Tras el sueño de los varados
4:02:41 a.m.
Por Mercedes Rodríguez García*
Otra situación migratoria que involucra a miles de cubanos tiene lugar, pero esta vez fuera de nuestra paradigmática isla. La compleja circunstancia humanitaria que viven cerca de 2000 cubanos varados en Centroamérica viene avizorándose desde hace varios años y amenaza con desatar una nueva crisis.
A la mente me viene la Operación Peter Pan (1960), los embarcaderos de Camarioca (1965) y Mariel (1980) —y por supuesto la Embajada de Perú—, el malecón habanero de 1994 punteado de balseros, y esos embaucadores sorteos de visas. Y siempre el mismo destino tras el mismo sueño (norte) americano inculcado.
Pero ahora, no. Ahora no es lo mismo. Ahora Cuba y Estados Unidos han restablecido relaciones, y las cosas parecen marchar, aunque no precisamente «viento en popa y a toda vela». Ya sabemos lo que antes habrá que levantar, lo que antes habrá que devolver.
Sobre los últimos sucesos originados por el éxodo que ha varado a esos cubanos en Costa Rica, a causa del cierre de la frontera nicaragüense, el Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) emitió este martes una nota oficial. A primera hora de ese día la difundieron los sitios web de Granma, Cubadebate y otros medios cubanos en internet, así como el NTV. La nota es precisa y objetiva. «Cuba por solución adecuada a situación en frontera con Nicaragua», expresa el titular. «[…] más de mil ciudadanos cubanos han estado arribando a Costa Rica desde otros países de la región con la intención de viajar hacia los Estados Unidos», refiere al comienzo.
«Estas personas —explica más adelante— han salido de Cuba de manera legal hacia diferentes países de América Latina, cumpliendo todos los requisitos establecidos por las regulaciones migratorias cubanas».
La otra información que circula por la red de redes es más descriptiva y narrativa, abundante en historias. Pero —como siempre que se trate de Cuba—, la mayoría no se detiene en las causas ni se refiere a los orígenes, y los matices —como era de esperar— favorecen al gobierno de Costa Rica y condenan al de Nicaragua.
Profusamente graficada y compuesta por verdades desdibujadas, es tan tendenciosa que quienes radicamos acá y sabemos —por vivido— los antecedentes del fenómeno, entre apenados y lastimosos, dudamos.
Para otros, como el cantautor Silvio Rodríguez, la situación «conmueve profundo y moviliza». Silvio confiesa no saber «lo que hay que hacer», aunque está seguro de que «hay que hacer algo», como escribe en su blog Segunda cita.
Pero las autoridades cubanas sí lo saben, y «se han mantenido en permanente contacto con los gobiernos de los países implicados, con el objetivo de encontrar una solución rápida y adecuada, que tome en consideración el bienestar de los ciudadanos cubanos», como reseña la nota del Minrex.
Lo cierto. Esos miles de cubanos varados también tienen sus verdades, sus razones, sus motivos. Y aunque algunos los han comparado con los emigrantes árabes que llegan a Europa, no es el caso. No huyen de las bombas, ni de terroristas, ni de una muerte dable. Decidieron iniciar una aventura peligrosa, incitados por un sueño, por una promesa, por una necesidad económica… Y lo peor, junto con sus hijos pequeños.
Muchos no piensan en la repatriación. Se deshicieron de todos sus bienes para emprender el viaje, y en Cuba deberían partir otra vez de cero. Quieren llegar cuanto antes a Estados Unidos. Piensan que a la Ley de Ajuste Cubano (1966) «le queda poco», en particular, a la llamada política de «pies secos-pies mojados», establecida por el gobierno de Bill Clinton en 1995. Mediante esta recibirían un tratamiento diferenciado y único al admitirlos de forma inmediata y automática, sin importar las vías y medios que utilizan, incluso si llegan de manera ilegal a territorio estadounidense.
Pero esa posibilidad no parece factible. Se sabe que la política migratoria norteamericana —incluyendo la de parole, destinada, entre otros, a los médicos cubanos que abandonen sus misiones en terceros países— continúa vigente. Su proceso de derogación es competencia del Congreso de Estados Unidos. El asunto es lento y no depende de lo que quiera o disponga el presidente.
La mayoría de los cubanos involucrados en este lance vive una suerte de tragedia, quizá tan peligrosa como la de los balseros por el estrecho de la Florida. A lo largo del fatigoso e incierto periplo por llegar a territorio de EE. UU. han sido víctimas de extorsiones, asaltos y secuestros a manos de delincuentes y traficantes de seres humanos, «que de manera inescrupulosa lucran a partir del control del paso de estas personas por Sudamérica, Centroamérica y México», de acuerdo con la nota del Minrex.
La emigración cubana es atípica, por lo que no resulta común violentar la legalidad de varios países, cada cual en su derecho de responder soberanamente a tales crisis.
El gobierno cubano no los expulsó. En este caso, la mayoría de los varados dejó legalmente su país natal, por decisión propia y en ejercicio de su propia responsabilidad. (El hecho de emigrar no los hace menos cubanos).
Motivos y argumentos sobran para reflexionar desde todas las aristas del caso, pues sería verdad de Perogrullo aseverar que en el actual contexto bilateral, además de incongruentes, los acontecimientos sucintamente referenciados obstaculizan la normalización de las relaciones migratorias entre Cuba y Estados Unidos, y crean problemas a terceras naciones.
Puede que algunos de estos varados y ajustados al sueño (norte)americano decidan regresar a su patria. Quedó claro en la nota del Minrex: «los ciudadanos cubanos que hayan salido legalmente del país y cumplan con la legislación migratoria vigente tienen derecho a retornar a Cuba, si así lo desean».
Después de la nota oficial, necesitamos entrevistas, reportajes, trabajos de fondo… De seguro resultarán oportunos y aleccionadores testimonios para entender la complejidad del fenómeno en un contexto internacional bastante convulso.
En asuntos de tal índole nadie puede actuar irresponsablemente ni poner en riesgo la integridad de ningún Estado soberano. Soluciones negociadas arán
que las aguas tomen su nivel. Los tiempos han cambiado. No es hora de cerrar puertas. Al menos, las de esta singular, codiciada y vapuleada islita antillana, están abiertas. Lo demás, pura manipulación mediática.
*Este comentario fue publicado en la página 2 edición impresa del sábado 21 de noviembre del periódico Vanguardia, de Villa Clara. Puede bajar el PDF aquí
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