CORONA AZUL, PERO ¡CIUDAD NARANJA!
Por Mercedes Rodríguez García
El martes ganó Industriales y fue día de coronación azul, cuando los soñadores de la patria chica teníamos pintado ya el cetro de naranja.
Puro delirio debido a la fiebre que invadió sin control a los villaclareños, y que nos hizo olvidar precariedades cotidianas. Torbellino de afecto y apoyo incondicional desatado en las finales del deporte nacional.
Parecía una felicidad caída de algún arcoiris monocromático y desperdigada en gorras y pulóveres. Pero a la vez, una carrera surrealista de peluqueras y barberos tijera en mano tras melenudos y corajudos leones azules.
No puedo explicar el por qué de las ensoñaciones generalizadas ni las causas por las cuales El Niño de la Bota, inmutable en medio de su fuente del Parque Vidal, desprendía destellos del brillante color que aureolaba las cabezas de paisanos y paseantes.
La verdad, no encuentro otra explicación al fenómeno de «irrealidad» que la fuerza del honor y el amor que alberga en su seno el pueblo esforzado, valeroso y noble que nos hace sentir en otro tiempo y espacio. Tiempo y espacio poco comunes. Tiempo y espacio marcado esta vez por dos colores casi míticos, sagrados.
En las casas, calles, escuelas, centros de trabajos, proliferaban besos, abrazos, sonrisas... ¡Qué clase de intoxicación de amor por la esperanza!
Y así debiera ocurrir siempre y en todo momento, por los centenares de inning, batazos y carreras que requieren las glorias cotidianas.
No ganamos. Pero demos gracias al azul. El está en nuestro mar, en nuestro cielo y en nuestra bandera.
De todas maneras, señores, Cuba es verde. Solo que ahora entre las hojas de sus palmas, va creciéndole una novena villa, ya para siempre bautizada como Ciudad Naranja.
0 comentarios