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LA TECLA CON CAFÉ

Dádiva para un colega octogenario

Dádiva para un colega octogenario

Esta constituye la respuesta de las entonces alumnas de Periodismo Dailyn Ruano Martínez y Sandra Cristina Hernández Gutiérrez, de cuya tesis fui tutora, a una de las preguntas de la oponencia que le hiciera a su Trabajo de Diploma Noticias de un Alerta, la Dra. Miriam Rodríguez Betancourt. Hoy la reproduzco en mi weblog por la vigencia del tema que cobra vida en las actuales Reflexiones de Fidel Castro.

 

El sabor insaciable de quien investiga y descubre aspectos novedosos y otros no tanto, pero sí enriquecedores de la historia del líder de la Revolución Cubana, nos hizo eternas devotas de su personalidad.

 

Y en el afán por desempolvar huellas, vestigios de la presencia de Fidel Castro en el Periodismo, hallamos infinitos motivos para reconocer la significación que otorgó siempre a la prensa para alcanzar el triunfo del Primero de Enero. La visión periodística del  —en aquel entonces— joven revolucionario, lo distinguía al decir del ya fallecido camarada Jesús Montané Oropeza:

 

“Quiero subrayar que encontramos en Fidel a un compañero que sabía apreciar en todo su alcance el papel de la prensa y la movilización de la opinión pública. Él tenía mucho más experiencia que todos nosotros en este terreno (…)”

 

Nos inquieta entonces, la curiosidad de quien pregunta, ¿qué aportes hubiera hecho Fidel Castro Ruz periodista a la prensa cubana revolucionaria luego de 1959? 

 

Ante todo, dejamos definido que se trata de un líder político que se vale de esta trinchera para denunciar los desmanes, la corrupción, la injusticia social y la opresión del desgobierno en la Cuba de los años 50.   

 

Sin embargo, no podemos deslindar el periodismo de la política al punto de caer en disquisiciones. El propio Comandante en Jefe, en varias de sus intervenciones durante el VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba celebrado en marzo de 1999, se refirió a ello aunque desde otro ángulo: los estudios universitarios de Periodismo.

 El periodismo, dijo, “es una carrera política y eso no se puede perder de vista en toda su formación. Esta carrera podrá estar en la Universidad, pero es una carrera política”.

Desde esta definición, pudiéramos dejar sentado la meridianidad del concepto fidelista sobre la misión social, y la función política e ideológica del periodismo, desde la cual asumirlo y ejercerlo constituye una gran responsabilidad y un serio compromiso.

 

Confesamos que imaginar a un Fidel periodista no nos resulta difícil porque tal vez, hubiera constituido un paradigma del que estamos muy necesitados. Eso sí, la respuesta debe fundamentarse desde presupuestos nada soñadores. Está basado sobre argumentos que el propio político ha expuesto a lo largo del decursar en la historia de la nación y de modo particular en sus numerosos intercambios con los periodistas y demás profesionales del sector en Congresos, plenos de la UPEC y en festivales de la prensa.

 En cada momento ha expresado su satisfacción por la profesión Periodista. Así aconteció durante el VII Congreso de la UPEC: “Me gusta mucho el oficio, de verdad…Ténganme por uno de ustedes”

El primero de enero de 1959 abrió paso a transformaciones profundas en las esferas de la educación, la cultura, la salud, la economía, entre otras, marcadas por el afán de hacer realidad los proyectos de José Martì de crear una República democrática  “Con todos y para el bien de todos”.

 

El país se adentraba en grandes y profundos cambios y transformaciones políticas donde el periodismo desempeñaba un papel esencial. Se trataba de defender la verdad contra el ataque desinformativo desatado por la maquinaria imperialista. En medio de la Revolución se gestaba la contrarrevolución y parafraseando a Fidel “Contra la Revolución, nada”. Había que salvar a toda costa la sociedad nueva, los nuevos valores y los nuevos principios. Por eso también, no resulta descabellado imaginarnos la pluma de Fidel Castro. De punto fino, pero de trazo firme.

 

Si bien fueron ciertas y muy valiosas en los primeros años, las  comparecencias del político en la televisión, reproducidas por otros medios de prensa, habría que preguntarse, -lógicamente, salvando la distancia- ¿no se hubiera comportado de manera similar desde un periódico, desde la radio o a través de la imagen con la misma habilidad de un periodista?

 

Como profesional de la palabra escrita, Fidel hubiera cumplido con excelencia la labor de un colega en lo que atañe a la formación y concientizaciòn de las masas, a la orientación de amplios sectores de la población ante la creciente complejidad de los procesos y tendencias sociales y políticas imperantes en aquel entonces.

 

A través del ejercicio de la opinión, hubiera posibilitado a las grandes masas la mejor comprensión de los fenómenos abordados en su amplio y exacto contexto, pues para nadie es extraño su valentía y objetividad analítica al enfrentar abiertamente los problemas, los errores, las dificultades.

 

Como corresponde a un periodismo de su tiempo, está capacitado para juzgar, enseñar, persuadir e interpretar, lo que sin duda es inherente y coherente con la madurez de pensamiento y capacidad de acción, que poseía al cabo de la tercera década de vida.

 

Con el triunfo de la Revolución, Fidel ratificaría la prensa como tribuna  para denunciar las inconsecuencias, los abusos de poder, la corrupción administrativa, las desigualdades y otros males que no por estar en Revolución dejaron de estar presente.

 

Sin duda es Fidel uno de los políticos mas universales por su cultura, su dominio de las estadísticas de todo tipo, de las intríngulis de la política y la economía mundiales, por su dominio  profundo del Derecho y  de las leyes  constitucionales.  Lo cual le hubiera proporcionado sin mayores contratiempos, el ejercicio de un periodismo crítico, analítico y creador; exigencias planteadas en ocasiones como, por ejemplo en 1979, durante el IX Pleno del Comité Central del Partido.

 Su visión del futuro, y otras cualidades de su personalidad, afines, imprescindibles para el ejercicio del buen periodismo, hubieran constituido un gran aporte a la prensa revolucionaria.  

Fidel como periodista de investigación, con su aptitud previsora, su sentido de la estrategia devenida capacidad para valorar determinada situación, como lo hace hoy desde las páginas de Granma con seriadas reflexiones, le interesarían el qué, los cómo, los cuándo, los dónde, los por qué y los para qué de los hechos, y sobre todo, los testimonios, las historias de la gente.

 

¿Cuántos fenómenos y sus consecuencias, hubiera podido advertir,   alertar desde una máquina de escribir, una página, un micrófono o desde la imagen? Gracias a esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas, ejercida no por dotes de iluminación, sino como resultado del raciocinio.

 

Como todo buen periodista debe dominar el arte de preguntar, Fidel Castro es todo un experto en ese sentido. Su táctica maestra en indagar sobre elementos que domina para confirmar sus datos, y quienes lo conocen, saben que para él las respuestas tienen que ser exactas.

 

Otro aporte al periodismo revolucionario sería lo que reafirma  Gabriel García Márquez al enunciar que todo periodismo debe ser investigativo por definición, algo que urge en nuestras redacciones, que tanto aclama la prensa cubana y que por desgracia no abunda en nuestros medios de comunicación.

 

Fidel, investigador nato, a quien ninguna verdad le es aceptada de antemano, al decir del director de Le Monde Diplomatic Ignacio Ramonet, busca la raíz de los problemas, no se conforma con escasas fuentes, asume lo que dice con pasión, pero también con seguridad. Y como el Nóbel de Literatura Colombiano afirma en El Fidel Castro que yo conozco, “el mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo, al desafío, al reto.”

 

La búsqueda y el reflejo constante de la verdad, esa que a veces es adornada y ocultada por el periodismo inconsecuente, sería motivo que enrumbaría su pluma.

 

Imaginamos a Fidel como un periodista intranquilo, caminando a grandes zancadas de un lado a otro, incansable, enamorado de su profesión, dispuesto a promover la polémica, el debate cotidiano, limpio, libre de máscaras, dobleces, hipocresías, oportunismo.

 

Y para lo que muchos sería un defecto, lo imaginamos además irreverente, contestatario,  pero respetuoso y caballeroso. Quizás sea un Fidel periodista muy idealizado, pero es el que imaginamos.

 

Lo demás lo pudiera determinar el curso de la historia, y los que ojalá estudiaran la obra periodística del Comandante en Jefe, las huellas no abundantes, pero si esenciales en el periodismo cubano, porque ejemplos de políticos y estadistas que tomaron la pluma y la prensa como tribuna, abundan: Martí y Lenin, por sólo citar dos grandes exponentes.

 

Quizás, si quisiéramos continuar citando supuestos aportes de Fidel al periodismo revolucionario, ¿no sería mejor echar el tiempo atrás y luego preguntarle a la historia? Pensamos que no son reflexiones erradas sino válidas desde nuestra mirada de recién egresadas.

 

Quedarían muchos supuestos, y algunos defectos, que como todo ser humano, los tiene. También otras lagunas teóricas y técnicas de los lenguajes del periodismo. Porque en definitiva, y para suerte nuestra, Fidel es un político, un estadista habitado por el periodismo y un empírico periodista marcado por la política.

 Hemos imaginado a un colega, ya anciano, pero de mente ágil y corazón joven; al protagonista de un proceso sin antecedentes en las biografías de las revoluciones, al cual ofrecemos en su onomástico el mejor regalo: el serio compromiso de ejercer dada nuestra capacidad y esfuerzo el periodismo que necesita y exige hoy la humanidad. Bibliografía:García, G., (2006) “El Fidel Castro que yo conozco” en Red de Prensa No Alineados     [En línea] Francia, disponible en http://www.voltairenet.org/article142900.html, [Accesado el día 4 deabril de 2007] Montané, J., (1984) “Conferencia pronunciada en la escuela de Periodismo, Universidad de La Habana”, en Revista UPEC, mayo-junio 1984. Ramonet, I., (2006) Cien horas con Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet. Segunda edición, revisada y enriquecida con nuevos datos La Habana Oficina de publicaciones del Consejo de Estado. 

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