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LA TECLA CON CAFÉ

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Spotlight, la película del Oscar 2016

Spotlight, la película del Oscar 2016


12:12:40 a.m. 

¿Sabes de qué trata Sportlight, el  filme de Thomas McCarthy? Esta es su sinopsis, si es que aún no la has visto: “En 2002, un equipo de reporteros de investigación del Boston Globe destapó los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachussets. La publicación de estos hechos, que la arquidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica como institución”.

Por Sebastián Pimentel

Las investigaciones periodísticas ya han dado algunos clásicos de Hollywood y de la historia de las nominadas a los premios Oscar. Menciono un par de obras maestras: “Todos los hombres del presidente” (1976), de Alan J. Pakula, basada en el trabajo de los periodistas Woodward y Bernstein sobre el caso Watergate; y “Zodiac” (2007), de David Fincher, que cuenta el seguimiento privado del caricaturista del “San Francisco Chronicle”, Robert Graysmith, al caso de un misterioso asesino en serie de California.

"Spotllight", de Thomas McCarthy, película que acaba de ganar el Oscar 2016 y que se ve en algunos cines latinoamerianos  con el título de “En primera plana”, está en esa senda por varias razones. Estas son cintas en gran medida intelectuales, de angustias cinceladas por una nueva pieza en el rompecabezas. Películas de oficina, de duelos verbales y ramificaciones inesperadas; sin Sherlock Holmes ni Marlowe, y con la perspectiva coral hecha de reporteros de hijos pequeños y vidas ordinarias. Los puñetazos o eventuales disputas por revolver se convierten en tazas de café y conversaciones nerviosas por teléfono; las calles peligrosas se cambian por elucubraciones nocturnas en bibliotecas públicas, o entrevistas a lápiz y papel.


En el fondo, se trata de la transformación contemporánea del que fuera uno de los géneros sociales por excelencia del cine estadounidense —el film noir—, donde la ciudad se presta a una radiografía reveladora, y donde los medios de comunicación compiten con la policía. Ahora, lejos de la soledad existencialista de los detectives de la posguerra, todo parte de la vida doméstica de los periodistas y se dirige a una meta de magnitud desconocida: los rostros de los entrevistados —ya sean amas de casa, políticos, autoridades, abogados o sacerdotes— comienzan a dar señales de que la ciudad de Boston está enferma, de que esconde un tinglado o red de podredumbre que cuesta mirar de frente.

Ya sabíamos del rigor y la lucidez de McCarthy para tratar temas sensibles, como el de la inmigración ilegal en “The Visitor” (2007). Retomando esas virtudes, en el filme que me ocupa —sobre las víctimas de los abusos sistemáticos de los prelados de la Iglesia Católica de Boston, investigados por un diario local— se evita la fácil manipulación de sentimientos. Un ejemplo: la cámara se aleja de los rostros antes de que ocurra algún estallido de llanto y, gracias a esa forma de sugerir el sufrimiento, tenemos que imaginarlo, y nos perturba con más fuerza. A la vez, el dolor se hace reflexivo.  

"Spotlight" evita concentrarse en un solo personaje. Su materia prima es una telaraña casi invisible. Michael Keaton, como el jefe de la unidad de investigación, da vueltas en torno a sus compañeros de trabajo, y, luego, en torno a algunos personajes ligados a las altas esferas de la comunidad. La cámara explora, sobre todo, esos rostros atildados que han hecho un pacto secreto, y que siempre buscan impedir que el sistema de poder se quiebre. Desde el personal de atención en un archivo público hasta los representantes legales de la Iglesia, todo parece invitar al silencio y a la renuncia.

Pero la indagación no parece llevarnos a la raíz del mal. Los religiosos permanecen fuera del campo de visión. Lejos de personificar el mal, se trata de una plaga difuminada entre las piezas de un extraño ajedrez. La peste, que condena al infierno a cientos de personas desde la infancia, infecta sin discriminación, incluyendo a las devotas abuelas que, lejos de acusar a los prelados, prefieren hornearles galletas, voltear la mirada, y continuar con su compromiso y su fe eclesiástica.

Esta pesadilla de círculos concéntricos y que parece reproducirse a perpetuidad, adquiere un tono letárgico que la hace más enigmática. En tanto, McCarthy evita los contrastes expresionistas y opta por una luz otoñal, cruda, casi blanca. Este velo hace que las imágenes sean casi monócromas, además de cotidianas, en una especie de metáfora visual de un adormecimiento generalizado que aprueba el crimen. "Spotlight" está llena de sutilezas, evita la exageración y prefiere golpear en los intersticios silenciosos de sus tomas. Una cinta sobria y compleja, de las mejores entre las que estuvieron nominadas al Oscar 2016 en la categoría de Mejor Película.

(Fuente: El Comercio)

 

 

Fresa y chocolate: 20 después o las alegorías del re (descubrimiento)

Fresa y chocolate: 20 después o las alegorías del re (descubrimiento)


8:03:16 a.m.

Un encuentro casual con el actor Jorge Perugorría durante la Bienal de La Habana en 2012 supuso, para la joven realizadora Lianed Marcoleta, el primero de muchos otros descubrimientos. O lo que es lo mismo, la génesis de un proyecto audiovisual que intenta aproximarse a las resonancias casi telúricas de la película Fresa y chocolate en la sociedad cubana, más allá de su impronta cinematográfica.

“Estaba haciendo la documentación de una pieza de la Bienal y Perugorría se encontraba presente. Para mí fue algo increíble, porque me parecía que estaba viendo a Diego. A partir de ese momento empecé a formularme una idea sobre qué sucedería si este personaje regresara a Cuba en el año 2014, después de haberse ido hace más de dos décadas”.

La pregunta, posible detonante de muchos otros cuestionamientos, devino punto de partida para revivir la trascendencia de esa obra fílmica a través del documental Fresa y chocolate: Veinte años después, cuyo estreno está previsto próximamente.

Según adelantó Lianed en entrevista realizada por Anailí Román para Cuba Contemporánea, “la principal intención es poner en perspectiva los conflictos esenciales que aborda la película y analizar su evolución a lo largo del tiempo. Fresa y chocolate se estrenó en diciembre de 1993, en circunstancias muy dolorosas y terribles para nuestro país, y no quisiera que se olvidara un hecho cultural tan significativo. El propósito no ha sido realizar un recuento de todos los acontecimientos ocurridos durante estos años, ni aportar una cronología en términos históricos exactos; más bien hemos tratado de ver qué trajo a colación la película y qué está sucediendo hoy con algunos de esos asuntos”.

Un primer corte en agosto de 2014 con el cual Lianed no quedó complacida –“en ese momento faltaba en el documental toda una visión de Cuba que yo quería estuviera presente”, dirá después– supuso la búsqueda de nuevos caminos expresivos para el equipo de realización. Caminos que, luego de casi tres años de trabajo, han devenido un homenaje audiovisual merecido y necesario.

—¿Desde qué enfoques –conceptuales y estéticos– pretende aproximarse este documental a una obra de culto para la historia del séptimo arte en Cuba como es Fresa y chocolate?

—La homofobia, la emigración y la fe de los jóvenes en el proyecto de la Revolución cubana son, para mí, los temas más significativos presentes en la película, y por lo tanto constituyen los ejes temáticos centrales del documental. Las preguntas que se plantean los personajes funcionan como hilo conductor para introducir los temas y generar el debate. En correspondencia con ello, la estructura se articula a partir de saltos temáticos y espaciales que contemplan también la utilización de fragmentos de la película e intertítulos. 

"El objetivo fue, desde un inicio, realizar un documental de espacios que posibilitara el intercambio y el diálogo entre los actores en los mismos lugares donde Diego y David descubrieron su amistad. De este modo, en Coppelia se concentró el debate acerca de la homofobia, La Guarida devino un sitio más íntimo para que los actores hablaran sobre sus sentimientos hacia Cuba, mientras que en El Cristo de La Habana Vladimir Cruz explica lo que significó para ellos hacer la película junto a Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, y todo lo que les aportó desde el punto de vista profesional y humano"

Me interesaba que los actores regresaran a esos lugares, y que su edad y su propia piel fueran una metáfora de los años que han pasado sobre Cuba. En principio esta era una de las intenciones primordiales, y me parece que al final logramos que ese sentir estuviera en el documental.

—Según has explicado, uno de los objetivos fue proponer un análisis de la sociedad cubana actual a partir de los temas respecto a los cuales discursa la película. De acuerdo con este propósito, ¿se valoró la participación de otros entrevistados que complementaran los puntos de vista aportados por los actores?

—La base discursiva del documental son los protagonistas del filme: Vladimir, Perugorría y Mirtha Ibarra conducen el proceso de búsqueda y dialogan todo el tiempo entre ellos. Mirtha constituye, de hecho, el principio y el final del documental. Pienso que el personaje de Nancy –que es el que ella interpreta en la película– es una alegoría a Cuba, y David, a la juventud cubana. Ellos representan una relación de amor entre Cuba y los cubanos que ha tenido muchos avatares a lo largo de la historia. Eso es lo significativo para mí entre Mirtha y Vladimir, y por eso también he intentado rescatar qué significa esa historia de amor para nosotros.

"No obstante, además de los actores protagónicos, decidimos incluir a otros entrevistados con el propósito de que el documental estuviera sostenido por criterios de testigos y expertos. Primero que todo, a Juan Carlos Tabío, el codirector de la película; a José María Vitier, compositor de la música original del filme, y a Rebeca Chávez, quien realizó un documental sobre el proceso de rodaje de Fresa y chocolate. De igual modo, están presentes Antón Arrufat, Julio César Pagés, Mariela Castro, Jorge Ángel Sierra, Carolina de la Torre, Magda González Grau, Lohania Aruca, Ariel Dacal, Julio César Guanche y Milena Recio, entre otros especialistas.

"También entrevistamos a jóvenes escogidos al azar, quienes comparten sus criterios sobre qué es para ellos la fe, en qué tienen fe hoy, y cuánto creen que han cambiado o no, en nuestra sociedad, las problemáticas que trató la película. En este caso, el propósito esencial era escuchar aquello que tenían que decir, sin importar su procedencia social, género o raza.

Graduada del Instituto Superior de Arte en la especialidad de fotografía, Marcoleta contaba con experiencias precedentes en la realización, pero nunca antes había incursionado como directora en el género documental. Y aunque en algún momento pensó “ficcionar” un posible regreso de Diego a la Isla como parte del discurso audiovisual de Fresa y chocolate: Veinte años después, terminó constatando que “cada obra es un espacio vacío que se va llenando de significado. Mi trabajo es descubrirla, respetarla y dejarla ser”.

—Qué complejidades supuso para ti asumir por primera vez la dirección de un proyecto documental?

—Solo la intensa necesidad de comprender y cuestionar nuestra realidad podía impulsarme a emprender este proyecto conociendo bien todos los enormes obstáculos que dificultan la realización de cualquier tipo de obra audiovisual en un país como este, donde no existe una Ley de Cine que incentive, apoye y respalde la producción cinematográfica nacional independiente.

"En medio de ese panorama, concebir el documental, organizar la producción, filmarlo y posproducirlo representó una tarea abrumadora, únicamente mitigada por el hecho de contar con un equipo de profesionales y seres humanos excelentes: el ingeniero de sonido Evelio Manfred Gay, coproductor y grabador de sonido directo de la obra; Joel del Río como coguionista, el editor Fermín Domínguez, Nancy Angulo en la corrección de color, Irina Carballosa y Osmany Olivare a cargo de la posproducción de sonido, y Helman Avelle en el diseño gráfico. Además, quisiera destacar la especial colaboración de Ismael Perdomo, quien nos brindó su set de edición incondicionalmente, y de Lino Lores, compositor de la música original.

"Conciliar la participación de las personas que iban a intervenir en el documental resultó también un proceso complejo que no pocas veces implicó cierta demora durante la etapa de filmación. Sin embargo, el mayor desafío fue lograr de los actores conversaciones que pudieran establecer un análisis sobre la realidad cubana de hoy, buscando propiciar una intimidad entre ellos y que el espectador recordara la naturalidad que emanaba de la película. Tanto Mirtha Ibarra como Vladimir Cruz y Jorge Perugorría fueron excelentes colaboradores y estuvieron dispuestos todo el tiempo a compartir sus visiones sobre Cuba.

"Durante la realización hubo para mí dos etapas: la primera, en la que creía conocer la realidad que filmaba, hasta que en agosto de 2014 tuvimos un primer corte de edición y sentí que faltaban por esbozar visiones de la Cuba post Fresa y chocolate; y la segunda, donde cada día de rodaje era un nuevo descubrimiento. De algún modo, me ocurrió lo que a David con Cuba: descubrí el país que amo, el dolor que me causan sus frustraciones como nación, y el sufrimiento íntimo de nuestro pueblo abatido por tantas circunstancias desfavorables impuestas por la política nacional y la injusticia global".

—De esos descubrimientos inesperados, ¿cuál consideras que fue el más relevante para orientar el documental hacia los nuevos caminos de búsqueda que emprendió el equipo de realización tras aquel primer guion hace dos años?

—Tal vez una de las mayores sorpresas fue descubrir que la semilla de lo genuinamente revolucionario –sin que aburra o harte el término– y del amor a Cuba, está en la mayoría de las personas con las que hablé. Siento que en el alma de los cubanos está la esencia de un país mejor, y yo quisiera que el documental dejara establecido que esa semilla existe, que los cubanos podemos hacer que este país prospere en todos los sentidos y que esa capacidad no puede ser ahogada por el estado de cosas.

Considero que es algo menor si nuestro documental se vale de los recursos expresivos clásicos del género o de las técnicas del reportaje periodístico. Al final, pienso que tendremos suerte si logramos que ese descubrimiento esté presente, si conseguimos crear una memoria audiovisual de cómo es Cuba hoy, en qué punto estamos, y así poder a establecer nuestro devenir con honestidad.

—¿Cómo concretar la idea de un homenaje audiovisual a Fresa y chocolate sin que los 20 años de su estreno terminaran convirtiéndose en un pretexto para dialogar sobre temas en torno a los cuales aún hay tanto que decir?

—Para mí no son un problema los pretextos. Me parecen bastante exentos de conflicto; por lo tanto, espero que cada cual establezca con libertad su propio criterio. Una obra carente de trascendencia normalmente no se convierte en pretexto. Aun así, si Titón y Tabío, a partir del guion de Senel Paz, no hubieran hablado sobre esos temas en la película, si los personajes no se hubieran hecho todas las preguntas que plantea Fresa y chocolate, sería más probable que pareciera una mera excusa para hablar de la Cuba de hoy.

"Al tomar como punto de partida una obra cinematográfica para analizar la realidad, nuestro objetivo ha sido también luchar contra la desmemoria, ubicar los hechos en contexto, mostrar –primero que todo a los cubanos– realidades propias de las que normalmente no se habla. Evidenciar que, tras el paso de 20 años, una película sigue ofreciéndonos luces y sombras sobre nuestra existencia es, tal vez, el mejor homenaje posible a una obra de arte. ¿O no?"

 

Un himno a Lionel Messi en imágenes

Un himno a Lionel Messi en imágenes


6:39:57 a.m.

Un interminable himno de alabanzas de hora y media dedicado al genio y figura de Lionel Messi dirigido por el cineasta español Alex de la Iglesia fue presentado  por la sección "Venice Days".

Nada que objetar acerca de la calidad del producto ordenado por la Iglesia, utilizando las proezas de la "Pulga" Messi, sus goles imparables y su dominio cerrado del balón, documentados por cientos de horas de grabaciones de partidos, sin olvidar las películas familiares y las entrevistas realizadas desde su llegada a Barcelona a los 13 años.

Con la ingeniosa estratagema de reunir en mesas de restaurantes en Buenos Aires y Barcelona a parientes, amigos, profesores, entrenadores, compañeros de juego de Newell’s y Barcelona y periodistas varios de ambos lados del Atlántico, de la Iglesia hilvana un rosario de alabanzas de la "Pulga" y las combina con escenas recreadas de la infancia y las demostraciones de su talento de jugador.

Sobre una armazón de guión escrito por Jorge Valdano, que integró el seleccionado argentino triunfador en el mundial de México de 1986 y comenzó a jugar en el mismo Newell’s de Messi, los entrevistados alaban a la "Pulga".

El filme vale sobre todo por esa seguidilla de goles que salen disparados milagrosamente del pie zurdo (y a veces el derecho) de Messi y por esas cabalgatas solitarias con las que la "Pulga" se aproximaba al arco enemigo para vencerlo repetidas veces.

Una de las mejores secuencias del filme es la comparación entre los estilos futbolísticos de Diego Armando Maradona (que lanza un mensaje de amor a su heredero) y Lionel Messi, especialmente comparando aquel famoso gol de mano del "Pibe de Oro" contra Inglaterra, repetido exactamente años después por el crack del Barcelona.

El filme se detiene justo antes del Mundial de Brasil de junio pasado, que para muchos significó el principio del ocaso de Messi, pero sabiendo su capacidad de renacer de sus cenizas como la mítica Ave Fénix, el vaticinio podría ser desmentido en la temporada que acaba de inaugurarse en España.

Tal vez, el primero de septiembre, cuando el diminuto crack jugará en Roma el partido de la paz auspiciado por el papa Francisco.

(Fuente: ANSA)

La película A Hard Day’s Night, ahora restaurada

La película A Hard Day’s Night,  ahora restaurada

 

7:27:11 p.m.

La película de los Beatles A Hard Day’s Night ha sido restaurada para su exhibición en una nueva edición. Dirigida en 1964 por Richard Lester, con guión de Alun Owen, el film muestra un día en la vida de Harrison, McCartney, Lennon y Starr en plena beatlemanía.

La película se estrenó en el Pavilion Theatre en Londres el 6 de julio 1964—un día antes del cumpleaños de Ringo Starr—y la banda sonora homónima fue lanzada cuatro días después. Esta sería la primera banda sonora que The Beatles lanzarían durante su trayectoria musical.

A Hard Day’s Night fue nominada a dos Premios de la Academia, al Mejor Guión (Alun Owen) y Mejor Banda Sonora (adaptación) (George Martin).

Se trata de una comedia cinematográfica británica de 1964 escrita por Alun Owen y protagonizada por The Beatles —John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr— durante el apogeo de la Beatlemanía. La película fue dirigida por Richard Lester  y publicada originalmente por United Artists. La película fue hecha en un estilo de documental ficticio, que describe un par de días en la vida del grupo.

El guión fue escrito por Alun Owen, quien fue elegido porque The Beatles estaban familiarizados con su obra No Trams to Lime Street y por su buen manejo del diálogo liverpuliano. Lo escribió desde la visión que The Beatles estaban viviendo, se habían convertido en prisioneros de su propia fama, de forma que su calendario lleno de actuaciones y el trabajo de estudio se había convertido en un castigo.

El rodaje

La película fue rodada por United Artists usando un estilo de cinéma vérité en blanco y negro y fue producida durante un período de dieciséis semanas. Contó con un presupuesto bajo para su tiempo de £200,000 ($500,000) y el rodaje fue terminado en seis semanas. 

A diferencia de la mayoría de las producciones, fue filmada en orden consecutivo inmediato, según lo declaró Lennon en 1964.  La grabación comenzó en la estación Paddington, el 2 de marzo de 1964, The Beatles se reunieron con el conjunto de actores, Equity, esa mañana.  La primera semana de rodaje fue en un tren que viajaba entre Londres y Minehead.

El 10 de marzo, se grabaron las escenas de Ringo en el pub turco en Twickenham, y durante la siguiente semana se grabaron varias escenas en los Twickenham Studios. Del 23 al 30 de marzo, el rodaje se trasladó al Teatro Scala,  y el 31 de marzo, todo el concierto fue filmado allí, aunque el grupo hizo playback en los distintos temas. 

Antes de que A Hard Day’s Night fuera lanzada en América, un ejecutivo de United Artists le sugirió a Lester doblar las voces del grupo con acentos americanos. McCartney respondió enojado: «Mira, si podemos entender a un puto vaquero hablando tejano, ellos pueden entendernos hablando liverpuliano.» Lester posteriormente dirigió la segunda película de The Beatles, Help!, y más tarde hizo lo mismo con varias películas populares, incluyendo Los Tres Mosqueteros y Superman II.

La trama

«Acosados por su mánager y el abuelo de Paul, The Beatles se marchan de Liverpool por tren para un programa de TV en Londres». Después de haber escapado de una horda de fans, la banda intenta relajarse a bordo del tren, pero diversas interrupciones empiezan a poner a prueba su paciencia, lo que lleva a George ir al furgón del tren para conseguir algo de paz y tranquilidad.

A su llegada a Londres, The Beatles son conducidos a un hotel donde se sienten acorralados. Después de una noche en la que el abuelo de Paul causa problemas de menor importancia en un casino, el grupo se dirige hacia al escenario donde su actuación van a ser filmada.

Los preparativos son largos así que Ringo decide pasar un tiempo solo leyendo un libro. El abuelo de Paul lo convence de que debería estar fuera disfrutando la vida en vez de leer libros, así que Ringo se retira. Trata de tomar una copa en un pub, después decide ir a caminar por un canal y comienza a pasear en una bicicleta a lo largo de un andén de la estación de tren. Mientras tanto, el resto de la banda está buscando a Ringo frenéticamente (y sin éxito).

Finalmente, Ringo vuelve después de haber sido detenido por la policía junto con el abuelo de Paul, y el concierto sigue adelante como estaba planeado.

Cuando a Ringo se le pregunta si él es un Mod o un Rockero, él responde: «Uh, no, yo soy un Mocker». La frecuente referencia al abuelo de McCartney como un «viejo limpio» contrasta con la descripción del otro personaje de Wilfrid Brambell en la serie Steptoe and Son, Albert Steptoe, como un «viejo sucio».

La película se estrenó en el Pavilion Theatre en Londres el 6 de julio 1964—un día antes del cumpleaños de Ringo Starr—y la banda sonora homónima fue lanzada cuatro días después. Esta sería la primera banda sonora que The Beatles lanzarían durante su trayectoria musical.

A Hard Day’s Night fue nominada a dos Premios de la Academia, al Mejor Guión (Alun Owen) y Mejor Banda Sonora (adaptación) (George Martin).

Las canciones

Todas las canciones se acreditaron a John Lennon y Paul McCartney, excepto donde se anota.

  • «A Hard Day’s Night»
  • «I Should Have Known Better»
  • «I Wanna Be Your Man» (sample)
  • «Don’t Bother Me» (Harrison) (sample)
  • «All My Loving» (sample)
  • «If I Fell»
  • «Can’t Buy Me Love»
  • «And I Love Her»
  • «I’m Happy Just to Dance with You»
  • «Tell Me Why»
  • «She Loves You» 

El mejor film cubano en 2012

El mejor film cubano en 2012


14/01/2013 19:06:05

 

En un año cuando los largometrajes de ficción cubanos se comprometieron con los rigores de la experimentación, o se aplicaron a géneros de muy difícil integración en nuestro medio, apareció la agradable sorpresa que significó La película de Ana, dirigida por Daniel Díaz Torres, quien cuenta con amplia experiencia, sobre todo en la comedia, a partir de realizaciones como Alicia en el pueblo de maravillasKleines TropicanaHacerse el sueco y Lisanka.

 

La más reciente película de Díaz Torres cumple con tres de las expectativas siempre latentes en cualquiera de los aficionados tradicionales del cine cubano: combinación dosificada de melodrama y comedia de costumbres, fuerte contenido contextual contemporáneo, y capacidad de seducción, sugestión e identificación de los personajes, las acciones y la trama. Dicho de otra manera: todo parece que La película de Ana se inserta entre las mejores producciones del ICAIC últimamente.

La Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica la seleccionó como el mejor largometraje del año, poco después de que el filme obtuviera sendos galardones en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: mejor guion para Eduardo del Llano, y mejor actuación femenina para Laura de la Uz.

 


Pocos días antes de que se dieran a conocer tales lauros, escribió Rolando Pérez Betancourt en el periódico Granma: «Durante mucho tiempo se recordarán esos primeros 30-40 minutos de La película de Ana (…) historia de una actriz de poco talento que se ve precisada a disfrazarse de prostituta para cumplir los requisitos de unos documentalistas europeos, interesados en captar durezas del oficio en esta orilla nuestra. (…) Primer tiempo fílmico durante el cual cabe imaginarse que La película de Ana va camino de coronar la cima de esas comedias trascendentes, capaces de reírse y de hacer reír desde las realidades más dolorosas».

Entre las «realidades dolorosas» que alude el cronista, probablemente se localice el empeño de muchos extranjeros por espectacularizar, o mostrar con cinismo, nuestros problemas y dificultades. Los personajes que interpretan el actor austríaco Michael Ostrowski y el alemán Tobias Langhoff representan al extranjero dispuesto, más que a mostrar la realidad, a imponerle a la realidad el punto de vista dictado por sus prejuicios. Y la realidad de la prostitución es compleja, y los desborda, tanto a los cineastas extranjeros como a los cubanos habituados a que el tema se presente desde la sociología barata o desde el melodrama sin redención.


De los comentarios aparecidos en Internet, luego del estreno de la película en el Festival, destaca también el de PL: «Una mirada alegre, optimista, profunda y bien criolla a la Cuba de hoy ofrece La película de Ana. (…) La prostitución como pretexto, sirve de hilo conductor para hurgar en otros temas sociales medulares como la familia, la realización personal y profesional de los individuos, las escaseces económicas y materiales; pero, sobre todo, la dignidad del ser humano y su voluntad de enfrentar las dificultades sin perder la alegría de vivir». 

Más adelante, escribe la crítica de PL que «inspirada en hechos reales, Díaz Torres no solo ofrece una mirada diferente hacia la prostitución, sino también todo el ambiente y los por qué de este fenómeno. Pero lo más interesante de la propuesta cinematográfica, y a la vez su principal éxito, radica en mostrar este flagelo más allá del simple placer del sexo, en tanto refleja una realidad social compleja matizada por la profundidad de sus diálogos (el guion fue escrito de conjunto entre Eduardo del Llano y el director), el humor criollo y el optimismo».

La película de Ana significa también la confirmación de la versatilidad omnímoda de Laura de la Uz y la creciente competencia de Yuliet Cruz en el género de la comedia. Reconocida en nuestro medio sobre todo por sus papeles para Fernando Pérez en Madagascar Hello Hemingway, la actriz ha declarado a Prensa Latina su agrado por una historia que «trata temas muy vulnerables asociados a la mujer como el maltrato y la realización personal y profesional.


A esto se suma la calidad del guion, el cual realmente me encantó, pues está escrito con mucho humor, pero a la vez con un grado muy alto de reflexión sobre temas puntuales de la sociedad cubana actual. En lo particular, me fascina la comedia porque es un género con el cual me divierto mucho y me relajo, por eso la disfruto. Ana me dio la posibilidad de improvisar y poner algunos ingredientes de mi historia personal de una manera natural y fluida, sobre todo pasajes asociados a los difíciles momentos vividos durante el llamado periodo especial en la década de los 90, un tema poco tratado en el cine cubano».

Entre las sorpresas histriónicas se cuenta también el desempeño de Yuliet Cruz, quien, además de aceptar el reto de compartir toda la trama y los conflictos con el personaje de Laura de la Uz, asumió con incuestionable gracia un personaje de mujer ligera y resuelta, muy similar al que encarnó en Habana Eva y en Se vende. Espontaneidad, inteligente gestualidad, irradiación y coherencia en la composición exterior del personaje, son algunas de las características que despliega la joven actriz, quien deberá prestar extrema atención para que su ascendente carrera se aparte del encasillamiento.

«Intentamos —ha dicho Díaz Torres al periódico Juventud Rebelde— que la película no se quedara solamente en los marcos de la llamada comedia de costumbres o que fuera una película cubana más sobre la realidad contemporánea. Este trabajo versa más bien sobre la autenticidad propia del individuo. El concepto de prostitución aquí no tiene que ver solamente con pagar intercambios sexuales, sino que abarca también otras cosas que alguien tiene que hacer y que no le gustan, a cambio de obtener algún beneficio determinado. Eso, de alguna manera, también es prostituirse, y lo quisimos reflejar en La película de Ana».

A partir del 17 de enero, y durante el transcurso de este mes, se exhibirá en la Capital, y luego en provincias, La película de Ana, esta historia de una actriz amenazada por tensiones laborales, o por el imperativo de tener que actuar más allá del set televisivo habitual, y de comprender la inmediatez de los medios de expresión vinculada a la franqueza y la trascendencia.

 

(Fuente: La Jiribilla / Joel del Río )

 



 

 

 

Esta no es una película de Jafar Panahi

Esta no es una película de Jafar Panahi


02/04/2012 10:09:33

 

Diario de a bordo y acto de resistencia a la vez, In Film Nist (This is not a film) de Jafar Panahi y Mojtaba Mirtahmasb, se presenta en las Proyecciones Especiales. La película, que ha llegado de forma muy discreta a Cannes junto a Be Omid E Didar de Mohammad Rassoulof, narra el cotidiano de un director de cine iraní, en espera de su veredicto. 

 

Esta no es una película, claro que no. ¿Cómo podría serlo, si Jafar Panahi no tiene derecho a realizar películas. En marzo de 2010, el gobierno le acusa, junto con Mohammad Rassoulof, de preparar una película de propaganda en su contra. Los dos cineastas fueron condenados a seis años de cárcel y la sentencia les prohíbe hacer películas o salir del país durante los próximos 20 años. Los dos apelaron la decisión. 

En In Film Nist (This Is Not a Film ), realizado en colaboración con el director Mojtaba Mirtahmasb, Jafar Panahi narra la espera del veredicto de la Corte de apelación, y al mismo tiempo ofrece una visión clara de la situación del cine iraní. «La esencia reveladora del arte permite que el artista supere sus problemas y transforme las limitaciones en tema de trabajo artístico a través del proceso de creación» escribieron los dos directores en una carta enviada al Festival de Cannes, el 5 de mayo. 

Jafar Panahi, 50 años, es una de las figuras más influyentes de la nueva ola iraní. Sus películas, prohibidas en su país, han sido recompensadas en numerosos festivales: Caméra d'or en Cannes en 1995 por Badkonak-E Sefid, León de oro en Venecia, en 2000, por The Circle, Oso de plata en Berlín en 2006 por Offside… 

El director participó por segunda vez en la Sección Oficial, luego de Crimson Gold, seleccionada en Un Certain Regard en 2003 y ganadora del Premio del Jurado. El año pasado, cuando estaba en prisión, fue invitado a formar parte del Jurado. Su silla permaneció vacía durante todo el Festival. 

 

A MÍ NO ME GUSTA HABLAR MUCHO DE ESAS COSAS

A MÍ NO ME GUSTA HABLAR MUCHO DE ESAS COSAS

 

Por Yandrey Lay Fabregat

Manuel de Feria, fotógrafo del periódico Vanguardia, de Villa Clara, conoció de cerca al Che. Casi cincuenta años después ofrece su testimonio.     

A mí no me gusta hablar mucho de esas cosas que la gente no piense que me estoy dando «bombo y platillos». Pero sí, yo conocí al Che. Un tipo de hombre de los que vienen pocos, a veces cada dos o tres siglos.

Era una gente en extremo como decimos nosotros «recta». No le gustaban las peroratas, ni las justificaciones. Mucho menos la adulonería. En las reuniones ponía el reloj pulsera sobre la mesa. Se paraban las personas que venían a rendir cuentas. El Che les decía: «Tienes tres minutos». A los tres minutos ya no podías seguir hablando porque se te había acabado el tiempo.

Toda la historia viene de un concuño mío, Manuel Marzoa Malbesado, que había pertenecido al Pelotón Suicida. Terminó la guerra con los grados de capitán y lo ubicaron en una dependencia del Ministerio de Industrias, bajo los órdenes del Che. Manolo me llamó porque necesitaban jóvenes revolucionarios. Fui para La Habana. Allí estuve como dos años. Veía al Comandante Guevara cada cierto tiempo, en una que otra reunión.

Atendí la parte de servicios internos en la Industria Química Básica: comunicaciones, cartas, despachos. Trabajaban conmigo dos viejitos casi en edad de retirarse. A menudo se equivocaban al entregar los documentos. Mandaban para personal lo que debía ir para servicio, para producción los documentos de transporte. Tremendos líos que se armaban.

Puse eso en un informe que iba para el Ministerio. El Che vino al análisis del documento. En un momento determinado leyó mi parte en el informe. Luego preguntó: «¿Quién atiende aquí servicios internos?»

Por esa época yo tenía veintidós años. Al ver mi edad, dijo: «Pero vós sos el único que no puede hablar de los viejitos --él siempre hablaba de vos--. Vós seguro sos el más joven del departamento, ¿no? Pues si hay algún problema vós lo tenés que resolver.» Esa lección no la olvidé jamás.

Así eran las cosas con el Che. Una vez invitó a unos compañeros a una reunión en su oficina. Los citó para los dos de la mañana y dijo que tenía una sorpresa. Todo el mundo estaba embulladísimo por la reunión. Cuando llegaron allí se enteraron que era para un trabajo voluntario.

Tenía tiempo para trabajar hasta las madrugadas. Citaba a los subordinados para esas horas. Los domingos trabajaba voluntario. Jugaba ajedrez, atendía a su familia. No perdía el tiempo.

Iba a las reuniones a resolver los problemas, no a discutirlos. En la capital había una planta que se dedicaba a producir quesos. Un compañero se paró en un consejo y le preguntó al Ministro qué estaba pasando con el queso. El producto estaba perdido de la ciudad.

«Nada, que yo sepa», contestó el Che. Después explicó que él comía queso con bastante frecuencia. El hombre le dijo: «Usted tiene queso porque es el Che Guevara y se lo llevan a su casa». El Che se puso rojo y le contestó: «Mira, ahora yo no tengo razones para explicarte, pero la semana que viene te voy a dar respuesta».

Efectivamente, pasaron siete días. Antes de comenzar el encuentro, el Comandante se paró y le dijo al compañero: «Es verdad lo que tú decías. Me llevaban el queso unos guatacones, para congraciarse conmigo. Ese problema se analizó y tomamos las medidas pertinentes. Tú verás como el queso no va a faltar más.»

Al Che le gustaban los tabacos. Los aprovechaba hasta el fin. Parecía que se iba a quemar los dedos. Fumaba tabacos «desechables», porque decía que los «buenos» eran para la exportación. Si no quería fumar más, apagaba el tabaco contra el borde del jacket verdeolivo y guardaba el pedacito en la chaqueta. Después lo sacaba de nuevo.

Una vez vino a una reunión en Santa Clara. Le entran ganas de fumar y saca un mochito de aquellos. Había un dirigente que tenía en el bolsillo dos habanos enteros y le ofreció uno. El Che lo miró con una cara tremenda. Así, de abajo hacia arriba, y siguió con su mochito. El hombre aquel se puso blanco.

El Che nos enseñó que en nosotros mismos está la solución para nuestros problemas.

Más tarde yo decidí regresar a Santa Clara. Quería casarme, fundar una familia. La mujer que me gustaba vivía aquí. Dejé de ver al Che. En una ocasión voy subiendo la escalera del local donde ahora se ubica la delegación de MINAZ, en pleno boulevard, y veo un hombre de uniforme que pasa por al lado mío.

Me pregunta: «¿Vós que hacés aquí? ¿Dónde dejaste a Marzoa?». Era el Che que se interesaba por mi concuño. Yo sabía que él mismo lo había mandado a una misión en el exterior. Se lo dije. «Ya lo sé, ya lo sé», susurró con el tono irónico que siempre tenía a flor de labios.

Enseguida me reconoció. Hacía un año y pico que yo no lo veía. Además no fui un colaborador cercano suyo. Tenía una memoria gigantesca.

Fue la despedida. Después vino el Congo, Bolivia. Y la noticia terrible de que lo habían matado. Tres o cuatro veces hablé con el Che. Tuvo tiempo de halarme las orejas. Con él aprendí, en todo caso, que nuestros problemas tenemos que resolverlos nosotros mismos.

La belleza es un camino que se pierde en el horizonte.

La belleza es un camino que se pierde en el horizonte.

 

 

Un cuento de Yansulier García Alvarez

 

El recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años.

Marcel Proust, Por el camino de Swann.


A veces, camino al trabajo en las mañanas, Alejandra se siente como recogiendo estrellas en un lago con el balde agujereado. No está ni triste ni feliz; tiene 25 años y a veces le parece que todo carece de sentido; es "La Niña de la Pluma Rota".

Sí: atraviesa una crisis. Una crisis harto incómoda; no tanto por la imposibilidad de definirla como por su dificultad para salvarla. No es una crisis amorosa; aunque perdió a su último novio hace poco menos de un mes, estaba ya en este estado antes de perderlo, ahora no sufre por eso. Tampoco es una crisis profesional; Alejandra es licenciada, confía en sus capacidades y está haciendo una maestría. No hay nada que le moleste en su cuerpo o en su espíritu; tiene salud y tranquilidad, lo más importante para ella. Sin embargo, está vacía, totalmente. Su amiga más íntima y sabia le ha dado buenos consejos. Los que le darían otros: que busque motivaciones, cosas que le guste hacer, que la hagan sentir realizada, metas... Pero si te sintieras como un peluche al que le sacaron todo el relleno y fueras consciente de eso, ¿querrías que te volvieran a rellenar con guata? De modo que todos los intereses y motivaciones recomendables le parecen un relleno banal. Sabe que si les dedica tiempo lograrán entretenerla y hacerla olvidar el vacío; pero ella no quiere entretenerse, no quiere olvidar. Alejandra quiere llenar el vacío con una pasión auténtica, no por hombres ni mujeres: Alejandra quiere apasionarse por la vida.

  De niña viajó muchas veces a África. Con un mapa y la imaginación. Encerrada a cal y canto por la tía de hierro y una madre católica que leíale bastante y le explicaba más, alérgica al padre ausente como a los ositos de dormir, Alejandra se consagró a la exploración del universo impreso del librero. Imitaba el hermetismo intelectual del tío a la vez que evadía la cándida dictadura de la abuela, rescatada por cuatro mosqueteros o travestida entre una turba de gitanos. Había una ciudad en un cuento ruso, la ciudad de Sopla Vientos, donde había a su vez una calle empedrada que terminaba en el mar. (Todavía Alejandra recuerda aquella calle de fábula con mucho cariño.) De pequeña, pues, fue la suya la ciudad inexplorada, el espacio vasto y desconocido "allá afuera". Para la adolescente, el reto, el desafío de sus calles y personas, la revelación paulatina y asombrosa del misterio. De joven, la jaula de oro, la engalanada ciudad de invisibles muros para quien conservara y mantuviera incólumes su más ferviente pasión y su más antiguo objetivo: crecer para ser gitana y no vivir nunca en el mismo pueblo, y andar con bandoleros que le arrojasen los cuchillos; tal como salen en las películas, con sus carromatos tirados por caballos y sus campamentos gitanales, y sus gitanitos descalzos y llenos de churre correteando por el campo, durante el tiempo que están en el mismo lugar... hasta que recogen los corotos y las carpas multicolores y se largan a otra parte, al son de las panderetas y de sus pavorosas adivinaciones.

Por cuanto le hicieron creer en una posible continuidad entre la vida real y las ilusiones de la infancia, las montañas fueron para Alejandra el primer descubrimiento prodigioso. Gibara sería luego su propio Macondo, el lugar donde todo es posible y nada demasiado, el rincón donde la política es una ofensa, la economía un juego y la sociedad, la suma de las felicidades compartidas. La tierra de su primer amor. La Habana, una reina. Solo en dos sitios Alejandra se ha sentido muy cubana: en el malecón de La Habana y en la Gran Piedra. Baracoa, sin dudas, la tierra más hermosa que ha visto hasta hoy en su país. El Toa, más que una graduación, una escuela; recorrer esa caudalosa serpiente de agua la hizo más humana. Perderse en las grutas de Santo Tomás, casi una broma, un reto a la energía juvenil; cuando ya no tenga fuerzas al menos recordará que pudo caminar doce horas seguidas por una cueva. Imágenes del Cabo de San Antonio hay que la acompañarán siempre. ¿Cuántos cubanos han visto ese faro, esas playas?

Durante sus aventuras y desvaríos, Alejandra ha conocido mejor sus limitantes y fronteras como ente biológico, sabe hasta qué punto está condicionada por la civilización y hasta qué punto no; sabe con precisión cuánto necesita al resto de la sociedad para sobrevivir -nos necesitamos mucho, por cierto-, y ha descubierto algunas perogrulladas: que la posmodernidad es egoísta; que un camerino organizado es como una ramera frígida; y que mucha gente sueña con lugares que nunca conocerá. (Los Alpes Suizos la esperan aún. A Mahoma no lo dejan ir a la montaña...) Como queda dicho, admira al hombre que va de visita a un lugar y se queda, lo ama, lo hace suyo y lo abandona. Halla un encanto sublime en desplazarse; desplazarse llevando todo cuanto somos a cuestas, como el caracol. A dondequiera que vaya el ser humano lleva siempre su esencia; de modo que todos pueden ser lugares de paso, y todos pueden ser nuestra casa: un buen lugar para vivir, un buen lugar para morir, ha dicho, aunque desde niña haya anhelado morir en África.

¿Será hora de pisar tierra firme?, se ha preguntado Alejandra estas mañanas, camino al trabajo. Cuando quedó embarazada por primera vez, la incertidumbre impidió que germinara y creciera en ella la vocación maternal. Ha supuesto que llegará un momento en que aflora algo así, a fin de cuentas hay un tiempo para cada cosa (sabiduría bíblica). Sinceramente en aquel entonces no podía imaginarse a una personita en una cuna dependiendo de ella, le daba miedo. Y lo que más la asustaba no era siquiera la supervivencia de un ser tan frágil; sino su inseguridad acerca de qué le debía enseñar, de cómo educarlo en muchos sentidos. No le quería decir, claro está, que lo mejor del mundo era andar de saltimbanqui por toda Cuba, sin hacer vida hogareña; pero para ella, tan joven, era una de las mejores cosas en aquel momento. (En ocasión del legrado soñó con un lugar lejano, frío y blanco como el Polo Norte, donde hallaba la piedra filosofal; y con una paloma que moría de solo tocarla: "La paloma que vino a María cuando tenía tres meses de embarazo".) Ha sido hasta el presente bastante abierta a la hora de entregar amor -que conste, lo que se dice amor-; pero encontró personas con mucho miedo de enamorarse o muy heridas como para reaccionar correctamente, y todas acabaron dañándola también. La soledad es interesante a veces, necesaria, mas quisiera ahora a alguien especial, preferiblemente lleno de defectos, aunque sin faltas ortográficas. Está convencida de que nada, siquiera eso, puede condicionar su actual crisis de despropósito.

Camino al trabajo, estas mañanas, Alejandra se distrae pensando cosas así, tejiendo retóricas y sinsentidos. Hasta donde tiene entendido, por ejemplo, aquí todo es de todos, y todos tenemos los mismos derechos; de modo que si su vecino tiene una mansión y ella una casa sin techo, y además tiene un puerco y él no, entonces lo justo es dar ese puerco al vecino por el precio de un techo decente. Obvio: el puerco encarecerá bárbaramente; pero, qué le va a hacer, lo único que tiene es un puerquito y la voluntad justiciera de luchar por emparejarlo todo para que no haya diferencia de clases: "El que no tenga la mansión que no coma puerco". Lo malo es cuando, por casualidad, el que tiene la mansión también tiene el puerco; se dificulta un poco más aquello del emparejamiento, de las clases sociales, de los mismos derechos... y a Alejandra se le enreda la Economía Política. No queda más remedio que deshacer el entuerto echando un ojo a las mismas contradicciones de sus planteamientos: ¿cabe "tener" algo en una sociedad sin propiedad privada? No, por supuesto. Luego, si fuera ella la dueña de la mansión y el puerco, terminaría tendiéndole la mano a su pobre vecino: "Amigo mío, de todo corazón te digo que lo mío es tuyo también, no entiendo qué te preocupa tanto"... Pero no. Pensar que siempre hay alguien más mal que tú solo sirve para ponerlo todo peor. Ojalá todas las personas estuvieran siempre mejor, así solo sería cuestión de preocuparse por sí misma, y de paso los demás también podrían preocuparse por ella. Desgraciadamente también es cierto que siempre hay alguien mejor.

Algunas mañanas, camino al trabajo, Alejandra envidia a los homosexuales reprimidos. Al menos siempre tendrán la opción de salir del armario y vivir la vida que quieren y encontrar personas como ellos. Ella, en cambio, nunca podrá vivir la vida anhelada, está atada de pies y manos a una sociedad en la que todos nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, haciendo las mismas cosas; una sociedad donde la vida sigue siendo lo de siempre, un discurrir irrefrenable hacia la nada, sin grandes desasosiegos que perturben la perfección. Suena bastante patético, en efecto, aunque no tanto como para no estar aún en pie, esperando por "el gran día".

Discreta, crítica, mimética, pragmática, liberal. Compasiva e implacable, dulce e iracunda, definitivamente impredecible y contradictoria. Ante cada violación de su espacio o entrometimiento en su privacidad, mira el reloj en silencio y respira hondo; una vez estuvo a punto de descalabrar a su propia madre arrojándole un angelito de yeso. Detesta el acoso de los masturbadores, que se metan con ella en la calle, los piropos vulgares y las preguntas tontas, que la gente vocifere cerca, que le pisen los zapatos. Le gusta coleccionar plumas (no cualesquiera, tampoco es que encuentre una gallina desplumada y se la lleve a casa), el rojo vino y el número 13, el cuarto menguante, la malta con leche y el coctel de mariscos, los Alpes Suizos (al menos idealmente), el otoño, el gato tatuado en el tobillo y otro que nadie nunca vio; de la sortija que le obsequiara su tía, el impúdico tintineo de la esmeralda en el cristal; de las tazas de café con leche, el modesto encanto sereno, susurrante; así como le fascinan las alcobas y las tormentas, aunque su casa sea como la del cerdito uno. Le tiene miedo a las cucarachas, al "proceso de cacatuización" de su agradable apariencia, a que cada vez le queda menos tiempo para que se la coman los gusanos. Tiene la manía de leer el último párrafo de cada libro que comienza como si fuera el primero, pero no pagaría un centavo por ver el futuro; agradece la posibilidad de sorprenderse y la esperanza de lo que trae el día de mañana: paga para que nadie se lo cuente. Disfruta la vaga e inasible sensación que le provoca la palabra "verdemar"; es de las que confunden las "góndolas" con las "pérgolas"; e involuntariamente asocia los delirios de la "liturgia" con los rituales de la "lujuria". De los estados de ánimo, prefiere el de las despedidas; de los estados del cuerpo, el de viajar a gran velocidad; de todos los sentimientos, la seguridad; adora pasar por debajo de los puentes en la autopista y bajo los árboles arcados sobre la carretera, la antropología y los elevadores, las orquídeas y los mapas. Es, según piensa, lo que todos al fin y al cabo: la consecuencia de una serie larguísima de eventos y de las más disímiles cosas, inexplicables aun para sí misma, como las "Aves de paso", de Sabina; una "Rapsodia en agosto", de Kurosawa; "La muerte de Sardanápalo", de Delacroix... o de Proust, las últimas líneas de "Por el camino de Swann".  

Párate en una línea de tren o en un surco muy largo y verás -suspira-: verás la esperanza, la eterna posibilidad del próximo paso, la materialización de la mismísima filosofía de vivir, todos tus días desplegados hacia el infinito, la irresistible tentación de una carrera desenfrenada hacia la felicidad. A veces, camino al trabajo en las mañanas, Alejandra tiene ganas de salir corriendo y seguir, y seguir, seguir sin mirar atrás... por pueblos y ciudades, por países, montañas, mares, y no parar nunca, y no regresar jamás, y que su huella se borre de sobre la tierra de una vez y para siempre, justo al alcanzar la inefable plenitud de la fugacidad mucho más allá de todos los horizontes.

Pero siempre se detiene a las ocho, en la entrada de su trabajo... baja la cabeza y comienza otro día... vacío.

Hay, sin embargo, muchas rutas para viajar, no todas tangibles. Hay frustración momentánea cuando se acaba un camino. Mas ya llegará otro, semejante al que no termina, sino empieza en el mar, empedrado, largo, desconocido... es la belleza.