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LA TECLA CON CAFÉ

Los últimos soldados de la guerra fría: Un libro distinto y diferente

Los últimos soldados de la guerra fría: Un libro distinto y diferente


 

17/9/2013 8:54:50

 

Por Mercedes Rodríguez García

 

Este es un libro distinto y diferente. Su autor, el periodista y escritor brasileño Fernando Morais, relata cómo la seguridad cubana prepara a sus agentes; la saga del mercenario salvadoreño que puso cinco bombas en hoteles y restaurantes de La Habana; el papel de Gabriel García Márquez en el intercambio de correspondencia entre Fidel y Bill Clinton, la visita sigilosa de agentes del FBI a La Habana, y el volumen de pruebas contra la mafia miamense cubana que le fueron ofrecidas por orden de Fidel.

 

En realidad  se trata de un reportaje óptimamente documentado; de un libro con los componentes y el suspenso de un guión de película de espías, con acciones temerarias y hasta romances. A continuación una apretadísima silueta textual de esta obra escrita en un estilo ágil, y en la que aflora de modo convincente, desprovista de adjetivaciones y comedimientos ideológicos más verdad sobre una mentira fabricada. 

RENÉ HUYE A MIAMI 

No ha habido noche más atormentadora en la vida de Olga Salanueva que aquella del 8 de diciembre de 1990, cuando dos oficiales del Ministerio del Interior llegaron a su casa y le dijeron sin mucho rodeo: «Su esposo desertó, robó un avión en el aeropuerto de San Nicolás y huyó a Miami». 

—¿De donde sacaron eso? ¡No lo creo!, ¡No lo creo! Eso es una infamia.

Entonces le pidieron que sintonizara Radio Martí, que desde media tarde repetía una y otra vez la entrevista a René. «Tuve que huir. En Cuba falta la electricidad, falta comida, hasta el boniato y el arroz están racionados. El combustible para nuestros aviones es contado gota a gota. Para mí Cuba se acabó». 

Y sintió «como si un bate de béisbol le golpeara la cabeza». Ella lo esperaba para ir al cine, y ahora, de pronto, ¡hasta por la radio enemiga! Mortificada, pero confundida aún, tuvo que darle la noticia a Roberto, su cuñado. 

—Estás loca, ¿Quién te dijo eso? 

Y como para que no le quedaran dudas, le dijo que pusiera Radio Martí.

Le hizo caso. «Con voz inconfundible, René protestaba por las molestias que le habían convertido en lo que en Cuba se considera un traidor a la Revolución: falta comida, falta dinero para comprar comida, falta transporte, falta esto, falta aquello…». Roberto dio un grito. 

—¡Apaga esa radio ¡No quiero oír a ese sujeto hablando mierda! ¡ese tipo no es mi hermano!

Olga pudo contenerse: «Ese tampoco es el René con quien me casé, no es el padre de mi hija! Roberto, esto debe ser algún andamiaje montado por los yanquis!». 

La verdad fue que pasaron meses antes que René diera noticias. 

«Las escasas y desencontradas informaciones que llegaban a conocimiento de Olga sobre el destino del esposo venían por las ondas de aquella que los cubanos llaman “radio bemba”, la red informal de noticias que va de boca en boca, el chisme, el rumor. Algunos decían que él trabajaba como obrero, otros aseguraban que era un funcionario del aeropuerto de Miami. Pero todos coincidían en un punto: René se estaba involucrando con organizaciones de extrema derecha en la Florida». 

En realidad «se trataba de una operación minuciosamente planeada por el DSE,  el Departamento de Seguridad del Estado. Entretanto, la identidad real de René no había sido todo lo que el FBI había descubierto (…) Lo que causó espanto a las autoridades fue descubrir que él era apenas una parte de la red de falsos desertores». 

En 1992 René ingresó en la autotitulada «sociedad humanitaria» Hermanos al Rescate, «dueños de una razonable flota de aviones de pequeño y mediano porte, algunos de ellos donados por personalidades solidarias con el anticatrismo, como los músicos cubano-americanos Willy Chirino y Gloria Estefan, o como la octogenaria actriz y cantante argentina Libertad Lamarque, que acabaría sus días en Miami». 

Otro agente, «comandante de un Mig, nada siete horas por la bahía de Guantánamo, infestada de tiburones», hasta llegar casi frente a un gran portón custodiado por marines armados en el que podía leerse: US Naval Base Guantánamo Bay. 

«Lo había conseguido. Levantó las manos y anunció en español e inglés: 

—¡Soy oficial del ejército cubano y estoy desertando! I am a cuban armys’s officer and I am deserting! ¡Soy cubano! ¡Estoy desertando! 

«El nuevo y  llamativo personaje» era el mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Juan Pablo Roque. Las miles de horas de vuelo lo calificaron para formar parte del primer team de Hermanos al Rescate. «Con el correr del tiempo, Roque se convertiría en la vedette de la organización. (…) Su fuga audaz, el pasado de piloto de caza y la apariencia hollywoodense —con parecido a Richard Gere—, hicieron de él un personaje habitual en los programas de televisión y de entrevistas en periódicos y revistas. (…) Al regresar de un vuelo al hangar de los Hermanos en Opa-locka, Roque reveló a René González —de quien se había hecho amigo— sus planes de casarse con Ana Margarita, una cubano-americana. En Cuba había dejado mujer e hijos. Como respuesta oyó a René decir que, a diferencia de él, nunca había dejado de amar a la mujer que abandonara en Cuba»: 

—Sigo enamorado de Olga, no aguanto más la nostalgia por ella y por nuestra hija, Irmita, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para convencerla de exiliarse en Miami. 

GERARDO ES MANUEL VIRAMÓNTEZ 

En total, 15 agentes de la inteligencia  dispersos por Miami, Cayo Hueso y Tampa. (…) René era uno de los mayores, acababa de cumplir 35 años al llegar a EE.UU.; y el benjamín, Gerardo Hernández,  ocho años menor. «(…) La mayoría había participado en la guerra de Angola, y por lo menos siete, tenían grados concedidos por el Ministerio del Interior. (…) Todos eran ciudadanos cubanos, aunque tres de ellos, como René, hubieran nacido en los Estados Unidos. Solo uno era divorciado, siete eran casados, entre estos las dos mujeres cuyos maridos, también agentes, formaban igualmente parte de la Red Avispa, nombre con que el grupo fuera bautizado en La Habana». 

Pero la presencia del grupo en la Florida «solo iba a adquirir aires de operación con la llegada del teniente Gerardo Hernández Nordelo, «ocurrida un año y medio después de la fuga de René (…) A Adriana, su esposa, diría lo que le habían «recomendado en Villa Maristas», que se iba a pasar algunos meses recogiendo datos en países latinoamericanos, para realizar su tesis de maestría en política internacional. 

«En busca de alguna contradicción los oficiales de inteligencia lo sometieron a extensos y continuados interrogatorios, que podían comenzar tanto en la infancia como en algún momento de la adultez de Manuel Viramóntez, ciudadano norteamericano residenciado en Puerto Rico, cuya identidad asumiría. (…) Con la documentación falsa Gerardo tomó un avión en La Habana rumbo a México, de donde embarcó para Memphis, Tennessee, y de allí para Miami». 

RAMÓN, ALIAS OSO 

A inicios de 1992 comenzaron a arribar a la Florida los demás agentes que iban a operar bajo su supervisión. Ramón Labañino Salazar (Luis Medina, Allan y Oso), «un gigante  de gruesos bigotes, dos metros de altura, 130 kilos de peso y cara de bebé (…) capitán del ejército cubano, economista y karateca cinta negra. En vez de ir directo a Miami, Ramón fue destacado para instalarse en Tampa (…) ciudad que no era sede de organizaciones anticastristas importantes, pero sí donde vivían los cabecillas de algunos grupos activos y peligrosos», entre ellos Orlando Bosch, un hombre cuya trayectoria era proporcional a la estatura física del agente cubano». 

ANTONIO ACTÚA EN CAYO HUESO 

Después de Ramón, llegó Antonio Guerrero, nacido en 1958, en Miami, y traído por sus padres a Cuba cuando apenas tenía un mes de vida. En 1988 «fue reclutado por el Ministerio del Interior para trabajar como agente de inteligencia (…) se dedicó a la llamada “preparación operacional” frecuentando cursos de inteligencia, con creación de disfraces y fachadas, inteligencia visual, vigilancia y contravigilancia, criptografía, aprendiendo medidas de sigilo y seguridad, técnicas de entrevista con objetivo de reclutamiento y métodos para ocultar informaciones en computadoras (Chess), enviar informaciones por teléfono (Computel) y desencriptar mensajes secretos transmitidos por radio (Compurad)».

Divorciado dos veces y con un hijo del segundo matrimonio, el agente especial con el grado de subteniente, Antonio, regresa a los Estados Unidos, pero al igual que Labañino su destino no fue Miami, sino Cayo Hueso, «punto de partida ideal para los barcos y lanchas de organizaciones anticastristas que pretendían invadir el territorio cubano», pero, además, lugar privilegiado para vigilar con binoculares «el momento en que eran encendidas las luces de las antenas instaladas en los enormes balones que flotaban en el aire, sobre el estrecho de la Florida: antenas que transmitían a Cuba las señales tanto de Radio Martí como de la TV Martí». 

FERNANDO, EL FAMOSO VICKY 

El último en sumarse a la Red Avispa fue Fernando González Llort, «un habanero de treinta y cinco años, bigote y cabellos negros, piel clara, y dueño de una biografía muy parecida a la del resto de sus colegas». Desde julio de 1997 La Habana ya venía preparando a un nuevo agente cuya función sería la de sustituir a Ramón Oso Labañino. «El grandulón había sido enviado a una “misión especial” —aparentemente— la de aumentar la vigilancia de Orlando Bosch». Además, en febrero de 1996, con el regreso de Juan Pablo Roque a Cuba, la red quedaba debilitada. La llegada de «el famoso Vicky» —uno de los nombres de guerra que adoptaría— «fue precedida de gran expectativa por el grupo». 

«Por el plan concebido en Villa Marista, al mudarse para Miami Fernando pasaría a ser llamado Rubén Campa (…) el verdadero Rubén Campa nació en California en septiembre de 1965 y falleció siete meses después. Solicitado por los  agentes cubanos en la notaría en la que el bebé había sido registrado, el certificado de nacimiento de Campa posibilitó el montaje de toda la documentación que sería utilizada por Fernando en los Estados Unidos (…) No hay indicios de que Fernando haya realizado algún trabajo de campo, como infiltrarse en organizaciones o producir informes sobre militantes anticastristas. (…) Su tarea se limitaba a recolectar, organizar y enviar a Gerardo-Viramóntez el material producido por el grupo». 

Hay muchos, muchos más pasajes y novísimos detalles en este libro que el escritor y periodista brasileño pensó en el mismo momento en que escuchara, el 5 de septiembre de 1998, «la noticia del arresto en Miami de un grupo de agentes secretos del régimen de Fidel Castro», mientras viajaba en un taxi de São Paulo. 

EPÍLOGO SIN PRUEBAS 

El caso catalogado por la gran prensa europea como «una de las aristas más impresionantes de la política exterior cubana actual» lo llevó a dibujar «otro rostro», un rostro reconstruido a partir de dos mitades, la historia que yace en Cuba, y la otra, en los Estados Unidos. Ni aquí ni allá, le resultó fácil. Debió pasar una década antes de que el libro viera la luz en su país. 

Para entender todo el asunto Morais logró acceder a dos grupos de documentos claves, como el legajo de 10 mil páginas presentado en el tribunal por la acusación y la defensa —la mayoría, telegramas secretos intercambiados entre los agentes y sus superiores en La Habana—, y toda la documentación sobre las actividades terroristas del exilio cubano, que Fidel Castro envió al expresidente estadounidense Bill Clinton, de la mano del escritor colombiano Gabriel García Márquez. 

Ni una sola prueba pudo presentar la fiscalía federal que corroborara el cargo de espionaje o de conspiración para cometer espionaje, durante el juicio celebrado a los Cinco en Miami en 2001. Mintieron y siguen mintiendo cuando lo aseveran. 

Los años han pasado y ya suman 15 desde que Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René fueron apresados. Una tras otra se han ido extinguiendo las posibilidades de devolverles la libertad por la vía de los tribunales, donde queda un último recurso legal: el procedimiento extraordinario o Habeas Corpus. 

Desgraciadamente, la mentira fabricada  se ha impuesto a la verdad, y no queda mucho tiempo si llegara a ocupar el asiento presidencial de la Casa Blanca algún recalcitrante republicano. Solo la solidaridad de todos, los podrá hacer retornar a casa. 

 

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