Villaclareños en el Asalto a los cuarteles Moncada y Bayamo
9:44:32 p.m.
Hace exactamente 61 años, seis hijos de Villa Clara intentaron tomar el cielo por sorpresa, como dijera Raúl, refiriéndose a los sucesos del 26 de Julio de 1953.
Participaron en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes los hermanos Abel y Haydée Santamaría Cuadrado, hijos ilustres de Encrucijada; el santaclareño Osvaldo Socarrás; los sagüeros Roberto Mederos y Elpidio Sosa, y el caibarienense Pablo Agüero Guedes.
Cinco de ellos cayeron en la gloriosa acción; solo sobrevivió Yeyé, la Heroína del Moncada, quien sufriera como pocos las crueldades de la dictadura al ver torturado a su hermano Abel, de quien le mostraron un ojo ensangrentado, y a su novio Boris Luis Santa Coloma.
De Abel dijo Fidel: «[...] el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes». Era el segundo jefe del Movimiento, y junto a Fidel, el alma de la incipiente Revolución.
Osvaldo era un hombre callado y taciturno, marcado por la vida y sus penurias. El santaclareño había desempeñado los más disímiles oficios, tanto en su ciudad natal como en La Habana, incluido el oficio de parqueador.
Elpidio Sosa fue un combatiente clave en aquellos días iniciales en que todo estaba por hacer. Acompañó a Abel a Santiago de Cuba y preparó las condiciones en la Granjita Siboney para la llegada de los jóvenes revolucionarios en la noche del 25 de julio de 1953.
Roberto Mederos, el otro sagüero, tenía firmes convicciones por las que daría la vida. Al producirse el golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, expresó: «[...] hay que barrer con los politiqueros, y también con los batistianos y toda esta gente que se burla del pueblo, que traiciona la Patria».
Mientras Pablito, el joven de solo 17 años, criado por su madre lavando ropa para la calle, fue el único de los villaclareños que participó en la toma del cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo. Fracasada la acción, fue capturado por la soldadesca batistiana y asesinado sin poder ofrecer resistencia.
Haydée Santamaría sobrevivió, pero sobre sí llevó la enorme carga que representaron los horrores vividos en esos días finales de julio de 1953, hasta que no pudo más y prefirió reencontrarse con su hermano Abel, el 28 de julio de 1980.
Sobre ella, en versos inolvidables y desbordados de humanidad, la poetisa Fina García Marruz escribió en agosto de 1980:
«Pónganle a la suicida una hoja en la sien /Una siempreviva en el hueco del cuello. /Cúbranla con flores, como a Ofelia. /Los que la amaron, se han quedado huérfanos /Cúbranla con la ternura de las lágrimas. /Vuélvanse rocío que refresque su duelo. /Y si la piedad de las flores no bastase /Díganle al oído que todo ha sido un sueño. /Ríndanle honores como a una valiente /Que perdió solo su última batalla. /No se quede en su hora inconsolable /Sus hechos, no vayan al olvido de la hierba. /Que sean recogidos uno a uno, /Allí donde la luz no olvida a sus guerreros». (1)
El Moncada fue un fracaso desde el punto de vista militar, pero una victoria política. Al decir de Fidel, en frase recordada por Raúl, representó el motor pequeño que echó a andar el grande del pueblo.
Y como expresara el propio Comandante en Jefe, en el Informe Central al Primer Congreso del Partido, en 1975: «Sin el Moncada no habrían existido el Granma, la lucha de la Sierra Maestra y la victoria extraordinaria del Primero de Enero de 1959».
(1) Tomado de «Haydée Santamaría: lo tremendo y lo profundo», Juventud Rebelde, 30 de diciembre del 2007.
(Fuente Vanguardia /Narciso Fernández Ramírez )
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