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LA TECLA CON CAFÉ

Cronicafeando

Che, fuego y crisol

Che, fuego y crisol

 

viernes, 09 de octubre de 2020
03:32:09 am

Por Mercedes Rodríguez García 

En Cuba hizo una Revolución y una familia, pero otras tierras del mundo reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos. Y partió clandestino Ramón, y regresó clandestino Tatu. Lo hizo contrariado consigo mismo, todavía a flor de piel el dolor por la muerte de su madre. Bien lo saben Kabila, Mulele, Gizenga; los simbas todos, y sus brujos de la selva; la mochila con libros que dejó enterrada, las aguas del lago Tanganica.

Comienza su peregrinaje de retorno a Cuba.

Lúcido y severo con la experiencia africana reconoce el fracaso. Sigue creyendo en eso de «morir si es necesario», «voluntariamente», en «otras tierras del mundo». Tal es su bravura, su espíritu de sacrificio, de invencibilidad, que de nuevo marcha el partisano de voluntad de hierro hacia el ciclo último de su lucha revolucionaria.

Pensó en Salta —en su Argentina—, hasta culminar en la victoria insurreccional de toda Sudamérica. Mas, no hay condiciones ni apoyo comunista local; mejor, Bolivia, a donde el Furibundo Serna llevará consigo comandantes, capitanes y tenientes de «la vieja guardia», militares eficientes y leales, probados durante años en el desarrollo de la guerra en su tierra adoptiva.

Cruzará sierras y ríos y perderá 20 kilos de peso, tendrá días negros, y sonadas victorias —«Día de acontecimientos guerreros» les dice—; y unas cuantas alegrías temporeras. La columna guerrillera se mueve en territorio desconocido y a paso lento. Faltan armas, municiones, medicinas; hay desinformación, delaciones, traiciones, recelos, discrepancias.

El ejército boliviano va tras sus pasos. Tiene el invaluable apoyo de expertos de la CIA. Los rangers se han movilizado hasta las alturas de El Yuro. Comienza la cacería…

Herido, con la pistola y el fusil inutilizados, continuó combatiendo.

Lo capturan. En la escuelita de La Higuera viviría sus últimas 24 horas. Ni una sola palabra a sus captores. Le apuntan.  «¡Dispare! ¡No tenga miedo!», dicen que dijo. Porque eso no quedó en su Diario, escrito desde el 7 de noviembre de 1966 hasta el 7 de octubre de 1967, vísperas de su último combate en la quebrada.

El 11 de octubre, su cuerpo fue amarrado a un helicóptero y trasladado al lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde le exhibieron como mercancía. Luego, desaparecieron el cadáver, con las manos cortadas, para conservarlas como prueba de la muerte.

Hace hoy 53 años, aparece de nuevo entre nosotros con su más que nunca avizor y contra imperial «ni un tantito así».

En una época árida en valores éticos, el legado más importante del Che es su ejemplo. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Sin dogmas, porque su integridad moral y su claridad política radicaban —como debiera ser ahora— en una comprensión integral de la realidad de su época.

Destinado está a seguir inspirando a nuevas generaciones de luchadores por la justicia social y la hermandad entre los seres humanos. Por ello fue a combatir en África y a encabezar un proyecto de liberación continental a partir de la guerrilla en Bolivia.

Dice Benedetti en unos versos: «Como añejo arquetipo de santo o Satanás», Che sigue «bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre». Su imagen, su fuerza, su influencia se han multiplicado por toda la Tierra.

Entonces, desde donde esté, sea Memorial o cielo, ¡qué el fuego ilustre de Guevara nos ilumine y alimente el crisol donde la patria Cuba se mide firme y trabaja!

 

 

Fecunda génesis cederista

Fecunda génesis cederista

 

lunes, 28 de septiembre de 2020
8:42:07 pm

Por Mercedes Rodríguez García

Llegaron antes del socialismo. Los creó Fidel Castro en La Habana, una noche calurosa del noveno mes del segundo año de Revolución.

Las luces de los reflectores en la azotea y balcón de la gran terraza norte del Palacio Presidencial debieron resultarles espléndidos soles a la multitud que, debajo congregada, se extendía como marea humana, fijos los millones de ojos en la figura del joven líder rebelde que regresaba a Cuba diez días después de haber participado en el XV período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.

El pueblo se reúne con delirante entusiasmo para tributarle un caluroso recibimiento.

No. No es Fidel hombre de improvisaciones, no. No venía decidido a fundar los CDR, sino a alertar, a orientar, a contar sobre lo vivido
en los Estados Unidos, entre otras cosas; la campaña de mentiras que contra Cuba libraban allá todas las revistas, periódicos, estaciones de radio, de televisión y medios publicitarios.

Pero estallan dos petardos en los jardines de la mansión ejecutiva. En el primero hubo un alto, más tarde explota otro.

La contrarrevolución quiere sembrar el miedo. No hay sustos. Nadie se mueve de su lugar. Más enardecida todavía, la heterogénea
muchedumbre canta el Himno Nacional, grita consignas y da vivas a Cuba y a la Revolución.

La escena cobra matices épicos. Las circunstancias definen el nacimiento del nuevo hijo:

«Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva, porque en definitiva nosotros vivimos en toda la ciudad. No hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana ni hay barrio que no esté ampliamente representado aquí.

Vamos a implementar frente a las campañas y agresiones del imperialismo un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria […] Están jugando con el pueblo y no saben todavía quién es el pueblo. Están jugando con el pueblo y no saben todavía la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo…».

En aquella convulsa nación nacieron los CDR, esa gran familia que hoy suma más de ocho millones de miembros.

Así fue. Con letra y música de Eduardo Ramos, Sara González perpetuó el fidelísimo parto en su portentosa voz:

Desde que el sol rompió su molde / y el enemigo su consuelo / ya desde entonces la respuesta fue: / en cada cuadra un Comité / en cada barrio Revolución / cuadra por barrio, barrio por pueblo /país en lucha: Revolución… /

Transcurridas seis décadas desde aquel histórico 28 de septiembre de 1960, los Comités de Defensa de la Revolución continúan siendo el enlace más efectivo entre las masas y las instituciones de poder revolucionario; ahora, con la mirada apuntando al desarrollo de formas nuevas, eficientes, de democracia y enfoque comunitario; requeridos de otros —tal vez— mayores heroísmos e inteligencia, precisados de una moral más alta, y siempre listos a preservar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo.

Invariablemente y en esencia, trovadoramente hablando: Desde la sierra a la ciudad, tanto en el monte como en el mar, cuadra por barrio, barrio por pueblo, a la vanguardia va el Comité…

¡Savia del pueblo, génesis fecunda!

Vanguardia, genuino y legítimo 58 cumpleaños

 

domingo, 09 de agosto de 2020
8:09:55 am

Por Mercedes Rodríguez García

En mi memoria apenas lo ha desdibujado el tiempo, aunque recodos tiene ya unos cuantos.

Sí. Recodos magníficos a los que voy de vez en cuando a escanear los agostos que han pasado desde aquel ruidoso y entintado parto de Vanguardia, sin descorche de cidras, ni champanes, ni toques de campanas, ni sirenas, ni bengalas, y sí mucho calor y luna clara, y aquel unísono y sudado «¡al fin, carajo!», que dicen dieron Ñico, el Rubio, Esteban, Moure, el Chino, o Pariente, porque de entonces ninguno de los fundadores queda para precisarlo.

No. No andaba yo por todo aquello. Todavía jugaba a las casitas y me llevaban a patinar al parque, siempre cuajado de gente y de totíes. Llegué bastante luego, por casualidad, digamos. Pensando que aún podía retomar la Medicina recién abandonada, o derivar al cuento y al verso tallereado. Aunque escritora ¡no! y periodista ¡sí!, o escritora ¡sí! y periodista ¡no!, antinomia irracional y estricta cuando el dogma primaba por sobre la vida misma y no existía nada más cierto que lo gris y lo práctico.

Y vuelvo al tiempo. El tiempo que fue aquel, de Vanguardia, escuela y magisterio, —todavía lo es—. El tiempo exigente y despiadado, carente de condescendencias y ternuras mínimas, el del lápiz bicolor de Ciriano y Roberto —siempre Roberto— echándote en cara de cuartillas que no sabes nada y hay que cambiarlo todo porque «esa no es la idea», o porque faltan datos o sobran adjetivos, porque el «trabajo» carece de coherencia y los párrafos «se estiran como chicle», distantes sujeto y predicado, copiosos de incidentales, «demasiado pomposos…».

No. No piensen que es nostalgia ¿despechada?, ni estoica valentía. Desgracias y dificultades he pasado; errores, cometido; regaños, recibidos. Otras veces lo he escrito o confesado.

¡Ah! Vanguardia


¿Cuántos años dije? ¿Cuántos directores? ¿Cuántos logotipos? ¿Cuántos colegas de viaje permanente? ¿Cuántos arribos nuevos? ¿Cuántos premios y condecoraciones? ¿Cuántos días del Periodista y jornadas de la Prensa? ¿Cuántos seminarios, diplomados y talleres? ¿Cuántos sucesos reflejados? ¿Cuánta historia contada? ¿Cuántas polémicas libradas?

¿Avatares?, por decenas, signados siempre por las circunstancias, trepidante por consumar su misión informativa y orientadora.  

Que si vertical, que si apaisado, que si tabloide, que si diario, que si dos veces por semana. Con sus legítimos nacidos e infortunadamente desparecidos suplementos Huella, Santaclareño, Arimao; ocasionales boletines de zafra, efemérides, aniversarios fundacionales… y el primogénito Melaíto, con Roland, Panchito, Celia, Linares, Martirena, y Pedro Méndez, un coctel realmente explosivo.

Y ya que escribo amigos, permítanme este pequeñísimo homenaje —por apellidos y sin orden de desaparición—, a los colegas periodistas que se fueron marchando poco a poco, desde que me anclé a puerto Vanguardia, en septiembre de 1973: 

Contreras, Bermúdez, Mederos, Pérez Gómez, Jesús Hernández, Mirta Azalia, Vega Díaz, Ruano, Mike, Allende, Otto, Vizcaíno, Roberto, Sacerio, Guido, Pepe, Jorge, Rosa… Aprendí de todos, y aun lo hago de mis alumnos, de los lectores, de los vecinos, de la familia, mis jueces más severos. (El aprendizaje nunca termina y es infinito mientras vivamos). 

Y ¡sí que me queda mucho por ver y por hacer! en este queridísimo periódico que, en sus soportes de papel y web convierte cada día en desafío, a favor de un producto comunicativo acorde con las transformaciones, alternativas y exigencias de la sociedad cubana, en este tan crucial aniversario 58 de Vanguardia. 

Extenso sería un recorrido a los orígenes, un trayecto de ida y vuelta por el laberinto de las palabras a través de su existencia, ahora colorida, pero antes —en despunte nacional— computarizada. Una cuerda locura Díaz-Canel y Peña, que nos mantuvo en vilo por tres días, dando tumbos entre el joven club de la Tenería, la Universidad Central, Planta Mecánica, la imprenta del Partido, y ¡al fin! el poligráfico, obligado a echar a andar el elefantico dormido de la impresión offset en rotativa. 

Descarto pues el viaje a la semilla y me afianzo en los frutos, que ahora crecen, inexpertos aún, pero bien preparados, cultos y animosos, en desproporcionada interrelación generacional a lo vintage. 

Lo bueno, lo mejor, lo excepcional, es que Vanguardia no representa —como se dice— la edad que tiene, sin padecer siquiera de frunces, presbicia, alopecia, canicie, cardiopatía, distensiones y adiposidades. Y es así porque —no sin algunos rasponazos—  ha sabido  innovar, cambiar, proyectar, aprovechando siempre los recursos que brindan las no ya tan nuevas tecnologías, lo cual le ha permitido desarrollar en su plataforma digital proyectos exitosos, encabezados por quienes son hoy —en su época—, como de cierta manera fuimos ayer, en la nuestra. 


En otras palabras: Vanguardia ha sabido mantener su esencia, principios y razones desde que viniera al mundo bajo los metálicos y fragosos engranajes de una terca rotativa, ungido de aceites y chamusquina, el día 9, del más caluroso de los meses, de 1962. 

Y ¡sí!  No siento ni penas ni nostalgias, que nunca me he dejado arrastrar por las morriñas ni permitido que me arrebaten la alegría, esa que define en versos Benedetti como un principio, un destino, una certeza, un derecho. 

La edad, no importa. Los de la media rueda en adelante también tienen su encanto… ¡y elegancia!, si la saben llevar. 

Celebremos, pues, con orgullo y alegría tan genuino y legítimo 58 cumpleaños.

 

¡Felicidades, papá!

¡Felicidades, papá!

Alas

Alas

 

lunes, 01 de junio de 2020
5:52:07 am

Por Mercedes Rodríguez García

 A los niños de mi casa, de mi barrio, de mi país, que en medio del confinamiento social no han dejado de soñar, de imaginar, de preguntar, de inventar, de reír...   

Pensé que no resistiría.

Que no resistiría yo, ni los abuelos ni los tíos.

Que no resistiría los pelotazos en las paredes, ni la dispersión de juguetes, crayolas, libros y libretas por cuanta mesa, cama y rincón tiene la casa.

Que no resistiría el «mamá, tengo hambre», a toda hora; el tozudo «déjame salir un ratico a la calle que me aburro»; ni el ¡zas!, ¡crack!, ¡puf! ¡toc! de Minecraft, de madrugada y ¡sin audífonos!

Que no resistiría se acostaran tarde, vieran las secuelas de Disney Pixar, los «muñe», la telenovela, las películas del sábado, y hasta el NTV y la conferencia diaria del Dr. Durán García, sin respeto al reloj ni a las costumbres. De modo tan displicente y permisivo de mi parte. Sin la conflagración familiar acostumbrada contra el abuso de televisores, ordenadores, celulares y tabletas.

Pero ha tenido que ser por estos días en que cesó la escuela y las maestras son las de las teleclases; y el parque más cercano queda virtual, o muy distante. Y no hay cines abiertos, ni teatro, ni guiñol, ni biblioteca, ni estadio, ni paladares, ni helados, ni fiestas, ni visitas, ni juegos en casa de amiguitos. Y se agotan los cuentos escritos y los inventados. Y no funciona el transporte público para ir a los ríos, playas y piscinas, y el calor y la lluvia indisponen el cuerpo. Y todo como que sobra, y todo como que falta a los adultos, que no es otra cosa  que ser adulterados.   

Ellos, esos «locos bajitos» de Serrat, el cantante. Ellos, tan exquisitos, hondos, sutiles, perspicaces, creativos. Ellos, los niños de mi casa, de mi barrio, de mi país; los que en medio de este mundo desigual y despintado no han dejado de soñar, de imaginar, de preguntar, de inventar, de reír.          

Edad de encanto, de magia, de ilusión, con alas que soportan prodigiosas travesías a horizontes lejanos, más punto de arribo que de despegue, al que también pueden llegar trepando, cabalgando, corriendo, saltando. 

Ellos nos lo han enseñado.    

Por estos días lo hemos aprendido:

¡No hay infancia encerrada!     

Martí, cuanto hizo y hará

Martí, cuanto hizo y hará

 

lunes, 18 de mayo de 2020
11:09:34 pm

Por Mercedes Rodríguez García

Dos Ríos. Diecinueve de mayo de 1895. Un hombre de dignidad extrema sale a pelear. El alma de la nueva revolución que comenzaba, cabalga impetuosa. Tiempo rápido. Por el frente, por la derecha y por la izquierda, tres disparos mortales: en el cuello y en el pecho; otro, en el muslo.

La historia se ha contado muchas veces. ¿Cuántos le dispararon? ¿Desde dónde? ¿Cayó con vida? ¿Fue rematado? ¿Suicidio? Abundan las versiones.  

Muerte de un genio, pero no buscada; tal vez, apetecida.

¿Quedarse atrás quien mucho clamó no haber peleado antes?
¿Quedarse en el campamento mientras la tropa se batía?
¿Atrás el delegado que había convocado a la guerra?
¿Atrás el mayor general recién nombrado?
¿Atrás quien por Cuba se dejaría clavar en la cruz?

No hay por qué llenar de pormenores la caída, ni destacar que vestía saco negro, pantalón claro, sombrero de castor y borceguíes. Si acaso, que en su cuerpo menudo en dimensiones iba la obra grande de su vida: la Revolución, en aras de la «República fraternal del porvenir».

En la mano solo llevaba su revólver con empuñadura de nácar, regalo de Panchito. Ni una sola bala disparada. Pero él, como bandera desmandada al toque de a degüello, salió al galope en pos del enemigo.

¿Entonces? ¡Ah!, su muerte fue divina, celeste, encandilada. De cualquier modo, muerte indócil, muerte osada. Muerte rebosante y fértil.

Muerte gloriosa, de extraña concepción en este siglo de transcurrir aciago, tan lleno de temores, asechanzas y peligros imperiales.

En fin, 125 años después, muerte martiana.

Bienaventurado él, que al combate corrió por Cuba libre, que cuanto hizo y hará fue para eso.

 

Madre

Madre

 

sábado, 09 de mayo de 2020
11:53:02 pm 

Por Mercedes Rodríguez García

Grandeza de mujer puso en el trance, nos maduró en su vientre, gimió de dicha y a la luz nos trajo. No hubo nada más hermoso, ni regio en lo adelante.

Si no tenemos luz, ella la hace; si hay sombras, las disipa. Si no tenemos pan, inventa el trigo. Si falta el agua, junta sus manos y pide al cielo desate la tormenta. Si escasea el oxígeno, inhala el verde de las plantas y transforma la sabia en aire puro. Si las piedras y el lodo entorpecen el camino, ella se tiende y nos alcanza. Nada escatima…

No digo un beso, que es como si el mar se uniera con la tierra. No digo abrazo, infalible cobertor de miedos infantiles y adultas desazones.

Digo su fuerza, su valor, su ilimitada magia para atemperar heridas, dolores, malos pasos, ya el pelo frondoso y colorido, ya entero de plata relumbrado.

¿Qué hay amor en su cólera, y amor en sus regaños, y amor en sus reproches, y amor en sus reclamos? : Virtudes maternales. ¿Encono? Si acaso a quien nos odia, a quien nos daña, a quien injustamente la libertad nos roba, nos priva, o nos prohíbe; a quien nos daña, nos aborrece u oprime.

Ella sabe perdonar sin condiciones, y  por la felicidad del hijo sacrifica la propia, olvida cansancios y dolencias. No hay mayor beneficio ni corona más regia.

¿Qué regalo? Nada encuentro ni alcanza la calidad de su universo.

Mejor devolver sus desvelos, abrigar más razones para la alegría, disiparle ausencias, reciprocarle afectos.

Hoy, mañana, siempre, cualquier día.

 

¡Inédito Primero de Mayo!

¡Inédito Primero de Mayo!

 

viernes, 01 de mayo de 2020
9:58:42  am

Por Mercedes Rodríguez García

No fuimos a la Plaza, la Plaza del Che estuvo en casa: no tan cuantiosa, ni colorida, ni bulliciosa; no tan extensa, no aglomerada, más bien arrebujada; dibujados árboles y palmas en paredes; traspuestos fuentes, mármoles y bronces en puertas y ventanas.

Qué desfile tan especial de banderitas blanquiazules y rojinegras pegadas en los muebles; de diminutos carteles dando vivas a Cuba, guindando de una esquina a la otra del tejado. Y como ayer, y antes de ayer, música, películas, juegos digitales. Y pasa un día, y pasa otro, y llega este  viernes de peculiar alboroto.  

—¡Vamos a jugar, mamá! … A la rueda-rueda de pan y canela, dame un besito y vete pa’ la escuela… ¡Ah, qué ganas tengo de volver a la escuela! ¿Cuándo será de nuevo?

¡Inédito Primero de Mayo!

Por primera vez en tantos revolucionarios años no fuimos a la Plaza. La Plaza estuvo en casa. En el tapete y las toallas ondulando en el cordel del traspatio, acompañados ahora de cuadraditos de tela con pares de tiritas a cada lado, especie de antifaces para proteger la vida.  

—Léeme un poco, papá, mi hermana nunca tiene tiempo, siempre anda enrollada con la laptop, la cama y las almohadas.

—No, chico, tranquilo, ella duerme, está cansada, trabaja por las noches, de madrugada, como la tía enfermera y el primo panadero.

Y sí, ¡seguro!, despertará ahorita, y saldrá del cuarto envuelta en cadenetas y estrellas, como si fuera un hada proletaria; o mambisa, como María Silvia, la de Elpidio; o la Maga Maguísima, o Granito de Canela o la traviesa Nené de nuestro Apóstol. Y nos dará su canto, y nos dará su risa para compensar la angustia de todos estos días.

¡Inédito Primero de Mayo!

Festiva congregación de corazones chateando en los portales, en los balcones, por donde mismo suenan aplausos que vuelan por las noches, a las nueve, y recorren la isla y atraviesan los mares hacia naciones donde curan y ayudan los compatriotas de las batas blancas.

No fuimos a la Plaza, la Plaza estuvo en casa. Era la cocina, saturada olores cotidianos; la sala sin visitas; la mesa puesta, precaria de carnes y ensaladas; el agua fresca almacenada en los cubos, o cayendo tibia desde el tanque a la ducha; el escaparate intocable del abuelo y la abuela, que los queremos y cuidamos mucho…

No fuimos a la Plaza. Plaza del Che, de Santa Clara. La Plaza estuvo en casa, rinconcito de paz y de resguardo. Es verdad, Guevara, un tantico cansados del encierro, del beso y del abrazo prorrogados, de esta convivencia a distancia por salvar y salvarnos.

¡Inédito Primero de Mayo!

Nunca la fecha tuvo tan grandes desafíos.