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LA TECLA CON CAFÉ

Cuba: revisando las expectativas y alcances de la unificación monetaria (III)

Cuba: revisando las expectativas y alcances de la unificación monetaria (III)


3:45:52 a.m.

Por José Luis Rodríguez*

Cubierta la primera etapa de la reunificación monetaria respecto a las personas jurídicas, se emprenderá el proceso correspondiente a las personas naturales.

Al respecto es pertinente recordar que las operaciones en divisas entre el Estado y la población se organizaron a partir de octubre de 1995 cuando se creó CADECA, pero –a diferencia de lo ocurrido en el caso de las empresas- desde esa fecha se estableció que la tasa de cambio para esas operaciones se establecería a partir de la que resultara de la relación entre la masa de divisas y la de pesos en manos de la población.

De este modo, la tasa de cambio inicial de CADECA fue de 35 pesos por un dólar/CUC, moviéndose hasta un nivel mínimo de 19 pesos a finales de 1996, lo que puso de manifiesto el fortalecimiento del peso al iniciarse el proceso de recuperación.

Los sucesos del 11 de septiembre de 2001 impactaron negativamente en la economía, por lo que la tasa se elevó a 27 pesos hasta que en el primer semestre de 2005 se fijó en 25 pesos -aumentando nuevamente el poder de compra del peso cubano-, una cifra que se mantiene en la actualidad.

En este punto vale la pena destacar que la venta a la población de dólares y CUC hasta finales de 2005, y de CUC a partir de entonces, desempeñó un importante papel para reducir el exceso de liquidez en pesos que se generó entre 1990 y 1994 mediante el mecanismo de venta de las tiendas de recaudación de divisas, con un elevado impuesto sobre las ventas.

Durante un número de años el mecanismo empleado permitió reducir la presión inflacionaria, al tiempo que devolvió una parte del poder de compra a los pesos en circulación, pero sin acudir a una devaluación abrupta o al cambio de moneda, en tanto se estimulaba el ingreso de divisas al país y se ganaba tiempo para aumentar la productividad del trabajo e incrementar paulatinamente el salario real de los trabajadores.

Sin embargo, la obtención gradual de un nuevo nivel de equilibrio entre precios e ingresos se extendió mucho en el tiempo y el procedimiento aplicado no apuntaba a dar una solución estructural al desequilibrio financiero interno y externo presente en la economía cubana, que impactaba negativamente en la productividad del trabajo y en los ritmos de crecimiento.

Esto solo sería posible hacerlo mediante un cambio sustancial en la política económica que permitiera crear condiciones para poder sustituir gradualmente el sistema de dualidad monetaria vigente desde agosto de 1993.

De este modo, una vez cumplida la primera etapa de este proceso, se crean las condiciones para emprender la segunda, la cual concentra el mayor interés, ya que modificará las relaciones entre el Estado y la población, que hoy se expresan a través de la compra-venta de CUC mediante las casas de cambio.

Los métodos para hacer converger la tasa de cambio para las personas jurídicas y naturales pueden ser diversos, pero necesariamente al final del proceso deberá quedar establecida una sola para todas las operaciones monetarias en el país.

No obstante, en este punto es necesario resaltar que estas transformaciones se llevarán a cabo partiendo de principios inalterables de la Revolución, al excluir la utilización de terapias de choque y el desamparo de la población. Al mismo tiempo, se ha subrayado que ninguna medida en el terreno monetario será para perjudicar a las personas que lícitamente obtienen sus ingresos en CUC y CUP, e igualmente se mantendrán las políticas sociales que permitan la atención a las necesidades de la población de menores ingresos.

Como se ha expresado reiteradamente, la unificación monetaria permitirá eliminar distorsiones que hoy impiden un manejo adecuado de la economía, pero una solución que permita incrementar la capacidad de crecimiento del país y el nivel de vida de la población solo será posible incrementando la productividad y la eficiencia.

(Fuente: CC)

*El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial. 

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