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LA TECLA CON CAFÉ

Girón, la fuerza previsora y poderosa

 

I. Retazos de lecturas y agendas

Por Mercedes Rodríguez García

Dicen los habitantes de la Ciénaga de Zapata que el cocodrilo cubano es tozudo, caprichoso y paciente, capaz de acechar durante horas, inmóvil, a su presa; que con sorprende agilidad la atrapa entre sus poderosos dientes y que no pocos atrevidos han terminado su vida entre las poderosas fauces del rey de los pantanos. El otro, el «americano», gusta de la costa, del agua salobre, y huye cuando se le enfrenta.

Por eso Kiko, el primer cocodrilero con quien Fidel conversó durante uno de sus recorridos por la Ciénaga de Zapata, en 1959, no dudó en afirmar dos años después, cuanto se enteró que los «americanos» habían desembarcado por Playa Larga: «Serán muchos, pero se van a cagar en la hora que nacieron. Así que ahora la cosa es jalar al animal, amarrarle la soga al cuello y atarle la boca con un lazo para que acabe de coletear arriba del bote.» 

  

A Kiko me lo presentó Ana María Hernández, allá por los años 80, cuando la entrevisté en Jagüey Grande. La entonces brigadista Conrado Benítez, fue sorprendida y apresada por uno de aquellos mercenarios apodado El Chino (King). Del cocodrilero, no supe nunca más, pero su brevísima narración quedó entre mis notas de entonces.

 

RESISTENCIA TOTAL Y A MUERTE

Finales de enero de1960. El periodista Lisandro Otero cubre un recorrido por la Cuba revolucionaria. En tres meses, más de diez mil kilómetros. Desde el impresionante paisaje hasta los fangales de la Ciénaga de Zapata, registra día a día, sus impresiones de una nación en construcción.

En diciembre de 2007 llamo a Lisandro por teléfono. Fue él quien propuso a la Dra. Gema Mestre Varela, para miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Como director de esa institución me interesan algunos elementos para una entrevista que pacté con mi antigua profesora de Gramática en la Universidad Central. «Bien —me dice— ¿Podría llamarme dentro de una semana? Como periodista vaya entrenando los ojos, los oídos y tenga a mano para entonces su libreta de notas.» Y todo quedó allí. Me enredé con lo cotidiano y no hubo más llamada. A poco de comenzado el nuevo año nuevo Lisandro falleció. Ahora recurro a uno de sus grandes reportajes: Cuba: ZDA, y sintetizo una de sus fabulosas narraciones:

   

Fidel ha invitado a un grupo de amigos para que aprecien sobre el terreno las transformaciones en el campo. Entre ellos: Miguel Angel Asturias, Fabricio Ojeda, el Padre Iñaki Azpiazu, René Depestre y Jean Paul Sartre.

En lanchas recorren la Laguna del Tesoro. De regreso se instalan en el comedor. Sartre le pregunta a Fidel sobre la posibilidad de una agresión y los diferentes aspectos que esta pudiera adoptar y las medias que se han estudiado:

«La voluntad de resistir es nuestra mejor arma (...) Puede usted tener la seguridad, señor Sartre, que nuestra resistencia contra una agresión será total y a muerte.»

Luego  le pregunta:

—¿Y cómo usted se hizo revolucionario?

—Considero que me hice revolucionario por observación, análisis y espíritu inconforme, tenía vocación.

Fidel narra numerosas anécdotas de su infancia, adolescencia y juventud. Ya es media noche. Sartre va a su barraca; Fidel, a uno de los muelles, azotado por el viento frío de la madrugada. Solo dormirá tres horas.

LA CARRETERA, UN GOLPE MORTAL

Algunos años después, en el mismo batey de Soplillar, el «Pelao» recordó la Nochebuena de 1959 en que el «jefe del Gobierno» cenaría con él, sin protocolo, en su destartalado bohío. Le hizo mil preguntas, si ganaba poco o mucho. Ya estaba creada la cooperativa y la Ciénaga había empezado a cambiar. Pero aún no existía carretera.

«Ustedes van a ver que aquí van a entrar las guaguas de La Habana.» Y pensó que Fidel se había vuelto loco. Pero no, el 24 de diciembre de 1960, ya su hijo pudo venir desde la Capital, donde Rita Longa le daba clases de cerámica, «en menos de lo que canta un gallo.»

 

Aquella carretera, en realidad tres terraplenes, liquidaban casi un siglo de aislamiento, soledad, dolor y muerte. Pero además, sin proponérselo, la decisión del jefe revolucionario acababa de propinar un golpe mortal a la invasión que aún no se había concebido en la mente de los gobernantes de Estados Unidos. Por ellos avanzarían los batallones de milicia, los blindados y la artillería terrestre y antiaérea.

De no haber existido, el traslado hacia la cabeza de playa a través de la ciénaga habría sido sumamente difícil. Lo comprobé en dos días de recorrido con integrantes villaclareños de la Asociación de Combatientes de la Revolución, cuando Ovidio Díaz, su presidente en la provincia, me contó lo que le había dicho Fidel a un intelectual cuyo nombre no recordaba. Hace apenas unos días localicé la cita.

«Ellos desembarcaron en un lugar donde podían sostenerse un tiempo, porque era un lugar muy difícil de recuperar, puesto que las carreteras de acceso tienen que atravesar varios kilómetros de ciénagas, sin ninguna posibilidad de maniobra militar. Eso se convertiría en una especie de Paso de las Termópilas.» (A Caetano Pagano, realizador de la televisión sueca)

CONCENTRAR LAS FUERZAS DE LOS BATALLONES

Entre las transcripciones que guardo aún vírgenes encuentro la de la grabación que hiciera a Sofía Kokuina, viuda del Comandante Angel Martínez, quien en misión secreta había llegado a Cuba el mismo día de la explosión del vapor La Coubre.

Angelito, por su experiencia militar probada durante la Gran Guerra Patria y en la guerra civil española, fungía como asesor del jefe del Ejército Rebelde en la región central del país. Por lo tanto —me revelaba Sofía— debió conocer detalles de la operación que se gestaba.

 

En su libreta de anotaciones, Ángel escribe que el 2 de diciembre de 1960, en el propio teatro de operaciones Fidel «le instruye concentrar las fuerzas de los batallones» que se encontraban en la Lucha contra Bandidos en El Escambray.

Para el 8 de enero de 1961, las Fuerzas Armadas y las Milicias Nacionales Revolucionarias ya estaban en pie de guerra. Cientos de baterías antiaéreas se trasladaron a las costas, los tanques se alistaban para el combate y los escasos aviones volaban de «Patria o Muerte».

DESEMBARCANDO NO, REEMBARÁNDOSE

«(...) Hoy se sabe que ya en marzo de de 1960, el presidente Eisenhower firma una orden que autoriza una poderosa ofensiva de propaganda contra la Revolución y un plan de acción encubierta para el derrocamiento del gobierno de Cuba.,  comenta el Comandante en Jefe a Ignacio Ramonet, durante la entrevista recogida en la primera edición del libro Cien Horas con Fidel.

También le explica sobre su participación en Girón:

«Yo, incluso, caí bajo el bombardeo de nuestra propia gente, porque, bueno, cuando nuestra aviación informa que están desembarcando más gente, yo digo: No. Están reembarcándose, y a la artillería le doy instrucciones allí de disparar unas salvas contra la tierra y otras salvas en el mar, y había cantidad de cañones, un grupo de artillería completo disparando, obuses de 122...»

—Hay una fotografía célebre de usted en Girón, saltando de un tanque.

 

—Sí, yo estuve en varios tanques, no estuve en un solo. Esa es otra historia...

VOLUNTAD DE LOS HOMBRES

El proyecto norteamericano denominado Operación Pluto no obvió ningún detalle: ni militar, ni económico ni político. ¿En qué radicó lo extraordinario de la victoria del pueblo cubano?

La interrogante me asaltó desde la adolescencia. Por más que trataban de explicarme no entendía argumentaciones emocionales, como tampoco otras lastradas por esquemas y presupuestos preconcebidos vertidas en la literatura disponible.

 

 

Me convenció hace ya cuatro años, un párrafo del prologo de José Ramón Fernández, al libro de Juan Carlos Rodríguez Girón, la batalla inevitable:

«(...) El hecho incuestionable de que la población cubana vivía en total clímax revolucionario y mantenía una incuestionable cohesión de ideas políticas Con Fidel y, al mismo tiempo, esperaba una invasión, incluso, directa. Para los cubanos se trataba de enfrentar, rechazar y derrotar una invasión extranjera. Y existe una fuerza más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad de los hombres.»  

 

 

 

 

 

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