O YARA O MADRID... ¡ABDALA!
Por Mercedes Rodríguez García
Septiembre de 1868. El telégrafo trae desde el otro la del Atlántico noticias que desesperan a Lersundi, en la segunda etapa de su mandato como Capitán General de la Isla. Cólera, aflicción y enfermedad, degeneran en arrebatos de furia lo que, sumado a su inhabilidad como gobernador, favorecen la extensión de la lucha, iniciada con el alzamiento de Céspedes, el 10 de Octubre.
Martí cumplirá pronto 16 años y ya piensa en sumarse a la guerra. Secretamente, en los pasillos del Instituto, reparte un periódico manuscrito con un apasionado soneto salido de su pluma. Don Mariano y Doña Leonor, andan asombrados pues, con frecuencia, escuchan en boca de su hijo las palabras libertad e igualdad.
Sin llegar a comprender la verdadera situación de Cuba, Lersundi regresa a España y lo releva el General Dulce, quien arriba a La Habana el 4 de enero de 1869. Su salud flaquea, lo cual no impide sus propósitos conciliadores.
«Unión, fraternidad, olvido por lo pasado y esperanza en el porvenir», proclama en su mensaje por el Día de Reyes. El día 9 firmaría un importantísimo decreto proclamando libertad de pensamiento escrito, sin juicios ni censuras. Dulce «abría la puerta a vientos furiosos», como dijera un historiador de entones.
Más de 60 periódicos comenzaron a publicarse. Martí solicita permiso para imprimir, según sus propias palabras, un« semanario democrático cosmopolita.»
Apenas 10 días después aparece su primer trabajo político en el único número de El Diablo Cojuelo, periódico que edita Fermín Valdés Domínguez en la imprenta librería El Iris, radicada en Obispo No. 20 y 22.
«Esta dichosa libertad de imprenta -dice Martí- que por lo esperada y negada y ahora concedida, llueve sobre mojado, permite que Ud. hable por los codos de cuanto se le antoje, menos de lo que pica; pero también permite que vaya Ud. al juzgado o a la fiscalía, y de la fiscalía o el juzgado lo zambullan a usted en el morro, por lo que dijo o quiso decir. Y a Dios gracias, que en estos tiempos dulces hay distancia y no poca de su casa al Morro.»
Ya la revolución de Yara ha prendido en el Camagüey. Bien claro lo ha gritado Ignacio Agramonte: ¡Independencia o Muerte!
Para disfrazar un poco lo que ha escrito y no revelar del todo a quienes ataca en el artículo O Yara o Madrid, Martí -sin que deje de comprenderse contra quienes las emprende - cambia las vocales a algunos apellidos.
El 21 de enero, durante la representación de Perro huevero en el teatro Villanueva, se han dado vivas a Cuba y muera España. Los ánimos juveniles circulan exaltados y toda La Habana yace vigilada por regulares y voluntarios. La madre anda muy preocupada porque Pepe llega tarde en la noche, y ya éste le ha confesado al padre la idea de editar otro periódico, que también saldrá del taller tipográfico de la calle Obispo, el 23 de enero.
Con entusiasmo ambos amigos revisan una y otra vez las pruebas de galeras con sus propios artículos. La alegría les invade el alma...
-Nos haremos un retrato, incita Martí a Fermín.
-¡Pues a vestirnos para la ocasión!, responde el entrañable amigo.
Para la historia queda la postal: casaca oscura; pantalón claro, casi cubriendo los zapatos negros, el cuello de pajarita, el cabello peinado hacia atrás y la mocedad sin cólera en los ojos soñadores y nítidos.
Es en uno de esos viajes al la imprenta que el impresor le ha objetado al joven Pepe su poema Abdala:
-¿No creen ustedes demasiado temerarios esos versos? Sin las últimas estrofas de este poema nada habría que temer...
Y las lee:
La vida de los nobles, madre mía, / Es luchar y morir por acatarla / Y si es preciso, con su propio acero / Rasgarse por salvarla las entrañas! / Mas, me siento morir: en mi agonía / (A todos) no vengáis a turbar mi triste calma, / Silencio... Quiero oír... Oh me parece / Que la enemiga hueste derrotada, / Huye por la llanura... oíd!... silencio! / Ya los miro correr... A los cobardes / Los valientes guerreros se abalanzan... / Nubia venció! muero feliz: la muerte / Poco me importa, pues logré salvarla... / Oh qué dulce es morir, cuando se muere / Luchando audaz por defender la patria!
Fermín, algo molesto, replica:
-Yo entiendo que esto debe dejarse tal como está. Es el primer trabajo político de mi amigo, en un periódico fundado y dirigido por él.
¿Qué Nubia en el poema es Cuba? ¿Qué Abdala, tal vez el propio Martí? quien refleja en él la contradicción entre su deber de lealtad para con los padres españoles y su obligación para con la patria cubana? Quién lo lea, aún a la distancia de 140 años, entenderá por qué un pueblo toma las armas para defenderlo de quienes lo atacan y oprimen.
No obstante el mal rato que les ha hecho pasar el suspicaz impresor, los corazones de Martí y Fermín repican de alegría. Abrazados abandonan El Iris, y atraviesan la calle Obispo haciendo caso omiso a quitrinis, volantas y muchachas, rumbo a la retreta de la Plaza de Armas.
Ya tienen periódico, y se llama Patria Libre.
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