Periodismo cubano en un libro imprescindible de Julio García Luis
22/9/2013 19:25:26
«Revolución, Socialismo y Periodismo: La prensa y los periodistas cubanos ante el siglo XXI», de Julio García Luis (Sagua la Grande, 1942-La Habana, 2012), parecía que iba a dormir el sueño de los justos desde que su publicación fuera recomendada por el tribunal calificador de aquel aplaudido ejercicio académico, que le valiera a su autor el título de Doctor en Ciencias de la Comunicación, en 2004.
Ocho años después, publicado por la editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)— «Revolución, Socialismo y Periodismo…» fue presentado por primera vez en el IX Congreso de la UPEC, celebrado los días 14 y 15 de julio de 2013.
Entonces la colega Rosa Miriam Elizalde, editora y prologuista del texto reconoció que no se trataba de un libro tardío, pero que «no debió esperar al final del pasado siglo ni tampoco a los años que ya hemos avanzado de este XXI». Y argumentó: « (…) sobre todo, porque es un libro que ya estaba escrito. Solo faltaba ponerlo en blanco y negro. Lo escribió, hace ya largo tiempo, el debate y la experiencia de los periodistas cubanos».
Con todo y ello ¿por qué tan larga espera? Me imagino el (los) argumento (s), y no creo que la dilación obedezca a causas editoriales ya que en el transcurso varios textos han salido de la Pablo de la Torriente, y también otras casas editoras afines , incluso fuera de plan, y con premura.
Sucedía que el catalejo (el de la canción del dúo Buena Fe) seguía enfocado 180º al «más allá» y no hacia el interior de esta Cubita nuestra, bella y heroica de cada día. Y sí —sin interrogaciones—, más vale tarde que nunca porque nunca es tarde si la dicha es buena, porque no se trata de un ensayo más, sino de una investigación científica, aportadora y viable.
De modo que hacer lo que Julio propone resulta viable e impostergable, si es que de verdad luchamos por una sociedad próspera y sostenible, a la que mucho aportará un modelo de periodismo que informe de manera, oportuna, veraz y lo más amplia posible, afianzado siempre en valores humanos básicos como la dignidad, la justicia, la solidaridad y el apego a la verdad.
Y no creo se trate de reinventar, sino cambiar ese tan llevado y traído paradigma comunicacional basado no solo en la teoría sino en las realidades del país y del mundo, apoyado en la movilización de la opinión pública y en la fuerza política y moral que ella es capaz de ejercer. En otras palabras, un modelo comunicacional de servicio público que ayude a sustentar derechos y libertades ciudadanas —reconocidas constitucionalmente—, y con los cuales está estrechamente ligado el periodismo.
Desde estos ángulos, el libro de Julio no solo «recupera el desdeñado acento del periodista cubano y su dignidad», sino que «renueva y vigoriza las opiniones morales y políticas» que hoy angustian al sector, pero que pienso —y así lo ruego a los santos apócrifos culpables de tantas penurias y desasosiegos— deberán ir desapareciendo más temprano que tarde.
Ya todo o casi todo, se ha dicho. Lo que faltaba, nos lo deja Julio por escrito. Mas, siempre habrá ciegos que no quieren ver y sordos que no quieren oír. A esos, tendremos que pasarles como una aplanadora por encima, y no continuar esperando a quesea la historia quien les pase la cuenta. Sus deudas son impagables y no tienen absolución posible.
Con su experiencia académica, afianzada en el más legítimo y auténtico magisterio normalista y en el sostenido ejercicio reporteril, Julio García Luis sostiene que «solo una prensa más libre, cubana y autorregulada» puede llegar a convertirse en ese «can guardador de la casa paterna» del que habla Martí refiriéndose al periodismo. Y solo será así «en la medida que vigile, indague y alerte con suficiente autonomía, que trabaje sin temor y de modo responsable».
Son muchos, muchos, los postulados contenidos en este texto que tienen para los del gremio una concreción palpable en el día a día de nuestra profesión. Sin embargo su gran valor no radica en decir lo que no hayamos dicho nosotros mismos, sino —como dijera Omar George Carpi—«en el sustrato conceptual y teórico que nos aporta para explicarnos mejor el por qué de nuestras frustraciones y de nuestras expectativas».
Al respecto es bien clara la dedicatoria de Julio. «A las compañeras y los compañeros del gremio: lo que hemos conversado tantas veces».
Reitero, nada que desconozcamos, ni que no hayamos padecido, ni que no constituya tema de tertulias o corrillos en las redacciones o en los encuentros formales e informales entre colegas.
Y es Omar —miembro del Comité Nacional de UPEC— quien me refresca la memoria al referirse concretamente al origen de esta cita, y que no es otro que la intervención de Julio en el VI Encuentro Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, celebrado en Cienfuegos, en noviembre de 2011, apenas dos meses antes de su fallecimiento (La Habana el 12 de enero de 2012).
Transcribo textualmente: «Ustedes saben, igual que yo que nadie va a llegar un día a decirnos: hasta ayer, llegaron hasta aquí; a partir de hoy, van a llegar hasta acá. Eso no existe y nunca existirá. Nadie hablará por nosotros. Nadie hará lo que nos toca hacer a nosotros. Tendremos lo que nos ganemos, lograremos lo que nos merezcamos, dispondremos del espacio que sepamos ocupar. En el mundo del poder no se regala nada y nada viene por añadidura. Ideas, prácticas y hechos son los únicos que pueden movernos hacia delante».
Así lo dijo Julio entonces y así está sugerido en su obra póstuma al referirse a las potencialidades para generar un mejor periodismo, capaz de cumplir una función más eficaz de legitimación y fortalecimiento de nuestro socialismo».
Idea de Omar a la que me sumo, es la capacidad de Julio para fortalecernos con «elementos de juicio indispensables para el conocimiento y la acción, dignificándonos como profesionales, en momentos en que la autoestima no es precisamente un sentimiento muy arraigado en el sector. Nos reafirma algo que se supone sepamos pero que a veces olvidamos: el deber principal de un periodista es producir información según criterios profesionales».
Exacto. Nunca será así mientras que sigamos esperando a que nos digan lo que debiéramos decir nosotros. «Hay cosas que nadie puede decir por nosotros, porque corresponden al discurso de la profesión», asevera Omar.
La realidad lo corrobora con un nuevo «episodio de frustración», como pudiera ser el propio ejemplo citado por Omar, acerca de una situación de «gravedad epidemiológica» en su natal Cienfuegos, pero que trasciende en algunas ciudades cubanas, y al que le venga el traje, que se lo ponga.
Dice Omar aludiendo a «una nota oficial que no refleja ni las angustias de un barrio ni el drama de una comunidad bajo una contingencia extrema», alerta anticipado hecho a los menos por la dirección de Salud, y no por el medio de prensa televisivo de ese territorio.
Una nota oficial, que no llama por su nombre a las verdaderas causas de la emergencia y menos aún pone coto a los muchos rumores que suman y restan muertos, ponen policías y médicos en las puertas de cada casa y mantienen en cuarentena a la zona en cuestión.
Pero lo más indignante para el reportero fueron las orientaciones impartidas luego a los periodistas sobre cómo abordar lo referente a los brotes de cólera detectados, y a los que eufemísticamente indican llamar enfermedades diarreicas agudas. Y si algún funcionario o directivo de Salud requiere ser entrevistado para los medios, la orientación es no hacerles preguntas sobre los casos comprobados, si hay o no fallecidos, qué magnitud tiene la emergencia epidemiológica. «En resumen concluye el colega— no preguntar como periodista lo que todo el mundo se está preguntando en la calle».
Y como Omar, también me pregunto «¿cuál es el deber elemental de un periodista si no cuestionar lo que la población cuestiona y preguntar lo que el pueblo pregunta a quienes están en la obligación de responderle, en virtud de sus responsabilidades públicas, con total transparencia?»
Pero lo más triste de toda esta historia —enfatiza Omar— es que funcionarios del Partido que atienden el sector no sólo estuvieron al tanto de esta nueva agresión al periodismo, sino que avalaron con su consentimiento lo que ya clasifica como un nuevo caso de lesa «contra política».
Otro «tironazo de la realidad» al despertarnos del teórico sueño. Como en la minificción que llevó a la fama al escritor guatemalteco Augusto Monterroso. La realidad, «como el dinosaurio seguía allí».
Y no encuentro mejores ideas para concluir el presente artículo que las expresadas por el entrenado reportero de la televisión cubana durante la presentación de «Revolución, Socialismo y Periodismo: La prensa y los periodistas cubanos ante el siglo XXI» en la Perla del Sur.
«Por eso, el libro de Julito nos hace, en verdad, mucha falta. Sin embargo, por sí solo no va a mover conciencias ni sensibilidades a favor de un mejor periodismo. Ese complemento tendremos que ponérselo nosotros con nuestra actuación y, si es necesario, hasta con nuestra intransigencia.
«Ojalá que este libro llegue a muchos más actores, y sobre todo a quienes en cumplimiento de otras funciones se relacionan con el quehacer de la prensa. Ojalá que este libro cada vez más deje de ser teoría para convertirse en praxis».
Como afirmara el miembro del Buró Político y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la clausura del IX Congreso de la UPEC; «Se necesita mucho de la prensa cubana para construir un socialismo próspero y sostenible».
Para los periodistas y comunicadores en ejercicio, para estudiantes de periodismo y de comunicación social, el texto de Julio García Luis constituye más que lectura obligatoria, manual de estudio y consulta permanente.
… Por suerte, solo cuesta 10.00 pesos en moneda nacional, un precio asequible para nuestro esmirriado monedero, aunque demasiado barato considerando la modestia, la dignidad, la honestidad, la fidelidad y el genio dese Doctor ido antes de tiempo y al que invariablemente seguiremos llamando Julito.
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