Una entrevista a Alfonso Urquiola con explicaciones necesarias de Michel Contreras
5:51:29 p.m.
Me gustan los periodistas cuando escriben con decencia y elegancia las verdades que le dicen sus entrevistados, y sobre todo recurren a explicaciones que arrojan luz sobre determinados hechos que pueden torcer las limpias intensiones de quien escribe comprometido con su la ética de su oficio.
Michel no revela el nombre del «ladrón» que subió a la red la información que solo a él y al manager del equipo de pelota de Pinar del río, pertenecían en última instancia. Y créanme que me encantaría saberlo, por si algún día me lo encuentro en este corto camino por el mundo, que no es tan grande como muchos creen. Si me sucede a mí, haya sido quien haya sido, lo acuso ante la Justicia o lo velo para darle el par de galletazos que se merece. Pero Michel parece menos impulsivo que yo, y se autoconsuela:
“Por fortuna —dice—, lo que circula por ahí no es la entrevista íntegra. Tiene 47 minutos, y yo grabé 1:08 horas de audio. De manera que algo novedoso quedó en mi poder de aquella tórrida mañana con Alfonso Urquiola, un respetable hombre de béisbol al que —consciente o inconscientemente— han infligido irreparable daño ante los ojos de decenas de miles de personas. Tal vez más”.
Y no te preocupes Michel, que los Torquemadas, van a seguir existiendo. Son parte de la leyenda negra de la vida.
Ahora sigan leyendo, que el «cuento» está bueno, y la entrevista, mejor:
ALFONSO URQUIOLA: “ESTOY TAN DECEPCIONADO QUE NO VUELVO A DIRIGIR”
Por Michel Contreras
Después de casi veinte años en el periodismo, el pasado 28 de marzo tuve la sensación de que había logrado una entrevista perfecta. En mitad de la mañana de ese sábado, Alfonso Urquiola me había hablado sin pelos en la lengua –como es menester para que las entrevistas puedan ser perfectas- y salí de su casa con el entusiasmo de un novato en las andanzas de la prensa.
Por esos días se jugaba la postemporada de la Serie Nacional, y el constante viajeteo —una visita a Isla de la Juventud, dos a Matanzas y otras dos a Ciego de Ávila— apenas dejaba tiempo y energías para emprender la escritura de aquella conversación larga, vibrante y complicada. Así pues, decidí publicarla al final del campeonato, cuando volviera a casa y los ecos del torneo empezaran a diluirse en la fanaticada.
Tan lejos como estaba diciembre y, sin embargo, yo cruzaba el umbral de la inocencia. En medio de la final entre Tigres y Piratas, una llamada telefónica me ponía al tanto de que mi entrevista, la que tanto me llenaba de ilusiones, se había convertido en pasto de las redes sociales. Todo el mundo hablaba de ella. Súbitamente, el inefable encanto de lo inédito dejaba de existir, y perdí el interés por describir a mis lectores los detalles de la conversación con el manager de los tabaqueros.
De manera que ahora lo hago entre desanimado y deprimido, como el corredor que llega último en una maratón donde partía de favorito. Tan solo la obligación profesional lo empuja a concluir el recorrido, y es curioso, lo mismo le sucede al que suscribe, que golpea su viejo teclado de laptop con la esperanza de no volver a hablar jamás de este episodio oscuro.
A espaldas mías, alguien grabó la mayor parte del diálogo. Lo hizo a unos seis metros de distancia, medio parapetado en el respaldo de una silla que aparece todo el tiempo en escena, cómplice muda de un ejercicio de barato fisgoneo. No obstante, lo más grave no fue que ese alguien grabara nuestra charla, sino que irresponsablemente compartiera con otros las interioridades de un encuentro lleno de revelaciones personales en medio de un supuesto grupo de amistades.
Confiado en que el ambiente no ofrecía peligro, Urquiola —que es un hombre de verbo caliente— ni siquiera se puso una camisa y empezó a hablar a pecho descubierto, lanzando sus verdades a diestra y a siniestra con esa campechanía que lo distingue. Poca, muy poca hierba sobrevivió al paso de sus tropas.
Estaba herido. Mejor dicho, furioso. Era de la opinión que a Pinar lo habían desfavorecido y arremetió de frente contra todo, desde los mecanismos de trabajo de la Comisión Nacional hasta el desenvolvimiento de narradores y comentaristas deportivos.
Por supuesto, ni yo ni ningún periodista serio de este mundo publicaría textualmente lo que Urquiola me dijo. La razón es sencilla y la conoce todo aquel que domina las nociones básicas del periodismo: toda entrevista, tanto para Cubadebate como para el New York Times, necesita edición.
Personalmente, vivo enamorado de las declaraciones fuertes, quizás porque me suenan más sinceras. De ahí que valoro mejor al pelotero que confiesa “he venido a ganar el campeonato”, que al que, tímidamente, se limita a explicar que “el terreno dirá la última palabra”. No soy dado a editar ese tipo de expresiones que a otros les aterra publicar.
Por eso, cuando mi amigo Martínez de Osaba —presente en la entrevista— me preguntó si iba a omitir algo, le contesté: “Solo lo inevitable”. Esto era, las palabras obscenas, las incoherencias normales en la oralidad, y los duros calificativos dirigidos a la Comisión y los colegas de la radio y la TV.
(Esto último, por un razonamiento ético elemental. Lo anterior, porque se trata de una acusación que Urquiola, con toda seguridad, no había medido en toda su magnitud y trascendencia. Empleó la palabra “corrupción” como mismo podía haber dicho arbitrariedad o favoritismo. No por gusto, la expresión exacta que utilizó fue la siguiente: “Para mí es una corrupción lo que hay. Unos favorecen a algunos y a otros no. Unos pueden hacer lo que les da la gana y otros no”).
Por fortuna, lo que circula por ahí no es la entrevista íntegra. Tiene 47 minutos, y yo grabé 1:08 horas de audio. De manera que algo novedoso quedó en mi poder de aquella tórrida mañana con Alfonso Urquiola, un respetable hombre de béisbol al que —consciente o inconscientemente— han infligido irreparable daño ante los ojos de decenas de miles de personas. Tal vez más.
Lo que sigue es MI entrevista, no esa versión en bruto que tan mal se escucha. Una entrevista que, sin cebarse en el sustantivo escandaloso o el adjetivo exagerado, pone sobre la mesa los rotundos criterios del mentor pinareño. Pero antes de la transcripción de nuestro diálogo, quiero dejar en claro una cuestión…
Varias personas, unas de buena fe, otras con evidente afán torquemadiano, me han sugerido que de haber realizado la entrevista a solas con Urquiola, no estaría pasando por este percance. Pero ocurre que no estoy facultado para botar a nadie en casa ajena, ni le puedo decomisar el teléfono móvil a la gente para evitarle la tentación de filmar a escondidas. Es un mal necesario en los tiempos que corren. Un riesgo que, por más prudentes que seamos, siempre gravitará sobre nosotros. Total, más difícil es atracar un banco, y pasa.
SIN MÁS, TIENE LA PALABRA ALFONSO URQUIOLA
—Yo he venido hasta aquí para hablar de la eliminación de Pinar…
—¿Qué quieres que te diga? ¿Tú no viste que varios equipos no ‘lucharon’ como debían los juegos? Eso es una falta de respeto. Pero pon que no los hayan ‘regalado’… ¿Cómo tú, sin terminar el calendario, vas a mandar a los refuerzos para sus provincias?
—¿Y a qué crees que se debió ese repunte que tuvo Pinar del Río al final, que ganó 8 juegos de 9?
—A los muchachos. Ellos sabían que estábamos en una situación difícil y que nadie nos iba a regalar nada. Tenían conciencia de que todo el mundo saldría a jugarnos con todo para ver cómo nos sacaban de los playoff. No nos querían porque saben que somos un equipo difícil en esa etapa. Y eso que estábamos diezmados. Teníamos un 50 por ciento menos en el equipo: el shortstop titular, el catcher, un pitcher abridor que me ganaba 8 ó 9 partidos por año, el mejor cerrador, un jardinero como Madera…
—Y a eso se le sumó la lesión de Torres.
—Sí. Y lo otro: ¿qué hizo Freddy Asiel? ¿Tú concibes un pitcher del equipo Cuba que solo te gane un juego y que tengas que hacer casi diez carreras para mantener la ventaja cuando lanza? Entre tres pitchers: Freddy Asiel, Torres y Baños, ganaron un solo juego después de la Serie del Caribe. Y al final solo necesitamos una victoria más para clasificar. Pero no estoy justificando nada. Con esa guerrilla salimos a ganar cada juego, ‘metimos’ ocho y bien ganados, porque los demás nos iban con todo, a matarnos.
—¿Por qué tú crees que la gente no quiere jugar contra Pinar del Río en playoffs?
—Por la tradición que tiene. La prueba está en cómo vinimos de menos a más con un equipo desarmado. Siempre que se ha acercado la final Pinar ha estado en plenitud de forma. No es porque sea el equipo mío, pero es y siempre ha sido un equipo competitivo.
—El único juego que perdieron en ese tramo fue controversial…
—Ese es el juego que yo digo que nos quitaron, porque hubo una equivocación de un ampaya en una jugada de apreciación. Cada cual defiende lo suyo, pero que si te pones a pensar era un juego que para nosotros era esencial y a Ciego no le significaba nada.
—¿Y estaba claro que el fildeo de Dennis Laza era de aire?
—Claro, si lo primero que hice fue pedirle al jugador que me dijera la verdad, le dije que yo no salía a reclamar para hacer papelazos. Me dijo: “Profe, la cogí de aire”. Le dije: “si no la cogiste no pasa nada” y me insistió en que la había cogido de aire. Lo vi protestando airadamente enseguida. Cuando tú ves a un tipo protestando así, tú dices: “este tiene la razón”. Puede ser que tú metas un número y protestes, pero cuando ves que no tienes la razón, hasta ahí.
—¿No te habrá pesado también el juego que pierden por forfeit?
—Ese juego no fue nada. No estábamos ni en la mitad de temporada. Porque tú te pones a analizar y para nosotros la verdadera competencia empieza en la segunda vuelta. Se había logrado el objetivo: no estar muy lejos de los cuatro primeros lugares. Tú me haces esa pregunta porque ese juego tuvo un impacto, nada más. Ahí se violaron dos cosas. Primero, uno tiene derecho al replay, pero en caso de que haya confusión, predomina la opinión del árbitro y no fue así en ese caso. Y segundo, para decretar el forfeit hay un tiempo establecido en el reglamento.
—Es curioso que hayan ganado mucho con un equipo desmantelado, y que al comienzo de la Serie (con las primeras figuras) les costaba bastante obtener victorias.
—Eso fue un problema psicológico, como muchos que aún tenemos. Tal vez influyó la disposición del atleta, el estado mental del jugador, una deficiente preparación física (aunque nosotros aquí siempre los preparamos bien), la estructura de la Serie, las paradas. Somos un equipo que crece con la competencia. Los primeros 45 juegos sorprenden a cualquiera. Si no te pones bien desde el punto de vista físico, mental, te pasan la cuenta. A Pinar a veces le pasa eso. Empezamos mal y cuando nos vemos apretados, reaccionamos y sacamos a relucir el nivel que tenemos. Por eso la gente no nos quiere en playoff. Si yo hubiera estado en la final con esa guerrilla que yo tengo, la historia hubiera sido otra. Con ese final que tuvimos, era contra cualquiera.
—¿Es verdad que Freddy Asiel regresaba al roster si ustedes clasificaban?
—No. Yo le dije que era baja y eso no tenía marcha atrás. Por lo menos yo no hago eso. Si él salió porque no estaba dispuesto, por su bajo rendimiento, no puede entrar después.
—¿Terminaste decepcionado de la Serie?
Sí. Y ahora estoy tan decepcionado que no vuelvo a dirigir. Unos hacen lo que les da la gana y otros no lo pueden hacer. Yo te pongo una pila de ejemplos. De qué disciplina y organización me hablan en la pelota cuando un director sale a discutir por una bola o un strike. Discuten bola y strike y en el reglamento dice que no se pude, pero no sacan a nadie del juego. Hay equipos que tiene dos cargabates que se turnan las subseries, o muchos jugadores haciendo swing mientras el juego anda. ¿Dónde has visto a un manager que dirija fuera del dugout mientras la bola está viva? Aquí los hay que dirigen así y nadie dice nada. Luego nos llaman la atención a nosotros por un bolsillo por fuera (“dile a Fulano que se meta el bolsillo por dentro”) o por celebrar la victoria con la gorra hacia atrás. ¿Cuándo tú has visto que alguien vestido de pelotero se ponga a conversar con las gradas desde el terreno? Eso nada más se ve aquí, chico. ¿Dónde no hay una sanción para el ampaya? Yo no quiero saber más de pelota.
—¿Y ese nivel de desastre fue lo que te desmotivó?
—No quiero saber más de eso.
—A pesar de esa desmotivación, ¿no crees que el equipo te necesitará?
Me pueden necesitar, pero llega un momento en que uno llega al límite. Mi decisión no tiene nada que ver con Pinar del Río y en lo que pueda ayudar, ayudaré.
—¿Crees que Pinar fue perjudicado?
—Eso no es de ahora. Pinar siempre ha sido perjudicado y así ha ido contra todas las banderas, empezando por la prensa, que en la 50 Serie Nacional nos daban en el lugar 12 ó 13 y fuimos campeones. Yo no soy perfecto y puedo equivocarme. El que toma muchas decisiones tiene que equivocarse a veces y más en el béisbol, donde muchas veces son espontáneas. Pero yo hago una y decían “no, no, no, ¿cómo es eso?”. Así pasó mucho en la Serie del Caribe. Decían: “¿por qué deja a Luis Alberto, que no ha bateado?”, pero no aclaran que yo tuve que dejarlo porque el torpedero regular había desertado, el juego estaba empatado y Valdés era quien más impulsaba el empate o la ventaja. Lo que pasa es que vino el muchacho y bateó a la hora buena. Sí te digo una cosa mi hermano, la historia se escribe con hechos y la mía está escrita. Yo no soy mejor que nadie, pero para ser mejor que yo hay que tener todos los títulos que yo tengo. Y yo no sé cómo yo hago, pero contra viento y marea, yo gano. Y si ha sido equivocándome, ah, bueno, quiero seguir equivocándome. Yo no sé ni cambiar una goma del carro, pero de pelota no hay quien me haga un cuento.
—Entonces, hay muchas cosas que andan mal…
—Muchas. ¿Qué es lo primero que debe hacer la Comisión antes de empezar la Serie? El aseguramiento logístico de todo. Tú vas al box mío y no tiene la misma altura que otros. Lo primero que deben hacer es revisar los terrenos. ¿Dónde tú has visto que se utilicen bates sin que se sepa de qué madera son o cuáles son sus diámetros? Aquí hay muchos bates que están fuera de regla y a nadie le importa eso. ¿Quién revisa? Nadie. Nos estamos engañando. Nosotros ganamos la Serie del Caribe, que fue un torneo con buena calidad, pero donde no estaban los jerarcas. Tenemos buenos peloteros, sin embargo vamos a los Centroamericanos, a los Panamericanos, a la Serie, y ganamos y decimos: “¡Qué clase de campeonato!”, pero ¿a quién le ganamos? Ahora si tú me dices un Clásico Mundial, al que van los de verdad… ahí sí hay un nivel real.
—Y tú crees que la eliminación de Pinar se dio solo debido a las deserciones, las decisiones arbitrales, etc. ¿No hay ninguna causa interna? ¿No hay algo que funcionara mal en el equipo?
—Al principio (te voy a ser sincero) hubo su incertidumbre por el estímulo de la victoria en la 53, pero eso se subsanó. Eso se habló. Se tuvo claro que ellos son peloteros y que hay que hacer el trabajo porque es sagrado. Lo de nosotros es jugar y con ganas. Tenemos una responsabilidad con el pueblo, los amigos, la familia… que es más grande que todo lo que pueda pasar. Hay que exigir con la frente en alto. Yo siempre les dije que había que jugar pelota y que quienes tuvieran deudas con nosotros no podrían dormir.
—¿Y no afectó que después tuvieras que dejar peloteros tuyos e ir con un equipo Cuba a la Serie del Caribe?
—No. Se vio que luego de la Serie el equipo se mantuvo e incluso subió su rendimiento. Allá fueron los que se habían ripiado por Pinar. Yo quisiera que hubiera ido el equipo completo, pero había que responder a una política de trabajo. Conmigo fueron todos los que se sacrificaron más y se echaron el equipo al hombro. Dime uno que no haya ido.
—Vladimir Baños…
—No tenía que estar. Y él sabe que lo defendí hasta el último momento, pero él mismo se buscó no ir. No fue por ningún problema técnico. Pregúntale por qué no fue y te responderá. No fue que nosotros lo dejamos. Hasta el gordo Peraza fue y no tenía que estar porque llevaba tres años sin rendir. Sin embargo, fue. Yo hubiera preferido ir con todos, pero eso se escapaba de mis manos. ¿Tú crees que yo voy a querer dejar a los que día a día se joden conmigo?
—¿Y cómo se te dio ese milagro? ¿Cómo ganaste el torneo ganando solo tres juegos de seis?
—Por los meetings. Yo los juegos los gano en los meetings. Todos esos equipos eran más integrales que nosotros. Yo fui con gente lesionada, compadre; con peloteros limitados. Además, ese es un torneo muy intenso por la estructura que tiene, es de muerte súbita. Hay procesos de adaptación, ajustes, que llevan tiempo y eso es lo único que no tienes allí. Sin embargo, el equipo increíblemente se fue ajustando y fuimos mejorando el nivel. Comenzamos tirándole a bolas muy malas, con mucho estado de ansiedad, y después cogimos el ritmo.
—Y con la ayuda del árbitro de primera…
—Eso está en el juego. Yo pienso que allí el arbitraje tiene un nivel tremendo desde todo punto de vista. Fíjate que el que ampayea detrás de home tiene una zona de strike muy definida y de ahí no se sale. La zona es pareja para todos. Pero aquí es como una mesa de billar: una bola por la cabeza, strike; una pegada al home, strike; una por dentro, strike. Siempre se dice que no quieren equivocarse, que si son seres humanos, que si hay que perdonarlos… El trabajo de los árbitros debe mejorar. Y si trabajan mal, deben ser sancionados por un tiempo o con multas y hay que traer a otros. Lo que no se puede es seguir como hasta ahora.
—¿Qué posibilidades le ves a este Pinar debilitado en la Serie 55?
—Será como armar un rompecabezas. Hay muchas deficiencias que arreglar. Es bien difícil. Sin embargo, yo he tenido que armar ese equipo tres veces porque las tres veces se ha desintegrado y lo he podido hacer en un año o dos. He tenido suerte también con eso. Fíjate si es difícil, que hay provincias que nunca han llegado a un play off y se pasan la vida tratando de mantener un equipo. Pero nosotros nos mantenemos siempre en la pelea, siempre estamos ahí. Es muy complicado formar un conjunto completo. He ganado tres veces, pero con trabajo y ante retiros, deserciones, lesiones, etc. Le gané a la aplanadora de Santiago y no sé si fue milagro, pero lo hice. Con equipos rehechos, que cogimos desmantelados, en la 49 y en la 50 Serie, fuimos ganando. Yo hablaba con la vieja mía antes de morirse y le decía que Dios existía para todo el mundo, pero que a mí me llevaba tenso. Todo lo que he logrado ha sido con mucho sacrificio.
—¿Quién es el hombre indicado para tomar las riendas del equipo?
—Habría que pensarlo bien. Al director no le basta con saber de pelota. Ricardo Gallardo sería una opción, pero hay que ver cómo sale eso. No es lo mismo estar de asistente que tener todo el peso sobre los hombros, la reacción puede ser diferente. Hay quien funciona de segundo, pero no como capitán.
—¿Es Pinar del Río un equipo complicado?
—No es un equipo difícil. Yo pienso que lo que hay que tener con los muchachos es una línea de trabajo, desde el punto de vista técnico y social. Lo más importante es que funcione la dinámica de grupo, que seamos como una familia, que se desarrollen valores, que se cuiden unos a otros, eso es lo que no puede faltar. En los equipos siempre hay quien es más regado o rebelde, pero la cosa está en unirlo al grupo y adaptarlo a la mayoría. Hay que concientizar que uno está frente a un grupo. Yo les enseño siempre cuándo se puede hacer algo y cuándo hay que estar quieto en base. Ellos me conocen y saben cuándo la cosa está mala porque yo estoy ‘encabronado’, como decimos en Cuba.
—¿Eres partidario de una estructura larga?
—En 45 juegos cualquiera se cuela. A veces se te quedan equipos que pueden llegar y se van ajustando. Por lo menos tienen que ser 60 juegos. Ahora te hablan del campeonato sub 23, pero eso es un desastre. Si tú vas a hacer una Liga de Desarrollo, tiene que ser como una sucursal. ¿Por qué tú tienes que cerrar el libro y decir: menores de 23? Hay jugadores de posición que tienen 24 ó 25 años y que no pueden jugar debido a ese límite. ¿Y dónde juegan esos tipos que no pueden jugar y tienen el talento? Tú tienes que dejar eso abierto. No es que tú te me aparezcas con tipos de 28 años, pero por ejemplo, nosotros tenemos un pitcher de 24 años, tira 90 millas y no ha lanzado. ¿Cómo tú vas a cerrar a un jugador así?
—Y pese a la eliminación, ¿terminaste satisfecho con la actuación del equipo?
—Sí. Los muchachos hicieron lo imposible. Yo digo que yo clasifiqué. El equipo mío tiene la bandera alta. Gané casi lo mismo que el año pasado, 48, y no clasifiqué. Me decían: “Profe, vamos a guapear con lo que tenemos”. Yo clasifiqué. Ahora, pasan cosas que decepcionan a uno y no se habla de ellas. Yo creo que el único que tira ‘bombas’ eres tú, pero estás disparando desde un lugar al que todo el mundo no tiene acceso. Yo siempre he dicho: no creas en el hombre que habla con la mente, sino en el que te habla con el corazón. Porque los discursos uno los elabora a conveniencia, pero ¿quién elabora lo que dice con el corazón?
—¿Y qué tú harías por la pelota cubana para que mejore?
—¿Yo? Nada. Ya yo hice. Ya yo no puedo hacer nada porque a lo que tengo acceso es al equipo mío, a lo otro yo no tengo acceso. Yo digo una cosa: hay que poner a la gente que vive para el béisbol y no a los que viven del béisbol. Ya a mí nadie me puede exigir nada. Yo he hecho lo que he tenido que hacer. Y creo que he hecho bastante por el béisbol.
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