Sin congas los estadios cubanos serán catedrales del silencio
6:05:28 a.m.
Por: Mayli Estévez Pérez
La Comisión Nacional de Béisbol no se encuentra, ni a ella ni su objeto social. Va de invento en invento, y cada vez se supera en malas decisiones. La última no puede calificarse de otra manera que de error. Los encargados de salvar la pelota cubana no ponen una.
La circular número 4 del 13 de noviembre declara:
«Queda prohibida la música generada por congas, orquestas y otros instrumentos musicales como trompetas durante el desarrollo del juego (obviamente se exonera de ello los entreinnings, léase minutos de descanso por entrada y salida de los equipos al terreno). Las congas están interfiriendo en la concentración de los jugadores, molestias constantes de la música sobre los dogouts no permitiendo, incluso, las efectivas comunicaciones de las direcciones de los equipos con los atletas en el terreno, afectando también en las transmisiones de la televisión y de radio».
¿Qué les cuento? Sé que simula ser una pésima broma, pero ya lo están aplicando. Imagínese, si ya no teníamos el show de atrapar las pelotas en las gradas (inherente a este invento gringo que encalló en la Isla) porque hay que devolver las Mizunos, y si los horarios de juego ya no son nocturnos, salvo los partidos televisados y algunos escogidos, ahora esto le pone la famosa tapa al pomo.
Más de tres horas de juego sin algo que anime a los parciales, es un suicidio por aburrimiento. Por demás, en un país donde las congas son parte de una tradición cultural, ruidosa manera de hacer cultura, porque así somos los cubanos. Pero creo que lo más ridículo de este asunto está en la excusa: ¿Interfiriendo en la concentración de los jugadores? ¡Por Dios! Entonces cuál será la próxima prohibición: No gritar «Fulanito, decide tú», porque puede provocarle una duda al bateador y así no cumplirá su misión?
Santa Comisión Nacional, esto es terreno de profesionales, y no círculo infantil. No hay que cuidar a los atletas de las congas, que por demás no afectan a nadie; eso es un cuento de camino. ¿Qué no permite las efectivas comunicaciones entre manager y atletas? Recuerdo a la institución que este es un juego de señas, ahí radica uno de sus misteriosos encantos. Por eso sigo y seguiré sin entender por qué condenan a los fanáticos a ver un partido en la Catedral del silencio. Ya iban pocos a los estadios, ahora irán menos.
El aburrimiento y la baja calidad del campeonato hacen una mezcla explosiva, nada conveniente para el futuro beisbolero de Cuba. Esperemos que el sistema de concentración sin música muestre sus resultados en el terrero; si no, solo nos quedará decirles a los que insisten en seguir la pelota: «Vaya modo de entretenerse».
(Fuente: Vanguardia)
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