La era del inesperado Donald Trump
12:10:21 p.m.
Por Mercedes Rodríguez García
Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad.
Winston S. Churchill
Después del martes 8 de noviembre de 2016 los Estados Unidos de Norteamérica asoman ante el mundo con el rostro deformado por los vapores sulfurosos de una campaña que dejó aturdido al mismísimo Satanás con sus mil calderas infernales. Al final ganó el candidato republicano, gracias a los votos de un electorado desencantado con la política tradicional de Washington y sus decisiones en beneficio de una minoría.
Los analistas coinciden. Luego del Brexit en Reino Unido, que alteró los planes de mayor cooperación entre la OTAN y la Unión Europea (UE); tras el referéndum en Colombia, que dijo NO al acuerdo de paz con las FARC, y el colosal error de los sondeos y otros instrumentos de medición de la opinión pública, comienza otra partida. «Los naipes de la geopolítica se van a remover de nuevo».
Según Ignacio Ramonet, nos adentramos «en una era nueva cuyo rasgo determinante es lo ‘desconocido’. Ahora todo puede ocurrir», resume con exactitud el catedrático y periodista español, autor de un amplio artículo publicado en Granma donde expone —y así lo titula— «Las 7 propuestas de Donald Trump que explican su victoria».
En la peculiar contienda que enfrentó a la demócrata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump no faltaron ingredientes «exóticos», (¿falsos?) como la amenaza de un fenómeno interestelar —podría ocurrir el propio martes 8—, y que hizo emitir a Barack Obama con anterioridad «una inesperada disposición ejecutiva» instruyendo a varias secretarías y agencias del Gobierno a establecer «un plan en 120 días para antes, durante y después de un evento climático espacial», cuyo impacto podría provocar— no el Apocalipsis— pero sí tormentas geomagnéticas que afectarían las redes eléctricas y los satélites de comunicación.
De la disposición apenas comentaron los medios de prensa en internet, tampoco los tradicionales. Era tan conspicuo y perentorio para la humanidad el torbellino Trump-Hillary, que de un polo a otro las páginas y los periódicos digitales, la radio y la televisión no hacían otra cosa que referirse a las tantas aristas de una de las campañas más arduas y vehementes —si no insultantes— en la historia política de EE.UU., con Trump tildando a su rival de «bandida» y la Clinton catalogando al magnate de «misógino». Hillary fue más medida y cautelosa en asunto de palabras. Pero lo que salía de la boca del candidato conservador de 70 años hizo pensar a muchos que se trataba del Anticristo o de uno de aquellos chicos clonados por el médico nazi Josef Mengele, sacados los dos de sendas novelas (Rosemary’s Baby-1967 y The Boys from Brazil-1976) del escritor norteamericano Ira Levin, y llevadas luego al celuloide por Franklin J. Schaffner y Roman Polanski, respectivamente.
Pero Donald Trump no es ni lo uno ni lo otro, si bien se merece un Óscar al mejor actor en ese reality show insuperable que son las elecciones estadounidenses, en su largo camino hacia la Casa Blanca —puede ser de todo, menos simple—, y donde postularse a la presidencia requiere años de planificación activa, recaudación de fondos y cálculos precisos, así como de estrategias comunicacionales muy bien trazadas por equipos de profesionales altamente competitivos. Pues en esa dirección el magnate Trump fulgura en el centro del reparto comicial que él mismo calificó «más grande que el Brexit» y en el que muy pocos expertos predijeron que tendría tanto éxito.
Nada lo detuvo, nada lo intimidó
Trump no será un predestinado, pero ha hecho honor a su apellido, un sustantivo que en inglés significa victoria, triunfo, ganador (victory, triumph, win). Se «apropió» de las redes sociales, arremetió en Twitter contra todo el que estimó, atacó a la prensa de proteger a su rival, acusándola por silenciar los escándalos y «delitos» de la Clinton, amparada por un sistema «roto» y «corrupto»; aseguró que los sondeos electorales estaban amañados y las encuestas, arregladas. Es «vergonzoso», reiteraba y embestía sin pruritos ni misericordia el multimillonario neoyorkino, cuyo discurso acompañaba con poses y gestos caricaturescos, y con frases muy efectivas para descalificar la formación política rival y a los medios de comunicación en general, y por supuesto, hacerse aplaudir hasta el delirio por una audiencia eufórica y renovada.
¿Un escándalo sexual más?, Trump suelta una carcajada. A la luz de la historia presidencial ello no constituía un obstáculo para ocupar el Despacho Oval, con un cine privado y oficinas para la Primera Dama de los Estados Unidos. La historia presidencial de la «pujante y vigorosa nación» —desde los Padres Fundadores a Bill Clinton— está plagada de escándalos sexuales. Theodore White, el periodista electoral más célebre de la segunda mitad del siglo XX, aseguraba en unas memorias escritas en 1978 que todos los candidatos presidenciales que había cubierto eran mujeriegos. HarryTruman, George Romney y Jimmy Carter eran las únicas excepciones que citaba.
Y qué decir de la interminable lista de infidelidades de John Fitzgerald Kennedy, uno de los presidentes más populares de la historia de EE. UU. La actriz Marilyn Monroe, la periodista IngaArvad, la stripperBlaze Starr o la amante de mafiosos Judith Exner Campbell se inscriben entre sus romances.
¡Nada!, asunto de hombres. Pero que en el caso de Bill Clinton supo aprovechar muy bien Trump dado el extenso historial de infidelidades y escándalos sexuales con la becaria Mónica Lewinsky, una espada que todavía pende sobre la cabeza del expresidente, y que suponía una amenaza para las aspiraciones presidenciales de su mujer, Hillary.
¡Nada! Lo deTrump y la palabrota que soltó al enterarse de un vídeo «furtivo» colocado en internet es una tontería, puro asunto de lenguaje, exactamente el tipo de lenguaje que da pie «para que hombres y chicos sientan que está bien abusar de las mujeres». Pero él, uno de los cinco hijos de Fred Trump y MaryAnne MacLeod, nunca se sintió culpable en un país donde —según encuestas— una de cada cinco mujeres resulta víctima de violación o intento de violación, y donde un increíble 83 % de las chicas sufre de acoso sexual en la escuela.
Todas esas y otras «tonterías» podían estar escapándosele de las manos, lo que terminaría por sepultar las posibilidades del candidato republicano de conseguir los votos electorales necesarios para llegar a la silla imperial, rodar en el Cadillac One (The Best), y volar en el E VC-25A (Air Force One).
Pero no. Contra todos los pronósticos, Donald J. Trump es el 45.º presidente de Estados Unidos. Este «ignorante,peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo» —como lo catalogó el cineasta norteamericano Michael Moore— logró, con astucia política, aplastar a sus rivales. Pocos lo avizoraron tan claro como Moore, quien lo aseguró en un post publicado en el periódico electrónico The Huffington Post, el 29 de julio de 2016 (En español por Cubadebate). El artista, simpatizante con las políticas de izquierda, lamentó entonces ser el portador de las malas noticias y deseó que su predicción estuviera errada. «Presidente Trump. Vamos, vayan practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a éldurante los próximos cuatro años» escribió Moore.
El futuro de la humanidad asusta
Porque, luego de todas las mentiras e insensateces escuchadas y leídas durante los últimos meses de la campaña por la presidencia del país más poderoso e influyente del mundo, no queda más remedio que dudar de la capacidad de raciocinio de su población y también de la integridad de sus políticos.
Yo no sé si en esta cruzada se dijeron más disparates e invenciones que en las precedentes. Es difícil evaluarlo, mucho más, predecir lo que sucederá con un clown (payaso) tan engreído e indiferente a la verdad en el poder, alguien que ha demostrado no tener escrúpulos.
¿Y si hubiera ganado Hillary, tan impopular que el 70 % de los votantes expresó a una encuestadora no transmitirle confianza ni honestidad? ¿Volver a la era de Clinton/Bush? Retomando lo escrito por Michael Moore: «Eso sería como tener que pagar de repente por escuchar música, o volver a usar MySpace o llevar un teléfono móvil como una maleta de grande».
Ni el discurso de Donald Trump ni el de Hillary Clinton me satisfacen, pero el de Trump, al menos, me «sonó» más convincente; el de Hillary, repelente. Ninguno de los dos habló de los asuntos realmente importantes para su nación ni el mundo, ni sobre cómo enfrentarían los grandes problemas del presente y el futuro.
Como han asegurado los especialistas, Trump es un hombre de negocios que gana y pierde mucho dinero, una persona que llega a presidente sin ningún tipo de pasado ni de experiencia políticos. Trump ha dicho que bajará los impuestos a los más ricos y a las grandes corporaciones, que va a aumentar el presupuesto militar y va a hundir el sistema público, y eso es harto peligroso.
Trump no va a dejar de ser lo que es. Al margen de cualquier control democrático, mantendrá una posición de dominio mundial, y eso entraña riesgos para el planeta, asunto que deja entrever Fidel en su artículo El destino incierto de la especie humana, y en que alude al primer debate público entre los dos candidatos: «En la primera ocasión, hace dos semanas, se produjo uno que causó conmoción. El señor Trump que se suponía un capacitado experto quedó descalificado tanto él como Barack en su política», escribió.
Lo de la conmoción, de seguro por algunas de estas frases:
Trump: «No me sorprende que hayas estado luchando contra el Estado Islámico durante toda tu vida adulta».
Hillary: «Un hombre que puede ser provocado con un tweet no debería tener sus dedos en ningún lugar cercano a los códigos nucleares».
Refranes pro mode
Tengo mucha confianza en los refranes. Y hay uno muy cubano que especifica: «Una cosa piensa el borracho y otra, el bodeguero», aunque otro asevera que «La lengua es el azote del cuerpo».
A partir del 20 de enero de 2017, cuando asuma constitucionalmente la presidencia de EE. UU., Trump deberá ir atemperando su discurso y frases incendiarias de campaña, cavilando más lo que dice y cómo lo dice. De hecho, ya lo hizo. Poco después de su victoria, desde una sala del hotel Hilton Midtown, de Nueva York: «Vamos a llevarnos bien con todas las demás naciones que estén dispuestas a llevarse bien con nosotros. Vamos a tener unas relaciones fabulosas. Quiero decirle a la comunidad internacional que, aunque los intereses de América siempre serán prioritarios, vamos a tratar justamente a todos. A todas las personas y a todas las naciones. Vamos a buscar
terreno común, nada de hostilidades. Asociaciones, no conflictos», dijo Trump al final del histórico encuentro.
¿Con respecto a Cuba? Mantengamos las distancias. De momento, lo mismo que Raúl en su mensaje, felicitarlo «en ocasión de su elección como presidente de los Estados Unidos de América». Nada hay más parecido en Estados Unidos a un candidato demócrata que otro republicano, y ninguno de ellos será capaz de unir a los estadounidenses después de la elección, de acuerdo con un sondeo de New York Times/CBS News que reveló un 82 % disgustado con la campaña.
En adelante, esperar y permanecer alertas. Los cubanos estamos acostumbrados a la espera, aunque la situación internacional se calienta por segundos y puede que el día menos pensado entre en ebullición y desborde el envase.
Como dice un proverbio muy castizo: «Tras un tiempo, otro vendrá, y Dios dirá»… ¡y que nos coja confesados!
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