Del Real Madrid, el Barcelona y un «thriller político» a lo mediático
14/12/2010 10:59:41
Por Mercedes Rodríguez García
Lo ocurrido la tarde del lunes 29 de noviembre en el cine Camilo Cienfuegos de Santa Clara, fue un hecho grave de indisciplina social. No un protesta juvenil contrarrevolucionaria, como algunos medios de prensa difundieron tendenciosamente.
Entonces, ¿porqué darle tantas otras vueltas al asunto? Fue un engaño, un burdo fraude con claros fines de lucro. Lo fue desde el inicio, desde que se anunció la transmisión en directo y la venta de entradas, ($ 3.00 MN c/u), del partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona.
Miles de jóvenes «cayeron en la gata» (en la trampa). ¿Ingenuidad de un administrador de cine? , porque tal «exhibición» no ofrecía ninguna garantía técnica, ya que la televisión cubana había anunciado que retransmitiría el partido en el horario nocturno, y no en «horas de la tarde».
Tampoco resultaba creíble la historia de transmisión por cable (en directo), pues —según personas bien informadas— «traerían» la señal desde el bar terraza ubicado en la azotea del céntrico edificio de 11 plantas (que sí posee el servicio y por el cual debe pagar a Radio Cuba), hasta un televisor en la cabina del cine, en los bajos. (En Cuba a eso se le llama «pirateo»)
Entusiasmados y confiados, portando carteles y vistiendo camisetas y pullovers con los colores de ambos equipos de la Liga Española, la «fanaticada» repletó la sala. El tiempo corría ¡y nada!, hasta que en la pantalla aparecieron las imágenes de una teleclase de Química.
De momento nada más que impaciencia generalizada, algunos chiflidos y un más que otro « ¡Cojo, suelta la botella…!», antiquísima expresión que alude a un supuesto proyeccionista «pasadito de tragos». Luego, la pérdida total de compostura y el unánime y reiterado reclamo de « ¡mi dinero!... ¡mi dinero…!», al tiempo que algunos lanzaban al aire bolas de papel, bolsas de nylon, algunas botellas y vasitos plásticos.
Pero habría que meterse en la piel de aquel público timado, burlado, defraudado, paulatinamente caldeado y convertido paulatinamente en una turba que avanzaba hacia salida del cine, atentando a su paso contra lunetas, macetas, falso techo, afiches… (Se calcularon unas mil 250 personas.)
Yo, mi yerno y una decena de vecinos del edificio donde vivo, decidimos abandonar de inmediato la sala. Sin mucho atropello bajamos las escaleras (estábamos en el lunetario superior, conocido por «balcony») hasta el tumultuoso lobby, donde aún no se había desatado la furia, que comenzó dentro con la rotura de lunetas, y continúo contra cuadros y macetas.
Afuera, cubriendo portal, frente y laterales del cine, en plena calle y parque Vidal, una multitud de curiosos se sumó a otra que esperaba para entrar todavía papeleta en mano, incluso de las se revendieron por el precio de un CUC. (Unidad de peso cubano convertible.)
En ningún momento observé «manifestaciones contrarrevolucionarias» ni «gritos contra el gobierno», aunque innegable los hechos de vandalismo y desenfreno, que a mi juicio pudieron ocurrir bajo el efecto del bebidas alcohólicas que, indebidamente y violando las regulaciones establecidas, permitieron entrar (o pasaron escondida dentro de la ropa), costumbre ya extendida a los partidos de béisbol en los estadios de Cuba.
No quisiera repetir la manida expresión del no menos gastado discurso periodístico «nuevamente la verdad se impone», mucho menos reiterar como un papagayo inquisidor si esa verdad « ¿la prensa "libre" la oirá y la difundirá», como sucedió este caso, irresponsablemente y con toda intención difamatoria y manipuladora.
Y pienso con mi cerebro, siento con mi corazón, escribo con mis manos y hablo por mi boca. Como escribiera nuestro José Martí, quien tan soñador, universal, luminoso y justo nos legara este juicio que jamás perderá actualidad: « (…) En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe y los labios sin manchas que lo dictan. (…)»
Y continúo citando al Apóstol: «Que no haya una manifestación de la vida, cuyos diarios accidentes no sorprenda el diarista—eso es hacer un buen diario. Decir lo que a todos nos conviene— y no dejar de decir nada que a alguien pueda convenir. Que todos encuentren en el diario lo que pueden necesitar y saber. Y decirlo con un lenguaje especial para cada especie—escribiendo en todos los géneros, menos en el fastidioso de Boileau, desdeñando lo inútil y vistiendo siempre lo útil elegantemente».
Un canal televisivo puede reproducir las versiones que le llegan por las «autopistas de la información», incluso comentarios mal versados. Un periódico, puede amplificar mendaces versiones, reiterar las mismas fotografías. Y los receptores, pueden cree o no creer lo que les digan, ello dependerá de varios factores. Cada cual, al final, será víctima de su propia mentira o de su propia verdad.
Entonces, reproduzco partes esenciales de lo publicado (aunque no con la celeridad requerida) en el semanario local impreso Vanguardia (sábado 11 de diciembre 2010, página 8.) Aclaro que la «información» no aparece en la página web. ¿Cuestionables?: el título genérico y la ausencia de firma. No es ni siquiera una nota oficial. Suscribo algunas partes para que se adopten medidas de modo que no vuelvan a ocurrir acciones tan irresponsables e irrespetuosas.
«Cerca de las 3:00 p.m. el centro cultural estaba lleno, y cientos de jóvenes ansiosos de que iniciara la transmisión. Mas, sucedió lo que nadie esperaba: ni juego en vivo, ni siquiera el necesario esclarecimiento, que hubiese aplacado los encendidos ánimos.»
« (…) Los sucesos conllevaron a que algunos atentaran contra la propiedad social: 9 lunetas, 5 macetas, 6 planchas de falso techo y 3 cuadros».
« (…) El desorden se debió a la irresponsabilidad del administrador de la institución de convocar a ver en vivo y en directo el desafío entre los dos mejores equipos de la Liga Española de fútbol. Además, se pudo confirmar reiteradas deficiencias en el control y los métodos de dirección de la administración del “Camilo Cienfuegos”, y del Consejo Provincial de Cine (…) tampoco consta autorización documental para la transmisión fílmica del juego, ni aprobación del precio oficial para la venta de las papeletas... y permitieron la entrada con bebidas alcohólicas.»
«(…) Fueron sancionados en consecuencia el administrador del cine, Deomedes Rodríguez Fernández, y Martín Reinaldo Chacón Peralta, subdirector del Centro Provincial de Cine, con separación del cargo y el pago de los daños causados a la instalación. También se aplicarán medidas políticas y administrativas a varios funcionarios, dadas la falta de control, exigencia y agilidad en la toma de decisiones, y por haber actuado negligentemente ante los acontecimientos. Los 3 mil 752 pesos que no fueron restituidos a la población (el valor de mil 250 papeletas), se ingresaron al presupuesto del estado.»
Como escribió mi colega Jorge García Sosa en su weblog Alocubano, los hechos se transformaron para algunos en «un thriller político» a lo mediático.
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