Sin punto y aparte
CARPINTERO
Por Mercedes Rodríguez García
La sangre, el sudor, las lágrimas de Carlos Machado Calero tienen el olor, el color y el sabor de la madera. Diríase que todo él brotó y prosperó dentro de un bosque, aunque nadie del tronco familiar plantara la semilla. Como en el poema de Nicolás Guillén dedicado a la palma «nació sola/ creció sin que yo la viera/creció sola...»La necesidad, la urgencia del vivir le bajaron del cielo los secretos: «Los nudos superficiales suelen desprenderse de las planchas y dejar agujeros, los de la base no se desasen pero deforman la madera porque se encogen y debilitan las tablas, pero algunos tipos de madera con nudos, como el pino, sí resultan vistosas por el dibujo de su veta y se utilizan para decoración y revestimiento de paredes...» En el patio de su casa en la carretera a Camajuaní, levantó el taller, dentro de la arboleda, hace ya muchos años y allí las horas le «vuelan aserrando, cepillando, trinchando, serruchando, lijando, clavando...» Solo la voz de Nilda, su compañera de toda la vida, lo «sacan del paso, porque me llama y me llama y no la oigo.»¿En qué piensa cuando trabaja? «En el trabajo» ¿No tiene problemas? «Sí, aunque los problemas los espanto a martillazos» Y ríe: suave, tranquilo, lánguido. ¿Carpintero remendón? «Bueno, si me piden remendar, remiendo, ¡qué mucha necesidad hay para votar lo viejo! ¿Pocos carpinteros, eh? «Junto con los viejos van a muriendo los oficios» ¿Por qué? «¡Ah! porque se ha perdido la tradición familiar, porque los pocos que se forman después abandonan la actividad, porque no existe el herramental necesario y si lo encuentra cuesta una barbaridad, porque quieren ganar miles de pesos de un tirón, porque la gente prefiere el plástico...Mire, la verdad, la madera es un lujo: ya no se fabrican muebles de caoba, ni de cedro, el plástico, es lo moderno, no digo lo feo, pero sí lo práctico, lo utilitario...» ¿Qué prefiere, arreglar un balance o hacer un sillón? «Me da lo mismo si es que voy a resolver un problema, pero me gusta más fabricarlo, y no crea, ¡componer un balance se las trae!» ¿Le gusta la ebanistería? «Después que me jubilé, sí. Sin embargo mi especialidad es la carpintería de armar en construcción de armazones de edificios, lo que la gente llama encofrador, que es quien conforma el en el que se vacía el hormigón hasta que fragua, y que se desmonta después.» ¿Qué madera prefiere? «El cedro, por su olor» ¿Y por otra cualidad? «La caoba, dura, delicada de trabajar.» ¿Y por su sabor? «Oiga, ¿usted piensa que yo soy un comején?» Entonces acota Nilda, seria y parsimoniosa: «La canela, viejo, que a ti te gusta mucho la natilla.» ¿Con cual de las herramientas que utiliza a diario se siente más identificado? «Con el serrucho.» ¿Y si le pregunto cuál de ellas se le parece a su esposa...? «Me la puso dura, déjeme pensar, a ver, a ver...Bueno, la escofina...» ¿Esa herramienta como una lima muy usada para desbastar? «Así mismo, con la escofina se quitan las partes más basta de la madera, y en el sentido que se lo dije equivale a que limarme, a rebajarme las asperezas y rudezas, como educarme o algo así...» Y una última pregunta, Carlos, de todos los muebles que usted ha fabricado, ¿cúal recuerda con más cariño ?« Precisamente un silloncito, le puse mi corazón» ¿Por qué? «Lo hice para Karla, mi bisnieta» ¿Su Pinocho? «Sí, así le llamamos los carpinteros viejos a un retazo de pino nuevo, espero que no le crezca la nariz por decir mentiras.»
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