.

Pasan los días. Camilo se mueve de un lugar a otro y cada vez que puede se llega a la casa de los campesinos. Ya había estado en una oportunidad en la de Jesús Emilio, cuando le indicaron el camino y dio perfectamente con ella,  pero ahora no la encontra­ba ni atrás ni alante. Al fin, luego de nuevas indicaciones, llegó al hogar del campesino.

—¿Qué pasó aquí? Esto no está igual que como yo lo dejé ¿Y esta cerca cuando la pusieron?, inquiere Camilo.

—Es que tuve necesidad de tirarla porque los animales del vecino se meten en mi terreno y me comen los sembrados.

—¿Y tú no sabe que estamos en contra de las cercas?

—Sí… Yo... Claro…

—Pues bien, hoy mismo estás abriendo ese camino y me le dices al vecino que sus animales no pueden seguir dañando tus siembras.

Esa política de «puertas abiertas» la aplicó Camilo desde su llegada, cuando declaró la zona Territorio Libre de Cuba y eli­minó el carácter privado de algunos caminos, donde incluso, se cobraba el derecho a pasar por ellos.

Termina octubre, pasa noviembre y no es hasta el 1ro. de enero de 1959 que, rendido el cuartel de Yaguajay, Jesús Emilio vuelve a encontrarse con Camilo en el escenario de los hechos:

—Comandante, necesito que firme este papel para legalizar el Partido.

—Pero es muy pronto para eso.

Se queda dubitativo, dándole vueltas al lápiz entre los dedos. Pero enseguida reacciona y expresa:

—Bueno, sí, es muy pronto, pero se trata de  un partido revolucionario.

Y en el acto Camilo rubrica el la legalización del Partido Socialista Popular.

Jesús Emilio contempló por unos segundos la firma del héroe. Con detenimiento recorrió la hoja, y fue a decir algo pero Camilo lo contuvo con una interrogante:

—¿Qué, algún problema? Yo firmo así.

Y como firma y huellas son cuestiones muy parecidas, Jesús Emilio, recordó cómo allá, en el campamento de Juan Francisco, Camilo se las arregló para burlar al albañil y dejar en el cemento fresco del piso del hospitalito las impresiones de sus dedos. El albañil se tragaría el cuento que le hizo Camilo, pero él no. ¡Qué perro sato ni perro sato…!

 

 

 

 

0 comentarios