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LA TECLA CON CAFÉ

China, un modelo que seduce, pero difícil de exportar

China, un modelo que seduce, pero difícil de exportar

 

05/10/2012 11:13:19

 

Entrevista a Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, autores del libro «La silenciosa conquista china», un recorrido por 25 países en desarrollo para descubrir la expansión del gigante asiático y su emergencia como potencia internacional.



Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, dos periodistas con amplia experiencia en China, realizan una extensa investigación que ha durado más de dos años recorriendo 25 países en el Asia Central, Sudeste Asiático, África, y América Latina, para dibujar un mapa de la «silenciosa», pero eficaz, expansión china en las economías emergentes a la búsqueda de materias primas y nuevos mercados.


Los autores reconocen que «China resulta sexy»; el éxito económico de los últimos 30 años es indiscutible y seduce, pero las generosas inversiones chinas también generan efectos secundarios de tipo económico, medioambiental o incluso geopolítico.

No querían hacer un libro más sobre la historia de China; lo plantearon mirando al futuro y analizando la relación de China con el mundo. El resultado es una obra, La silenciosa conquista china, que explica cómo los chinos ya están conquistando los países en desarrollo y nos prepara para la segunda fase: la irrupción de China en el mundo desarrollado, cada día más cercana, y de la que ya tenemos señales claras, que van desde la compra de deuda en la eurozona a la aparición de las primeras empresas punteras, como la tecnológica Huawei.


¿Os sorprendió la magnitud de la inversión y la presencia de China en los países emergentes? ¿Es mucho mayor de lo que pensabais?

Heriberto Araújo: Sí, nos sorprendió a los dos que fuera una cuestión tan global. Coges un avión, llegas a la República del Congo y en la capital, Kinshasa, constatas que hay una importante presencia china con inversiones estatales… pero después te vas a lo más recóndito del Congo y seguía ahí esa presencia china.

Juan Pablo Cardenal: Como los chinos son muy discretos en general y en sus relaciones de negocios en particular y como la oleada de inversiones llevada a cabo por la China oficial, por las empresas estatales, se está haciendo en muchos países que son dictaduras y ricos en recursos, no hacen mucha publicidad de sus operaciones.

«Pero cuando vas sobre el terreno, te das cuenta del despliegue de recursos de la China oficial por todo el mundo, bancos, empresas estatales... A ella le sigue la segunda oleada que es la del sector privado, que es igualmente alucinante.

«Son gente, en muchos casos emigrantes, que salen de China con la única intención de prosperar, que tienen un olfato para los negocios increíble, que están dispuestos a sacrificarse, que tienen un talento natural para bajar los costes, que se adaptan al medio como nadie y triunfan.

«Triunfan en países donde los occidentales o los demás países del mundo no se atreven a ir».

¿El éxito de la expansión de China por el mundo recae entonces también en el espíritu emprendedor y de sacrificio de sus emigrantes?

H: Sin duda, y hay otra cosa que es fundamental, la quanxi, la red de contactos que establecen los chinos.Creo que la capacidad de trabajo y sacrifico que tienen los chinos es algo de lo que nosotros en Occidente ya nos hemos olvidado.

«Hay una frase, que recogemos en el libro, de un chino que encontramos en el Congo, que nos dijo: los occidentales hacéis negocio con la idea de invertir un euro y ganar dos, nosotros invertimos un euro para ganar diez céntimos. Creo que eso resume muy bien su espíritu y que están dispuestos a meterse en todos los sectores.

«La emigración la ven como una autopista hacia la prosperidad. Esta prosperidad la podrían conseguir en su país, pero en China competirían con mucha más gente. En otros países, como el Congo por ejemplo, es un terreno virgen lleno de oportunidades».

¿China tiene estrategias diferentes según los continentes o los países en los que decide invertir?

J.: No hay una estrategia para cada país. Hay una estrategia general  que básicamente consiste en: necesitamos crecer al 8% y tenemos que garantizarnos el suministro de materias primas para que funcione «la fábrica del mundo».

¿Además de materias primas, la inversión de China en el exterior busca establecer otro tipo de relaciones?

H.:
También busca mercados en el mundo en desarrollo para vender sus productos.


«Pero en todo caso, hay una estrategia muy clara sobre cómo China aborda su relación con esos países y eso tiene que ver con la naturaleza de los países receptores.

«Cuanto más débil es el país receptor a nivel de instituciones, sociedad civil, democracia, gobierno… más capacidad tiene China para expandirse y, además, de una manera que en muchas ocasiones no es muy beneficiosa para los locales.

«Cuanta más capacidad tiene China de llevarse los recursos de una manera primaria, como por ejemplo en Birmania, donde extraen el jade de las minas y pasa inmediatamente la frontera para darle valor añadido y acabar en las joyerías de Hong Kong, más impacto tiene la llegada de China.

«En cambio, en los lugares donde la sociedad es más desarrollada y hay un sistema de contrapesos, la presencia de China es más comedida: por ejemplo, en algunos países de Latinoamérica o, el caso más claro, el de Australia, donde Pekín tiene grandes intereses en el sector minero, pero está obligado a respetar las leyes».

La inversión china va acompañada también de sus trabajadores…

J.P.: China lo intenta siempre, otra cosa es que el país receptor lo acepte o no. Lo intenta en parte porque forma parte de su cultura de trabajo.

«Ofrece un paquete cerrado: se compromete a realizar una infraestructura, que financia y muchas veces regala, en un tiempo récord y a un precio con el que nadie puede competir. Pero exige que sea con sus materiales, que entran libre de impuestos, y con sus trabajadores.

«¿Por qué su gente? primero por una cuestión de comunicación lingüística y después porque creen, y seguramente con razón, que los chinos trabajan más que nadie y están acostumbrados a una determinada disciplina.

«Depende de que el país lo acepte o no. Por ejemplo, en la inversión más importante de China en África, en Sudán, en la polémica construcción de la prensa en el Nilo, se estima que hay entre 3.000 y 5.000 trabajadores chinos.

«Sudán es una dictadura enfrentada con Occidente que se ha echado en los brazos de China y acepta sus condiciones. Si un proyecto equivalente lo llevas, como fuimos testigo, a una presa que se está construyendo en la Amazonia ecuatoriana, allí sólo hay un contingente de trabajadores chinos, que son técnicos, y el resto son operarios locales».

El libro se titula «La silenciosa conquista china». El gobierno chino intenta pasar desapercibido o ser discreto a pesar de su crecimiento y emergencia…

H.: La primera cita del libro es la estrategia de los “8 caracteres”* de Deng Xiaoping pronunciada a principios de los noventa, y nosotros creemos que esa filosofía de moderación y discreción sigue dominando la política internacional de China. Si lo piensas, no ha habido ningún asunto reciente en que China haya tomado la iniciativa.

«De hecho, todo el mundo habla ahora de China como el próximo mesías para salvarnos de la crisis y el gobierno de Pekín ha seguido manteniendo un perfil bajo. En ningún momento ha adoptado ese rol de “los voy a salvar de la crisis”. Las inversiones dicen otra cosa, pero el perfil público es bajísimo.

«Hay otra a cuestión sobre el título del libro, “conquista silenciosa”, porque no es una conquista militar».

¿China está preparada para asumir los riesgos de ser una gran potencia internacional? ¿No teme perder su tradicional aislamiento y sufrir el contagio de algunos fenómenos, como por ejemplo con las Revueltas del Jazmín?

PJ.: El poder ejerce un control muy férreo que empieza en las escuelas, continúa con la información y en cierto modo es un circuito cerrado. Precisamente con la Primavera Árabe hemos sido testigos de una oleada de represión que no tiene parangón desde Tiananmen.

«A todos los periodistas que estábamos allí, la reacción del gobierno chino con respecto a la primavera árabe nos ha parecido desmedida, pero tiene una explicación: quieren cortar de raíz cualquier riesgo de pérdida de control; esa es la lección que aprendieron en Tiananmen.

«La receta es economía y prosperidad. Mientras crezcan al 8%, aunque la distribución sea tan desigual, la percepción es que el país está yendo hacia delante y que la población se está enriqueciendo. La fórmula está funcionando y veo difícil los cambios. Donde hay riesgo político, el poder es implacable.

¿No temen que esta exposición internacional, con importantes inversiones en muchos países, les provoque otro tipo de repercusiones, como ser objetivo de atentados?

P.J.: Yo creo, de entrada, que ni siquiera los terroristas quieren enemistarse con China.

«En segundo lugar, la amenaza del terrorismo viene sobre todo del islamismo y China ya se ha encargado de cerrar esa puerta y lo ha hecho teniendo una alianza a sangre y fuego con Pakistán.

«Para China, Pakistán es su ama de llaves para toda la región y el mundo árabe, manteniendo una buena relación con Islamabad está cultivando una buena relación con el mundo árabe. La razón fundamental es mantener bajo control la disidencia uigur.

«Ante las revueltas del Xinjiang el mundo árabe tuvo una respuesta muy “soft” ante China.

«China en todo el mundo en desarrollo, incluido el mundo árabe, es vista como el contrapoder, como la alternativa y como uno de ellos, frente a Occidente».

En este sentido, ¿El modelo de crecimiento chino es un modelo exportable a otros países emergentes?

H.: Es un modelo que seduce mucho, pero personalmente no creo que sea un modelo exportable porque las características chinas son muy especiales, típicas de China.

«¿En qué otro país se podría montar lo que hemos llamado “fábrica del mundo”?. ¿Dónde puedes reunir esa combinación de acceso a una gran masa de mano de obra barata junto con la capacidad de hacer y deshacer las leyes sin problemas para beneficiar a unos y a otros?

«Sin duda es un modelo que seduce y se vende bien ya que ha conseguido sacar a 500 o 600 millones de chinos de la pobreza en 30 años y eso es un hito que nadie pone en duda.

Sin embargo, esta combinación de éxito de gobierno fuerte o dictadura y economía de mercado seduce bastante…

J.P.:
Los modelos autoritarios pueden ser tentadores. El concepto mágico es el desarrollo económico. Es lo que China ofrece, ya que lo ha conseguido durante 30 años internamente y ahora lo está haciendo en el exterior, pero la gran pregunta es: ¿qué pasa con los efectos secundarios?


«Tenemos el ejemplo de Zambia, un país en el que China tiene muchísimos intereses ya que, junto a Congo, albergan las mayores reservas de cobre del mundo.

«China ha realizado grandes operaciones en Zambia, del orden de 6.000 millones de inversión y 6.000 puestos de trabajo creados.

«Este es el discurso oficial, tanto de China como del gobierno de Zambia, que ahora acaba de cambiar, para mostrar las excelencias de las inversiones chinas.«Sin embargo, nosotros hemos podido constatar sobre el terreno que más allá de los discursos oficiales la gente está muy descontenta.

«Zambia es un país en desarrollo, pero su sociedad tiene una herencia de la época colonial británica. En la primera mitad del siglo XX, ya les montaron a los británicos una huelga salvaje en contra de las penosas condiciones laborales.

«Sesenta años después, llegan los chinos a imponer unas condiciones laborales que ya eran inadmisibles hace medio siglo. Eso explica que en un país donde China ha invertido tanto rechace la presencia china. De hecho, el nuevo presidente, Michael Sata, ha ganado las elecciones en septiembre con un discurso anti chino.

«Donde hay sociedades desarrolladas, y Zambia es un ejemplo porque tiene ese legado anglosajón aunque sea pobre, el modelo chino resulta inadmisible».

China presume de que, al contrario que el colonialismo occidental, sale al extranjero a invertir y no a imponer valores, lengua, religión… ¿es así?

H.:
Bueno, también exportan su modelo y sus valores.


«Lo que China está haciendo en las minas de Zambia no es muy diferente de lo que hace en las minas de Mongolia Interior o el trato que da a los trabajadores textiles en Senegal; no es muy diferente de lo que hace en la misma República Popular.

«Está claro que la expansión china no es una cruzada, como la colonización de América, que llevaba unida la cuestión religiosa, pero sí hay una serie de valores vinculados a esa llegada de los chinos.»

¿La expansión de China en estos países no va acompañada de transferencia de tecnología y desarrollo?

J.P.:
Esta es una de las grandes críticas que hemos oído y también hay que reconocer que no siempre es achacable a China. La relación que China crea en estos países es muy primaria. Las materias primas las compra o la extrae en bruto y no hay derrame industrial. Por ello tiene impacto en la balanza comercial y en los ingresos del país, pero no es desarrollo.


«Muchos de esos países están perdiendo una oportunidad histórica de poder desarrollar determinadas industrias que es exactamente lo que China ha hecho durante 30 años con la inversión extranjera, ya que ponía como requisito la creación de joint-ventures y transferencia de tecnología».

En el libro explicáis con detalle cómo el poder económico de China, su gran reserva de divisas y capacidad de inversión, es debido al alto nivel de ahorro de los chinos- por encima del 40%- y al control del estado sobre estos ahorros con intereses bajos y escasez de ofertas de inversión. ¿Ahora que el gobierno se propone incentivar el consumo perderá capacidad de inversión en el exterior?

H.:
Yo creo que no; es compatible una cosa con la otra. Hacia lo que apunta China es a desarrollar una especie de red de seguridad social, no sé si parecida a lo que conocemos en Occidente, pero necesitan crear un cierto sistema de bienestar social.


«Pero esto es perfectamente compatible con que las empresas estatales tengan financiación prácticamente ilimitada a precios o intereses muy bajos para abordar su expansión.

«Es que lo necesitan, si no fuera así, no podrían competir con las empresas punteras de los países desarrollados. Todavía van a tardar años en ser competitivos a nivel tecnológico.

«Si no aportaran ese plus que significa el dinero barato y la financiación ilimitada no podrían hacer esos trueques que tanto gustan y que prácticamente es una oferta de paquete “llave en mano”: financiación más infraestructuras a cambio de recursos naturales».

El gobierno chino afirma que tiene que cambiar su economía y pasar de un modelo volcado a la exportación a incentivar el consumo interno.

J.P.:
Hay muchas teorías sobre si China está en tránsito hacia una economía de consumo, pero para que eso ocurra tiene que desmantelar el actual sistema. Eso implica liberalizar el sistema financiero, que es lo último que van a liberalizar, porque cuando lo hagan pierden el control de la economía. Hay expertos que consideran que el tránsito a una economía de consumo no va a ocurrir a corto plazo


«No nos olvidemos que en el mal llamado milagro chino hay un gran beneficiario que son las empresas estatales. Todo el sistema económico está diseñado a favor del poder de esas empresas y bancos estatales a través de los cuales el Partido Comunista Chino puede controlar la economía y mantener el poder».

En China hemos podido comprobar que todo va muy de prisa. ¿Creéis que la situación que describe el libro será vigencia durante mucho tiempo?

H.: Evidentemente los datos concretos son importantes y cambian cada año, pero la radiografía que en el libro damos de China es lo suficientemente sólida, dada la magnitud de la investigación, para que siga siendo vigente al menos en un lapso de tres a cinco años.

«De hecho, hemos podido comprobar cómo en algunos países que hemos visitado se han producido grandes cambios internos, como es el caso de la revoluciones árabes, pero no ha cambiado en absoluto lo que nosotros explicamos y mantiene la vigencia.

«La expansión de China en el mundo va a ir a más».

 

(Fuente: asiared/ Dolores Rodríguez)

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