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LA TECLA CON CAFÉ

POR DÓNDE ENTRA LA ¿MALA SUERTE?

POR DÓNDE ENTRA LA ¿MALA SUERTE?

 

Por Mercedes Rodríguez García.

El 25 de julio de 1956 una prima política de mi padre que viajaba de Italia a Nueva York, sobrevivió al naufragio del Andrea Doria, un trasatlántico de la Società di navigazione Italia con base en el puerto italiano de Génova, hundido frente a las costas de Nantucket, Massachussets, en su viaje 101 desde Génova a New York, después de chocar con el Stockholm, un buque de la línea Swedish-American Line.

Ella fue uno de los mil 600 pasajeros rescatados. Yo apenas tenía cuatro años, pero recuerdo el incidente por el llanto de mis cuatro tías cuando la pensaron entre los 46 muertos. Chelito, como la llamábamos, falleció semanas después en su apartamento de La Habana frente al Palacio Presidencial. Murió "de repente", como se decía entonces. Iba a celebrar al mes siguiente su 42 cumpleaños.

Luego supimos que el infarto sobrevino luego de un susto provocado por una amiga que le arrojó una ranita de goma. Pero, aunque viaja dos y tres veces al año fuera de Cuba acompañando a su esposo, empleado de la Shell, lo de Chelito no puede catalogarse de mala suerte, sino como una de esas jugarretas de la vida, también denominada ironías del destino.

Como verán a continuación, su caso en nada puede comparársele al de, por ejemplo, Violet Jessop, quien parece haber nacido bajo la protección del dios Neptuno, pues sobrevivió a tres naufragios, incluido el más trágico y famoso de todos.

El primero de ellos ocurrió en 1911, en el barco Olympic; el segundo fue en el famoso Titanic, en 1912 (ambos naufragios con el mismo capitán), y el tercero en el Britanic, en 1916, donde trabajaba como enfermera. Violet, de nacionalidad inglesa, murió a los 83 años, también de una falla cardíaca, y burlonamente pidió que sus cenizas fueran esparcidas en el mar.

Por supuesto, tampoco el de Celito, figura entre los demás casos que leerá a continuación, tomados de "Craked", una página de Internet de Estados Unidos, bajo el título "Los reyes de la mala suerte".

Al igual que Violet Jessop, lo ocurrido a todas estas personas escapa de lo normal y puede citarse entre lo verdaderamente sorprendente. Leamos:

Los estadounidenses Jason, de 42 años y Jenny Cairns-Lawrence, de 26, constituyen la pareja de turistas más de malas del mundo. El 11 de septiembre del 2001 estaban en Nueva York cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas, que dejó 3.000 muertos. Cuatro años más tarde, se encontraban en Londres, cuando el 7 de julio del 2005 varios islamistas atentaron en contra del sistema de transporte de esa ciudad y dejaron 52 fallecidos. Y en noviembre del 2008, mientras buscaban relajarse en la exótica ciudad india de Bombay, terroristas islámicos atacaron varios sitios de la ciudad con un saldo de 164 muertos.

Mucho más extraordinario resultó lo ocurrido a Roy Sullivan. Según las estadísticas, la posibilidad de que un rayo impacte a una persona es de 1 en 3 mil. Y la de que ello ocurra siete veces a una misma persona, es de 1 en 22 septillones de veces. Pues bien, justo eso le ocurrió a, al guardia forestal que trabajaba en el Shenandoah National Park, en Virginia, E.U. Dos de sus chamuscados sombreros integran la colección del Museo Guinness de Nueva York. La ironía radica en que una noche Sullivan se suicidó debido a una decepción amorosa.

Lo sucedido a Robert Todd Lincoln, hijo del asesinado presidente Abraham Lincoln, no puede catalogarse precisamente de buena  ni mala suerte. Bob pasó a la historia como el único ciudadano estadounidense que ha estado presente -o cerca- de tres magnicidios de ese país. Una, la noche del 14 de abril de 1865, cuando su padre fue baleado. Dos, en la estación de tren de Washington, el 2 de julio de 1881, cuando le dispararon al presidente James A. Garfield. Tres, 20 años después, el 6 de septiembre de 1901, mientras asistía a una exposición en Buffalo, estado de New York, donde atentaron contra el presidente William McKinley.

A Tsutomu Yamaguchi le tocaron dos bombas atómicas, por lo que constituye uno de los casos más insólitos. El ingeniero japonés estuvo en Hiroshima y Nagasaki, cuando ocurrieron las explosiones.

A Hiroshima fue por un viaje de negocios el 6 de agosto de 1945. Cuando apenas se bajaba del tranvía explotó la bomba a menos de tres kilómetros de distancia, lo que le ocasionó graves quemaduras en su cuerpo. Entonces, Yamaguchi decidió regresar a su casa en Nagasaki. Tres días después, cuando se encontraba en la oficina de su supervisor, la otra bomba atómica detonó también a tres kilómetros. En esta oportunidad igualmente, sobrevivió. Ahora tiene 93 años y se dedica a contar su experiencia como único testigo vivo de estos dos genocidios.

Algo menos espectacular es la mala suerte de Rogers, a quien le ha ocurrido de todo. A los 18 años se encontraba en un crucero cuando, mientras tomaba unas fotografías, cayó al océano. Años más tarde, caminando por una calle con su hijo, la atacó un murciélago que, no solo la rasguñó, sino que se orinó encima de ella. Pero hay más: Jeanne también fue alcanzada por rayos en dos ocasiones. Y ahí no para su mala suerte: se ha caído en alcantarillas y hasta le han disparado con armas de fuego. Por suerte, está vivita y coleando. En buen cubano diríamos que se trata de una mujer "salada".

Y finalmente Ann Hodges, quien figura como la única persona del mundo que ha sido herida por un fragmento de meteorito. El hecho ocurrió el 30 de noviembre de 1954, mientras dormía la siesta en la sala de su casa, en Oak Grove, Alabama. El bólido atravesó el techo, rebotó en una consola e impactó en un costado del cuerpo de Ann, quien por ese entonces tenía 31 años. El meteorito luego fue bautizado con su nombre. Fuente: http:// www.eltiempo.com

 

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