Ramírez Cal, el Salsómetro de la «W»
9:33:19 p.m.
El día 7 de junio cumplió 80 años de creada la CMHW, y junto con ella medio siglo de trabajo uno de sus más legítimos hijos. En ocasión del Día del Locutor (1ro. diciembre) volvemos los pasos hacia la popular emisora, pero esta vez de la mano de un hombre que además de su voz puso su talento en la dirección decenas de programas musicales que marcaron pauta y asentaron la bien ganada corona de la Reina Radial del Centro. En un inacabado perfil aquí lo tenemos contándonos un poco de su vida y de su obra.
En realidad tiene tres nombres: José Gabriel Félix Ramírez Cal. El primero en recordación al Santo Patrono de Camajuaní, su pueblo natal; el segundo, porque de acuerdo con el Santoral vino a este mundo un 24 de marzo, Día de San Gabriel; y el tercero, por su padre, al que llamaban Felo. De ahí que todo el mundo en su terruño de Sapos y Chivos, le llame Felito.
Mientras conversamos esperando el buen café prometido por África, su esposa, Ramírez Cal aprovecha para rasurarse, lo cual hace calmoso y sin espejo, como si la maquinita eléctrica le estimulase las facciones disponiéndole a la conversación, siempre acompañada de una sonrisa que distingo auténtica y generosa. Esa que no se ve en la radio, pero que sí llega al corazón de los oyentes.
Comenzó muy joven, y no por casualidad. Miriam Cal, su tía locutora de Radio Progreso y Radio Cadena Habana, le inculcó la pasión al punto que, a finales de 1962, abandonó los estudios de Medicina en La Habana para asumir, poco tiempo después y para siempre, el micrófono y la cabina.
«En el fascinante mundo de radio me adentré de la mano de Nelo Évora Valdés, que por entonces estaba al frente del Centro Radial Revolucionario. Me llevó mi padre para que Nelo me valorara. Yo era un mocetón de 19 años, nada engreído, pero sí muy seguro de mí mismo».
—¡Nelo! Su lengua era de las más lampiñas que he conocido…
—Aquel viernes 7 de junio de 1963 es inolvidable. Nelo había acabado de almorzar y se pusieron a conversar él y papá. Cuando supo de mis antecedentes como médico frustrado, le dijo al viejo: «No, no, no, Felo, aquí se gana muy poco, que siga estudiando». Pero mi padre insistió: «Hazle una pruebita, no vas a perder nada con ello». Nelo no quería ni atrás ni alante, argumentaba que no tenía condiciones, además, tenía el tiempo muy apretado. Después, cuando ya fuimos colegas, me confesó que troncharle a alguien los estudios de Medicina era como cometer un crimen contra la humanidad.
—Pero el poder de persuasión del viejo, venció al cascarrabias Nelo…
—¡Por suerte! Agarró un bando de papeles que tenía sobre la mesa y me lo tiró con una orden que no logró asustarme: «Léete eso.
Cuando creas que estás preparado me llamas». Así lo hice. En la cabina y ante un micrófono de 1945, leí lo mejor que pude, hasta que Nelo me indicó con la mano detenerme. Por unos minutos guardó silencio, luego, casi comiéndose el tabaco, me miró muy serio y me preguntó en qué emisora había trabajado. Cuando le expliqué que en ninguna, me reprochó: «Mira, estoy muy viejo ya para que un culicagao como tú venga a decirme tamaña mentira».
Aquel mismo día Nelo decidió jugársela en vivo y en directo, pero junto con el ángel tutelar de Gustavo López Clavelo, a quien encomendó el turno. Felito arrancó: «Esta es Onda Musical desde el Centro Radial revolucionario, situado en Rolando Pardo No. 1, frente al Parque Vidal en Santa Clara, Territorio Libre de América. La hora exacta, tres de la tarde. Ramón Veloz canta de Rodrigo Pratts, Tabaco verde».
Terminado el programa, entró Nelo. Felito estaba un poco tenso. Mas, lo que enseguida le comunicó Nelo lo relajó y puso a saltar de alegría: «Atiéndeme, muchacho, este turno de ahora no te lo voy a pagar, pero el del domingo sí».
Asunto de dotes ¿o de genes? Con el tiempo Ramírez Cal reconoce «por donde le entró el agua al coco», que lo hizo salir airoso frente a tan severo y experimentado profesor:
«Todos los jóvenes tienen sus ídolos, no sé, cantantes, artistas, políticos. Los míos eran locutores, en quienes me fijaba cómo hablaban y pronunciaban las palabras: Andrés Martínez, el mejor de la CMHW en aquellos años; Cepero Brito, Amado Ortega, Pimentel Molina, Luis Díaz Monzón, Eduardo Tristá…».
—¿Cuándo fue que te consideraste un locutor «hecho y derecho».
—Durante los carnavales, que se desarrollaban alrededor del parque Vidal. Viene Nelo y me dice que me va a tirar el micrófono por el balcón, y que a una señal suya empezara a decir todo lo que veía. Me dio un conejo: «no repitas nada». Fue mi primer control remoto de envergadura.
—Conozco algunas anécdotas chistosas tuyas junto con Víctor Manuel Menéndez y Machín de la Peña. ¿Sabes en cuáles estoy pensando?
—Deben ser de algún carnaval en el Sandino. El ambiente se prestaba: muchachas lindas, música, alegría, sus cervecitas...
—¿Cómo asumes la locución durante un acto luctuoso? Unas honras fúnebres, un suceso penoso o doloroso.
—Con el corazón en la mano, pero sin estridencia. Las circunstancias dictan el tono.
—¿Y en un Primero de Mayo, por ejemplo?
—Mira, sea lo que sea. El locutor tiene que disfrutar lo que hace. Yo disfrutaba mucho los desfiles del Primero de Mayo, donde trabajábamos hasta 12 locutores, cada cual con su estilo. Aunque fuera del aire nos poníamos nombretes, durante la transmisión nos respetábamos mucho.
—Tú te jubilas como director de programas musicales en plantilla. ¿Dichoso también en tus roles de primera batuta?
—Es una etapa que empezó el 1 de julio de 1978, debido a una restructuración que se hizo en la CMHW, aunque jamás dejé de hacer locución. La dirección me permitía hacer controles remotos, en cualquier municipio y también asumir como animador. Pero no, prefiero ser dirigido, y si es por profesionales inteligentes, capaces y respetuosos, mejor.
—El salsómetro dejó una huella tan grande que ya la gente te decía «Salsómetro, ven acá; Salsómetro, cómo está la cosa». Pero ¿cuál es la historia de Juan Formell y El Salsómetro de la «W»?
—Una vez llegué a Radio Rebelde a recoger unas grabaciones que me tenía Ramón Espíguli. Estábamos conversando en la cabina de dirección, cuando escucho que me preguntan a través del micrófono: «Dime, Ramírez, cómo estoy en el Salsómetro». Me inclino un poco y a través del cristal veo a Juan Formell. «¡Ah!, sí, te mantienes en el uno». Al final tuve que explicarle a Juanito que ya El salsómetro no salía al aire. Se sorprendió mucho porque no entendía cómo se podía quitar uno de los mejores programas de música bailable en la radio cubana.
—¿Algún otro programa que te haya cambiado el apellido?
—La Loma del Tamarindo. Igual , Tamarindo para aquí, Tamarindo para allá…
—Otro programa tuyo, famosísimo, fue Olimpiada de Éxitos, recuerdo que hasta se crearon clubes de apoyo…
—Nació el domingo 4 de agosto de 1968. Lo creó Franklin Reynoso para Víctor Manuel Menéndez. Luego adicionó la voz de Vivian Espino, que ahora está en CMBF Radio Musical Nacional. Ella y Víctor llegaron a formar una pareja de las mejores que recuerdo en mi vida radial. Fue un programa que se renovaba cada domingo, nunca se puso viejo.
—Explosión Latina tuvo también bastante pegada.
—Algo formal, aunque mucha retroalimentación en las raíces musicales cubanas.
—Y ¿Todo en Música?
—Fue obra de Rolando Frenes. Música especializada durante 45 minutos. Lo asumí como director y productor, pero casi nunca de locutor. La locutora que busqué fue Gisela María, ¡cómo ella no lo hacía nadie!
—Recuerdas aquella Encuesta Musical de la Programación de Verano? A la gente le encantaba.
—Me costaba muchísimo trabajo hacerla. Pero al fin lo lograba mi objetivo que era dar el palpitar del verano en Cuba.
—¿Qué momento de la locución cubana revolucionaria todavía te conmueve?
—Los comunicados que leyó Cepero Brito cuando Girón. Por la sinceridad, la espontaneidad y el profesionalismo conque lo hizo. No se me olvida: «Ya la Revolución se enfrenta con hierro y fuego al enemigo invasor…». Mira, ¡me erizo todavía!
—¿Los premios?
—Los tengo, pero me interesan poco.
—¿Y cómo te va en tu vida de jubilado?
—Muy bien, en la casa siempre hay algo que hacer, y lo haces cuando puedas, sin tensiones. Disfruto las ventajas de la edad, los triunfos de mis hijos, mis nietos. Cada edad tiene lo suyo. Me gusta la vida hogareña, escribir, leer, escuchar música, la pelota. La jubilación tiene sus encantos, y yo los aprovecho al máximo para mantener el alma en condiciones óptimas.
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