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LA TECLA CON CAFÉ

Documental: La vida que ha dejado atrás un testigo excepcional de la Guerra Fría

Documental: La vida que ha dejado atrás un testigo excepcional de la Guerra Fría

 

domingo, 17 de octubre de 2021

12:00:56 am

Este jueves y viernes el espacio Mesa Redonda de la Televisión Cubana estrenó La vida que ha quedado atrás, un documental de dos horas y 20 minutos de duración que resume más de 60 horas de conversaciones con Nicolai Leonov, alto oficial retirado del legendario KGB soviética, a quien los cubanos reconocen como el autor de la biografía Raúl Castro, un hombre en Revolución.

Del cineasta Manuel Pérez Paredes, La vida que ha quedado atrás requirió de un equipo del ICAIC, encargado de grabar 15 del total de horas en que Leonov narra sus vivencias y recuerdos como testigo excepcional de la Guerra Fría.

De la manera en que el Premio Nacional de Cine de 2013, logra armar el valioso testimonio, constituye parte del encanto que rodea a la película Pero cómo y por qué llega Manuel hasta Leonov.

Arleen Rodríguez Derivet se encarga de revelarlo en La vida que ha quedado atrás, título que da la colega periodista a la entrevista que realizara al galardonado cineasta, y publicada en el sitio web Cubadebate.

De acuerdo con Arleen y según el cineasta, todo empezó el 31 de julio de 2006, cuando se anunció “el golpe de salud que había sufrido Fidel”, o quizás unos meses antes, cuando dijo en un discurso por los 60 años de su iniciación como estudiante en la Universidad de La Habana,  que la Revolución podría implosionar antes que ser derrotada por sus enemigos externos. 

“Entonces me pongo a buscar en internet la repercusión del hecho y entre cientos de notas, encuentro un blog argentino de izquierda que trata de dar información sobre quién es Raúl Castro, el segundo hombre de la Revolución que era en ese momento mucho menos conocido que Fidel por sus propias características personales.

 “Quien escribe el blog menciona a Nicolai Leonov, como un amigo accidental de Raúl en su juventud. Yo sabía de la existencia de aquel soviético que se encontró con él en un barco y se hicieron amigos, pero no tenía la dimensión exacta de quién era, hasta que esa información me mueve a buscar más”.

A partir de allí Manuel comienza a escarbar y encuentra numerosos materiales entre los que destaca una larga entrevista que le hace un periodista catalán a Leonov, quien de inmediato se identifico con su modo atractivo de contar la vida.

 

Cautivado luego por la lectura de conferencias y otros textos del escritor e historiador soviético hallados en internet, el cineasta se plantea conocerlo personalmente.

La primera oportunidad llega en 2009 cuando es invitado por un productor español a participar como coguionista de un documental sobre Centroamérica, en el que Leonov podía ser entrevistado en su rol de analista durante los años que ejerció como diplomático en esa región del mundo. En 2010 se produce finalmente el encuentro con Leonov, en Moscú. El cubano descubre que, en “vivo y en directo”, la narrativa del ruso es más fascinante aún que sus escritos.

 “Cuando lo oigo hablar, veo que no sólo sabe escribir, analizar, sino que tiene un don para la comunicación, es cinematográfico. Descubro que no solo es inteligente, lúcido y con grandes vivencias, sino que las cuenta muy bien...”

Manuel regresa a La Habana después de aportar al documental sobre Centroamérica los formidables testimonios de Leonov, pero siente que necesita  más.

“Del modo como este hombre lo cuenta, no se podía perder el testimonio audiovisual más directamente relacionado con Cuba. Yo no tenía tan claro si iba a hacer un documental o no, pero sentía que su relato tenía que estar en nuestros archivos históricos, del lado de acá. Porque su memoria es América Latina, es Cuba y es la Unión Soviética en el curso de la Guerra Fría. Nada menos”. 

En 2012 parte de nuevo a Moscú con un equipo mínimo de otras tres personas: Velia Díaz Villalvilla (sonidista), Raúl Rodríguez (fotógrafo) y Harold Rodríguez (camarógrafo). Por fin tienen lugar las grabaciones a Nicolai Leono: Cuba, su relación con nuestro país, con América Latina; lo su vida en la URSS (desde la niñez hasta la desintegración de la gran nación,  llenan 15 horas bajo los reflectores.

“Fueron jornadas de tres o cuatro horas, que cada vez se hacían más cortas cuando abordaba, por ejemplo, el desmoronamiento de la URSS, que lo afectaba mucho. Entonces Leonov tenía 84 años. Su esposa, que también provenía del KGB, nos fijó horarios limitados para no lastimar su salud.

  

 

“Traductor de Fidel cuando fue a hablar con Nikita Krushov en 1963 —post Crisis de Octubre—, Leonov sólo contaba las cosas públicas; las otras, más privadas, sólo podrían haberlas contado Fidel o Nikita. Pero a lo largo de tres semanas, se dieron muchas conversaciones de un Fidel curioseando al lado de Nikita, preguntando sobre Stalin y lo que sucedió después de Stalin, por ejemplo.

“Otras anécdotas que no aparecen en el documental quedan como valiosos recuerdos en la memoria del equipo. Digamos, las valoraciones que les hizo sobre el Che, lo exigente que era con la traducción, al punto de indicarle si él le decía a Gromiko: ’esas son tonterías’, no fuera a cambiar las palabras por otras más suaves, pues él quería observar la reacción de su interlocutor. El Che confiaba tanto en Leonov, que se lo llevó como traductor en un viaje por Corea.

                 

Ya de regreso a La Habana, Manuel entrega las grabaciones al ICAIC. sin plantearse un proyecto de documental.

“Yo no soy documentalista soy esencialmente un creador de ficción, pero sí soy un curioso de la política en estos temas”, aclara.

Sin embargo, se da cuenta de que es absolutamente excepcional el relato que puede hacer alguien que en los años de la Guerra Fría no sólo fue amigo de Fidel, de Raúl, del Che, sino además de Omar Torrijos, de quien escribió también un libro después de colaborar con el líder panameño durante la negociación de los acuerdos para la recuperación del Canal, y del General peruano Velazco Alvarado, entre otros importantes políticos latinoamericanos. Según confesó Leonov su estancia en América Latina le cambió la vida.


—¿Cómo se convierten finalmente 15 horas de filmación en las 2:20 que dura el documental estrenado en la Mesa Redonda?

“Una semana después de mi regreso a La Habana, Raúl pasa en viaje de trabajo por Moscú y seguramente va a visitar a su amigo Leonov quien debió contarle de nuestra entrevista, dejándole bastante motivado, porque a su regreso, solicitó una versión de tres horas de aquellos diálogos. Yo hice el resumen con el editor Saúl Ortega, seleccionando lo que consideraba más interesante para Raúl y por extensión para nosotros mismos. Esa selección también se la enseñé a Leonov y él quedó conforme.

“Después yo seguí haciendo mi vida en el ICAIC y lo filmado se guardó, hasta que, en el 2020, Ramón Samada, el actual Presidente del ICAIC, se motiva y me motiva a hacer algo que fuera valioso, con el resumen de las tres horas, para estrenarlo en el Congreso del Partido en el que se despedía a Raúl de la dirección del Partido. De ahí sale esta versión de 2:20 que se concentran en su vida, que es la vida de la Unión Soviética y también en su relación con Cuba. Así es como surge el documental La vida que ha quedado atrás. 

Pero Manuel Pérez Paredes no es sólo el realizador de este testimonio documental que estremece al espectador más avisado. Sin que medien preguntas, el cineasta que todos reconocen como la memoria viva más formidable entre los fundadores del ICAIC, retoma la idea primigenia, la angustia del militante por el destino de la Revolución y en general de los procesos socialistas en la historia contemporánea, que le sobrevino tras las agudas las advertencias de Fidel en 2005 y la noticia de su enfermedad en 2006.

Y apunta hacia lo que más le apasiona de su propia obra: La manera en que Leonov cuenta su versión de cómo se descompuso la Unión Soviética.  

“Para mí fue muy revelador, muy impactante, muy duro, pero muy necesario, tan duro como necesario, profundizar en cuáles fueron los factores internos, endógenos, que contribuyeron a que se descompusiera la URSS”.

El protagonista sabe contarlo, del mismo modo que sabe calibrar la historia sin pesimismo, sin sentimiento de desaliento o derrota. Con la gallardía que sugiere, desde un espacio privilegiado de la sala de su casa en Moscú, el espigado gallo de pelea que le regaló su mejor amigo cubano.

(Fuente: Cubadebate/ Arleen Rodríguez Derivet)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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