Camilo vivo
domingo, 28 de octubre de 2018
10:09:46 p.m.
Por Mercedes Rodríguez García
El 28 de octubre de 1959, Cuba entera lloró su desaparición en las aguas perturbadas del Caribe, o entre ese laberinto en el que el mar y la tierra arman un tejido de canales e islotes, o en la tierra misma, —húmeda y neblinosa—, en vuelo agitado y temerario de Camagüey a La Habana.
Y mira que se le buscó. ¡Cien mil millas! De día y de noche, de norte a sur, de este a oeste. De Sagua la Grande a Remedios, desde Zaza del Medio hasta la parte cenagosa de la costa opuesta, cuadrícula a cuadrícula trazadas en un mapa —y a veces sin cuadrículas— siguiendo augurios y corazonadas. Desde el aire, rasando peligrosamente el firme, la cresta de las olas; o sobre ellas, surcando la vastedad en embarcaciones pesqueras; o a puras zancadas y cayado auxiliador, campesinos y cruzrojistas movilizados.
Y siempre la esperanza de volver a verle la sonrisa: blanca, limpia, pura. Y siempre la desazón del “lo perdimos” cuando más falta nos hacían su denuedo, su bizarría, su incuestionable lealtad a Fidel y a la Patria, que siempre ha sido lo mismo que decir Revolución, que hacer Revolución, que creer en la Revolución.
¡Ah, qué hijo de españoles tan cubano ese Camilo! El de la Columna 2 Antonio Maceo, rumbo a occidente, a través de cientos de kilómetros, 48 días a campo traviesa, 92 rebeldes de los más fogueados, acechados por el ejército y la aviación enemigos.
Llanura hostil, Naturaleza impía. Hambre, mosquitos y jejenes, calor, fango, falta de sueño. Y Camilo con su tropa vence, avanza, cruza el Jatibonico, ya muy crecido. Está en Las Villas. Afianza campamento. Y sigue. Yaguajay ¡Ya es Héroe! (Dicen que en Gavilanes, acostado en el piso, disparaba a los aviones). Meneses, Iguará, Venegas, Zulueta, Remedios, Caibarién, Mayajigua, Camajuaní, conforme le ordenara Fidel.
Ha entrado en la memoria numerosa de su pueblo «el más brillante de todos los guerrilleros». Comandante del Pueblo, Señor de la Vanguardia.
Ya es luz y es fuego que entra a Santa Clara a unirse con Guevara. Luego, con Che, a La Habana. Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde de Cuba. Tiempo vertiginoso, sacrificios en la flor de su vida, vida breve. Como una vez él mismo dijo: «La Historia es dura, pero a ella se va sencillamente».
Fue su destino: ir, sin un regreso. Y permítanme decirles que hay veces que me animo pensándolo perpetuo, llegando exactamente como debió haberse ido, risueño y severo, explosivo y alegre.
Y no es que aparezca, porque no se ha perdido.
No hay líquida presencia, ni huracanados huesos, ni fantasma que del viento venga, ni polvo funeral de estrellas, ni barbudas sirenas masculinas.
Camilo viene y va, es centinela.
Huracán detenido en pleno vuelo, lo veo en las esquinas y en las bocacalles, deslumbrante de sol y verde y mar de espuma; ofreciendo en su muerte mucha vida, buscando pista donde aterrizar su ejemplo. De él necesitados corazón adentro.
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