Canta, compañero ¡canta!
07/03/2013 18:06:28
Por Mercedes Rodríguez García
Catorce días antes de su muerte, ocurrida el 16 de febrero de 1985, el trovador Alí Primera llamó a su pueblo a reencontrarse con el pensamiento bolivariano. Fue en Maracaibo, ciudad del noroeste de Venezuela, capital del estado Zulia.
Por entonces el joven capitán Hugo Rafael Chávez Frías, ya había fundado el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200) y jurado, bajo el mismo árbol donde se reunió el ejército de Simón Bolívar durante la Guerra de la Independencia, reformar el Ejército e iniciar una lucha para construir una nueva República.
Transcurridos 27 años el comandante Chávez, convertido en presidente de Venezuela, leería a su pueblo aquellas palabras del «Cantor del Pueblo», por cuanto profetizaron el proceso político que viviría el país años más tarde y describieron los movimientos que se gestaban dentro de los cuarteles.
«Alí había empezado para esa época a lanzar con fuerza el canto bolivariano (...) Él sabía lo que estaba haciendo y aún cuando no había conexiones directas habían conexiones indirectas y nos envió un mensaje (...) pies la voz del cantor «estimuló la estirpe bolivariana que renacía en los cuarteles y también en las calles».
«Fue por esos años cuando Alí compuso aquella canción Bolívar Bolivariano...»
Y como el hombre humilde y sencillo que era cantó. Cantó, como lo hizo y lo haría en muchas de sus alocuciones, tal vez para espantar a esos duendes traviesos de los mitos y leyendas venezolanos, huidizos siempre al toque de las aceradas cuerdas del tiple, y tan ligados a la música y los poemas llaneros.
Al terminar, feliz y sin jadeos, precisó:
«Por eso lo lloramos y hoy lo recordamos con amor infinito y hoy decimos ¡Qué viva Alí Primera, que viva el canto bolivariano!», palabras que fueron seguidas de una gran ovación de los asistentes que se reunieron en el Polideportivo José María Vargas con motivo de la I Promoción de Médicos Integrales Comunitarios.
También en su cuenta en la red social Twitter @chavezcandanga, dejaría constancia de la patriótica evocación: «¡Alí Primera vive en el canto y en la batalla del bravo Pueblo de Simón Bolívar! ¡Vamos contigo, Alí, en Amor Mayor!»
Y con Amor Mayor, luego de batallar duramente con una enfermedad durante casi dos años, Chávez partía a juntarse para siempre con Bolívar y con Alí. Seguido de un pueblo que parecía despedir a un padre, avanzaba la marea roja que tantas veces le acompañó en discursos y manifestaciones de apoyo.
Al paso del cortejo desde Hospital Militar Carlos Arvelo hasta la Academia Militar, donde se instaló la capilla, Caracas parecía en erupción, inspirada a continuar la obra emprendida por Chávez , ya inerte de cuerpo y corazón, pero tan vivo y estruendoso motivo de inspiración como los cañonazos que sonaban y sonarán cada una hora hasta que los restos de su más legítimo líder sean inhumados, el próximo viernes.
«No canto porque existe la miseria, sino porque existe la posibilidad de borrarla, de erradicarla de la faz de la tierra», declaró en una oportunidad Alí Primera, de quien desde la megafonía sonaban sus versos:
«Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos... Vamos ¡upa!, ¡carajo! que para amanecer no hacen falta gallinas sino cantar de gallos.. Ellos no serán bandera para arroparnos con ella y el que no la pueda alzar, ¡que abandone la pelea!.. No es tiempo de recular... Ni de vivir de leyendas... canta, ¡canta compañero!, que tu voz sea disparo, que con las manos del pueblo no habrá canto desarmado...»
Era el canto bolivariano del «Cantor del Pueblo», como si hubiera sido escrito para el más bolivariano de los hijos de América, porque el canto de Alí fue el alimento diario del cadete, del capitán, del comandante, del presidente Hugo Rafael Chávez Frías, que siempre lo tuvo, «como parte de su credo diario; de su pensamiento diario; de su lucha diaria (...) », al decir de Sol Mussett, compañera eterna del cantautor venezolano.
La última vez que le escuchamos cantar en público fue el 8 de diciembre de 2012, cuando el primer mandatario solicitó a la Asamblea Nacional un nuevo permiso para ausentarse y destacó tenía fe en recuperarse. ¿Lo recuerdan? De Cuba había llegado la noche antes y a Cuba marcharía al otro día para someterse a nueva operación quirúrgica, como él mismo diría a «enfrentar esta nueva batalla. Con el favor de Dios, como en las ocasiones anteriores, saldremos victoriosos, saldremos adelante...»
Ese día reiteró su esencia de patriota, y ahí mismo le vino la música a la boca, porque «cada vez que yo hablo del patriota, recuerdo aquella canción, vieja canción de los solados tanquistas de Venezuela», que aprendió de casi niño y todavía le arrebataba el alma:
«Al rumor de clarines guerrero, ocurre el blindado, ocurre veloz, con celoso dragones de acero que guardan la Patria, que el cielo nos dio, patria, patria, patria querida tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol, patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma, tuyo es mi amor...»
Y emocionado y conmocionado como solo suelen hacerlo los que aman y defienden una causa verdadera, exhortó: «¡Hoy tenemos Patria! Y pase lo que pase en cualquier circunstancia seguiremos teniendo Patria, Patria perpetua —dijo Borges— Patria para siempre, Patria para nuestros hijos, Patria para nuestras hijas, Patria, Patria, la Patria. Patriotas de Venezuela, hombres y mujeres: Rodilla en tierra, unidad, unidad, unidad de los patriotas».
Entonces pidió la Espada de Bolívar y sobre ella juró, y pidió todos los sectores de todas las corrientes de la vida nacional «continuar arreciando la marcha rumbo a lo que ya está ahí en el horizonte todo el apoyo del Pueblo. «(...) Sea como sea hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque (...) Tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado.
Y el jinete de siempre, sin esperar el toque de corneta, partió a galope, hacia la isla amiga, «aferrado a Cristo, aferrado a mi Señor, aferrado a la esperanza y a la fe». Pero fue en su patria, en la patria del Padre Bolívar donde transcurrieron los últimos días de su batalla física en este mundo.
Su espíritu llanero continuará irradiando luz, cortando el corazón de los Llanos, fluyendo continuamente, atravesando bosques, llanuras y sabanas. Marchará en silencio, acompañado de garzones soldados, tántalos americanos, guacamayas bandera, garzas reales, águilas y halcones. Pero aún callado, seguirá cantando:
«(...) canta canta compañero, que no calle tu canción. Si te falta bastimento, tienes ese corazón, que tiene latir de bongo, color de vino ancestral. Viene tu cuenca de lucha, cabalgando un viento austral..»
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