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LA TECLA CON CAFÉ

Periodismo: «Democracia de los oídos y opinión responsable».

Periodismo: «Democracia de los oídos y opinión responsable».

Con esta ponencia no pretendo persuadir a nadie, ni establecer criterios. Aspiro a dialogar con humildad pero con firmeza sobre achaques de nuestro discurso periodístico y propongo asumirlos desde nuestro aquí y ahora, desde nuestra singularidad, desde una postura ajena a los deslumbramientos de los seducidos por realidades otras»

(Texto íntegro de la Ponencia presentada al Encuentro de Cronistas Miguel Ángel de la Torre, en Cienfuegos, por Osmar Álvarez Clavel, profesor de la Universidad de Oriente)

Identificamos el papel de nuestro periodismo en la batalla de ideas con un verbo: participar. Entendemos esa participación como presencia de un periodismo más revolucionario en todos los órdenes: el informativo, el reflexivo, el discursivo; un hacer periodístico donde se fundan temas y problemas claves con modos creativos de abordarlos sustentados en un lenguaje capaz de asumir conscientemente su coedición de protagonista, de participar con argumentos y de exponerlos con inteligencia y elegancia. Nuestro periodismo es oficio de infinitivos: sirve para informar, para investigar, para opinar; sirve, ante todo, para servir

Esta ponencia resume una investigación colectiva que tuve la suerte de dirigir y de la cual nació un libro para la docencia. Revisamos todos los números publicados por los tres periódicos nacionales durante el último trimestre del 2003 y del 2004 y por los semanarios de las provincias orientales en el primer semestre del 2005. Quisiera compartir los resultados básicos de la pesquisa (1).

A juzgar por las valoraciones expresadas por estudiosos del discurso periodístico cubano, por los ejemplos negativos referidos, de los cuales nuestra indagación da fe, en vez de hablar de la construcción del discurso podríamos hablar de su destrucción. Mas, es justo consignar que en nuestro recorrido no hallamos disparates. Eso si, tropezamos con esquemas e inelegancias de todo tipo: frases que poco aportan, descoyuntadas, redundancias, ambigüedades, discordancias, sujetos excesivamente largos, generalizaciones inoperantes, el inventario de problemas asociados con el lenguaje es significativo.

Hay una tendencia que por sus implicaciones merece un estudio aparte. Me refiero a la copia de patrones léxicos de los grandes medios especializados en la manipulación la cual se ejerce, tambien, desde la palabra .Una sola consideración. La palabra periodística debe estar semánticamente cargada porque es ideológica por esencia. Es ideológica porque es intencional. Discutir sobre su neutralidad es asunto apropiado para personas a quienes les sobra tiempo. La palabra es fuente y recipiente, portadora de significado y creadora de sentido y de lenguaje: como sistema carece de la posibilidad de ser neutral. El lenguaje es clave para la creación del sentido de cualquier texto, aunque el sentido sea subterráneo. Las buenas intenciones y los excelentes temas no bastan, se precisa un lenguaje capaz de hacer que las palabras certifiquen lo que necesitamos que ellas digan. Con palabras construimos la realidad de cada día y nuestras intenciones sobre esa realidad porque, en tantos seres humanos, somos también palabra.

Detengámonos en los achaques que nuestra investigación revela, en sus síntomas:

Primero. Exceso de seriedad.

Parece que sí, que nuestro discurso periodístico padece de   exceso de severidad, de formalidad y formulismo. Esta aseveración excluye a las páginas humorísticas, claro; pero incluye un problema medular: la recurrencia estoica a los mismos temas y al mismo modo de abordarlos, forma de hacer periodismo distante de la idiosincrasia de la mayoría de los individuos a quienes se supone esa producción está dirigida. La palabra que me viene a la mente cuando repaso una y otra vez los textos es un calificativo: aburrido.

Nuestros periódicos tienen mil usos. Sirven, en principio para leer. Pero son útiles también para envolver o cubrirse del sol   -por eso el papel es fuerte-, y hay quienes lo utilizan para otras contingencias excesivamente conocidas y para las cuales los inconformes de siempre reclaman un papel más suave. Ninguno de los usos señalados u omitidos es nocivo, siempre que primero se lea el periódico. Después, ya se sabe. Pero, hay una posibilidad alarmante. Digámoslo con franqueza: nuestros periódicos sirven, muchas veces, para aburrirse.

¿Qué le sucede a muchos de nuestros periodistas?

A las dos características básicas del discurso periodístico: claridad y concisión, Luís Sexto añade una tercera: la imaginación. (2) ¿Tendrá razón Luís? : ¿Habrá que dar un curso de postgrado de imaginación para periodistas en activo?

Segundo síntoma. Títulos demacrados.

Nos atacan constantemente. Basta abrir el periódico para cerciorase. El inventario es considerable. Ante tanto desastre cabe la posibilidad de editar los trabajos sin títulos; opción que generaría numerosos inconvenientes administrativos, pero tendría la ventaja adicional del misterio, ese que el desarrollo científico y la manipulación internacional amenazan con dejar cesante.

El dominio de los esquemas tiene grietas. En la revisión de las fuentes hallamos una significativa variedad de títulos que cumplen las exigencias planteadas por García Luís para quien el título debe condensar la imaginación, la capacidad de síntesis y el sentido artístico del periodista y a la vez llamar la atención sobre el asunto, adelantar el contenido, reforzar la tesis y el sentido total del texto (3).

Hallamos títulos excelentes, más sugerentes que explicativos, capaces de atraer al lector, meta clave pues, como sabemos, lectores hay que del periódico solo leen el título. Disfrutamos títulos imaginativos, funcionales en el contexto donde se inscriben como: «Piñas con parto inducido», «Yo me fajo ¿y usted?», «No aterriza la indemnización», «Cero carreras, cero estadio» «Otro martillazo al bloqueo», «Reguetón o cubatón?: el perro, la moda y el olvido» , «El que no puede quedar ciego es el país»... Aun en la página deportiva encontramos títulos creativos, hecho que cuestiona el supuesto de que en esta temática la codificación constituye premisa: para el título original no hay temática vedada.

Lamentablemente la influencia de los malos títulos parece ser mayor que la de los buenos. Los malos títulos comportan riesgos: pérdida de la vocación orientadora, capacidad para decirnos la totalidad del contenido y por ende supresión de la necesidad de su lectura, o esa exquisita irrelevancia que nos induce a cerrar el periódico. Una manera para conjurar tales peligros consiste en crear titulares a partir de frases hechas, de citas y alusiones reorganizadas creadoramente.

Tercer síntoma. Comienzos tradicionales.

En la decisión de lectura el comienzo rivaliza con el título. Si logramos que el receptor traspase la barrera del título, éste deberá afrontar un nuevo obstáculo, el del inicio. El párrafo inicial funciona como un semáforo: invita a pasar o a detenerse. Y si el lector se detiene es posible que deje la lectura para después, y lo que para después se deja...

Entonces, si sabemos de la significación del comienzo por qué nos empecinamos en aplicar las mismas fórmulas. Un solo dato, en la muestra -más de 700 textos explicativos o interpretativos, aquí excluimos los trabajos puramente informativos y los instrumentales- predomina la terca recurrencia a los comienzos tradicionales. Si embargo, en el análisis de las mismas fuentes encontramos más de 20 maneras de empezar un texto, desde las más utilizadas (informaciones, comentarios, datos concretos, descripciones y narraciones) hasta otras menos frecuentes pero tan efectivas como las anteriores, como los inicios basados en   metáforas e imágenes, prolepsis y analepsis, conjeturas, ironías, caracterización de personajes o situaciones. Y así, hasta llegar a 22 modos posibles de iniciar un texto.

Cuarto síntoma. El lado más amable de la realidad.

Nos detuvimos en la expresión de la opinión. Hallamos como tendencias : la exclusión del análisis de zonas sensibles para la opinión pública nacional o asunción de sus lados menos polémicos; el  predominio del contenido propagandístico y distanciamiento  critico de modo que entre el periodista y la realidad se establece una suerte de luna de miel;  la visión  didáctica o edificante  en tal grado que algunos periodistas nos tratan como si fuéramos adultos menores de edad; la  preferencia por temas de la realidad internacional en detrimento de la nacional en la cual se privilegian solo áreas como el arte,  la cultura y el deporte y la utilización mayoritaria de géneros como el comentario, el artículo o el reportaje y excepcionalmente del ensayo.

La revisión de los textos opináticos convoca a la sensación de que producir opinión, en especial si está marcada críticamente, produce temor. Claro, el ejercicio de la opinión, específicamente de la crítica comporta riesgos y conduce con frecuencia a incomprensiones.. Casi todos queremos la crítica: unos la queremos bien, porque confiamos en su capacidad para mejorar lo que somos; otros la quieren a su manera y no faltan los ilusos que quieren matarla. Abundan las personas no entrenadas para asimilarla. Hay quienes interpretan el señalamiento más leve como un asunto personal, y si a todo esto le sumamos el hecho de que no siempre hacemos la crítica adecuada, profunda en su contenido y elegante en su discurso, entonces se comprenderá el origen de ronchas y rasguños. Probablemente quienes rechazan la crítica que habitualmente hacemos, serían más receptivos ante criterios ofrecidos de manera más elaborada.

Pero, resquemores aparte, la opinión crítica en nuestro contexto es un imperativo. Nuestros periódicos están obligados a proponer criterios sobre temas vitales, pues como apunta Odalys Riquenes, serán juzgados tanto por lo que dicen como por lo que omiten. Lo que omitimos son las respuestas que le debemos a la comunidad. Desde luego, este anhelo es más fácil de expresar que de cumplir. En ocasiones resulta difícil orientarse en la maraña de temas y problemas que la realidad ofrece u oculta.  A esta situación compleja hay que sumarle la manipulación mediática internacional y la tendencia moderna a la especialización. Y, desde luego, la censura, sus veleidades y sus disfraces. Pero, no hay opción: tenemos que orientar la brújula y afrontar los riesgos de la opinión. Hay que buscar zonas compartidas con el lector para poder influir sobre él, apoyarse en criterios sustentados y persuasivos porque no siempre un razonamiento veraz resulta convincente: a la verdad hay que enseñarle el camino de la persuasión.

Creo que ganaríamos un trecho si admitimos que nuestro periodismo tiende a concentrase en las zonas más amables de la realidad y que en las discusiones sublimamos el debate en detrimento del diálogo.

 Último síntoma. Precariedad del ensayo.

Los resultados de la búsqueda de ensayos fueron magros. Solo hallamos 12: 6 en Juventud Rebelde, y 3 en Granma y Trabajadores respectivamente. La frecuencia es uno mensual. (Aclaro que este fenómeno no es privativo del periodismo impreso cubano, es una tendencia presente en otras latitudes donde el ensayo, uno de los géneros claves del periodismo desde sus inicios se cultiva poco a pesar de sus ventajas. El ensayo no está sometido a la inmediatez, dispone de una amplia libertad temática y estructural, acepta los más variados lenguajes y sobre todo permite expresar libremente la opinión, proponer, estimular la participación. El argumento mas utilizado para explicar la precariedad de su presencia es la falta de espacio.

Pero, el análisis de las páginas digitales de las fuentes valoradas revela lo contrario: no encontramos ningún ensayo. Y allí no falta espacio, lo que falta es ensayo. Y tal exclusión es una paradoja porque en el mundo de la globalización neoliberal, donde el pensamiento único pretende que cada vez más pensemos cada vez menos, el ensayo periodístico constituye una alternativa legítima para la batalla de las ideas.

El ensayo vive en otros géneros, el estilo ensayístico trasciende al ensayo. Textos hay que sin ser ensayos asumen su estilo. Eso lo saben periodistas como Luís Sexto, Rosa Miriam o José Alejando, para solo citar tres profesionales de un solo órgano que sabe ser fiel a su nombre. Aunque la prensa escrita es el hábitat natural del ensayo, el estilo ensayístico trasciende al periódico, los comentarios de Dimas en la TV o del colectivo de Hablando Claro, en la radio, son ejemplos ilustrativos al respecto.

Parece que ninguno de los mil usos del noni puede ayudarnos a lidiar con los achaques de nuestro discurso periodístico, qué los tiene.

El deambular por zonas conflictivas de nuestro hacer periodístico, obliga a preguntarse qué hacer, porque siempre hay algo que hacer. Claro, respuestas a problemas como los referidos demandan del razonamiento colectivo para que sean asuntos compartidos.

No obstante, permítanme concluir con una propuesta que se reduce a los medios nacionales y consiste en trabajar para invertir la correlación actual entre información y reflexión, para cambiar el balance genérico dominante en nuestros medios.

En nuestro aquí y ahora el periodismo impreso no puede competir con la televisión ni la radio en inmediatez, ni en crear la sensación de objetividad.  Si sabemos que los lectores tienen la posibilidad de informarse primero de lo que sucede dentro y fuera a través de la TV y de la radio; y al mismo tiempo reconocemos que el periódico continúa siendo un medio más fácil de conservar, más apropiado para la relectura y la reflexión; ¿por qué en vez de privilegiar la información como actualmente hacemos, no priorizamos la reflexión, la investigación, la opinión?

Y, si esta propuesta tiene alguna coherencia, es hora de que nuestros periódicos rescaten decididamente la sólida tradición ensayística nacional. El esfuerzo por mejorar el periodismo cubano actual no puede darse el lujo de soslayar al ensayo, género que por sus características resulta especialmente apropiado para opinar, para participar.

El ensayo periodístico como género y el periodismo de creación como discurso favorecen la expresión de la opinión responsable y el ejercicio de la crítica. La opinión responsable también ha de ser ejercida desde y hacia las ciencias a través del tipo de ensayo que denominamos de vocación científica. La seriedad plástica del ensayo, su libertad de movimientos, le permite acudir a un discurso que sin transgredir lo científico, puede ser atractivo y hacer de la ciencia conocimiento posible de ser entendido y extendido, un tipo de texto que funcione como una forma de estimular a democracia de los oídos.

Quizás nuestro noni implique comenzar por corregir el balance genérico dominante en nuestros periódicos nacionales y por asumir las bondades del periodismo de creación.

Asimilar el periodismo de creación como un modo de hacer periodístico- no el único, desde luego- supone reconocer el protagonismo del lenguaje (la palabra y sus técnicas), validar la subjetividad del periodista, insistir en el enfoque humano del texto, pensar que si hay un periodismo para hoy hay otro que, como la literatura, se legitima en la trascendencia y, sobre todo, demanda cosechar lectores activos, participantes.

Creo que dialogar con claridad sobre este asunto es tarea inaplazable que concierne a muchos de los aquí presentes, a personas como ustedes y como este servidor. Y es bueno que lo hagamos porque como dice Paulo Freyre: «los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión».

Notas.

1. En mi libro El ensayo periodístico cubano de hoy. Propuesta para dialogar, doy cuenta de las búsquedas y ofrezco detalles valorativos de los resultados.

2. Ver Cuestión de estilo. Editorial Pablo de la Torriente B, La Habana, 2003. p. 20 y ss.

3. Ver Géneros de opinión. Editorial Pablo de la Torriente B, La Habana, 2001. p. 217 y ss.



 

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