De los viajes turísticos y otros demonios
12/05/2011 12:33:58
Por Mercedes Rodríguez García
Aunque no con la celeridad que muchos cubanos deseamos vamos adelantando en materia de reformas de todo tipo, o como quieran llamarles: cambios, transformaciones, levantamiento de prohibiciones, nuevas medidas económicas, etc., etc.
Ahora la comidilla dentro y fuera de la isla es la autorización a viajar, algo que en realidad nunca ha estado prohibido sino entorpecido por decenas restricciones migratorias como la famosa carta blanca, carta de invitación, permiso oficial de salida, etc., etc.
Mis amigos «post-fronteras» me preguntan a través de email desde sus respectivos países sobre las expectativas positivas al respecto y, en general, acerca del «paquete de reformas» (más de 300), aprobado por el VI Congreso del Partido Comunista.
Muchos compatriotas están entusiasmados por eso de «viajar al exterior como turistas», supongo —con lógica criolla— que siempre previa solicitud de visado, requisito indispensable en la mayoría de los países desarrollados.
Pero que yo sepa, desde este pedacito central de tierra caribeña desde donde escribo, oficialmente solo se ha hablado «estudiar una política que facilite a los cubanos residentes en el país viajar al exterior como turistas».
A mi juicio sería muy bueno pues, entre otras cosas, los cubanos tendrían la oportunidad de comprobar con sus propios ojos que «no todo lo que brilla es oro», independientemente de que algunos no regresen a su tierra natal alentados por el brillo de las baratijas, las lucecitas de neón y otras cosillas incapaces de competir con la autoctonía e idiosincrasia criolla. (Caballeros, y ¡cómo se extraña el «cubaneo»…)
Pero bueno, para que el mundo sea mundo tiene que haber de todo, y debemos aprender a vivir las diferencias, pues no hay utopía más grande que pensar que existe un ser humano idéntico a otro semejante. Las igualdades convivieron mucho tiempo bajo el disfraz del igualitarismo.
Cuba ha tenido que cuidarse años y años de una política estadounidense desestabilizadora de su sistema político, y no es cuento cuánto se ha fomentado desde el mismo triunfo de la Revolución, el robo de cerebros. Entonces es de esperar que, en este caso, establezca condiciones.
¿Por qué no regresar a la tierra que los vio nacer? Si sacamos la cuenta son más, mucho más, los que han viajado a otros lares y han retornado a sus hogares, junto a la familia, los amigos…
Miren, hablando en plata: uno solo sabe lo que tiene cuando lo pierde o… cuando ve de cerquita cómo se vive en otros países sin cobertura gratuita de salud y educación, y otras garantías en materia de seguridad social. Porque aquí, todavía, ni los asilos ni los funerales cuestan. Así que de verdad usted puede morirse tranquilo.
¿Por qué colocar en un extremo a un ciudadano normal y corriente, y en el otro, a un artista o a un intelectual que sale y entra a su patria cada vez que lo desea?
Las cosas van cambiando, y seguirán cambiando. Pero no por arte de magia, pues muchas de las transformaciones tendrán que convertirse en leyes o en modificaciones de lo legislado anteriormente.
No vivimos en el país de las maravillas aunque sí en un país maravilloso. Tampoco existen recetas para esto y recetas para lo otro. Lo cierto: el Estado no puede continuar asumiendo todos y cada uno de los actos y necesidades ciudadanos.
No es tanto el infierno, que algunos sitúan en Cuba, ni tantos los demonios (¡con platica!), que ya han comprado computadoras, celulares, tienen sus negocitos, o pueden visitar hoteles exclusivos.
Tiempo al tiempo, pero no exceso de tiempo. Digo, me parece. Esa es la cuestión.
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