La gran revancha de Peter Segal
8:18:28 a.m.
De Niro y Stallone se empeñan en recuperar algo de esa dignidad de estrella machacada en minutos y películas anteriores
Hay en el boxeo una recurrida metáfora sobre la necesidad de aguantar un golpe más, otra herida abierta de las que la vida propicia regularmente. La épica que el cine imprime a las batallas sobre la lona tiene una dignidad que quizá otros deportes no puedan sostener de igual manera en la pantalla.
Y el hecho de que dos perros viejos como Robert De Niro y Sylvester Stallone decidan ponerse los guantes para apelar a esa dignidad habla mucho del peso de los años sobre ellos y de la tendencia de Hollywood a retratar la tercera edad de sus mitos como parques de atracciones en los que apenas queda pizca del orgullo de sus mejores papeles.
A primera vista, «La gran revancha» parece otra muesca más en esa tendencia que convierte esa condición mítica de sus protagonistas en comedia jurásica para el olvido. Y hasta cierto punto, la película de Peter Segal sigue esos pasos sin apartarse de una estricta vacuidad: en su presentación, los boxeadores retirados volviendo a las primeras planas a través de su persistente ridículo viral en Youtube hace temer otro recital más inspirador de lamento que de carcajadas por un exceso de desmitificación.
Sorprendentemente, y sin que la cinta se desvíe mucho de caminos rutinarios, en su segunda mitad esta remonta desde el esperpento sin mucha gracia hacia un final preocupado por ofrecer algo más de respeto hacia los fantasmas de Jake LaMotta y Rocky Balboa —referidos aquí en varios guiños a los respectivos personajes de «Toro Salvaje”» («Raging Bull», Martin Scorsese, 1980) y la saga «Rocky»—, resucitados aquí como cuerpos imposibles de tumbar pese al tiempo, pese a todo.
En ese cuadrilátero filmado al modo de las realizaciones de los combates en la HBO, De Niro y Stallone se empeñan en recuperar algo de esa dignidad de estrella machacada en minutos y películas anteriores. Al menos, lo suficiente como para rescatar al conjunto de un lugar más mediocre en la memoria del espectador.
(Fuente: EFEEME / Jordi Revert)
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