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LA TECLA CON CAFÉ

UN BUEN MÉDICO, PERO MEJOR CRISTIANO

UN BUEN MÉDICO, PERO MEJOR CRISTIANO

04/01/2011 6:48:03

Por Mercedes Rodríguez García

Días antes del 1º de enero de 1951, al culminar la Batalla de Santa Clara, el hoy Dr. José Manuel González Santos tenía 8 años. Fue a esa edad, sin mucha conciencia de los acontecimientos, muy cerca de su casa, en la céntrica esquina de las calles San Miguel y Colón, que tuvo el privilegio de conocer frente a frente a Ernesto Che Guevara, acontecimiento que lo marcó para el restro de su vida.

Para entonces, el actual Msc. Prof. González Santos, estudiaba la primaria en el colegio de los Hermanos Maristas, y yo, en las Teresianas, ambos católicos. Pero no nos conocíamos. Tampoco cuando el curso de los acontecimientos revolucionarios dictara un cambio brusco en nuestras vidas y nos juntara en una escuela pública, mixta y laica, nombrada «Marta Abreu», pero a la que todos llamaban Tandrón, por haber servido en sus aulas durante varias décadas toda una familia de pedagogos con ese apellido.

Pero juntos —y aún desconocidos— continuamos la enseñanza secundaria en la «Julio Pino Machado» y la preuniversitaria en el «Osvaldo Herrera González». Luego, «le perdí el rastro», aunque no algunas compañeritas a quienes llamaba la atención por su seriedad y excelentes resultados académicos.

José Manuel y yo fuimos vecinos durante mucho tiempo y sus hijos y los míos compartieron en el barrio niñez y adolescencia. Comprábamos los víveres en la bodega que administraba su padre, hombre callado, trabajador servicial  y de extraordinaria nobleza, casado con una señora digna de su hidalguía, y ejemplo de maestra, esposa y madre.

Él primero y yo un curso después, matriculamos la carrera de Medicina, en el Instituto Superior de Ciencias Médicas «Victoria de Girón» de La Habana.  Él, por vocación, continuaría, y yo —también por «vocación»— la abandonaría  en un plácido y perseguido «deambular hippie» del rock a la literatura, a una fábrica, a una oficina… Un mundo más cerca de lo pagano que del cristiano al que José Manuel nunca dejaría de pertenecer, pero del que yo sin negarlo, me alejé en la práctica.

Callado, trabajador servicial  y de extraordinaria nobleza como su padre, y abnegado y metódico como su madre, José Manuel  continuó los restantes años en la Escuela de Medicina de Santa Clara, hasta el sexto año o internado vertical, que lo hizo en Pediatría.

Hizo trabajo asistencial en El Purio, Encrucijada; en el Crucero Barquero, Jatibonico, y en Cascajal, Santo Domingo. Pero Joven de su tiempo —y en su tiempo— también cortó caña durante 66 días durante  la Zafra de los 10 Millones, en campos de Aguada de Pasajeros.

Mientras yo «deseambulaba» entre música y poemas, José Manuel enfrentaba el servicio médico social en diferentes unidades asistenciales: Hospital Municipal y Policlínico Integral de Caibarién, central Marcelo Salado (antiguo Reforma). En todo se destacó  y llegó a desempeñar cargos administrativos y sindicales, hasta que en 1978 iniciara la residencia en Pediatría en el Policlínico Comunitario Docente «Chiqui Gómez Lubián» de Santa Clara.

Fue por estos años que mi familia se mudó para un apartamento, en la misma esquina donde José Manuel conoció al comandante Ernesto Guevara de la Serna. Eran los días finales de 1958 cuando, descarrilado el tren blindado y ya en manos rebeldes los principales enclaves de la tiranía en Las Villas, el Che penetraba en la ciudad que ya comenzaba a desbordarse para recibirlo en su avance indetenible.

«Creo que en aquel breve encuentro,  el Che me hubiera trasmitido su vocación  humana, revolucionaria e internacionalista, esta última alcanzada durante  los años 1979 y 1980 en Uige, República Popular de Angola, donde cumplí misión civil en tiempo de guerra, y salí convencido para siempre de que “ser internacionalista es salvar nuestra propia deuda con la humanidad”, como él mismo proclamara».

En esa provincia africana fue Jefe de la Brigada Médica y profesor de la escuela de enfermería,  y donde una semana antes de su muerte, «conocí personalmente al Dr. Agostinho Neto, primer presidente de esa nación una vez que este estado alcanzó la independencia. De él guardo un grato recuerdo».

En enero de 2006 recibió reconocimiento por la abnegada y consecuente participación en la «Operación Carlota», aquella que puso fin al Apartheid, liberó a la RPA y constituyó la victoria más grande de nuestro tiempo.

De regreso a Cuba, continuó la residencia en la especialidad de Pediatría en el Hospital Infantil «José Luis Miranda» de Santa Clara. En mayo de 1982 la concluye con 100 puntos de calificación, y recomendaciones para que su tesis  fuera publicada.

En 1982 fue a la República Democrática Alemana en un viaje de estímulo; en ese año obtuvo la categoría docente de Instructor, labor que ya desempeñaba desde 1978.

Entre 1983 y 1985, al llamado de la Revolución, va a la provincia oriental de Las Tunas. Trabaja en el Hospital Pediátrico Provincial como vicedirector docente, jefe del Departamento de Pediatría y jefe del servicio de enfermedades diarreicas.

En enero de 1983, en una entrevista que le realizara para el periódico Vanguardia, José Manuel expresó al respecto: «Durante ese tiempo ayudaré con modestia y decisión a convertir a Cuba en una potencia médica, porque como dijera nuestro Comandante en Jefe, todo lo que se haga por la humanidad es lo que puede dar sentido a la vida de un revolucionario».

¿Lo ratificas al cabo tantos años?

«Sin quitarle ni una sola letra, pero además, aquella fue también una misión, una misión nacionalista,  y otra prueba en que pude evaluarme integralmente, y que cumplí con infinito amor y profesionalismo».

De regreso a Santa Clara, trabajaste durante dos años como jefe de Servicio de Urgencias del «José Luis Miranda», tremenda responsabilidad…

«Sí, labor difícil y compleja que desempeñé con gusto y responsabilidad».

Sigues en el Pediátrico de Santa Clara, actualmente como jefe de Servicio de Neurología, también labor bastante complicada. ¿Cómo te sientes ya cuando la edad le pesa un tanto al cuerpo?

«Muy satisfecho y orgulloso de que ese servicio ostente la condición de Colectivo Moral».

En 1988 obtuviste por concurso de oposición la categoría docente de Asistente, y en 1989 el título de Especialista de Segundo Grado en Pediatría, pero ese mismo año cursaste un entrenamiento en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. En 2002 obtuviste la categoría docente de Profesor Auxiliar; en 2004 el título de Especialista de Segundo Grado en Neurología, y en 2007 te diplomaste  en Neurología Pediátrica y titulaste Máster en Atención Integral al Niño. ¿Cuándo termina de estudiar un médico? 

«Nunca mientras conserve su lucidez, haberes y saberes. Pienso que nadie que ame su profesión y se respete a sí mismo, mucho menos un médico, piense que ya terminó cuando alcanzó determinado grado científico, docente o especialidad».

Con motivo de la ceremonia nacional de despedida de duelo a los  combatientes internacionalistas cubanos caídos en Angola, efectuada  el 7 de diciembre de 1989 en el mausoleo de El Cacahual, escribiste  para el periódico Vanguardia:

«Pienso que este jueves los cubanos protagonizaremos otro gesto de patriotismo ante el orbe. El recibimiento de los restos de nuestros hermanos caídos y su descanso eterno en suelo patrio nos hace más fuertes, porque aunque no están físicamente entre nosotros viven en cada uno con la perennidad de su ejemplo».

¿Cómo ve un médico la muerte de un compatriota, lejos de la patria, de la familia, los amigos? ¿Cómo darle consuelo a sus madres, esposas, hijos, hermanos…?

«No somos indiferentes al dolor ajeno, solo nos sobreponemos a él. Pero en ese caso específico te reitero: nuestro deber es estar con los familiares para demostrarles que si perdieron a sus seres queridos en el cumplimiento del deber, existen miles de compatriotas que reemplazan ese lugar abandonado. Ellos vibran junto a nosotros porque están en el justo sitial de los héroes eternos».

¿Te consideras un médico revolucionario, en el amplio y profundo sentido del término y en armonía con la definición de Revolución que ha dado Fidel?

«Que otros me juzguen. Soy un cubano comprometido con su patria, fiel a sus destinos. Vivo y actúo de manera consecuente con lo que pienso. No me gusta ni mentir, ni sentirme engañado. Soy exigente conmigo y con todo lo que emprendo y me rodea. Soy un hombre de pueblo, para quien la fe cristiana se integra naturalmente a la patria, a la familia y al prójimo… Y todo eso para mí es la Revolución».

—Bien, pero además de eso logras  involucrarte en un montón e tareas, actos y misiones que otros eluden, esquivan o simplemente no pueden asumir por cuestión de salud o capacidad de trabajo.

«Bueno, hay que ordenarse un poco, porque es cierto que a veces  las llamadas actividades extracurriculares o político-sociales, tienden a abrumarte. Pero yo me las arreglo, asisto regularmente a las reuniones trimestrales, cumplo con la cotización establecida, soy activista de la salud y del enfrentamiento ante las ilegalidades, los delitos, la corrupción y las indisciplinas; cada año realizo de forma anticipada el pago por el Día de la Patria, asisto con regularidad a las actividades de la defensa, trabajos voluntarios, matutinos, debate-reflexión, guardia obrera, actos políticos y de masas, ya sea por el cumpleaños de José Martí, el 1º de Mayo, la muerte de Antonio Maceo, la Jornada Camilo Che, el Día de la Medicina Latinoamericana, la Operación Tributo, el Día del Educador, la Batalla de Santa Clara, el Triunfo de la Revolución...»

—No, no sigas que no vamos a acabar nunca. Mándame tu currículo por correo electrónico. Tu vida es como una tesis de grado, necesita anexos y un experto como oponente. Fíjate si es así que con 60 años  te encuentras en el proceso para obtener el título de Doctor en Ciencias Médicas y la Categoría docente principal de Profesor Consultante, y posees una trayectoria como cuadro científico-pedagógico y político-ideológico de excelencia a lo largo de casi tres décadas consecutivas.

«Y soy miembro del Comité de Defensa de la Revolución No. 5 de la Zona 8 de Santa Clara hago la guardia cederista, cumplo con la cotización y la entrega de materia prima; estoy casado desde hace 37 años, tengo dos hijos, uno médico y el otro enfermero».

Ya que  tocas el tema de la familia ¿cómo consideras la tuya?

«Una familia muy unida basada en los principios humanos y cristianos necesarios para consolidar y sostener la vivencia del amor en nuestra sociedad».

¿Sé que fuiste bendecido por el papa Juan Pablo cuando visitó Cuba en 1998?

«No exactamente. En la misa del 22 de enero de ese año, dedicada a la familia cubana, mi esposa, nuestros dos hijos y yo tuvimos el privilegio de recibir de manos del Santo Padre el Abrazo de Paz».

También dialogaste con el Comandante en Jefe.

«Sí, otro privilegio ».

¿En qué momento u ocasión?

«En el 2003, una vez concluido el pesquisaje de personas con retraso mental y otras discapacidades. Sostuvimos una reunión que él presidió en el  Palacio de las Convenciones y con la cual concluyó oficialmente este estudio».

Te cito tres personas que, en este mismo orden, y metafóricamente  hablando «te han tocado con su varita mágica»: Che Guevara, Juan Pablo II y Fidel Castro. ¿Satisfecho?

«Infinitamente.»

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