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LA TECLA CON CAFÉ

EL CÁNCER NUESTRO DE CADA DÍA

EL CÁNCER NUESTRO DE CADA DÍA

Por Mercedes Rodríguez García

01/10/2001 08:15:37

Soy de las que sustenta que «hay que morir de algo», aunque en la actualidad ese «algo» casi siempre sea de cáncer, que los hay bastante temibles, según la edad y el sexo del candidato. Por ejemplo, no es lo mismo padecer el cáncer de mama a  los 15 ó 20 años, que a los 50; tampoco, el de próstata, a los 40 y pico, que a los 80 y picón.

Pero sobre el temible «cangrejo » —que muerde a cualquiera y cualquier edad— también circulan muchos mitos, que ciertas las estadísticas se encargan de reafirmar.

No me disgusta el lenguaje de los números, pero tampoco les hago mucho caso desde cierto día en que un experto profesor de economía, fumador empedernido, me dijo: «Yo sé que voy a morir de cáncer de pulmón, no porque lo corroboren los estudios cuantitativos sobre el hábito de fumar, sino porque todos en mi familia han muerto de esa enfermedad».

«¿El cáncer es hereditario, profe?», le pregunté. «No sé, pero en mi familia, sí», me respondió y luego pasó a explicarme algunos estudios «manipulaban» las variables y categorías por tal de probar la hipótesis. Y me puso el siguiente ejemplo:

Supón que se el estudio abarcó una muestra de 100 mujeres con cáncer de mama, y que  de esa cantidad,  90 usaban anticonceptivos por vía oral, pero también coincidían en el  tipo de perfume. Como mismo pudiera derivarse que el anticonceptivo aumenta la cantidad de células cancerígenas, igual  sucedería tal o más cual loción».

«Entonces, profe, ¿la nicotina no siempre produce cáncer de pulmón?» «Las estadísticas lo evidencian, pero creo más en el factor genético.  Y en cuestión de genes nadie se las sabe toda», me dijo.

En esta misma línea continuamos la plática durante el largo rato del tren que nos llevaba a la Universidad. Suficiente para muevas explicación y cuestionamientos relacionados con los tumores malignos.

«Será cierto, profe, que las niñas que pesan mucho al nacer, las mujeres que tienen una menstruación temprana o las que han sido madres después de los 35 años, tienen más probabilidades de desarrollar cáncer de mama?»

«Tal vez, y por qué no los que nacen bajo peso, la mujeres que desarrollan tardíamente o las flacas que paren a los 23?»

«Profe, existen otras creencias como que las asiáticas padecen menos cáncer de mama; que el calentar la comida en un recipiente de plástico en el microondas incrementa este padecimiento. Según he leído, los científicos chinos lo relacionan con ciertos agentes químicos, y hormonales...»

«…Pero que todavía lo están estudiando», me interrumpió.

«Sí, también existen ideas que refieren que las antenas de telefonía aumentan el riesgo de desarrollar un cáncer; que los sujetadores con varillas pueden ser la causa del de mama… »

«…  Que los jeans muy ajustados pueden producir el de próstata o testículo. La lista de agentes puede ser interminable, no le hagas mucho caso,  los investigadores siempre andan empeñados en hacer coincidir los numeritos con el objeto de estudio».

Como era un tipo serio que siempre andaba con teorías y supuestos locos,  no estaba muy segura de si me hablaba en broma o en buen juicio. No obstante, sus explicaciones medio que me convencían.

Para este sesentón las falsas creencias varían según el tiempo.  Así, en verano, se habla más del cáncer de piel que el resto del año, cuando parece que esta enfermedad no existe.

Según él los agricultores y los pescadores han tomado siempre el sol, y  son los que menos padecen los efectos negativos de la sobreexposición a las radiaciones ultravioleta que, puede  dar lugar a ciertos tipos de cáncer de piel, algunos de los cuales se resuelven con una minicirugía.

Sin embargo, «en Europa la gente va a las playas durante uno o dos meses, y el resto del año prácticamente, ¡nada de sol…!»

«Profe, pero lo que sucede que reciben una gran cantidad de radiación concentrada en muy poco tiempo… lo que quizás sumado a la posterior ausencia de exposición al sol, sí que puede dar lugar a un melanoma mucho más agresivo».

Como el profe era un tipo serio, que siempre andaba con teorías y supuestos locos, en realidad no estaba muy segura de si me hablaba en broma o con sano y serio juicio.

Lo cierto. No se equivocó: falleció a causa de cáncer de pulmón. Se fumaba hasta cuarenta cigarrillos diarios. ¿Moriré yo de lo mismo? Bueno, en mi familia nadie a muerto a causa del «cangrejo». Descarto el de mama, pues ya pasé los cincuenta, no tengo horno microondas, ni celular, ni uso sujetadores con varillas, y aunque Cuba es un eterno verano, la playa me queda distante y los hoteles en moneda nacional, más que más…

Bueno, da igual. Para qué pensar en la muerte. Creo que pensar mucho en ella, la acerca. El poder de la mente es extraordinario, úselo para que le de fuerzas y pueda luchar en lo que cree, entre ellas que no le falle la salud.

Les cuento: Una doctora hizo un estudio sobre cien «supervivientes de» cáncer, con la esperanza de averiguar qué tenían en común, y lo más interesante fue que no logró encontrar ninguna pauta habitual en el tratamiento seguido por cada una de esas personas.

Los supervivientes habían recibido toda clase de tratamientos distintos. Sin embargo, una cosa tenían en común: todos creían que el método de tratamiento que estaban siguiendo iba a darles resultado. Era la creencia, no el tratamiento, lo que marcaba la diferencia.

Así desde mi PC le digo a Figueroa que no tema, que ya comprobó que el cáncer puede ser heredado, que él no constituiría la excepción… Ni yo, por supuesto, la regla.

 

 

 

 

 

 

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