CIFUENTES: COMO EL PINTO CRIOLLO DE FELÍN
Por Mercedes Rodríguez García
Ojalá que pasados la alegría por haber resultado municipio Destacado en la emulación por el 26 de Julio y el furor de las actividades veraniegas, Cifuentes conserve el entusiasmo que por estos días, desde temprano en la mañana, parece personificado en torno al parque.
Puede que haya sido cierta complicidad de sol aún tibio y música salida de altavoces, la que me hiciera pensar que sí, que el llamado Oasis villareño puede mantener viva la emoción y sosegado el espíritu en la mayoría de sus 33 mil 240 habitantes, asentados en 513,16 kilómetros cuadrados.
Me cuentan que desde su fundación, el 22 de octubre de 1817 el territorio ha sufrido constantes cambios y que por ello carece de un sentido de identidad sólido, y que al igual que muchas pueblos del interior del país, sufrió durante siglos pobreza económica y cultural.
Pero de eso harán 192 años y es mucho lo que ha llovido sobre su fértil llanura, aunque las aguas que corren por sus ríos ya no sean tan claras y abundantes ni en sus cercanías proliferen los frondosos bosques donde antaño anidaban colonias de jutías, palomas, zunzunes y periquitos de Australia.
En Cifuentes no existen mansiones coloniales ni otras edificaciones de alto valor arquitectónico, su verdadero patrimonio radica en la tierra, y sus hombres, vinculados económicamente con la ganadería y los cultivos menores.
«Su gran riqueza es la gente», al decir de un viejo trabajador agrícola que llevaba por las riendas al abrevadero a su maltrecha cabalgadura Habichuela, o en franca contraposición de corpulencias humana y equina, la expresión de Rafael Espinosa Macuyok (Felín), médico veterinario domador de Muñeco, un soberbio semental pinto criollo: «el inagotable capital del cifuetense está en sus brazos y cerebros.»
«NO SIEMPRE LO GRANDE ESTÁ EN LAS GRANDES CAPITALES...»
Me comenta Merceditas Moré Rodríguez, económica de Comercio y Gastronomía, quien a los 64 años mantiene en plenitud sus facultades para hacer que los números le hablen y hasta le revelen sus secretos a Jesús Martínez García, el director de esa empresa en el municipio, hombre que «habla claro y es muy controlador; que sabe lo que se puede hacer, y lo que no. Y por qué es de esos que traen siempre puesta la luz larga; previsor, de chispa, decidido, a quien no le gusta perder en nada y mucho menos, el tiempo», según Mariana Morales Fernández, administradora del mini mercado.
Y así debe ser, porque de lo contrario le pueden pasar gato por liebre, o mejor dicho, «vasijas rotas por travesura de gatos», como le sucedió a Jesús cierto día que fue a comprobar con un administrador la desaparición de una decena de vasos.
Estudiante de Derecho a los 43 años este hombre ya padece de hipertensión arterial, patología que amaina con medicamentos pero que sabe controlar muy bien «no perdiendo el paso», lo que traduzco como control emocional, organización y revisiones sistemáticos en la esfera que dirige, gracias a lo cual en Cifuentes se puede cargar el estómago en cualquiera de los merenderos cuya oferta, ya sea variada o especializada, no tiene nada de extraordinaria en cuanto a composición pero sí por la calidad de su elaboración, presentación e higiene.
Y una buena gastronomía, como me expresó un vendedor de limones que se tomaba una cervecita bien fría en el boulevard de verano, «sale mucho de la tierra».
-Grandes y jugosos, amigo... ¿cuánto me da por cinco pesos?
-Treinta y cinco que valen por 70, son de mi patio.
-¿Se dan bien los frutos en esta tierra?
-¡Oh!, esta tierra es santa y paridora si se ocupan de ella y de quienes la trabajan y le pagan bien, según lo que produzca, como ahora...
-Pero todavía están caros...
-¡Qué va señora, caro uno de esos cuadros de allá enfrente, yo no sé mucho de pintura pero ahí los hay que valen una fortuna!
Cierto. La galería de arte, inaugurada hace dos años, constituye un orgullo para los cifuetenses porque más allá del valor intrínseco de la originalidad, destaca el hecho de haber sido donadas por sus autores, entre ellos artistas de reconocido prestigio tanto en el país como en el extranjero: Zaida del Río, Fabelo, Nelson Domínguez, Sándor González, Adela, Sarduy, Aida Ida, Raúl Santos Zerpa (Santoserpa), Rubén Rodríguez.
«Como nuestra colección, en este tipo institución, no creo existan muchas en Cuba», afirma Consuelo Lago Capote, directora de Cultura en el municipio, dotado de una red de bibliotecas, salas y casas de lecturas, casas de cultura, banda de música, y demás instituciones culturales básicas nacidas por Ley en los años 80, pero en franco esplendor por lo que representan en la creación de valores espirituales:
«Mira, lo más importante además de trabajar, y eso trato de inculcar en los más jóvenes, es que la cultura tiene que ser el centro de la vida en cualquier lugar, porque no solo de pan vive el hombre. Las personas tienen que llegar a sentir la cultura como una necesidad, no como un simple acto de recreación, y aquí podemos decir que llega, de distintas maneras, a cualquier rinconcito de los 10 consejos populares», asevera Consuelo, y me explica:
«Como somos un territorio eminentemente agrícola, entre los habitantes predomina la psicología del campesino. En Unidad Proletaria, por ejemplo yace arraigado lo mexicano, pero eso no quiere decir que le estemos dando todo el año rancheras y corridos, y aunque no tratamos cambiar gustos y predilecciones, sí pretendemos entregarles nuevos referentes.»
OTROS PANES PARA EL CUERPO ALIMENTAR
«¡Si toda la comida que produce Cifuentes se quedara aquí, se desbordaba la canasta!», ¿bromea? José Luis Ibáñez González, director general de Unidad Proletaria, empresa agropecuaria que conforman cinco granjas integrales y una de nuevo tipo dedicadas a la cría de ganado (vacuno, equino, ovino-caprino y porcino), cultivos varios, frutales y forestales. El 82% de su fuerza productiva, unos 2 mil 600 trabajadores, fundamentalmente hombres, pertenece al sector cooperativo y campesino.
Me cuenta José Luis que desde hace más de dos años la leche que producen abastece directamente 59 bodegas del municipio. Se refiere al acopio de más 30 mil litros mensuales en la etapa pico, alimento que también asimila la industria láctea de la provincia y la gastronomía del municipio, abastecidos satisfactoriamente de viandas y frutas.
En el rápido intercambio sostenido con este experto licenciado en Agronomía, con más de 20 años en el giro, abundan las cifras y los nombres. Sin embargo, preocupada más por lo que llega a la población que por lo que se produce y se queda sin distribuir debido, entre otras causas, a la obsoleta maquinaria de acopio y beneficio, le pregunto cómo se las arreglan para sortear tal dificultad, sobre todo altas de cosecha.
«Soy sincero, nuestra empresa no escapa al fenómeno, pero tenemos la ventaja de contar con dos fabriquitas de conservas de la Industria Alimenticia en el municipio, ubicadas en Matas y San Diego. Nos pasó con la col, con la guayaba; nos paramos con el tomate, y ya hoy se paraliza el mango. Las placitas están abastecidas, y enviamos hacia las cabeceras provinciales una cantidad considerable de alimentos de tierras cifuetenses.»
-En concreto, ¿a qué se deben los buenos resultados de la agricultura en el municipio?
-Trabajamos con los brazos pero también con la cabeza, sobre la base fundamental de lo que tenemos y hacia dónde queremos ir, y eso se llama planificación, el estricto cumplimiento de los planes, disciplina, exigencia, y voluntad del productor, más estimulado ahora por los sistemas de pago. Pregunte, aquí el promedio salarial sobrepasa los 400 pesos, y hay vaqueros que ganan hasta 60 y 70 pesos diarios. Por cada quintal que tú entregas tienes un tanto porciento, y hablamos de boniato, plátano, yuca, porque se gana cuando los productos que se comercializan y aumentan los ingresos.
-Pero aún seguimos atados a la yunta...
-Ahora como nunca el combustible es oro. Los animales no me preocupan, andan en los potreros. Ahora nos hacen falta quien los dome y adiestre. Hay que darle prioridad a eso...
Y digo yo, tirar y soltar parejo, con la rienda bien sujeta, para que el caballo no pierda el paso, y «ande bonito y sabroso», como Muñeco, el pinto criollo de Felín.
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