ENTRE CRIOLLOS DE RANCHUELO Y CRIOLLOS DE HOLGUÍN
«Si fumas perjudicas tu salud y la de los demás» advierten los fabricantes en las cajetillas, pero los más de 2 millones de fumadores cubanos parecen no prestarle atención. La población de la Isla conoce la nocividad del tabaquismo, pero no tiene una percepción clara del riesgo, y fumar constituye una conducta socialmente aceptada y su cultura se ve asociada a la producción y manufactura del tabaco, cuya siembra abarca aproximadamente el 2 % de las tierras cultivables del país y el consumo, a mil 459 cigarrillos por habitante. De ahí la necesidad de empezar arrojando luz entorno a una polémica sobre la calidad entre...
Por Mercedes Rodríguez García
Luego de ¿saborear? el cafecito, el hombre hace varios intentos por encontrar la punta del celofán que envuelve la cajetilla; con dedos expertos extrae un cigarro e, inmediatamente, lo fricciona rodándolo entre ambas manos. De inmediato, termina de desprender los filamentos de picadura que han quedado colgando y, por último, un palillo como de media pulgada. Ahora toca el turno a los fósforos: dos descabezados y un intento fallido contra la lija. Con fuerza lanza las deterioradas cerillas al piso de la cafetería. Al fin, otro fumador chaquea su fosfora y comparten la llama. Casi al unísono dan las primeras bocanadas frente al mostrador. El segundo, se marcha sin comentarios. El primero, carraspeando, no sin antes soltar una palabrota con la que maldice los Criollos de Ranchuelo.
Y ahí mismo, como si se tratara del Clásico de Béisbol, se desatan los comentarios entre fumadores y no fumadores:
-Yo no me gasto ni un quilo en los de Ranchuelo, acaban con la garganta.
-Por eso yo saco los de Holguín de abajo de la tierra.
-Pues mire, ojalá que siempre haya Criollos de Ranchuelo que, de paso, están perdidos.
-Pero seguro que usted coge los Titanes de la cuota y los vende a cinco pesos.
-Mire, yo detesto el cigarro, ¡y échese para allá que me está echando el humo en la cara!
-Tanto lío si de aquí o de allá, todos producen cáncer.
-No diga eso muchacho, yo tengo un amigo que murió de un tumor maligno en el esófago y jamás se llevó un cigarrillo a la boca.
-Que de Holguín ni de Ranchuelo, todos son una basura, lo que debían hacer es dejar de fumar, que están contagiando a todo el mundo.
-Se están matando poco a poco, yo no sé quién inventó ese vicio tan dañino y apestoso. Si por mí fuera le ponía una multa a todo el que fumara en lugares públicos.
LA BREVE HISTORIA DE UN PECADO INFERNAL
Una, entre varias anécdotas sobre el descubrimiento de la planta del tabaco, refiere la historia de dos marinos españoles que, cumpliendo órdenes de Colón, exploraron y hallaron la aromática hoja en el interior de la tierra más hermosa que ojos humanos vieran.
Pues fue uno de estos dos marineros, Rodrigo de Jerez, quien a su vuelta a España no dudó en introducir la costumbre de fumar tabaco, por lo que tuvo que pagar un alto precio: la Inquisición lo encarceló por practicar algo «pecaminoso e infernal.»
Pero el hombre ha fumado desde mucho antes de que fuera descubierto por los españoles. En las comunidades indígenas primitivas, el humo provocaba un estado de consciencia desconocido y placentero, por lo que no tardó en convertirse en rito.
Durante siglos, solo España consumía bastante el tabaco típico de los indios de Cuba, al que primero llamaron Tubano, aludiendo a su forma tubular, y luego puro, para distinguirlo del cigarrillo, «de ese cigarro empequeñecido, enteco y pobretón, sin tripa ni capa, relleno de picaduras sin pureza y vestido con camisilla de papel.», como lo define Fernando Ortiz en su libro Contrapunto cubano de tabaco y el azúcar.
No fue hasta 1831 que aparecieron en Cuba las cajetillas impresas, rellenas a mano. Dos décadas, con la introducción de la máquina de vapor, comenzó a industrializarse el proceso. Un siglo después la los historiadores refieren una producción de 525 millones de cajetillas de 16 cigarrillos al año.
Así que por su historia, Cuba, tierra tabacalera por excelencia, es un país de fumadores, y la producción anual de cigarrillos alcanza en la actualidad unos 13 billones de unidades. De ese total casi 3 billones traen el sello de la fábrica «Ramiro Lavandero», de Ranchuelo, encargada de elaborar los Titanes que se distribuyen por la cuota desde San Antonio a Maisí, menos cuestionados que sus Criollos pero no exentos de la picota pública.
UNA PELEA DE MONO A LEÓN
Motivados por la opinión generalizada sobre la deficiente calidad de los Criollos ranchueleros, visitamos hace unas semanas esta industria cuya historia se remonta a 1920, cuando era propiedad de los hermanos Trinidad.
Armando González Martín, su director, se alegra de nuestra presencia «porque siempre que ha venido un periodista es a ver lo malo y nunca hemos tenido la oportunidad de reconocerle a un grupo de trabajadores algunas cosas buenas que han estado haciendo para el sostenimiento de la fábrica. Queremos ver las dos cosas.»
Con suma paciencia nos escucha e invita a recorrer palmo a palmo y sin límites de tiempo, la instalación. Los argumentos que vinculan la calidad con la obsolescencia de los equipos, que datan de 1914, no ofrecen discusión: las añejas máquinas no son capaces de extraer el polvillo -un irritante deshecho- ni tampoco las venas o palitos de las hojas del tabaco, que llega a la fábrica embalado en tercios.
Cuando le hablamos de los Criollos de Holguín, no lo dice pero me imagino que se está preparando para una pelea de mono a león en lo que a tecnología se refiere, pues la experiencia y tradición cigarrera de sus 680 trabajadores se imponen sobre la primera.
Y para que entendamos mejor, nos cuenta:
«Nosotros elaborábamos el Popular. Cuando se inaugura la fábrica de de Holguín, la estrategia nacional era que esta produjera Criollos y Titanes, ambos en cajetilla celofanada. Pero con el tiempo se comprobó que no era rentable asumir ambas producciones, y se nos planteó la posibilidad para, sin inversión alguna, producir también la caja con celofán.»
-Fue entones que les dieron las dos máquinas de celofanado que usted nos mostró?
-Sí, más otras cuatro máquinas de 1945, en desuso, que trajimos La Habana y nuestros mecánicos fueron reconstruyendo.
-Y se montó el taller de celofanado...
-Se dice fácil, pero luego nos topamos con otra situación: modificar las máquinas de envoltura que conformaban la cajetilla del Popular, misión que también cumplieron nuestros innovadores. Y todo sin mucho dinero, pero con mucha laboriosidad y trabajo.
-¿Es a partir de ahí que comienzan a fabricar el Titanes celofanado de la cuota?
-Exacto, pero sin detener la producción. Es decir, salían las dos marcas, el Popular, y el Titanes celofanado, hasta que en septiembre de 2007 terminamos las transformaciones de las dos últimas máquinas. Ahora tenemos el taller de celofán con dos máquinas de tecnología de punta, y cuatro que fueron reconstruidas aquí.
-¿Y las máquinas del taller de encajetillado?
-Esas también fueron modificadas a partir de otras que trasladamos desde Holguín cuando se hizo la inversión allá.
-Pero las del taller donde se confecciona propiamente el cigarrillo datan de los primeros años del siglo XX.
-De 1914, inglesas. Ya casi no tienen nada original. Funcionan porque aquí mismo le construimos las piezas. Por eso está viva la fábrica. Por el heroísmo de nuestros obreros que fabrican, reparan inventan, que innovan.
CON EL CORAZÓN EN LA BOCA
Aunque González Martín aparenta tranquilidad, nos confiesa que la fábrica atraviesa por un problema que puede paralizarla. El día anterior, alrededor del mediodía, se rompió un reductor, que es donde se confecciona la hebra, de la que luego se obtiene la picadura. Y ello puso ese taller a media marcha. Si falla el volumen de elaboración de hebra no alcanza la picadura, planificada para tres días de labor. Mientras tanto, abajo, las brigadas de echura, que es donde se hace el cigarro, la de envoltura, la de celofán, trabajan a toda marcha.
«Ayer de noche encontramos un reductor por otro lugar y que hay que hacerle un cambio. Ahora mismo están los compañeros, prendidos, a overol limpio, fabricando la pieza que lleva. Si no tuviera solución tendría que buscar una estrategia para que no se me paralice este turno a quienes ya tuve que decirle que se limitaran al plan, para no perturbar al que le sigue...»
Y comento para mis adentros: Casi un siglo de existencia, no se les puede pedir más a las máquinas. Lo que este hombre tiene aquí es un verdadero museo atendido por Titanes ¡del trabajo!
PARA UN SEGUNDO ROUND
Mas, no obstante la dinosáurica maquinaria, los fumadores aducen que no siempre los Criollos y los Titanes de Ranchuelo «traen palitos ni producen ardentía en la garganta», que a veces «arden de un tirón y se acaban sin apenas fumarlo », y otras «vienen duros, pasados de picadura, y se apagan solos»; que la «cuestión radica en la materia prima y en la ligada.»
También se preguntan: ¿Por qué no fabrican más Criollos en Ranchuelo?¿Por qué no se ven los Criollos de Holguín en la red comercial de Villa Clara y sí en la de La Habana y Sancti Spíritus de donde suponen lo traen intermediarios «al por mayor» para beneficio de los revendedores que obran hasta 10 pesos la cajetilla? ¿Cómo es posible que se ven vendan Criollos falsificados en cajetilla sellada con celofán? Cuando Holguín tenga su maquinaria totalmente modernizada ¿elevara su nivel de producción y satisfascerá completamente las necesidades de Criollos del país? Incluso, ¿desaparecerá el Popular, que no compite con este?
El tema continuará en próximas ediciones.
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