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LA TECLA CON CAFÉ

Leonardo Padura hubiera querido ser matancero

Leonardo Padura hubiera querido ser matancero


domingo, 12 de marzo de 2017
10:26:48 p.m.
 

En la calle Santa Teresa, el escritor Leonardo Padura Fuentes, Premio Nacional de Literatura y Princesa de Asturias de las Letras, asistió a la presentación de su libro La novela de mi vida, publicada con éxito por Ediciones Matanzas luego de que el sello español Tusquets cediera ese derecho. 

“…Y cómo negársele al equipo de Alfredo Zaldívar si La novela de mi vida ya había sido escrita con suficiente Matanzas dentro”. 

No es la primera vez que Padura visita la Atenas de Cuba. Lo hizo hace poco más de un año para recibir el Premio Honorifico Fundación de la Ciudad de Matanzas,  y también —y mucho— cuando escribía la que ha sido catalogada por numerosos especialistas, incluyendo su amigo Alex Fleites, como su obra más importante hasta hoy. Aunque el autor prefiere decir que es el mejor libro que fue capaz de escribir en ese momento. 


“Me exigió una larga investigación, recuerdo las conversaciones con el historiador Raúl Ruiz que me ayudaron a entender la estructura de la Matanzas del siglo XIX, los recorridos con Urbano Martínez Carmenate caminando las calles que posiblemente caminó Heredia para tener las proporciones de lo que significaron esos sitios y sobre todo la lectura de documentos, no solo de la vida de Heredia, sino todo lo referente a esa etapa de la historia". 

    

El escritor goza de la popularidad que envidiaría un cantante de reggaetón, el valor se impone. Los matanceros lo esperaban en la calle Santa Teresa mucho tiempo antes de lo acordado. Él habló a todos del modo natural en que lo hace alguien de casa y por un momento desaparecieron los tantos sintagmas que le han inventado: “el caso Padura”, “el fenómeno Padura” y otras diabluras de las lenguas. 

“Buena parte de La novela de mi vida tiene que ver con la ciudad de Matanzas en el siglo XIX, cuando vivió su esplendor cultural. No solo por la cantidad de intelectuales que coincidieron en ella, sino porque fue un laboratorio importante en el proceso de surgimiento y consolidación de lo que hoy denominamos cubanía. 

“Aquí tuvo Heredia sus primeros amores, sus primeras dudas, en un momento decisivo de su vida, por otra parte estaba también una de las figuras más contradictorias, complejas y necesarias de la cultura cubana: Domingo del Monte. Ellos y otros intelectuales crean esa certidumbre de densidad cultural. Esta novela se relaciona con lo que ha significado la ciudad para la historia espiritual cubana.” 

Alex Fleites confiesa que cuando Padura le mostró la novela y concluyó su lectura supo que se trataba de una creación de alto calibre. Mario Conde tomaría pues, unas merecidas vacaciones. 

“Este fue el libro que me permitió salir del mundo del personaje de Mario Conde y sobre todo que posibilitó sentirme en condiciones para escribir después El hombre que amaba a los perros y Hereje. 

“Nos hace preguntarnos hasta qué punto los cubanos somos cubanos, con conflictos muy similares a lo largo de 200 años. Aunque se desarrolla en tres tiempos: el de Heredia, el del hijo de Heredia en el siglo XX y en el presente con este grupo de escritores de la universidad,  solo conecta dos generaciones, la de Heredia y la de Fernando Terry. La primera es la de los fundadores, la que crea la certeza de Cuba y la segunda recibe el producto hecho y tratan de proyectar hacia el futuro. Dos generaciones que se pueden mirar en un espejo por la cantidad de elementos comunes”. 

De Padura se fabula muchísimo, como si se tratase de un personaje novelesco, se le quiere leer con lupas para encontrar falsas entrelíneas, se polemiza, se secuestran sus textos y sin embargo, es un escritor medularmente cubano.   

La novela de mi vida clarificó aún más mi sentido de pertenencia. En un mundo donde cada vez las fronteras son más leves y la globalización hace que todos estemos más cerca cuando en realidad estamos más lejos, saber que pertenecemos a un sitio, que venimos de alguna parte y que ese lugar tiene una historia heroica, dolorosa, triste o alegre; es necesario un libro de cubanía y saber que hubo un hombre en el siglo XIX, que a pesar de haber vivido pocos años en Cuba decidió ser cubano”. 

Y Leonardo Padura Fuentes lo es, por nacimiento y porque, como él mismo dice, los escritores se apropian de los espacios. Por ejemplo, hace mucho tiempo que Matanzas ya es suya. 

   

“Por la geografía, la historia, la cultura, la gente. Mi madre es cienfueguera y yo nací en La Habana, en ambos lugares me siento bien, pero con Matanzas me sucede lo mismo que con La Habana, me duele el deterioro. Es por eso que yo tengo con ellas dos una relación de amor y de dolor. Siempre que vengo por la Vía Blanca y veo a mi derecha el Valle de Yumurí, siento una de las emociones más grandes que logro sentir ante lo físico de Cuba. 

“Debe ser como la décima vez que lo digo, si yo no fuese habanero, hubiese querido ser matancero”. 

Leonardo Padura Fuentes es uno de los más reconocidos escritores contemporáneos cubanos dentro y fuera de la Isla. Sin embargo, con la misma lealtad con la que respondió a una interminable fila de lectores que esperaban su firma, estampa siempre al final de sus libros un manifiesto de patriotismo: Mantilla. Solo que ahora conocemos su devoción también por otra ciudad. ¿Mantilla o Matanzas? Y nada cambiaría. 

(Fuente: P. Girón /Tomado de Radio26)

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