Alina Rodríguez, la actriz de la perseverancia
6:15:04 a.m.
Por Laura Rodríguez Fuentes
A Alina Rodríguez le caracteriza la perseverancia, así se define, pero también la espontaneidad y ciertos aires maternales que transfiere a sus personajes. Se muestra sincera y accesible. Sencilla, sonriente, delicada y fuerte a la vez, como legítima mujer cubana.
Su voz nos hace pensar enseguida en Justa la de Tierra Brava y más cercano en el tiempo a Carmela en Conducta. Esta noche, en el Centro Provincial de Cine recibió el reconocimiento de los cineclubistas y el pueblo villaclareño que participa de la XXXI edición del Festival de Invierno y se reconoció su visita con el Indio Cubanacán de Honor, otorgado cada año a las personalidades invitadas a la muestra.
«No me lo esperaba, ha sido una sorpresa total. Por otra parte, se que he trabajado mucho, que tengo un largo recorrido, pero también pienso que es mi deber, mi manera de hacer, la mejor que he encontrado. Soy una actriz que trabaja hasta la saciedad. Siempre trato de entregar lo mejor. Por eso no creo merecerme tantos homenajes. Lo agradezco mucho, porque me lo entregaron de corazón».
— ¿Cómo logra insertarse en personajes tan diferentes y complicados?
—El trabajo de actuación es mágico. Por supuesto, se debe tener determinados conocimientos también. Resulta vital aprender la técnica en la academia, aunque existen personas que piensan lo contrario, aparte del talento que puedas tener. Es un don, igual que el que sabe cantar o bailar. Claro, eso debe cultivarse.
«Yo pasé la academia y no creas, ahora es que la gente ve el resultado después de tantos años. Cuando uno empieza es muy difícil, hay quien no cree en ti, pasas mucho trabajo, te dan personajes y por muy bien que lo hagas nunca te lo tienen en cuenta. Por todo eso pasé. Mi vida no ha sido toda llena de flores ni solo buenos resultados. Me ha costado mucho imponerme, pero eso se logra con el esfuerzo. En esta carrera hay que vivir estudiando y preocupándose. Nunca se termina. Cada personaje es un ser humano nuevo al que tienes que comprender. No se trata solamente de meterse en su piel, el actor es uno y buscamos esa transformación que no siempre se da. Eso se encuentra trabajando con seriedad».
— ¿Elige los personajes o ellos a usted? ¿Siempre acepta las propuestas que le llegan?
—Hubo momentos en mi vida en los que tuve que aceptar lo que me llegaba. Solamente no se trabaja porque un personaje sea maravilloso, a veces es necesario hacer cosas porque percibes un salario. Ahora, dentro de eso, siempre trato de hacerlo lo mejor posible y me esfuerzo por tratar de transformar lo que no me gusta. Hay directores que lo permiten y otros no.
«Siento que algunos personajes me han elegido, porque cuando comienzas a leer sus historias te llegan de manera especial. Entonces te dices: ese sí. Claro, el actor que ha pasado mucho tiene experiencia y está preparado para recibirlo. El que no lo esté lo más seguro es que no le toca. Me ha pasado, por ejemplo, con Justa. Desde que leí el primer capítulo me dije: este sí, porque tiene características mías y otras que conocía. En fin, el resultado generalmente es bueno».
«María Antonia lo obtuve al principio de mi carrera y fue el primer personaje grande que me tocó en el cine. Ya estaba trabajando en Teatro Estudio y con Adolfo Llauradó, o sea, ya poseía base para enfrentarme a él. Lo demás es un poco de valentía».
— ¿Presintió al leer el guión de Conducta que el personaje le pertenecía?
—Conducta no me sorprendió solamente a mí, también a todos los actores. Cuando nosotros leímos el guión nos dijimos: lo que tenemos en la mano es oro. Nunca había trabajado con Daranas pero ya tenía el antecedente de Los dioses rotos. Es un guión excelente, una historia que conmueve. Fue este tipo de proyecto del que todos nos enamoramos, incluso el equipo técnico. Había mucho corazón en ese filme. Está hecho con honestidad y por eso llega de esta manera a la gente.
—Usted estudió magisterio en algún momento. ¿Le aportó este conocimiento a interpretar el personaje de Carmela?
—Comencé a estudiarlo, pero no lo terminé. Todo aporta en la vida del actor: lo que estudias, lo que lees, la cultura que tengas, hasta las caídas, las muertes o los accidentes que puedas sufrir. También el actor debe ser inteligente para retener todo esto y sacarlo en el momento apropiado.
— ¿Fue difícil para usted como profesional tener un hijo a tan temprana edad?
—Sí lo fue. Yo tuve mi hijo a los 19 años en una época en que se estilaba. No había problema con eso, las madres te preguntaban cuándo ibas a tener hijos. Me costó mucho trabajo, tuve que terminar el pre en la Facultad obrero-campesina, tenía que llevar el niño conmigo constantemente porque mi mamá también trabajaba y no me lo podía cuidar. Lo traía conmigo en las noches para poder graduarme porque de lo contrario no podía entrar al ISA. Huguito prácticamente desde que nació andaba correteando allí. Es por eso que digo que no es bueno que las muchachas tan jóvenes decidan tener hijos. Se hace y se vence, pero es muy duro estudiar teniendo un hijo.
—Su hijo, Hugo Reyes, también ha seguido los pasos de la cinematografía...
—Mi hijo ha tenido que hacerse su propio camino. Yo empecé sola, a mí nadie me empujó. Esta es una carrera muy difícil y cada quien debe demostrarse a sí mismo que le gusta, porque si no es así o no estás muy convencido entonces es aún más dura.
—Entonces, su virtud principal en la actuación es esta entrega de la que habla...
—Tengo mucha perseverancia, no solo en la actuación, también en la vida. Voy por un camino y hasta que no agoto todas las posibilidades no paro...
—... Y el que perservara, triunfa, dice el refrán. Así que estrenará Contigo pan y cebolla... ¿cuán difícil es llevar un personaje teatral al cine?
—No existe diferencia en el personaje sino en el medio. Por ejemplo, Juan Carlos Cremata hizo la versión de El premio flaco y no quedó totalmente teatral. En Contigo... él respetó mucho el texto y los personajes de Quintero. Entonces, es posible que esté un poco teatralizada también, pero no lo puedo asegurar porque no he visto aún la película. Lo diré después del día 20 que se estrena en el Hubert de Blanck como un hecho simbólico porque allí se hizo por primera vez la obra.
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