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LA TECLA CON CAFÉ

El dilema de las cuentas pendientes

El dilema de las cuentas pendientes

 

30/04/2013 22:45:09

 

 

Por Mercedes Rodríguez García

 

¿Quién nació primero el huevo, la gallina o las cuentas por cobrar y por pagar? Que yo recuerde escucho hablar del tema desde finales de los 80 del siglo pasado, cuando todavía Cuba recibía los beneficios del «chorro» petrolero soviético.

 

Pero en cuestiones de dinero no existen tiempos de bonanzas. Si te tomas el chocolate, hay que pagarlo. Todo cuenta, desde los billetes que portas en el monedero hasta los que poseen las empresas para sus transacciones comerciales, incluso el que dispone el país para moverse en las aguas —hoy más turbulentas que nunca—  del mercado internacional.  

Es en medio de esa plataforma económica que las cuentas por cobrar y por pagar conforman un entablado bastante complejo, difícil de enderezar, no obstante asentarse como uno de los signos más visibles de la indisciplina financiera en que incurre la empresa estatal socialista cubana, y que frena el desarrollo y la credibilidad de la gestión financiera empresarial  del país.

El General de Ejército Raúl Castro Ruz durante la reunión ampliada del Consejo de Ministros, efectuada el lunes 18 de marzo de 2013, fue categórico: «No podemos pedir créditos sin posibilidad real de pago», dijo.

Pero lo cierto. A la hora de los perjuicios, la aparentemente sencilla fórmula de compro-vendo-cobro-pago se trueca en un verdadero acertijo. La mayoría tiene deudas, y casi todos argumentan con el susodicho «si no cobro no puedo pagar», o con esta otra magullada frase: «te pago mañana».

El fenómeno ocurre en todas partes del mundo, pero el nuestro tiene sus particularidades, y ya pasa de castaño a oscuro. Muy pocos escapan de esta calamidad. La mayoría de las entidades estatales cubanas tienen deudas. Entonces, ¿dónde encontrar el contraveneno específico?

Por supuesto que aumentando el control y los chequeos exhaustivos. Pero ya es hora de prescindir de aquellos directivos incapaces, ineficientes, que ponen en evidencia el ejercicio de sus funciones, por ejemplo, a la hora de rubricar contratos que no explicitan las condiciones de cobros y pagos, así como las medidas que acarrearán si se incumple con lo pactado.

Tampoco ayudan las actuales estructuras de dirección de las empresas estatales, sin autonomía financiera total. De ahí la necesidad de actuar con un poco más osadía a la hora de tomar decisiones. Decisiones  que no pueden ser improvisadas, sino colegiadas, confrontadas con los expertos y, sobre todo, previo análisis de los indicadores asentados en su plan de producción. Pensando siempre en las consecuencias.

«Sin prisa pero sin pausa», ha aconsejado Raúl. Solo que a veces las pausas resultan tan prolongadas, que da la impresión de que no está ocurriendo nada, o lo que es peor, que ante el miedo a equivocarse le dan largas al asunto, se van por la tangente y al final terminan como en el chiste: botando el sofá en lugar de la esposa  atrapada in fraganti.

De ahí que, tal y como andan las cosas... ¿Cuánto tiempo podrán dar el pecho las empresas con la elevada desproporción de sus cuentas por cobrar y por pagar? Y cada día que pasa se perjudica más el estado de las finanzas, independientemente de las mejorías que ocurren por etapas. Si las empresas tienen saldos envejecidos, cuentas por cobrar fuera de término, se afecta su liquidez, lo cual  implica entonces que no pueden aportar utilidades al presupuesto.

Y para que hablar de otras resquebrajaduras por donde se escapa una gran parte de la eficiencia económica, zarandeándose entre millones de nadie y propiciando la comisión de hechos delictivos, incluso de corrupción, en la que se ven involucrados,  directa, indirecta o colateral  — y es de veras lastimoso—  dirigentes y funcionarios.

Abordar el problema en pocas líneas no resulta tarea fácil. Varias son las aristas del fenómeno  Su análisis es multisectorial, nace en las empresas y va desde el propio Banco hasta la doble circulación de la moneda, según dos mercados internos claramente diferenciados: uno en pesos cubanos (CUP) y otro en pesos cubanos convertibles (CUC).

¡Claro! No seré yo quien despeje el ancestral dilema del huevo y la gallina, hasta ahora sin dilucidar. Lo que sí queda claro es que hay que ordenar las finanzas, cuestión vital para el desarrollo del país.

«Cuentas claras conservan amistades», dice un refrán. Pero el alto grado de inmovilización financiera, enturbia el panorama. Y a «río revuelto, ganancia de pescadores», resume otro.

No queda más remedio: la economía Cubana debe acabar de levantar el vuelo. Y si de huevo se trata, pues… ¡a ponerlo de una vez!

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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