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LA TECLA CON CAFÉ

Fidel y la prensa escrita como trinchera de combate

Fidel y la prensa escrita como trinchera de combate


15/03/2013 12:15:52 

 

Por Raúl Quintana Suárez

Tomado del libro Fidel Castro y la prensa escrita: legado y contemporaneidad,  de  Raúl Quintana Suárez

 (Etapa del 10 de marzo de 1952 a vísperas del 26 de julio de 1953)


El 24 de marzo de 1952 un joven abogado por iniciativa propia, sin respaldo de ningún partido político, en valiente gesto, frente a la actitud pusilánime de los «prestigiosos» líderes de la nueva oposición ante el «cuartelazo», presenta una denuncia ante el Tribunal de Urgencia de La Habana contra Fulgencio Batista, por delitos de sedición, rebelión y ataque nocturno.

 

Como ya es característico en los escritos de denuncia de éste, contra los desmanes de los gobiernos de turno de la época, realiza una exposición pormenorizada de todas las leyes y preceptos legales violados por la nueva camarilla en el poder, para resumir como…«…por todos estos artículos y otros más que sería prolijo enumerar, el señor Fulgencio Batista y Zaldívar ha incurrido en delitos cuya sanción le hacen acreedor a más de 100 años de cárcel»

El 11 de marzo aparece publicada en el periódico «Hoy» una declaración del Partido Socialista Popular, que aunque condena el golpe de estado es incapaz aún de precisar una acción concreta y realista para enfrentar a los nuevos dueños del poder, aún incluso por parte de una organización política tan disciplinada y combativa como la de los comunistas cubanos, lo que refleja el estado de desconcierto que provocó el relativamente sorpresivo hecho en los círculos políticos y sindicales progresistas.

En el mismo se hace un llamado al pueblo…«…a intensificar la lucha por la paz, contra la utilización de los cubanos como carne de cañón por la democracia, la erradicación del gangsterismo y del porrismo, por la eliminación de la discriminación racial, por el 30% del aumento de los salarios, sueldos y pensiones, por $80 mensuales de subsidio para los desocupados, por la reforma agraria que acabe con el latifundio y reparta la tierra gratuitamente entre los campesinos, por la unidad obrera y la democracia sindical, por la honestidad administrativa…»

En ellos exhorta, además, «a las masas populares de todos los partidos a agruparse, a unirse, a formar nuevos comités de frente único, a luchar porque se mantenga vigente la Constitución, porque se respeten las libertades públicas y los derechos democráticos, porque se celebren elecciones libres el próximo primero de junio…»

 

Ese propio día 11 de marzo, al día siguiente del golpe de estado, Fidel Castro comienza la redacción de un documento que aspiraba fuese publicado en algún órgano de prensa. Se encontraba en ese momento, en su constante peregrinar por distintos domicilios, en la casa de la colaboradora Eva Jiménez, sita en 42 entre 15 y 17, en el entonces municipio de Marianao. (Actualmente municipio Playa).

En una pequeña mesa, anexa a la cocina, inicia su trabajo, que concluye el 12 de marzo. Ya terminado, lo titula «! Revolución no, zarpazo! » y pide a Eva Jiménez y a René Rodríguez soliciten a Ramón Vasconcelos, propietario y director del diario «Alerta», la publicación del mismo, lo que no fue posible por dos razones esenciales: ya había sido impuesta la censura a los medios de difusión y ya Vasconcelos, sagaz periodista pero oportunista sempiterno, valoraba las posibilidades de cambiar de bando político.

Como efectivamente ocurrió, al ser designado poco después Ministro de Comunicaciones en el gobierno de facto. En definitiva el documento fue impreso en mimeógrafo, en una hoja suelta, por orientación de su autor y gestiones personales de Raúl Castro y Ñico López. En el mismo Fidel Castro denuncia:

«!Revolución no, zarpazo!. Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder. No fue un cuartelazo contra el Presidente Prío, abúlico, indolente; fue un cuartelazo vísperas de elecciones cuyo resultado se conocía de antemano. No había orden, pero era al pueblo a quien le correspondía elegir democráticamente, civilizadamente y escoger a sus gobernantes por voluntad y no por la fuerza».

Después de argumentar la similitud entre Prío y Batista, como representantes de la misma oligarquía y portadores de los mismos males, culmina su escrito planteando que  «no sé cual será el placer mesiánico de los opresores, en el látigo que dejan caer como caínes sobre la espalda humana, pero si sé que hay una felicidad infinita de combatirlos, en levantar la mano fuerte y decir: ¡No quiero ser esclavo!. Cubanos, hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez libertad. Yo invito a los cubanos de valor, a los bravos militantes del Partido glorioso de Chibás; la hora es de sacrificios y de lucha, sise pierde la vida nada se pierde, vivir en cadenas es vivir en afrenta y oprobio sumidos. Morir por la patria es vivir»

Desde sus propias opciones político-clasistas tanto la dirigencia del PPC(O) como del PRC(A) asumieron la posición de la resistencia pacífica, para complacencia del régimen, que lejos de erradicar los viejos males de la politiquería de la República neocolonial, los acrecentó, llevándolos a extremos increíblemente críticos. Los asesinos y corruptos ya estaban instalados en la propia estructura de poder.

Una férrea censura fue impuesta. Por diversas vías, más o menos encubiertas, sobre los medios de difusión.

El 6 de abril de 1952 la policía impidió la circulación del primero y único número de la publicación «La Palabra» del periodista José Pardo Llada, muy vinculado a la nueva dirigencia conservadora del PPC(O). Realmente era una hoja impresa por las dos caras, que intentaba sustituir el espacio de comentarios políticos que éste mantenía diariamente por la emisora Cadena Oriental de Radio, prohibida por la dictadura.

En dicha publicación debía aparecer un escrito de Fidel Castro titulado «¿Qué diferencia hay?» donde denunciaba como  «la piara que asaltó el Palacio, la Hacienda Pública y la Gaceta Oficial para gobernar este país al estilo de Leónidas Trujillo (represivo dictador desde la década de los 30 en la República de Santo Domingo. N. del A.), ha pensado seguramente que este es el pueblo más miserable del mundo (...) Vencidos de antemano en las urnas, asaltaron el poder de un zarpazo…¿Qué diferencia hay entre un Prío que se largó con 40 millones de dólares y un Batista que se largó con 50?

«¿Qué diferencia hay entre un Prío que manda a Salas (Cañizares. N. del A.) a apalear al pueblo hundiéndole el cráneo a Carlos Rodríguez y un Batista que lo hace jefe de la policía?....Los vendidos y los timoratos dicen que hay libertad de prensa y de palabra, si, para hablar a favor de Batista o para enjuiciarlo dulzonamente, no para decir la verdad y desenmascararlo de pies a cabeza. Pero la verdad será dicha revolucionariamente, desafiando la represión (...) La semilla de la rebeldía heroica se irá sembrando en todos los corazones (…) Frente al peligro, el heroísmo invita, germina con la sangre generosa que se vierta…

«…! Atrás los que con consejos pueriles y acomodaticios quieren apartar la juventud del sacrificio! A nosotros no nos importan las frustraciones del pasado…! Vergüenza y oprobio a los colaboracionistas y los traidores que hoy como ayer niegan la libertad a la patria y el decoro a su pueblo! ¡Adelante los buenos cubanos, los que quieren ponerse en esta hora difícil bajo las banderas de la honra!...»

Aproximadamente por la misma fecha, en las semanas posteriores al golpe de estado, un grupo de jóvenes de firmes ideales martianos integrada por Abel Santamaría, su hermana Haydee, Jesús Montané, Raúl Gómez García, Melba Hernández y Elda Pérez, inician la publicación de «Así somos», hoja mimeografiada, portadora de valientes denuncias contra el régimen con el lema «Para decir la verdad en el gobierno de la mentira».

En total se realizaron 9 ediciones, la última de las cuales apareció el 29 de julio de 1952 con el titular, «Batista es caos, hambre y miseria» y un editorial «La mala hierba», escrito por Raúl Gómez García, donde se afirma como…«…la mala hierba que nos trajo este hombre (Batista. N. del A.) es peor que todas las plagas que acosaron a la república en su largo martirologio cívico» (26).

 

El primero de mayo de 1952 ante la tumba de Carlos Rodríguez, en el Cementerio de Colón, se conocer Fidel Castro y Abel Santamaría. Casi de inmediato se establece una animada conversación. Ambos coinciden en la necesidad de intensificar la propaganda revolucionaria contra la dictadura por todos los medios disponibles, no obstante los limitados recursos materiales de que se disponía.

Unos días más tarde, viajan ambos hacia Colón, en la provincia matancera, en el auto de Abel y acompañados de Jesús Montané, con el objetivo de recabar el apoyo del médico radio-aficionado, Mario Muños, para instalar una planta clandestina. Durante el trayecto, Fidel Castro sugiere cambiar el nombre de la publicación clandestina «Así somos« por la de «El Acusador», así como ampliar su radio de distribución.

El primer número aparece el 1ro de junio de 1952, el segundo en julio del mismo año y el tercero y último, el 16 de agosto, que se distribuye por el propio Fidel, en la tradicional peregrinación ortodoxa, ante la tumba de Eduardo Chibás. En esta última edición aparece bajo el nombre del periódico:

«Somos jóvenes y si no hacemos lo que la República espera de nosotros, seremos traidores. Las República es una jefatura de policía con un sargento atrevido a la cabeza». En el mismo se publica el editorial «Yo acuso” que plantea en sus líneas iniciales:

«Fulgencio Batista, los perros que lamen tus heridas diariamente, no lograrán jamás ocultar los fétidos olores que salen de ella. Tu vida, tu pasado, tu presente, tus mentiras, te pierden irremisiblemente. Dices que aspiras a la gloria. Es cierto, Machado tendrá que luchar duramente para defender la gloria triste que aspiras a quitarle (...) Frente a ti, a Cuba le queda un sólo camino: el sacrificio, la inmolación en aras de sus amadas libertades (...) De las desdichas que ella sufra, de las desgracias que la acechan, de la sangre que caiga (...) YO TE ACUSO…TIRANO RUÍN»

Ese mismo número de «El Acusador» contiene el escrito de Fidel Castro, bajo el seudónimo de Alejandro, con el título de «Recuento crítico del PPC», donde éste expresa como «el formidable aldabonazo del paladín de la ortodoxia, dejó al partido un caudal tan inmenso de emoción popular que lo puso a las puertas mismas del poder. Todo estaba hecho, solo era necesario saber retener el terreno ganado (...) La primera pregunta que debe hacerse todo ortodoxo honrado es esta: ¿Hemos engrandecido el legado moral y revolucionario que nos legó Chibás (...) o, por el contrario, hemos malversado parte del caudal? (...) Quien crea que hasta ahora todo se ha hecho bien, que nada tenemos que reprocharnos, ese será un hombre muy poco severo con su conciencia »

Los acontecimientos muestran a Fidel Castro y sus compañeros que la única salida a la crisis en que se debate la nación, cerradas las vías pacíficas, es la lucha armada, por lo que inician los preparativos que desembocarán en los asaltos a los cuarteles «Moncada» en Santiago de Cuba y «Carlos M. de Céspedes» en Bayamo. La labor de proselitismo, de convencer, conseguir armamento y el entrenamiento de los futuros combatientes, le ocupa casi todo el tiempo al joven abogado.

El contexto nacional e internacional sumamente complejo condiciona esa decisión histórica. A nivel internacional impera la llamada «Doctrina de la Guerra Fría» iniciada durante el mandato presidencial de Harry Truman y continuada por sus sucesores, hasta bien avanzada la década de los 50 del pasado siglo.

Mientras tanto la URSS, aún bajo la etapa stalinista, con sus méritos y errores, ejercía escasa influencia real en América Latina, a excepción de las direcciones de la mayoría de los partidos comunistas, no pocos de ellos de escasa influencia en las masas, por sus propias contradicciones internas y estar sometidos a una sistemática propaganda hostil así como a la constante represión de las dictaduras militantes entonces imperantes, la tristemente conocida como «Cortina de Espadas», entre las que descollaban la de Rafael Leónidas Trujillo en Santo Domingo; Anastasio Somoza en Nicaragua; Alfredo Strossner en Paraguay; Marcos Pérez Jiménez en Colombia y más recientemente, Fulgencio Batista en Cuba. Todos ellos apoyados por el gobierno de Estados Unidos, como supuestos valladares contra la penetración de la ideología marxista-leninista en su «patio trasero».

En Cuba la propaganda insidiosa anticomunista de la prensa, aún de la tildada más progresista como la revista «Bohemia», secundaban tales propósitos, creando en la conciencia del pueblo serios prejuicios al respecto, favorecidos por el bajo nivel cultural de grandes sectores de la población, carentes en su mayoría de acceso a la educación media y superior y a la cultura.

Por otra parte, la oposición de los partidos políticos tradicionales ante la dictadura batistiana era endeble y mayoritariamente oportunista. Mientras que el PRC(A), falto de apoyo popular tras 8 años de desgobierno (1944-1952) había sufrido múltiples escisiones y notorias deserciones.

A su vez el PPC (O), tras la muerte de su carismático líder Eduardo Chibás, bahía quedado al arbitrio de dirigentes sin respaldo de las masas, que realizan pactos políticos con propósitos electoreros, con los auténticos de Carlos Prío. Los restantes eran simulacros de partidos, tanto los de la coalición batistiana, como los creados en etapa posterior al 10 de marzo, con posiciones supuestamente oposicionistas y que en definitiva le hacían el juego a la dictadura.

Sólo sectores importantes de la Juventud Ortodoxa, del Partidos Socialista Popular y estudiantiles, nucleados estos últimos en la FEU, ofrecían seria resistencia al régimen, apoyados por escasos líderes políticos, intelectuales y sindicales, como Manuel Bisbé, Rafael García Bárcena, Pelayo Cuervo, José Antonio Echeverría, Lázaro Peña y Blas Roca, entre otros.

La prensa de la época nos permite una visión panorámica de ese contexto. Miguel Ángel Quevedo, director y propietario de la revista «Bohemia», más empresario que periodista y de ideas conservadoras, en su nadar constante entre dos aguas, brindó no obstante la oportunidad a Fidel Castro y la oposición más radical, de publicar algunos de sus escritos.

En la citada publicación se destaca la «Sección en Cuba», con un grupo de redactores honestos, nucleados alrededor de la figura de Enrique de la Osa, que se convirtió en trinchera de denuncia permanente a las tropelías de la dictadura, hasta los límites permisibles por la censura oficial y los intereses personales del propio Quevedo.

 

Súmese a la «prensa seria», los libelos financiados por la dictadura como «Ataja» de Alberto Salas Amaro, desertor del autenticismo y ahora aliado incondicional de los «golpistas» desde el propio 10 de marzo; «Tiempo en Cuba» del oportunista y asesino Rolando Masferrer, sentina de injurias infamantes contra los revolucionarios; la revista «Gente» o el propio diario«Alerta», del tránsfuga permanente, Ramón Vasconcelos.

La aprobación de los llamados Estatutos Constitucionales, en sustitución de la Constitución de 1940, redactados y aprobados por los incondicionales miembros del Consejo Consultivo, designado de dedo por Batista, provocó la repulsa popular y una airada reacción de los estudiantes.

Fulgencio Batista, quien a lo largo de su funesta trayectoria política, siempre ansió en convertirse en un líder de la democracia representativa, como evocan sus nostálgicos y trasnochados apologistas de hoy (31), nunca pudo reprimir sus instintos más primarios de ególatra, autoritario y represor cuartelario nato.

Ejemplo de tales métodos resultó la acción violenta de porristas del régimen, en los estudios de la emisora radial CMQ, en el estudio 15 de Radiocentro, mientras se transmitía el programa «La Universidad del Aire» en plena disertación sobre la temática del cincuentenario de la República, los destacados intelectuales Elías Entralgo, profesor de Historia de Cuba de la Universidad de La Habana y el profesor Gerardo Canet, por la enseñanza media y actuando de moderador el Dr. Jorge Mañach

Al contrario de la etapa de gobiernos auténticos, ya los atentados y crímenes no eran perpetrados por supuestos movimientos revolucionarios subvencionados por “botellas” otorgadas por los diversos ministerios. Ahora los asesinos y torturadores eran parte integrantes de los cuerpos armados, con patente de corso oficial.

Uno de los más tristemente recordados, Lutgardo Martín Pérez, al mando de fuerzas policíacas, irrumpió violentamente, el 14 de junio de 1952, en el local del PPC(O), en Prado # 109, en los momentos en que se efectuaba un acto en conmemoración del aniversario del nacimiento de Antonio Maceo y Grajales. A golpes y porrazos se disolvió el acto, considerado subversivo por las autoridades.

La llamada línea insurreccional alcanza demagógica notoriedad en sectores políticos auténticos, lidereados por Aurelio Sánchez Arango, fundador de la llamada Triple A, verdadero «capitán araña», que desde el cómodo exilio de Miami, propició la inmolación en acciones irresponsablemente organizadas, a valerosos jóvenes, como ocurriría posteriormente en al asalto al «Cuartel Goicuría» de Matanzas, en abril de 1956 y en la expedición del yate «Corinthia», en Holguín, antigua provincia de Oriente.

El 20 de mayo de 1952, el profesor universitario Rafael García Bárcena, intelectual revolucionario, honesto y de elevados ideales, pero de marcada ingenuidad política, funda el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), cuyo plan de asaltar la fortaleza de Columbia, contando con el apoyo de oficiales del ejército resultó abortado el 5 de abril de 1953, po las fuerzas represivas.

 El 27 de abril del mismo año se inicia el juicio a los acusados como supuestos participantes. Como defensor de García Bárcena y por solicitud expresa de éste, se desempeña el muy joven abogado Armando Hart Dávalos, cuyo alegato, se convierte en una dura crítica al régimen de facto.

Por su parte el Dr. Justo Carrillo funda en julio de 1952 un grupo político que denomina «Acción Libertadora», que nace y muere sin pena ni gloria. Por el contrario, el movimiento estudiantil, liderado por José Antonio Echeverría funda oficialmente el 24 de febrero de 1955, el Directorio Revolucionario, de desarrollará heroicas acciones revolucionarias contra la dictadura.

En julio de 1952 el periodista y destacado revolucionario Luís Orlando Rodríguez funda el periódico «La Calle», en su primera etapa, que es clausurado desde su primera edición. Al mes siguiente sería detenido y torturado el conocido periodista opositor Mario Kuchilán Sol. Ambos hechos provocan una airada reacción popular que tiene como marco de divulgación los diversos órganos de prensa.

En la esfera de la politiquería criolla, los nuevos líderes conciliadores del PPC(O), Millo Ochoa, José Pardo Llada y Carlos Márquez Sterling, partidarios de establecer pactos electores con los auténticos de Carlos Prío, suscriben en Canadá el llamado Pacto de Montreal, el 7 de junio de 1953 .

Meses antes, en enero del propio año, Fidel, que participa de la reunión, celebrada en el local de Prado # 109, donde triunfa la posición de los «pactistas», con el repudio del sector juvenil ortodoxo y de líderes históricos como Manuel Bisbé, Pelayo Cuervo y Roberto Agramonte se retira indignado de la misma, con un grupo de simpatizantes de sus ideas, con un pronunciamiento premonitorio:

«Vámonos de aquí. Con estos políticos no se puede contar para hacer una Revolución». La decisión había sido tomada.

El 15 de enero aparece profanado el busto de Julio Antonio Mella, en el recinto universitario, lo que provoca una combativa manifestación estudiantil. En el enfrentamiento con la policía, cae mortalmente herido el joven Rubén Batista (38). Otro hecho que conmovió a la opinión pública lo constituyó la irrupción de la policía en el estudio del escultor Manuel Hidalgo en Marianao, por considerar de carácter subversivo la creación artística por éste de bustos del Apóstol, que tenían grabados en su base: «Para Cuba que sufre».

La agresión primero y el sistemático acoso a que el artista fue sometido en los días siguientes, por las fuerzas represivas, lo obligó en definitiva a marchar al exilio en México. Indignado por este hecho, Fidel Castro escribe su artículo «Asaltado y destruido el estudio del escultor Fidalgo» que constituye el primer escrito de éste publicado por la revista Bohemia.

En el mismo se expresa como  « (...) asaltado el viernes, dos días después del natalicio de Martí: a las diez de la mañana se presentó un grupo de perseguidoras frente a los talleres del conocido escultor en El Calvario, allí comenzó el destrozo que continuó después en sus estudios situados dos cuadras más arriba. Como de costumbre carecían por completo de mandato judicial; jamás lo han usado (...) El crimen de Fidalgo era haber puesto al pie de sus estatuas aquellas palabras del Maestro pronunciadas en un momento similar a este “para Cuba que sufre”» .

Otro ejemplo de la falta de garantías impuesta por el régimen de facto es la detención del dirigente ortodoxo y profesor universitario, Pelayo Cuervo Navarro, por sus valoraciones críticas en su intervención en el programa televisivo «Ante la Prensa». En represalia el gobierno prohíbe a sus funcionarios comparecer ante el mismo por considerar que se les otorga un tratamiento inadecuado. Ante el hecho y el constante acoso de las autoridades a la libertad de prensa, los empresarios de la CMQ TV, los hermanos Goar y Abel Mestre, determinan la suspensión del citado programa, ante la evidente falta de garantías. Ya en reiteradas ocasiones se aplicaron las leyes represivas contra otros programas de la oposición.

Ante tal sombrío panorama sólo la insurrección armada era el único camino válido.

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