Verdades de un Congreso pensado desde la Patria.
Por Mercedes Rodríguez García.
La cultura une a los pueblos. La cultura ha de viajar como la luz y agrietar las tinieblas. “Ser cultos para ser libres” representa más que una idea martiana, una filosofía del hacer para la independencia y la soberanía nacionales.
El escritor Miguel Barnet, comentaba recientemente acerca de las expectativas del VII congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que se desarrollará hasta el próximo viernes.
El poeta y narrador, habló de la sui géneris organización que, "justo por sus características ha logrado sobrevivir a los tiempos difíciles". Su propuesta de defenderla pues "cohesiona a lo mejor de la intelectualidad de la Isla", no esconde el carácter selectivo que debe preservar. "No somos un club social, no dictamos leyes, sino somos activos participantes en la vida cultural del país", apuntó y agregó: "Debemos rescatar el perfil original de la institución, el debate y la reflexión en torno al tema de la creación artística, el destino de la música, las artes plásticas, visuales, escénicas en Cuba y el mundo, esa es la misión."
Cierto que se ha producido un desfase entre el proyecto cultural de la Revolución y los referentes que establecen para sí mismos amplios sectores del pueblo, cierta pérdida de identidad que lastra el quehacer colectivo y el funcionamiento de los órganos de dirección de la organización. De ahí lo enconado de los debates, escasamente reflejados por las televisión nacional y raquíticamente comentados por la prensa periódica, mejor parada que la primera a juzgar por las abundantes intervenciones provenientes de reputados artistas del medio y de jóvenes talentos de la Asociación Hermanos Saíz, defensores radicales en cuanto a aspectos como el papel socializador de la cultura, y la estrategia de promoción en las instituciones y su presencia en los medios audiovisuales.
Cierto que se ha producido un desfase entre el proyecto cultural de la Revolución y los referentes que establecen para sí mismos amplios sectores del pueblo, cierta pérdida de identidad que lastra el quehacer colectivo y el funcionamiento de los órganos de dirección de la organización. De ahí lo enconado de los debates, escasamente reflejados por las televisión nacional y raquíticamente comentados por la prensa periódica, mejor parada que la primera a juzgar por las abundantes intervenciones provenientes de reputados artistas del medio y de jóvenes talentos de la Asociación Hermanos Saíz, defensores radicales en cuanto a aspectos como el papel socializador de la cultura, y la estrategia de promoción en las instituciones y su presencia en los Desde hacía nueve años no se celebra un congreso. De ahí los caudalosos y complejos debates en medio de un contexto nacional a la vez rico y complejo, cuyas implicaciones trasciendes lo puramente creativo y devienen política e ideología.
Pero se trata de defender ahora, tramo por tramo, "la nueva cartografía en que se inscribirá la cultura revolucionaria cubana". El camino recorrido en los años de Revolución, propicia análisis serenos e inteligentes a favor de desechar lo realmente inservible, sin dejar de lado el ejercicio permanente de la crítica e implementación de los ámbitos que la favorezcan. La unidad de todas las fuerzas ha sido y sigue siendo la estrategia fundamental de la Revolución cubana. No hay por qué temer al esclarecimiento de la verdad por riesgoso y complejo que sea. La ingenuidad política confunde y mata.Pondero las intervenciones de Marilyn Bobes, Reynaldo González, Graziella Pogolotti, de la actriz Fátima Patterson, Amaury Pérez, Alfredo Guevara, Cintio Vitier, el compositor Roberto Varela; de Juan Formell, del crítico teatral Omar Valiño, por solo citar a los más conocidos. De alguna manera todos ellos abogaron por defender las mejores tradiciones de la cultura nacional y confrontar la multiplicidad de opiniones en aras de una sociedad mejor, basada en la independencia y la justicia social.
Hablaron de carencias en la educación formal, de la urgencia en rescatar el protagonismo del maestro como ente puntual de nuestro sistema de enseñanza; del proyecto educativo, que no debe olvidar “enseñar a pensar es lo más difícil"; de lo difícil que se ha tornado erradicar la banalidad, la discriminación racial y de género; de la urgencia de incrementar la función creativa de la UNEAC y la conciencia crítica y autocrítica de sus miembros para hacer frente a manifestaciones de burocratismo, demagogia, inmovilismo, gremialismo y oportunismo; de la frivolidad y el aburrimiento en los medios audiovisuales, donde “se confunden el esparcimiento con la banalidad y la educación con el didactismo.”
Bien profundas y argumentadas resultaron las reflexiones en torno a proteger la esencia creativa de la enseñanza artística y “librarla de maniqueísmos”; de lo benéfica que puede resultar una política cultural dirigida a eliminar “la falsa competencia entre el arte y la recreación”, de modo que se multiplique en suplementos de arte y literatura, en periódicos y en revistas de este corte.Cuba es una sociedad solidaria, con presupuestos de justicia en la distribución de la riqueza y las oportunidades, de altruismo y de internacionalismo, con las permanencias de rasgos del modo capitalista de vida y de pensamiento, e incluso con retrocesos en algunos de aquellos avances, a partir de la estrategia que fue necesario seguir por la gran crisis de la década pasada.
Esta realidad debe ser enfrentada en todos los terrenos, no solo para constatar que existe, sino para actuar en consecuencia a favor del avance de la sociedad solidaria. Los escritores y artistas, como los demás cubanos, también viven esas coexistencias físicas y espirituales, económicas y morales, ese mundo unas veces unido y claro, otras contradictorio y escindido.
Como expresara el poeta y ensayista Cintio Vitier ha de vivirse la Patria como huracán de piedad, refiriéndose a la impresionante experiencia de Silvio Rodríguez de llevar su arte por las prisiones o a la de Liuba María Hevia en los hospitales entre los pequeños aquejados de cáncer.La cultura une a los pueblos. Nadie posee más poder de convocatoria que un artista, capaz de llenar plazas, estadios, y teatros donde cientos de miles corean sus canciones. Nadie más poderoso que un poeta para hacer temblar las dictaduras con sus versos. Nadie más respetable que quien escribe la novela de la vida con su vida misma; nadie más luminoso que el pinta los colores de cotidianos de la Patria.
Nadie más respetable que quien enseña el arte con arte de Maestro. Nadie más para dar luz y agrietar las tinieblas. Nadie más: aunque la verdad asuste, y a algunos, mate.
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maritza -