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LA TECLA CON CAFÉ

Verde, que lo prefiero ¡verde!

Verde, que lo prefiero ¡verde!


19/10/2013 6:09:58 

 

Por Mercedes Rodríguez García 


«La avaricia rompe el saco»… Y si de saco hablamos, son muchos los frutos de la tierra —cada vez más raquíticos— que le caben a este fardo, pues malamente los dejan crecer y madurar en un afán lucrativo que está acabando con los bolsillos y la salud de Liborio, ese semejante cuyo salario ya no da para más. 


Tan vieja como la humanidad, la avaricia constituye una inmoralidad que hace insensato y esclavo del dinero a quien la padece, apartándole del cumplimiento de sus cristianos deberes para con el prójimo que —obligado por la necesidad— recurre a mercados y carretilleros donde comprar frutas, viandas y vegetales para su alimentación diaria. 

Alimentación que suponemos sana cuando el proceso de crecimiento y maduración transcurre de manera natural, y no violentado mediante procesos artificiales que limitan los beneficios de los nutrientes, causan un impacto negativo en el ecosistema y afectan la salud humana. Y no hablemos de las esmirriadas  cebollas ni de los demacrados ajos que, en ristras nos proponen hasta en la puerta de la casa, pero sin rebajarle un centavo a tan «condimentosos» bulbos. 

El tema de la maduración artificial no resulta nuevo y ha sido abordado en reiteradas ocasiones — y con variados enfoques— por nuestros medios de prensa. Sin embargo continuamos expuestos al engaño y a la malsana ingestión de esos coloridos plátanos, frutabombas,  piñas,  guayabas, mangos,  tomates, que no son lo que aparentan ni por fuera, ni por dentro. 

Belleza falsificada a base de flordimex —como se le conoce popularmente al ácido 2-cloroetilfosfónico—, utilizado en Cuba durante la etapa reproductiva de la caña de azúcar, ya que ayuda a acelerar y sincronizar la maduración y concentración de la sacarosa, y por ende a aumentar sus rendimientos. 

En este caso se riega por aspersión utilizando aviones y en dosis ¿exactas?, que no sobrepasan un miligramo por kilogramo en  el momento del consumo,  bien distintas a cuando se emplea ilícitamente, en cantidades desproporcionadas, puros o diluidos, inyectando o untando con la mano los frutos ya acopiados para su venta en dos o tres días, esos mismos que luego nos comeremos: insípidos, inodoros y artificialmente «coloreados». 

Y si bien la literatura especializada no reporta intoxicaciones y malformaciones celulares en el ser humano a causa este químico, su uso no se recomienda para madurar frutas del modo improcedente en que se está haciendo. 

De ahí que constituye una violación de la seguridad, pues esos plátanos, frutabombas,  piñas,  guayabas, mangos y  tomates, no tienen cómo deshacerse del etileno o eteno, cuestión que sí logran las plantas de manera natural entre los 10 y 20 días posteriores a la aplicación. 

¡No, ni lo crea! No hay que ser ningún Sherlock Holmes ni un Hércules Poirot, para deducir que este fitorregulador —también conocido como Thefón, Ethephone, Chlorethefon o Ethrel— ha sido robado de los almacenes de la Agricultura o durante su manipulación hecho que algunos prefieren llamar,  eufemísticamente, desvío de  recursos. De ahí la duda respecto a la ¿exactitud? de la dosis. Bien sabemos que donde se sustrae, falta. ¡O sobra!  alguna adúltera y camaleónica sustancia. 

Pero como a los avaros solo les interesan sus ganancias, y no la salud de los consumidores, aprenda usted a confiar en usted y a reconocer los frutos infectados con flordimex.  ¿Cómo? Al no estar completamente maduros muestran manchas verdes en el centro de su cáscara o corteza, y demasiada madurez en los extremos. Se termina de madurar en solo horas y luego se pudre. 

Porque a usted, por encima de esa «sacrosanta» política de oferta-demanda, le asiste asimismo sacrosanto derecho a la vida plena y saludable de todo ciudadano cubano, y del cual deberían cuidar mejor —además del personal de salud y de los cuerpos del orden interior — los inspectores encargados de detectar estas y otras irregularidades, en cada punto, mercado o carretilla. 

De igual modo, compete a las empresas agroazucareras intensificar el control sobre sus almacenes y productos; a las direcciones de higiene y epidemiología, vigilar y hacer cumplir las regulaciones para el expendio y manipulación de productos alimentarios; al CITMA, pronunciarse al respecto, y al aparato jurídico penal  tomar medidas ejemplarizantes. 

Pero mientras las aguas toman su nivel y todo acaba de funcionar como tiene que funcionar, no compre frutos madurados artificialmente. Dejemos que se pudran en la tarima. Hagámosle el boicot a los avaros, «sustancia» de la cual parecen estar hechos  no pocos intermediarios, carretilleros y revendedores… 

O mejor, «peguemos los dientes a la pared», y en última instancia,  compre los frutos verdes y madúrelos en casa, con los métodos tradicionales de la abuelita. Reclame, defienda su bolsillo si es que vive con el sudor de su frente. 

¡Ah!, y no espere que reconozcan el flordimex, pueden existir otros productos o insalubles procederes. Tampoco guarde la esperanza de que bajen el precio porque la mercancía no tenga salida y se les descomponga. Los avaros son así, prefieren a los cerdos… 



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