El horror yihadista en el cine
7:30:51 a.m.
El mauritano Abderrahmane Sissako nos ofrece una condena de la barbarie llevada a cabo por un grupo de radicales religiosos.
Impacta sin necesidad de exagerar o extremar las situaciones, de un dramatismo que se va intensificando a medida que se acerca el final terrible, Timbuktu es también un film a menudo bello, lírico, a la hora de recrear el paisaje, donde dominan los tonos del desierto y las dunas africanos.
Tiene, además, el valor de denunciar los hechos trágicos y reales acaecidos en las cercanías de la ciudad de Timbuktu, a finales de julio de 2012, y sin mayor repercusión en los medios de comunicación.
Porque lo que el director mauritano Abderrahmane Sissako nos ofrece no es otra cosa que la condena de la barbarie llevada a cabo por un grupo de radicales religiosos que imponen el pánico y la muerte en base a sus leyes de extrema crueldad.
Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Cannes y galardón a la mejor película en el Festival de Jerusalén, el film también alcanzó premio al mejor director en el Festival de Chicago, y estuvo nominado al Oscar como la mejor cinta en lengua no inglesa.
Comprometido y lúcido, aquí se erige fiel testigo de unos sucesos que son más graves de lo que sus imágenes revelan, Timbuktu remite a una realidad del cada vez más extendido y fanático Estado Islámico, sus víctimas y procedimientos inhumanos y atroces.
Para ello se describen los cambios que se operan en una pequeña población de Mali, víctima de la tragedia que comienza con de la llegada de los yihadistas, quienes no solo prohíben escuchar y tocar música, fumar y jugar al fútbol, sino también reírse, y las penas pueden conllevar latigazos, pero asimismo la muerte por lapidación.
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