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LA TECLA CON CAFÉ

Art Attack y lo que no hace la televisión cubana

Art Attack y lo que no hace la televisión cubana

Por Mercedes Rodríguez García

No sé porqué mi exalumna de periodismo Leticia Martínez Hernández tiene tanta puntería para escribir sobre determinados temas en los ya yo había pensado comentar. En este caso me refiero a Art Attack, un espacio que trasmite la televisión cubana y como bien dice ella, «rebasa los límites de la creatividad».  

La otra coincidencia sería en algunos de sus criterios, pues si bien ella analiza desde la perspectiva de sus veintitantos años al evocar «aquellos muñes que nos vieron crecer. Esos que parecían de cartón y se movían con rigidez» -allá por finales de 1980 del pasado siglo-

yo, con mis treintitantos por encima, pudiera hacerlo desde referentes muchos más antiguos, como «Pelusín del Monte», «Tía Tata cuentacuentos» o los «muñe» del gato Félix, las urracas parlanchinas, el pájaro Loco o el pato Donald.

Mas, prefiero sumarme un tanto a los suyos porque son también los de mis hijos y los de toda esa generación en la que algunos compatriotas pasaditos de edad no quieren confiar, pese a que en los brazos y cerebros de los jóvenes descansan los destinos de una nación. Idea que ¿subyace? en el artículo de Leticia, titulado Art attack contra los límites de la creatividad publicado en el sitio digital EnVivo

Dice Leticia: «Deslumbrarse con lo grande es bien sencillo; tener a mano muchos recursos aliviana el camino, aunque no siempre asegura el éxito. Con el paso del tiempo, recordar lo fastuoso se vuelve fácil; difícil resulta marcar el recuerdo con pequeñas cosas. Solo las buenas ideas que las impulsan pueden salvar a unas u otras del descalabro».

El sólido planteamiento no deja resquicios para arribar ambas a conclusiones parecidas. O sea, que no se requieren grandes recursos para distraer a los más pequeños, educarlos, y hacer que su imaginación vuele por los aires. Pero yo voy un poco más a las entrañas del fenómeno. De ahí que no comparta al ciento por ciento «que bastan el ingenio y los deseos de hacer», aunque reconozco la precariedad de talento e ingenio en gran parte de nuestra programación televisiva.

Y no se trata de calcar Art Attack ni de regresar a aquellos años de muñequitos rusos ni a «Arcoíris Musical», ni a los raros «Alegrina y Tristolino» u otros tantas espacios de los cuales yo también disfrutaba pese a que dejaban a mis chicos encolados a los asientos, mientras mi esposo y yo les chillábamos para que hicieran la tarea de la escuela o porque se les enfriaba el agua caliente para el baño.

Pues ahora, con su Art Attack, cede algo parecido; lo perseguimos y esperamos con la misma insistencia de antaño, aunque ahora ni nietos tengo para exigirles la tarea de colegio. Solos, mi esposo y yo,

-y claro, mis hijos cuando me visitan o desde sus casas- embobecemos ante los pedazos de cartulina, lápices de colores, crayolas, temperas, papel de periódico... como bien apunta Leticia: «los medios para lograr los objetos más asombrosos, desde una tarjeta de felicitación, un ingenioso cuadro, una pecera llena de peces, hasta una caja fuerte».

Y así hasta que viene lo mejor de todo el programa: los «atacazos artísticos», hechos por Neil Buchanan a gran escala en áreas al aire libre, como ese que aún no hemos visto pero que figuran entre los más famosos o conocidos. Me refiero a la gigantesca cara de la Reina Isabel II, construida con 25.000 billetes de libras esterlinas o el horizonte de Manhattan, en Nueva York, con sus apartamentos iluminados como si fuera una escena de navidad. De lo demás se encargará la cámara sobre una plataforma elevada a gran altura.

Entonces me hago la misma pregunta que Leticia: ¿No puede la televisión cubana llevar a cabo parecidos proyectos ingeniosos con nuestros artistas plásticos, inventivas y maneras de hacer? También recuerdo que hace ya algunos años, la Revista de la mañana -luego la Revista Buenos Días-, y en especial su sección «Amanecer feliz», dieron espacio para que Cecilio Avilés, uno de los más grandes caricaturistas del patio, enseñara a dibujar personajes tan cubanos como Cecilín, Coti, Guaso, Carburo...

Pero, como tantas buenas y pequeñas ideas, esta no tuvo el necesario fijador. Hace unos días, bien temprano, cuando encendí el televisor me impresioné mucho cuando apareció Cecilio de nuevo dibujando un velero que ni el más ducho de nuestros pequeños podría dibujar... ¡a esa hora de la mañana!

Y qué no vengan a decirme como un recalcitrante vecino, idólatra de todo lo «huele» a economía de mercado y capitalismo: «Yo no sé para qué pasan eso en Cuba, a ver ¿de dónde van a sacar las pinturas, la goma de pegar, los pinceles, las cartulinas de colores , los celofanes...»

Ya dije que no había que calcar ni de imitar, ni siquiera soy partidaria de crear lo ya creado porque Art Attack es Art Attack y no será superado pese a que pienso no exige muchos gastos. Un presentador, un busto animado, y ese artista gestor de los impresionantes «atacazos» conforman todo el elenco. Ello, sin hablar de la escenografía, primaria pero muy atrayente.

Este es el quid. Creatividad, originalidad, inspiración y los recursos imprescindibles. Porque si alguien tiene bien en cuenta los costos, son las televisoras capitalistas, así que todo lo que emprenden ha de resultarles rentable. Nada convierten en producto hasta analizar hasta el último centavo, y por supuesto, los más mínimos detalles del proyecto o guión, bien pagado sí, pero nunca porque seas el mejor amigo-socio del director, productor o editor en cuestión.

Mientras, en esta pequeña pero grande Isla de Cuba, la televisión sigue esperando el gran capital para hacer los megaprogramas, y lo peor nuestros niños crecen prefiriendo -como escribe Leticia- «a las Barbies» o los Mangas, «soñando con alejados mundos y desconociendo sus verdaderas capacidades creadoras».

Nos urge, más que dinero, cambiar la mentalidad y asumir la renovación como un reto. De lo contrario, en la televisión o en cualquier sector de la economía y los servicios, se saldrán con la suya los encapsulados, anquilosados, dinosaúricos y culiatornillados que se niegan a ver la luz que ya le hiere las pupilas...

Porque como las realizaciones de Neil Buchanan -a gran escala y al aire libre- la obra no está completa hasta que se le observa desde arriba y a gran altura.

Allá quién quiera o prefiera, no levantar la mirada y continuar mirando al rasero de sus ojos, o afianzados a la nostalgia de los Krim-18 y Lolek y Bolek, cuando el mundo corre a «atacazos» limpio.

 

 

 

 

1 comentario

leticia -

profe muy bueno el trabajo, gracias por hacer referencia a lo que escribi..un beso