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LA TECLA CON CAFÉ

La Tecla sin Cafeína

La aventura del estilo

La aventura del estilo

Por Yandrey Lay Fabregat (Alumno de Periodismo)

Miguel de Unamuno decía que las palabras no son la expresión del pensamiento, sino el pensamiento mismo. Debido a eso, todo escritor o periodista, comparten los gajes del oficio, deben manejarlos con tanto virtuosismo como un músico opera su instrumento o un cirujano utiliza el bisturí. No ofrecemos recetas para escribir mejor. Sería bastante hipócrita, viniendo de alguien que no cree en ellas. Le propongo discutir algunos principios importantes acerca del arte de la palabra.

Un antiguo proverbio chino reza que la naturaleza nos dio dos ojos, dos oídos y una sola boca, para que hablásemos sólo la mitad de lo que vemos u oímos. Donde quiera colocar diez palabras, utilice cinco. Los vocablos que no le añaden a su texto, indudablemente le quitan brillo. El mismo Monterroso plantea en un brevísimo cuento: “Hoy me siento un Balzac; estoy terminando esta línea.”. Él concedía tanto valor a una simple oración como a las noventa y tantos volúmenes de la Comedia Humana. 

A nadie le gusta que le digan qué hacer ni qué pensar. Muestre los hechos y que el lector decida. Sálvese a sí mismo: usted no ha dicho nada malo, los otros han entendido mal. Tóquele la fibra sensible, pero sin exagerar. Como diciendo: “Mira, ya ves, a ti te hubiese podido suceder lo mismo”. No lo diga todo, sugiera. En cualquier caso el Código Penal aclara que el delito de insinuación siempre conlleva menos responsabilidad que el de propalar verdades cuestionables.

Niels Bohr, en su metodología científica, oponía los conceptos de claridad y verdad. “La realidad está en lo complejo; lo sencillo casi siempre resulta falso”, escribió el físico danés. Usted debe tener en cuenta de que todo artesano de la palabra es un potencial mentiroso. Le queda una oportunidad remanente: Ya que va a estafar a las personas, por lo menos hágalo con sinceridad. Hábleles claro.

La historia del ajedrez ha tenido grandes campeones. Tres de ellos son recordados con singular fervor: José Raúl Capablanca, Mikhail Talh y Robert Fischer. ¿La causa?, muy simple. Parecían ganar sin esfuerzo, como si no tuvieran oponente. La literatura es también como un deporte mágico. Los lectores no juzgan sólo una obra excelente sino también la manera en que esta se escribió. Usted podrá ser el autor de En busca del tiempo perdido, el Ulysses o La Montaña Mágica, pero la gente no apreciará su obra por la calidad que pueda tener, sino por el trabajo que le llevó terminarla. El arte verdadero reside en hacer de cada miniatura una obra monumental.  
 
Hechice al lector, pero sin que se note que usted ha echado los pulmones en el intento. Diga una frase célebre a cada paso, pero no intente explicarla. Pula cada sentencia, cada adjetivo, sin que se vea de donde saca los ases. Si es posible, use un smoking sin mangas. Hágales abrir la boca de sorpresa, maraville. Jostein Gaardner escribió que sólo los niños y los sabios nunca pierden la capacidad de asombrarse. 

Convierta a cada lector en niño y en sabio al mismo tiempo. Entonces la gente lo pondrá al lado de los grandes estilistas: Wilde, Hesse, Borges.  
Un último consejo. Walt Whitman solía decir que “el escritor es un pequeño Dios”, un demiurgo que hace y deshace mundos a su antojo. No le tenga lástima al lector. Golpéelo fuerte. Jab de izquierda al rostro, gancho al estómago. Cuando despierte del knock out, el lector se lo agradecerá. En definitiva, usted le ha hecho desmayarse de placer. “En literatura, la única regla fija es que no hay reglas fijas”. 

Dádiva para un colega octogenario

Dádiva para un colega octogenario

Esta constituye la respuesta de las entonces alumnas de Periodismo Dailyn Ruano Martínez y Sandra Cristina Hernández Gutiérrez, de cuya tesis fui tutora, a una de las preguntas de la oponencia que le hiciera a su Trabajo de Diploma Noticias de un Alerta, la Dra. Miriam Rodríguez Betancourt. Hoy la reproduzco en mi weblog por la vigencia del tema que cobra vida en las actuales Reflexiones de Fidel Castro.

 

El sabor insaciable de quien investiga y descubre aspectos novedosos y otros no tanto, pero sí enriquecedores de la historia del líder de la Revolución Cubana, nos hizo eternas devotas de su personalidad.

 

Y en el afán por desempolvar huellas, vestigios de la presencia de Fidel Castro en el Periodismo, hallamos infinitos motivos para reconocer la significación que otorgó siempre a la prensa para alcanzar el triunfo del Primero de Enero. La visión periodística del  —en aquel entonces— joven revolucionario, lo distinguía al decir del ya fallecido camarada Jesús Montané Oropeza:

 

“Quiero subrayar que encontramos en Fidel a un compañero que sabía apreciar en todo su alcance el papel de la prensa y la movilización de la opinión pública. Él tenía mucho más experiencia que todos nosotros en este terreno (…)”

 

Nos inquieta entonces, la curiosidad de quien pregunta, ¿qué aportes hubiera hecho Fidel Castro Ruz periodista a la prensa cubana revolucionaria luego de 1959? 

 

Ante todo, dejamos definido que se trata de un líder político que se vale de esta trinchera para denunciar los desmanes, la corrupción, la injusticia social y la opresión del desgobierno en la Cuba de los años 50.   

 

Sin embargo, no podemos deslindar el periodismo de la política al punto de caer en disquisiciones. El propio Comandante en Jefe, en varias de sus intervenciones durante el VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba celebrado en marzo de 1999, se refirió a ello aunque desde otro ángulo: los estudios universitarios de Periodismo.

 El periodismo, dijo, “es una carrera política y eso no se puede perder de vista en toda su formación. Esta carrera podrá estar en la Universidad, pero es una carrera política”.

Desde esta definición, pudiéramos dejar sentado la meridianidad del concepto fidelista sobre la misión social, y la función política e ideológica del periodismo, desde la cual asumirlo y ejercerlo constituye una gran responsabilidad y un serio compromiso.

 

Confesamos que imaginar a un Fidel periodista no nos resulta difícil porque tal vez, hubiera constituido un paradigma del que estamos muy necesitados. Eso sí, la respuesta debe fundamentarse desde presupuestos nada soñadores. Está basado sobre argumentos que el propio político ha expuesto a lo largo del decursar en la historia de la nación y de modo particular en sus numerosos intercambios con los periodistas y demás profesionales del sector en Congresos, plenos de la UPEC y en festivales de la prensa.

 En cada momento ha expresado su satisfacción por la profesión Periodista. Así aconteció durante el VII Congreso de la UPEC: “Me gusta mucho el oficio, de verdad…Ténganme por uno de ustedes”

El primero de enero de 1959 abrió paso a transformaciones profundas en las esferas de la educación, la cultura, la salud, la economía, entre otras, marcadas por el afán de hacer realidad los proyectos de José Martì de crear una República democrática  “Con todos y para el bien de todos”.

 

El país se adentraba en grandes y profundos cambios y transformaciones políticas donde el periodismo desempeñaba un papel esencial. Se trataba de defender la verdad contra el ataque desinformativo desatado por la maquinaria imperialista. En medio de la Revolución se gestaba la contrarrevolución y parafraseando a Fidel “Contra la Revolución, nada”. Había que salvar a toda costa la sociedad nueva, los nuevos valores y los nuevos principios. Por eso también, no resulta descabellado imaginarnos la pluma de Fidel Castro. De punto fino, pero de trazo firme.

 

Si bien fueron ciertas y muy valiosas en los primeros años, las  comparecencias del político en la televisión, reproducidas por otros medios de prensa, habría que preguntarse, -lógicamente, salvando la distancia- ¿no se hubiera comportado de manera similar desde un periódico, desde la radio o a través de la imagen con la misma habilidad de un periodista?

 

Como profesional de la palabra escrita, Fidel hubiera cumplido con excelencia la labor de un colega en lo que atañe a la formación y concientizaciòn de las masas, a la orientación de amplios sectores de la población ante la creciente complejidad de los procesos y tendencias sociales y políticas imperantes en aquel entonces.

 

A través del ejercicio de la opinión, hubiera posibilitado a las grandes masas la mejor comprensión de los fenómenos abordados en su amplio y exacto contexto, pues para nadie es extraño su valentía y objetividad analítica al enfrentar abiertamente los problemas, los errores, las dificultades.

 

Como corresponde a un periodismo de su tiempo, está capacitado para juzgar, enseñar, persuadir e interpretar, lo que sin duda es inherente y coherente con la madurez de pensamiento y capacidad de acción, que poseía al cabo de la tercera década de vida.

 

Con el triunfo de la Revolución, Fidel ratificaría la prensa como tribuna  para denunciar las inconsecuencias, los abusos de poder, la corrupción administrativa, las desigualdades y otros males que no por estar en Revolución dejaron de estar presente.

 

Sin duda es Fidel uno de los políticos mas universales por su cultura, su dominio de las estadísticas de todo tipo, de las intríngulis de la política y la economía mundiales, por su dominio  profundo del Derecho y  de las leyes  constitucionales.  Lo cual le hubiera proporcionado sin mayores contratiempos, el ejercicio de un periodismo crítico, analítico y creador; exigencias planteadas en ocasiones como, por ejemplo en 1979, durante el IX Pleno del Comité Central del Partido.

 Su visión del futuro, y otras cualidades de su personalidad, afines, imprescindibles para el ejercicio del buen periodismo, hubieran constituido un gran aporte a la prensa revolucionaria.  

Fidel como periodista de investigación, con su aptitud previsora, su sentido de la estrategia devenida capacidad para valorar determinada situación, como lo hace hoy desde las páginas de Granma con seriadas reflexiones, le interesarían el qué, los cómo, los cuándo, los dónde, los por qué y los para qué de los hechos, y sobre todo, los testimonios, las historias de la gente.

 

¿Cuántos fenómenos y sus consecuencias, hubiera podido advertir,   alertar desde una máquina de escribir, una página, un micrófono o desde la imagen? Gracias a esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas, ejercida no por dotes de iluminación, sino como resultado del raciocinio.

 

Como todo buen periodista debe dominar el arte de preguntar, Fidel Castro es todo un experto en ese sentido. Su táctica maestra en indagar sobre elementos que domina para confirmar sus datos, y quienes lo conocen, saben que para él las respuestas tienen que ser exactas.

 

Otro aporte al periodismo revolucionario sería lo que reafirma  Gabriel García Márquez al enunciar que todo periodismo debe ser investigativo por definición, algo que urge en nuestras redacciones, que tanto aclama la prensa cubana y que por desgracia no abunda en nuestros medios de comunicación.

 

Fidel, investigador nato, a quien ninguna verdad le es aceptada de antemano, al decir del director de Le Monde Diplomatic Ignacio Ramonet, busca la raíz de los problemas, no se conforma con escasas fuentes, asume lo que dice con pasión, pero también con seguridad. Y como el Nóbel de Literatura Colombiano afirma en El Fidel Castro que yo conozco, “el mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo, al desafío, al reto.”

 

La búsqueda y el reflejo constante de la verdad, esa que a veces es adornada y ocultada por el periodismo inconsecuente, sería motivo que enrumbaría su pluma.

 

Imaginamos a Fidel como un periodista intranquilo, caminando a grandes zancadas de un lado a otro, incansable, enamorado de su profesión, dispuesto a promover la polémica, el debate cotidiano, limpio, libre de máscaras, dobleces, hipocresías, oportunismo.

 

Y para lo que muchos sería un defecto, lo imaginamos además irreverente, contestatario,  pero respetuoso y caballeroso. Quizás sea un Fidel periodista muy idealizado, pero es el que imaginamos.

 

Lo demás lo pudiera determinar el curso de la historia, y los que ojalá estudiaran la obra periodística del Comandante en Jefe, las huellas no abundantes, pero si esenciales en el periodismo cubano, porque ejemplos de políticos y estadistas que tomaron la pluma y la prensa como tribuna, abundan: Martí y Lenin, por sólo citar dos grandes exponentes.

 

Quizás, si quisiéramos continuar citando supuestos aportes de Fidel al periodismo revolucionario, ¿no sería mejor echar el tiempo atrás y luego preguntarle a la historia? Pensamos que no son reflexiones erradas sino válidas desde nuestra mirada de recién egresadas.

 

Quedarían muchos supuestos, y algunos defectos, que como todo ser humano, los tiene. También otras lagunas teóricas y técnicas de los lenguajes del periodismo. Porque en definitiva, y para suerte nuestra, Fidel es un político, un estadista habitado por el periodismo y un empírico periodista marcado por la política.

 Hemos imaginado a un colega, ya anciano, pero de mente ágil y corazón joven; al protagonista de un proceso sin antecedentes en las biografías de las revoluciones, al cual ofrecemos en su onomástico el mejor regalo: el serio compromiso de ejercer dada nuestra capacidad y esfuerzo el periodismo que necesita y exige hoy la humanidad. Bibliografía:García, G., (2006) “El Fidel Castro que yo conozco” en Red de Prensa No Alineados     [En línea] Francia, disponible en http://www.voltairenet.org/article142900.html, [Accesado el día 4 deabril de 2007] Montané, J., (1984) “Conferencia pronunciada en la escuela de Periodismo, Universidad de La Habana”, en Revista UPEC, mayo-junio 1984. Ramonet, I., (2006) Cien horas con Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet. Segunda edición, revisada y enriquecida con nuevos datos La Habana Oficina de publicaciones del Consejo de Estado. 

Los impúdicos amoríos del plebeyo y la doña

Los impúdicos amoríos del plebeyo y la doña

Por Yansulier García Álvarez

Este alumno escribió el presente artículo cuando cursaba el quinto año de la carrera, pero desde el principio de sus estudios le apasionaba el tema del Periodismo y la Literatura. Al final, ese resultó el tema de su Tesis de Diploma, que terminó con calificación de Excelente. Ahora trabaja en la televisión de Cienfuegos, pero aún su tecla sigue sin cafeína, es decir, descontaminada. (Su profe, Mercedes) 

Cuenta el Nóbel colombiano Gabriel García Márquez que el buen novelista John Hersey escribió un reportaje sobre la ciudad de Hiroshima devastada por la bomba atómica, y es un relato tan apasionante que parece una novela. Entretanto, Daniel Defoe, que era también un gran periodista, escribió una novela sobre la ciudad de Londres devastada por la peste, y es un relato tan sobrecogedor que parece un reportaje (García Márquez, 1990).

Grande y polémico escarceo han levantado el impúdico coqueteo del plebeyo y la doña, periodismo y literatura; señaladas sus diferencias de clase: modalidades de trabajo y de técnica, estilo y función, perspectiva temporal o nivel de realidad. Tal hibridación, basada no tanto en las diferencias como en las afinidades, no es un fenómeno nuevo, por supuesto; mas solo ahora empezamos a reflexionar sobre ello y a crear concientemente desde ese baluarte.

Según la definición enciclopédica, el término literatura –excluyendo la científica– designa un acto peculiar de la comunicación humana, definido como arte cuyas manifestaciones son las obras literarias de un país, una época, estilo o movimiento; expresadas con palabras escritas, o bien de manera oral; con valor estético en sí mismas, que las hace trascendentes, apreciables, valorables o medibles por críticos y lectores no solo en su época, sino en cualquier momento.

En general, para que un texto tenga valor literario debe reunir las siguientes características: intención del autor en realizar una creación estética; uso de un lenguaje literario, aunque no recargado de figuras retóricas o de vocablos cultos y poéticos; validez universal; destinada a gustar, a proporcionar un placer estético por encima de consuelo, alegría, formación o información.Información, en particular la noticiosa, verídica, codificada en géneros y difundida por medios de comunicación social, es periodismo: tipo de literatura más utilitaria, menos elaborada en algunos de sus géneros; formación estilística de trabajo abierta, “pluriestilística”, por cuanto se alimenta de préstamos de la oralidad y del lenguaje tecnocrático y administrativo, y otras manifestaciones sociales y económicas, con las cuales cumple su esencial función informativa.

La estilización del híbrido que resulta de esa mezcla de lenguajes procura la claridad, la concisión y una estructura interesante capaz de seducir al receptor, tentándole la atención, la curiosidad, donde termina el alcance de su aparato técnico-estilístico (Sexto, 2006).De modo que ambas categorías buscan, como fin supremo, captar el interés del lector, gustar, comunicar; aunque con diferentes propósitos: la literatura enfatizando en lo estético, el periodismo en lo informativo. Ejercen, pues, funciones similares (informativas, educativas, gnoseológicas, cognoscitivas); pero las funciones primordiales los separan.

La estética caracteriza a la literatura, formación estilística de arte, y seguidamente las demás; al periodismo, formación estilística de trabajo, lo distingue la función que comunica el acontecer de actualidad, condicionado por factores como la brevedad y rapidez. La función informativa periodística es efímera, muere con el crepúsculo; la función estético literaria trasciende en el tiempo (Sexto, 2006).

En su Poética, lo dicho sobre el historiador y el poeta por Aristóteles, es aplicable, en ese orden, al periodista y al escritor: el primero escribe la cosa que ha sido, y el segundo la clase de cosa que podría ser. “Todo escritor que crea, es un mentiroso”, dijo Juan Rulfo: “la literatura es mentira pero de esa mentira sale una recreación de la realidad” (Rulfo, citado por Padrón, 2004: 42). E

l periodista ha de reconstruir la “realidad real” de manera veraz; mientras el escritor puede inventar una “realidad de ficción”, siempre y cuando sea verosímil. Sin embargo, hay recursos intercambiables, aunque la norma tiene injusticias de ambos lados. “En periodismo un solo dato falso desvirtúa sin remedio a los otros datos verídicos”, advierte García Márquez.

“En la ficción, en cambio, un solo dato real bien usado puede volver verídicas a las criaturas más fantásticas (…) en periodismo hay que apegarse a la verdad aunque nadie la crea, y en cambio en literatura se puede inventar todo, siempre que el autor sea capaz de hacerlo creer como si fuera cierto” (García Márquez, 1990: 368, 369).Hemos hecho un distingo entre periodista y escritor, aun cuando para Alejo Carpentier tal no es posible, pues ambas funciones se integran en una misma personalidad, sin que los oficios sean iguales.

“El periodista trabaja sobre la materia activa, cotidiana”, señala. “El novelista la contempla en la distancia con la necesaria perspectiva, como un acontecer cumplido y terminado” (Carpentier, 2004: 6).   “El periodismo es síntesis”, ha dicho Marta Rojas; “la literatura no”. En efecto, apremiado por la inmediatez noticiosa y constreñido por la brevedad espacial del periódico, el periodista adopta un “estilo elíptico”, jerarquizando los acontecimientos en “pirámide invertida”; respondiendo desde el “lead”, también en orden decreciente de importancia, las clásicas preguntas de Quintiliano: qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué. El novelista, en cambio, tiene un “estilo analítico” y usa técnicas narrativas, como los puntos de vista espacial, temporal y del nivel de realidad, el monólogo interior, las mudas, el salto cualitativo, los vasos comunicantes, la caja china, el dato escondido, etc.

Con todo, refuta Carpentier que ese estilo elíptico sea perjudicial al escritor, pues la práctica periodística constituye una maravillosa escuela de flexibilidad y entendimiento del mundo. Casi todos los grandes escritores, novelistas, historiadores –recuerda–, que vivieron desde comienzos del siglo XIX, fueron también admirables periodistas: Víctor Hugo, Emilio Zola, Anatole France, Mariano José de Larra, Marcel Proust, Marx y Lenin, John Reed, José Martí... Reportajes de Julius Fucik, Norman Mailer, Truman Capote o García Márquez, aún se estudian bajo la etiqueta de literatura, por el viejo prejuicio de no considerar dentro de los géneros del periodismo, tenidos como “menores”, textos de autores clásicos o famosos.

Hay géneros literarios que pueden ser acomodados al periodismo actual, como mismo algunas maneras de hacer periodismo han invadido a la literatura, enriqueciéndose ambos.En Cuba algunos géneros, sobre todo el reportaje y la crónica, se han erigido en una línea de demarcación invisible, en los dominios inciertos del llamado periodismo literario: periodismo que solicita el aporte de la literatura, aprovecha recursos poéticos y narrativos, deviniendo categoría estética (Sexto, 2006); “el que no solo refiere la peripecia histórica, la coyuntura accidental, sino aquel cuyo texto se arraiga en un medio ambiente para expresar toda una circunstancia social y quienes la han vivido” (según Lisandro Otero, citado por Rodríguez Betancourt, Miriam, 2005: 91).

Pues como mismo los novelistas han echado mano a recursos periodísticos para hacer verosímiles sus ficciones, los periodistas han aprovechado recursos técnicos y de estilo propios de la literatura, para contar una historia cual si fuera un cuento o una novela, conquistando el corazón de los lectores en una dimensión más duradera e influyente, semejantes a aquellos herejes del Nuevo Periodismo norteamericano en los años sesenta. Sea todo por un mejor periodismo, no solo informativo por antonomasia, sino también más poético.

En realidad, el llamado periodismo literario ha sido privativo de unos pocos creadores; pero si bien se ha dicho que necesita una afilada dote de aptitud y valor personales, hoy por hoy deviene norma, dada la competencia de medios más dinámicos que la prensa plana. Convocada a enriquecer la noticia valiéndose del análisis y la profundidad de las informaciones, combinando con armonía lo agradable con lo útil, al menos desde la perspectiva de un semanario de provincia, el obstáculo principal para consumar tales pretenciones no es tanto la inmediatez, sino la limitación del espacio.

Se pueden argüir asimismo otras objeciones. Cuando el ejercicio del periodismo es empleo y no vocación, difícilmente hay una vigorosa voluntad de estilo. Pero aun para quienes pugnen por trascender dentro del orden normativo periodístico y la política editorial del órgano de prensa, la masividad del destinatario supone una estandarización del lenguaje, en detrimento de la creación de un estilo personal. Aunque también son ciertos los progresos en la elevación del nivel cultural de nuestro pueblo; progresos de que la propia prensa ha sido constante artífice.

El resultado, en fin, ha sido más bien pobre en cantidad: apenas se han recogido en unos libritos un puñado de crónicas, y muy pocos reportajes han devenido libros.  Luis Sexto opina, sin embargo, que la práctica de la narración literaria y el empleo estético del lenguaje, como alternativas periodísticas, pueden adaptarse al espacio. Agotada hasta sus máximas posibilidades o adecuada al mínimo espacio disponible, enriquecen el reportaje, la entrevista, el artículo y la crónica incorporándoles un toque de vigor, realce y vigencia (Sexto, 2006: 12). Y agrega: “Lo más grave, sin embargo, es creer que uno nunca podrá saltar la barda, o que no es necesario emprender el vuelo. Lo otro, la duda, es tan solo el instante previo a la carrera de despegue”.

Bibliografía: 

Carpentier, Alejo (2004). El periodista, un cronista de su tiempo, Editorial Letras Cubanas.

García Márquez, Gabriel (1990). La soledad de América Latina. Escritos sobre arte y literatura, 1948-1984, Selección y prólogo de Víctor Rodríguez Núñez, Editorial Arte y Literatura.Heras León, Eduardo (compilador) (2001). Los desafíos de la ficción (técnicas narrativas), Editorial Abril.Padrón, Juan Nicolás (2004). Los géneros literarios y periodísticos, Editorial de Universidad Autónoma de Nayarit.  Rodríguez Betancourt, Miriam (2005). Tendencias del periodismo contemporáneo  (Selección de lecturas), Editorial Pablo de la Torriente.  Sexto, Luis (2006). Periodismo y literatura, el arte de las alianzas, Editorial Pablo de la Torriente.Wolf, Tom (2005). El nuevo periodismo, Editorial Pablo de la Torriente.   

La lealtad radica en un periodismo crítico y ameno

La lealtad radica en un periodismo crítico y ameno

Clausurado la víspera el VIII Festival Nacional de la Prensa Escrita, con un llamado a elevar la calidad de las publicaciones impresas en Cuba.

Por Liliana Portela y Yoelvis Lázaro, estudiantes de PeriodismoUniversidad Central de Las Villas.  

El propio lema del Festival: Creación Periodística en la lealtad a la Revolución, suscitó las mayores polémicas entre sus más de 350 participantes, al abordarse en varias intervenciones que  la mejor manera de ser leales radica en construir un discurso ameno y crítico que refleje las problemáticas de la sociedad sin un lenguaje oficialista.

 

Una vez más la publicación digital del periódico Vanguardia se ratificó entre las mejores de su tipo en el país, al recibir mención  por sus excelentes elementos de interactividad y la  buena actualización, según consta en el acta del jurado.

 También estuvo entre los finalistas que aspiraban al Premio al mejor titulaje.

Además, el evento que sesionó los días 11 y 12 de este mes en el Palacio de las Convenciones, ubicó en el centro de los debates la presencia de los lectores en el perfil editorial de las publicaciones, así como la intencionalidad, el tono y el lenguaje en el mensaje comunicativo.

 «En Cuba se percibe hoy una voluntad, pero sin estabilidad aún, para abrir espacio  a los trabajos de periodismo investigativo, de precisión e interpretación, es decir,  las tres corrientes que se funden en el llamado periodismo en  profundidad. Sin embargo, todavía la balanza se inclina de manera evidente hacia cortes de nota informativa», expresó Ariel Terrero, reportero de Bohemia.

Acerca de las perspectivas de la informatización de la prensa cubana, Internet como fuente de los periodistas y  los recursos para un mejor diseño integral de las publicaciones giraron las ponencias de los talleres realizados.

 

Señal ACN, un nuevo proyecto de la  Agencia de Información Nacional (AIN) fue presentado en el encuentro. El principal objetivo de este canal, que trasmite en formato digital las 24 horas del día,  reside en mantener informados a los cooperantes cubanos en el exterior a través de la prensa nacional.

 

También se conoció de la creación de la multimedia Pasión Fecunda, un importante material de trabajo, elaborado por el Centro de Información para la Prensa, que recoge  los discursos pronunciados por el Comandante en Jefe desde 1959 hasta el 2005.

 En la clausura del Festival, presidida por Esteban Lazo Hernández, miembro del Buró Político del Partido, y con la presencia de familiares de los Cinco Héroes Prisioneros del Imperio, fueron distinguidos los semanarios Invasor, de Ciego de Ávila, y Ahora, de Holguín como las publicaciones provinciales más integral, lauro que a nivel nacional compartieron Juventud Rebelde y Bohemia. 

Info-entretenimiento: to ber or not to be

Info-entretenimiento: to ber or not to be

Por: Miguel Angel Valdés Lizano

Estudiante de Periodismo en la Universidad Central de Las Villas. Se graduó en el curso 2006-2007 con Sobresaliente. Actualmente es corresponsal del diario Juventud Rebelde, en Sancti Spíritus. Este artículo constituyó su evaluación en  la asignatura Periodismo Especializado.

El desplazamiento del paradigma pasivo del receptor en  los estudios de la comunicación de masas, el progreso tecnológico y las particularidades del sistema mediático en las sociedades de consumo; han configurado en el lapsus de medio siglo, las tendencias del periodismo contemporáneo.

Entre los rasgos distintivos del trabajo de la prensa al modelar la opinión pública, de acuerdo con los más diversos intereses, encontramos el proceso de hibridación del quehacer noticioso con lo humanamente atractivo y hasta con aquello que pudiera generar diversión en las grandes audiencias.El fenómeno conocido como info-entretenimiento resulta apreciable hoy en revistas, diarios, en la radio, e incluso, en el ciber-periodismo. Su presencia en la televisión, debido al poder del sonido y la imagen en movimiento,  promueven polémicas entre realizadores, directivos y líderes de movimientos cívicos.Los apocalípticos del orden establecido en los mass media se persignan con la mera mención de esta tendencia. Cuestionan, entre otros aspectos, su carencia frecuente de un componente ético.

Sin embargo, según el criterio de numerosos estudiosos, no podría ocultarse el influjo vital aportado por esta modalidad al periodismo tradicional en las últimas décadas, al consolidar el nivel de recepción de los mensajes informativos.Nuestro artículo propone una revisión desprejuiciada del info-entretenimiento. Pretendemos señalar no solo sus rasgos negativos, sino también exponer aquellos elementos aprovechables para perfeccionar nuestros medios, en especial la televisión, de acuerdo a los principios del proyecto social que construye el pueblo cubano.

DE HEARST A LAS TELE-BONDADES

Desde el surgimiento de los medios de difusión el concepto de noticiabilidad ha permanecido muy vinculado al de distracción. Sin embargo, el entretenimiento, como agregado de lo informativo, comenzó a valorarse con mayor seriedad a finales del siglo XIX  y principios del XX, relacionado con las estrategias comerciales de la prensa escrita, promovidas por el nuevo periodismo de Randolph Hearst y Pulitzzer.En esta época Gargurevich enmarca el nacimiento de un género que evidencia la concientización de las exigencias de distracción propias de los públicos.

La escuela norteamericana, desarrolló el interés hacia hombres y mujeres comunes en las noticias, para producir, como su mejor resultado, la llamada crónica de interés humano (Gargurevich, 2002, 63).

Agrega el teórico que los pensamientos, emociones, ambiciones, los diversos datos sociales y psicológicos son harina para llenar sacos de atracción hacia lo cotidiano. Al respecto Jonson plantea que el género posee el objetivo de entretener y dar a conocer, remarcar la naturaleza y hábitos de la gente (Gargurevich, 2002).

En la década de 1940 ocurre otro suceso que acentúa el entretenimiento como ingrediente de lo noticioso: los primeros estudios que arrojan la hipótesis de usos y gratificaciones, síntoma del desplazamiento del modelo unidireccional en la teoría de la comunicación masiva.

La perspectiva contenida en esta corriente de la investigación mediológica desmiente el rol pasivo de los receptores, vistos por la corriente conductista como subordinados a la dictadura informativa trazada desde los buroes en las redacciones.

La comunicación de masas sería incomprensible si no se considera su importancia respecto a los criterios de experiencia y a los contextos situacionales del público: los mensajes son disfrutados, interpretados y adaptados al contexto subjetivo de experiencia, conocimiento, motivaciones. (Merton citado por Wolf, 2005, 39).

Wright agrega a las funciones de la comunicación de masas expuestas por Lasswell en 1948, la de entretener al espectador, proporcionándoles un medio de evasión de la ansiedad y de los problemas de la vida social. Katz Gurevitch también incluye la relajación de tensiones y de los conflictos como una de las necesidades que los mass media satisfacen (Ver Wolf, 2005).

Investigaciones más recientes inscritas en la misma línea han analizado las necesidades de los televidentes. El consumo televisivo está típicamente motivado y destinado a ser entretenido. El papel normativo adscrito a la televisión, en la sociedad norteamericana, por parte del público es el del entretenimiento (fenómeno extensivo a gran parte del mundo)*, aunque pueda ser considerada una importante fuente de noticias e independientemente que puedan producir efectos sobre los conocimientos y los comportamientos (Comostock citado por Wolf, 2005, 42).

El papel central de la televisión como medio de entretenimiento abarca tanto a los más instruidos como a los menos escolarizados y probablemente también a otros sectores de la población aunque entre los distintos segmentos de público existen variaciones en la actitud hacia los medios, a la cantidad de exposición y con respecto a otros factores (Comostock citado por Wolf, 2005).

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Los últimos cincuenta años poseen las marcas de transformaciones que han variado radicalmente la fisonomía de la civilización humana. Los embates de la “guerra fría”, escándalos como el Water Gate, la derrota estadounidense en Viet Nam y  la desaparición del “socialismo real”; conforman la lista de acontecimientos de profunda repercusión en el imaginario de las grandes multitudes en el ámbito global.

María Elena Hernández al referirse a  las transformaciones en las prácticas informativas plantea que deben entenderse en su contexto: el de una serie de cambios en los planos político, económico, tecnológico, jurídico y social que trastornaron el entorno general de los medios al finalizar el siglo XX, un contexto de inestabilidad en el que el gran público, por mucho tiempo visto como una entidad monolítica, se fragmentó progresivamente (Hernández, 2006).

Tal segmentación puede explicar las maniobras de sobrevivencia de ciertos medios que han venido generando productos “a la carta o a la medida” (Hernández, 2006). Ante el escepticismo masivo los medios debieron reorientar su estrategia en función de un individuo que subestima su rol en el devenir humano. Lo entretenido que debiera emplearse en función de lo noticioso aparece como elemento protagónico.

El empleo del entretenimiento como una de las principales gratificaciones de los receptores hacia sus medios, se convirtió en rasgo medular para los criterios actuales de noticiablidad. Desde este momento se agudiza la banalización del acontecer social. Trivialidades y lo frivolidades resultan priorizadas frente a temas medulares como la política, factor que agudiza el estado de enajenación del receptor como mecanismo para mantener el estatus quo. Rodrigo Gómez explica el fenómeno, al analizar la evolución de tv Azteca en México, canal representativo de las rutinas de los grandes medios en Latinoamérica.

El proceder de la empresa durante los últimos ocho años podemos relacionarlo claramente con el paradigma crítico de la economía política al plantear que los medios de comunicación, dentro de la lógica del sistema capitalista y estar controlados por las manos del negocio, tienden a limitar el rango de representación de puntos de vista y lo noticiable, sesgándolo hacia los intereses comerciales e ideológicos de sus propietarios, mediante la conversión de la información pública en info-entretenimiento (Gómez, 2004).

La orientación hacia lo cotidiano, lo trivial, sensacionalista y hacia la crónica roja caracteriza el contenido informativo como rasgo característico del info-entretenimiento. Sin embargo, esta tendencia se manifiesta además en las particularidades formales con que los periodistas construyen las disímiles parcelas de la realidad.Una de las prácticas observables en los sistemas mediáticos del mundo, la desacralización de la información o presencia creciente de comentarios, valoraciones en la noticia y tomas de posición en los espacios tradicionalmente libres de enjuiciamientos (Hernández, 2006).

Esto evidentemente se encuentra muy relacionado con las tendencias del nuevo lead. Las preguntas típicas de la entrada muchas veces resultan sustituidas por otras más atractivas desde el punto de vista humano.Además debe mencionarse dentro del info-entretenimiento la aparición de nuevos productos mediáticos promocionales en los contenidos periodísticos como resultado de la peculiar asociación entre empresas periodísticas y organizaciones públicas o privadas.

Dentro de esta arista se aprecia la multiplicación en los medios de mensajes de doble identidad, los publirreportajes y los infomerciales (Hernández, 2006).Hoy los relacionistas se han convertido en maestros en el arte de la hibridación de mensajes, apoyándose en las prácticas desarrolladas por los otros productores profesionales de la comunicación pública; los periodistas y los publicistas (Hernández, 2006).

Los infomerciales, en la televisión, y los publirreportajes, en la prensa, son un fenómeno en el que las fronteras entre las categorías de mensajes tradicionales aparecen quebrantadas, lo que también puede verse como emergencia de nuevos géneros (Hernández, 2006). Estos mecanismos evidencian las tácticas del periodismo actual para informar, transmitir ideología y aprovechar las necesidades de orientación para el consumo en las sociedades actuales.

CRISTINA 'S SHOW: MUTACIONES POSTMODERNAS

La consolidación del principio de info-entretenimiento en los últimos años ha provocado una redefinición y reestructuración de los programas informativos en la tv. Al mismo tiempo se aprecia la aparición de cambios en los formatos de los espacios noticiosos.Como aplicación de los estudios de semiótica ocurre un énfasis en el tratamiento de la imagen, que incluye desde los elementos de escenografía, infografía, diseño de presentación, sets, vestuario, musicalización y la personalidad de los comunicadores. La búsqueda de un atractivo audiovisual mediante estos elementos centró la atención de los realizadores a la hora de captar la aceptación de las multitudes.

El caso de Telesur resulta loable en este sentido. Por otro lado, en las parrillas de programación de numerosos canales reciben mayor prioridad las revistas informativas ante los noticieros. Estos últimos se mantienen como los programas estelares, pero el número de emisiones diarias ha sido reducido en comparación con décadas anteriores. En estos momentos las funciones de programas informativos se encuentran bien marcadas, se ha comprobado que no poseen los mismos públicos según criterios de calidad ni cuantitativamente.

El desenfado de las revistas informativas, más propicio para la variedad de géneros y tópicos atemporales, desplazó la solemnidad noticiaria, a pesar de su marcada inmediatez. Las teles magazines se comenzaron a grabar desde escenografía que simulaban oficinas y hasta salas familiares, en busca de desacralizar la figura del comunicador, con el objetivo de estrechar lazos de confianza y credibilidad.

Aparecen también los neo-géneros que conforman lo que autores españoles denominan tele-realidad, conjunto de prácticas productivas que construye el relato televisual de historias humanas, de gente ordinaria y extraordinaria, cuya vida resulta relatadas por sus protagonistas (Renero, 2005).Dentro de la tele-realidad se insertan los reallity shows y los talk shows, formatos que intentan venderle al perceptor la idea de representar la realidad, casi siempre en vivo (Renero, 2005) . Como poseen el objetivo de construir determinadas parcelas del devenir, de forma “objetiva”, muchos autores lo sitúan dentro del universo de lo informativo.Los reallity shows se caracterizan por realizar coberturas diferidas de acontecimientos de la vida cotidiana, destinados a llamar la atención hacia hechos comunes. Por ejemplo grandes incendios, la niña que cae en el pozo, el suicida en el último piso del edificio.

Estos seguimientos suelen realizarse dentro de espacios informativos variados o en horarios exclusivos en la parrilla del canal. Los talk shows se han convertido en el modo predominante de producir entretenimiento por parte de la industria de la televisión comercial, en su intento para satisfacer la devoradora demanda de contenidos populares (Renero, 2005).

En la mayoría de estos shows la privacidad del invitado pasa a un segundo plano porque se utiliza un trasfondo afectivo y psicológico de desahogo emocional, generado entorno a conflictos interpersonales de los invitados. Para dar sentido a la emisión el programa se auto-presenta como si fuera producto de un esfuerzo coordinado para ejercer “ayuda” institucional hacia quienes no pueden manejar con éxito su vida social y afectiva (Renero, 2005).

Resulta cuestionable la carencia casi siempre de un componente ético en estos espacios que pudiéramos considerar como deformaciones del principio de la vinculación del entretenimiento con lo noticioso, consecuencia de las exigencias de la sociedad de consumo y la normativa periodística propia del modelo liberal.

Estos programas lejos de colaborar en la solución de conflictos sociales o individuales agudizan la deformación de valores morales, la imagen de los medios ante sus receptores y ni hablar del prestigio de las “víctimas” que participan como invitados en estos espacios.Un caso tristemente ilustrativo resulta el Show de Cristina, conocido en Cuba a través de video-cassettes.

En el mes de marzo de 1993 la ciudad de Guadalajara presenció múltiples manifestaciones de indignación popular contra el mal uso del idioma y el rechazo a los valores nacionales en este espacio recién estrenado por entonces, con la conducción de la presentadora y productora de origen cubano Cristina Saralegui. ( Renero, 2005). Al asumir la visibilidad televisual a fines de los años noventa, esta mujer se autopresentaba como periodista.

Su show hereda, por así decirlo, la mala reputación de la prensa “popular”, objeto de crítica para sectores conservadores que la aborrecen, mientras que la izquierda y la centro-izquierda la menosprecian, reservándole burlas y parodias (Renero, 2005).La inserción del espacio dentro del género, caracterizado por el empleo de testimonios reales, resulta cuestionable porque en el Show de Cristina los invitados son pagados (Renero, 2005).

CUBA: UN CAMBIO DE CANAL

Nuestro país representa un caso único en el concierto mediático del mundo en el siglo XXI. En la isla la televisión se encuentra diseñada para educar e informar en primera instancia, libre de los designios enajenantes del mercado, como reflejo del proyecto social que construye nuestro pueblo.Debido a las constantes agresiones del imperialismo yanqui, la política informativa cubana apunta a contrarrestar la guerra ideológica que desde hace más de cuarenta años mantienen los grandes medios, principalmente los radicados en Estados Unidos.

La formación de un individuo comprometido por la realidad nacional e internacional constituye prioridad para nuestra prensa, en contraste con los grandes medios capitalistas que otorgan mayor prioridad a la estimulación del consumo y la banalización de la realidad.

A pesar de algunas transformaciones recientes, aún no aprovechamos suficientemente lo positivo de las tendencias contemporáneas que marcan el quehacer periodístico en el mundo, sobretodo en la televisión.No se trata de imitar patrones como los reallity shows  al estilo de Cristina, pero sí instrumentar elementos del info-entretenimiento, con el fin de lograr un mayor atractivo de los televidentes hacia las temáticas que diariamente refleja nuestra pequeña pantalla.

El exiguo interés de los jóvenes por los espacios informativos y criterios bastante generalizados como “en el noticiero todo lo bueno sucede en Cuba y lo malo en el mundo”, evidencian incorrecciones en la labor persuasiva de nuestros canales.

Tal vez uno de las deficiencias se encuentra en los criterios de noticiablidad que se manejan en las redacciones, donde generalmente se prioriza, algo muy importante, temas señalados por la dirección del país. Recordemos el rasgo clasista de la prensa desde su surgimiento. Sin embargo, muchas veces no se toman en cuenta  las gratificaciones del espectador que busca informarse, pero sobretodo, entretenimiento (Comostock citado por Wolf, 2005).

La sobresaturación de determinados temas puede provocar efectos contrarios. Según la teoría de Festinger, la aparición de inconsistencias entre dos o más elementos cognitivos provoca disonancia, lo que crea una molestia psicológica que las personas tratan de reducir mediante la evasión de informaciones y situaciones que podrían aumentar la disonancia (Bello, 2003).

El ejemplo clásico que ilustra esta relevante teoría de la psicología social lo constituye una investigación realizada en México según la cual entre los jóvenes de ese país existe una preferencia por los noticieros estadounidenses al enfocar la noticia, mientras que los espacios informativos de su propia nación resultaban deprimentes porque solo transmitían robos, asaltos y asesinatos. (González, 2006).El exceso de elementos violentos en los noticiarios de la nación latina constituía fuente de disonancia para los jóvenes mexicanos quienes convivían cotidianamente con los acontecimientos mostrados por los medios.

Por eso, tienden a evitar cualquier contacto con informaciones que les recordara su entorno. El estudio se basa en los jóvenes mexicanos pero el principio de disonancia es aplicable a toda clase de audiencia.A la televisión cubana le falta mirar  hacia lo más profundo de la sociedad. Somos un Estado construido por el pueblo y no hemos logrado en nuestros medios explotar el interés humano que pudiera generar la gente común, casi nunca humanizamos la noticia y cuando se hace, nos encasillamos en estereotipos.

Un balance entre lo políticamente jerárquico y lo atractivo o divertido beneficiaría los niveles de teleaudiencia de nuestros espacios y también el grado de persuasión. El auge de estos temas permitiría a las televisoras locales mostrar el rostro  de nuestras comunidades y de sus actores cotidianos.

Cuánto de educativo y entretenido tendría sacar con mayor periodicidad la historia del viejo campesino, de la madre que pasó hambre en el capitalismo, el profesional de la Sierra que logró estudiar gracias al socialismo, la fidelidad de un pequeño perrito…

No es que estos tópicos se encuentren ausentes en la totalidad, el problema es que no abundan.Pero el problema de la televisión en Cuba no se limita a las estrategias editoriales. Aunque se ha trabajado bastante, aún debemos perfeccionar el trabajo de los informativos con la infografía y los anuncios de bien público.

Si la prensa capitalista atiborra a los receptores con anuncios comerciales y aún así los sondeos demuestran el agrado de los receptores  ¿por qué en nuestros espacios informativos, sobretodo en las revistas, no incluimos propagandas más atractivas que realmente llamen la atención, y eduquen?Por otro lado, con frecuencia descuidamos la imagen de los comunicadores.

Recordemos que en la televisión resulta fundamental la expresión facial, el maquillaje, el vestuario, los peinados; sin pecar de frívolos. No se trata de discriminar el talento. Existen muchas personas que con su prestigio se han ganado un lugar en la pantalla aunque físicamente no resulten atractivas.

Sin embargo, hay ejemplos de profesionales frente a las cámaras con escasas aptitudes que obligan a preguntarnos: ¿por qué lo eligieron para trabajar en tv?Además no hemos asumido los cambios en las concepciones de los espacios informativos en el mundo de  hoy.

Asistimos a programas tan flexibles como las revistas informativas con el mismo carácter solemne que cuando surgió la televisión. Sin violar la formalidad ni el principio de credibilidad podemos hacer más familiares, nuestros sets, a nuestros comunicadores, esto rompería la barrera psicológica entre emisores y receptores.

El info-entretenimiento parte de la base de considerar las gratificaciones propias del receptor activo. Resultan condenables las deformaciones de esta tendencia en la sociedad de consumo, sin embargo, posee rasgos positivos de acuerdo a los retos de los medios en la sociedad de la información.

La problemática no se debe centrar en la mera discusión genérica que la ubica dentro de los límites informativos o las fronteras del entretenimiento. ¿Cómo emplearla de forma ética?; esa sí es la cuestión.

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*La acotación es nuestra. 

Bibliografía en orden alfabético:

Bello, Zoe: Psicología Social, Ed Félix Varela, La Habana, 2003.Gargurevich, Juan: Géneros periodísticos, Ed Pablo de la Torriente, La Habana, 2002Gómez, Rodrigo: “TV Azteca y la industria televisiva mexicana en tiempos de integración regional (TLCAN) y desregulación económica”, Comunicación y Sociedad, nº 1, enero- junio 2004.González Hernández, David: “En busca del entretenimiento juvenil”, Comunicación y Sociedad, nº 5, enero-junio 2006. Hernández Ramírez, María Elena: “La permanente reivindicación del periodismo”, Comunicación y Sociedad, nº 6, julio-diciembre 2006.Renero, Martha: La normativa programática del talk show y los ignorados derechos de la gente ordinaria a al imagen pública en televisión, Comunicación y Sociedad, nº 3, enero-junio, 2005.Wolf, Mauro: La investigación de la comunicación de masas, Ed Félix Varela, La Habana, 2005.          

Senel Paz: Soy un animal de las sombras

Senel Paz: Soy un animal de las sombras

Por Miguel Angel Valdés Lizano

Alumno 5to. Año de Periodismo

Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas

 

Algunos amigos me alertaron sobre su condición de criatura esquiva. El anonimato era su madriguera y, como experimentado depredador, aún poseía la capacidad de intuir cualquier amenaza a su mundo de silencio. Cualquier error en mi estrategia le permitiría escapar fácilmente.  Oculto entre la jungla humana que escuchaba sus palabras, logré percibir con cautela el carácter lento, pero contundente de sus gestos.

Durante casi una hora, sin mostrarse agotado, habló sobre la obra de Heras León, su maestro y amigo. Recordaba con nostalgia aquella época de incomprendidos, los días en la escuela de Periodismo, la fe juvenil en el futuro. Me enfrentaba a un animal más que instintivo, calculador. Solo un disparo preciso lograría atraparlo.  Pululando en Revolución y Cultura encontré, por casualidad, algunas de sus primeras huellas en el mundo de las letras; de ahí podía sacar un buen gancho para atrapar a la bestia. Parecía olfatear mi presencia. Me acerqué lentamente después que concluyó la charla. Lo saludé frente a frente, y en el momento decisivo, el que define si se es cazador o cazado, aguanté la respiración y apreté el gatillo:

Senel, ¿usted recuerda aquella entrevista que le realizó a Soler Puig en sus inicios como periodista?

―Sí ―respondió sin poder contextualizar la interrogante, como intentando descubrir en vano algún rasgo familiar en mi rostro. ¿En realidad le resultó tan difícil como cuenta? ―inquirí, una vez más.  ―Lo difícil no fue por él, sino por mí ―confesó sonriendo―. Cuando uno comienza en el periodismo resulta un reto enfrentarse a aquellas personalidades que admira; eso me pasó a mí con Soler ―agregó con una llamita pícara en la mirada.  “Entonces usted conoce lo que siento yo ahora porque me propongo entrevistarlo” ―le propiné con mis palabras su golpe de gracia. Se sabía capturado. Simplemente sonrió y, casi sin opción, decidió premiarme con sus respuestas.  

—¿Se define como periodista, escritor o guionista?  

―Soy escritor: narrador y guionista; pero no periodista. Estudié Periodismo pero no creo que me pueda considerar como tal. Me sirvió como herramienta, un camino para buscar otros rumbos como los del séptimo arte. Me aportó mucho, pero no creo que sea bueno en este oficio, por ello, mi mayor muestra de respeto hacia esa profesión ha sido dejarla de ejercer.  

—¿Por qué el personaje de la abuela campesina se reitera en varias de sus obras literarias?  

―Aunque yo hablo en los relatos de una abuela, en realidad son dos.  «El prototipo de mi personaje resulta la fusión de mis dos abuelas. Crecer en el campo junto a dos seres como los que yo tuve resulta un privilegio. Como no había ni radio en aquellos montes era usual que la gente se sentara en torno a un buen narrador empírico bajo la luz de la chismosa. Hasta en los velorios se contaban cuentos. Las familias que no tuvieran una persona que narrara bien, estaban perdidas y hasta llevaban una vida más desgarradora.  

«Mi abuela paterna, casi analfabeta, era una gran cuentera de aventuras, se inspiraba en acontecimientos de su realidad a los que le otorgaba, a veces, un carácter fantástico, con un empleo asombroso de la organización dramática. Mi abuela materna poseía una gran capacidad para improvisar y sus cuentos se inspiraban también en elementos de su realidad inmediata, aunque resulta cómico que sus historias muchas veces se entrelazaran entre sí, provocando una desorientación casi total en sus receptores porque se perdía el hilo central.»  

—¿Por qué un medio tan hostil para la cultura como puede ser el campo, resulta en ocasiones, como en su caso, enorme fuente de inspiración?  ―La infancia deja huella en todo ser humano. Aunque tuve una vida dura en el campo, plagada de hambre y miseria, como la dibujan los reportajes del Granma, siempre existieron dos ingredientes hermosos en todo eso: mi familia y el paisaje geográfico donde crecí.  

«Nací en una zona de Fomento que parecía un mar verde, los arrieros surcaban las lomas del Escambray, hasta confundirse con las nubes allá en las alturas. Tuve abuelas maravillosas, hermanos muy traviesos. Los lazos existentes entre nosotros contrastaban con nuestro nivel de vida, incluso, nos ayudó a sobrellevar tanta miseria.  

«Recuerdo que cuando comencé a estudiar mis compañeros se quejaban por la beca, yo la pasaba bien porque, por lo menos, comía todos los días, y además, descubría cosas que nunca había comido. Sin embargo, la vida agreste del lomerío y luego la pueblerina que conocí al mudarme para Cabaiguán, me marcaron por siempre.  

—¿Por qué su reacción cuando se decidió separar a Heras León de su plaza de profesor en la Facultad de Periodismo?

―Heras fue mi profesor de técnicas periodísticas. Cuando nos informaron sobre su sanción surgió un estado de inconformidad muy grande entre todos mis compañeros que lo apreciábamos. Yo solo tenía 19 años y poseía un concepto vago sobre la política. Planteé mi inconformidad en la dirección de la facultad y a los dirigentes estudiantiles. No considero que me haya propuesto asumir una actitud contestataria, sino que actué movido por un principio de justicia que me enseñó desde niño mi familia. Casi pierdo mi carrera. Aquellos eran momentos muy complejos. Desde entonces me tildaron de “cabecita de playa”.  

—¿Hasta qué punto puede decirse que recibió el influjo de la narrativa cubana de los sesenta?  

―Soy un escritor que me formé bajo la influencia de los narradores de la generación que me antecedió, no solo de los cubanos, sino también de muchos otros de Latinoamérica. Los admiré mucho porque trataron temas como la tierra. Aprecio, por ejemplo, la obra de Juan Rulfo, Onelio Jorge Cardoso y también a otros más contemporáneos como Reinaldo Arenas. Ellos constituyen mi punto de partida. Sobre el legado de los escritores de los sesenta pretendí erigir mi propio mundo. Sin embargo, mis narraciones nacen más por necesidad que por influencias; gracias a eso logré encaminar mi forma propia de decir, aunque reconozco con orgullo y satisfacción la herencia obtenida.  

—¿Cuál es su criterio sobre la novela cubana de los sesenta, unas veces tan endiosada y otras, tan marginada?

―Muchas veces se reduce la novela cubana de los sesenta a las que nacieron como simple reflejo del emergente ideal social revolucionario. En esta época también se escribieron otros textos valiosos como Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante; Celestino antes del alba, de Arenas; Paradiso, de Lezama y El siglo de las luces, de Carpentier.  

«Dentro de esas otras obras que sirvieron en esencia para promover las ideas revolucionarias, pueden encontrarse joyitas como Bertillón 166 de Soler Puig, que muchas veces resulta menospreciada y, aunque posee la maldición del escritor recién estrenado, no resulta para nada esquemática, ni complaciente. Además, en sentido general, todos estos textos con frecuencia no tuvieron la máxima calidad estética, pero sí se voltearon hacia temas marginados por la literatura precedente.»  

Oficialmente en los últimos tiempos se ha reconocido el lamentable matiz grisáceo que imperó en la política cultural cubana de los setenta. ¿Cree usted que esta cumplió con el objetivo ideológico que la originó o, como piensan muchos, logró el efecto contrario?  

―Creo que los mismos criterios de política cultural que primaron terminaron demostrando su carácter erróneo, en cuanto a la relación entre el arte y la Revolución. Debemos analizar ese período como evidencia de las tensiones propias de todo proceso radical. Sin dudas, resultó un momento gris pero, al mismo tiempo, demostró la solidez y lo genuino de las transformaciones. Nadie vino de afuera a corregirnos, fueron nuestros intelectuales y dirigentes quienes revirtieron la situación. Esta etapa hay que estudiarla con mayor profundidad y no verla simplemente como un trauma eterno, como algo frustrante.  

—¿Cuál es el aporte principal de los escritores de su generación a la narrativa cubana?  

―Mi generación se encuentra integrada por narradores de la talla de López Sacha, Reinaldo Montero, Arturo Arango, Leonardo Padura, Abel Prieto, Mejides... Estos escritores no rompieron de forma definitiva con los que le antecedieron, más bien constituyeron un puente que buscó la continuidad, se luchó porque no faltara ningún eslabón entre los dos períodos. Mantuvimos una actitud de búsqueda en las obras de la generación anterior que habían sido víctimas de incomprensiones e intentamos rescatarlos porque sentíamos que los necesitábamos. Necesitábamos a Heras, a Jesús Díaz, a Lezama, a Virgilio, a Novás Calvo, a Infante. Por eso, no ocurrió una ruptura virulenta con la literatura anterior, como sí sucedió con la generación posterior a nosotros. 

—¿Desde su condición de creador cómo valora la gestión de Abel Prieto frente al Ministerio de Cultura?  

―Me has hecho una pregunta que yo debía rechazar porque para mí Abel no es solo un ministro, sino también un amigo. Nos conocemos desde la universidad cuando nadie sospechaba, soy más categórico, nadie hubiera apostado que llegaría a ocupar ese cargo. Era el tipo del que cualquiera hubiera dicho: este llegará a ser cualquier cosa menos dirigente. El conocerlo desde hace tiempo me ha permitido palpar su perseverancia.  

«Cuando realizo una recapitulación de todos los años transcurridos, encuentro siempre su coherencia como persona, como revolucionario profundo, valiente y complejo; cualidades que siempre lo acompañaron, con mayor o menor grado de madurez. Si a eso le sumas su capacidad de diálogo, su sentido del humor criollo y sus profundos conceptos sobre la identidad nacional; te das cuenta que resulta un ministro de lujo.»  

—Por favor, dígame su criterio acerca de lo que algunos denominan “literatura de la diáspora”.  

―Considero que la categoría “literatura de la diáspora” se refiere más a los autores que a la literatura en sí. Las más importantes obras de estos escritores de la emigración nacieron en la Isla. Los principales libros de Infante, Novás Calvo, Montenegro, Labrador Ruiz, se gestaron antes que sus autores abandonaran el espacio físico de nuestra realidad insular.  

«Esto provoca una especie de frustración, un vacío... Lamentablemente resulta muy difícil chocar con ellos. Muchas veces las actitudes políticas asumidas por las partes no han sido positivas. Muchos creadores nunca superaron lo que escribieron en Cuba. La relación de un artista con su espacio es vital y casi siempre el vínculo directo, genuino, se quiebra con la lejanía. Las obras escritas en el exterior, que de alguna forma pudieran considerarse cubanas, se encuentran más marcadas por la nostalgia que por el espíritu de la Isla. Ellos rearman sobre la nostalgia una Cuba-otra.  

«Fuera de esta perspectiva traumática no ha madurado una literatura que refleje nuestra identidad real porque Suecia podrá producir muy buenos suecos; España, muy buenos españoles, pero solamente aquí pueden producirse cubanos. Muchos escritores abandonaron muy jóvenes nuestro país y su marco referencial se tornó exiguo, subjetivo. Otros, más que por valores estéticos, han trascendido por sus posiciones políticas.»  

—¿En qué medida reconoce en su obra la influencia de Reinaldo Arenas?  

―Reinaldo es un escritor muy importante para mí. Entre nosotros más que influencias existen coincidencias. Cuando se lee Celestino antes del alba y Un rey en el jardín, se encuentran convergencias en cuanto a la estructura familiar, con el ambiente agreste, en cuanto a la reconstrucción de la historia reciente... No obstante, lo que yo escribo proviene de influencias autobiográficas; no librescas. Me identifico con Reinaldo en lo relacionado con nuestra infancia, nuestras sensibilidades, los paisajes. Eso hace que los mundos literarios de ambos concuerden hasta cierto punto.  

«Luego cada cual siguió su rumbo. Alcanzamos nuestras definiciones estilísticas y conceptuales. Sus últimos textos no tienen nada que ver conmigo. Tampoco comparto con Reinaldo la actitud que asumió ante la vida, su sentimiento de frustración, su carácter irritado y maldito; en ese sentido somos antípodas.» 

—En su obra El lobo, el bosque y el hombre nuevo se aprecia un tratamiento original del tiempo, elementos del metarrelato e intertextualidad. ¿Coincide usted con quienes lo consideran el primer relato post-moderno de la literatura cubana?  

―Me considero un escritor primario e instintivo, aunque eso no quiere decir que no me mantenga de espaldas a las tendencias más actuales de la literatura. No reelaboro teóricamente lo que escribo, ni siquiera como profesor de Dramaturgia me gusta encasillarme en este mecanismo de pensamiento conceptual. Me salen las cosas sin necesidad de pincharlas para descubrir el misterio. El lobo… ciertamente posee una serie de características que no asumo de forma consciente ni porque esté de moda. Se encuentra en el ambiente como expresión de la naturaleza del escritor de estos tiempos, se convierte en una necesidad. Uno se inserta sin proponérselo.  

—¿Qué permanencia le augura a esta literatura post-moderna en la historia de las letras universales?  ―No puedo hacer vaticinios tan difíciles. La post-modernidad responde a un espíritu, a un momento. Solo el tiempo podría colocarla en el lugar preciso. Considero que es una expresión auténtica en correspondencia con la cosmovisión del hombre de hoy. Responde a una sensibilidad que refleja nuestros tiempos. He leído a escritores como Kundera, Kurt Vonnegurt Jr. y, aunque te confieso que no los ubico entre mis favoritos, debo reconocer que me resultan atractivos y pueden que, en determinadas ocasiones, afloren en mis relatos, de manera inconsciente.  

—Algunos especialistas consideran que la cinematografía cubana de los 90, e incluso la que se ha hecho en los 2000, no trasciende de la crítica vacua, simplista y metonímica de la realidad. Usted como guionista de filmes como Lista de Espera y Las noches de Constantinopla, ¿qué opina al respecto?  

―Criticar es un proceder muy complejo para encontrarle el tono, porque se somete a muchas desviaciones. Pienso que sí, que el cine por múltiples factores se ha banalizado, ha caído en la puya, en la sátira ciega, en el estereotipo de la realidad. Hemos perdido el carácter reflexivo que debe poseer la crítica. Aunque se han creado obras muy buenas en este período como Madagascar, y Suite Habana.  «Resulta incuestionable afirmar que el arte se ha subordinado a la industria. Hemos tenido que apoyarnos en las co-producciones para no dejar de filmar, y casi siempre debemos hacer concesiones, mostrar la imagen que se vende. .» 

—¿Siente especial predilección por algún director específico de la historia del cine cubano?  

―Yo creo que el cine vive mucho de festivales y de premios; eso daña el arte. Me opongo a toda esa publicidad. Frecuentemente como motor del consumo se promueven listas y nombres, sin ni siquiera señalar los criterios de selección. No me gusta ser excluyente, estas cosas no se comparan. Es como en la literatura: a veces tengo ganas de leer a López de Vega y otras a Balzac; no podría definir por eso cuál es mejor. Lo mismo me sucede con el cine: a veces quisiera ver un filme de Fernando Pérez; a veces a un director joven.  

—¿Cuán satisfecho se sintió con la adaptación de Fresa y Chocolate, realizada por Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea?  

―No me gusta decir que el tema de Fresa y Chocolate sea la intolerancia, sino el reconocimiento de la diversidad humana; eso te hace bueno o malo en función de la virtud. La película y el relato original van destinados a enseñar que la actitud ante el progreso debe ser la única forma de distinción entre los hombres. Pienso que ese mensaje llegó a las personas, y vive aún.  

«Resultaba necesario reflexionar sobre ese aspecto desde hace mucho tiempo. Vivíamos momentos peculiares para la historia cubana y, más que por obtener prestigio o fama, escribí el relato para desahogarme, para compartir mi meditación. Creo que esa es la misión de todo creador que aprecie su oficio. La adaptación en gran medida cumplió también con ese propósito desde las particularidades del lenguaje audiovisual.»

 —¿Por qué no se le ve en nuestros medios?  

―Creo que no hay por qué castigar a las personas. No me gusta el bombo y platillo. No soy de los artistas que para satisfacer el ego deben verse todos los días en la televisión. Disfruto mi intimidad, soy un animal de las sombras. http://www.laventana.casa.cult.cu      

Sagua la Grande: acercamiento a una región

Sagua la Grande: acercamiento a una región

Por Gisselle Morales Rodríguez

Alumna 5to. año. Periodismo 

 “El espíritu sagüero ha sido siemprei inquieto, activo, progresista...” [1] El origen incierto de los pueblos se remonta a la edad de sus raíces. Se gestan, crecen, se hacen grandes las ciudades y sus hijos salen al mundo con el sabor inconfundible del terruño, porque a él están atados desde el nacimiento.Lugares son estos donde el aire sabe diferente, los amaneceres parecen tener el sello de lo propio, y la gente camina orgullosa por las calles que le pertenecen. Cierto es que todas las ciudades poseen un encanto peculiar: edificios simbólicos, grandes fábricas, el mar a sus pies, pero para los habitantes de Sagua la Grande, el río es único. A sus crecidas achacan las desdichas del pueblo; a sus tiempos de quietud apacible, el bienestar de una villa acostumbrada a la prosperidad.A casi dos siglos de la fundación oficial del pueblo, algunos creen ver en los sagüeros rasgos de un marcado regionalismo. Mas no son ellos de la estirpe malsana de los chovinistas, no pretenden fomentar localismos mezquinos. El regionalismo de Sagua no es más que la identidad de una zona que se sabe poseedora de riqueza material, cultural e histórica.Desde sus orígenes y hasta nuestros días, la Villa del Undoso fue construyéndose en este centro norte de Cuba, una especie de isla dentro de la Isla. 

Aproximación al concepto regional  

Su espacio diferenciado tuvo Sagua en el siglo XIX cuando se abrió al mundo. Estudiar su historia puede ayudar a develar misterios porque así comienza la memoria nacional, por la unión de los sucesos regionales. Muchas y diversas son las definiciones de región. Algunas dan demasiado peso al elemento natural, como si el espacio geográfico definiera a priori la personalidad de la unidad social a crear. Hoy, casi todos los especialistas coinciden en que la región va más allá de un ámbito definido y meras características formales.Es, ante todo, un ente histórico-cultural asentado, eso sí, en una determinada comarca geográfica, que se va desarrollando de acuerdo a sus potencialidades y que se manifiesta en el surgimiento y posterior consolidación de intereses clasistas propios, que no se excluyen de devenir nacional.Según Hernán Venegas Delgado, el término debe concebirse como una categoría donde los elementos geográficos e histórico-culturales se den la mano. [2]

En Cuba, el proceso de identidad regional comenzó a manifestarse desde los primeros años de la colonización, pues los propios asentamientos iniciáticos no eran más que la expresión del aprovechamiento de los recursos naturales en pos de objetivos económicos. ¿Dónde se fundaron las originales siete villas? En las costas o a orillas de ríos, para propiciar la comunicación entre el Nuevo y el Viejo Mundo: lo prioritario era el destino cubano de puente para lanzar a España las riquezas de un continente áureo.Luego, cuando se impuso el desarrollo agrícola, la ocupación del espacio geográfico estuvo íntimamente vinculada a la acción transformadora del hombre sobre el medio, para fomentar las actividades económicas más propicias.De ahí que las divisiones político-administrativas que adoptó España durante los siglos XVIII y XIX se adecuaran y respondieran a los intereses en juego. El gobierno hispano delimitaba jurisdicciones y otorgaba tenencias de gobierno en realidades económico-sociales ya formadas.

De esta manera, la región era primero un hecho espiritual que luego se oficializaba.Los antecedentes más remotos de diferenciación regional en el centro de Cuba fueron las ciudades de Trinidad, Sancti Spíritus, Remedios (fundadas en el siglo XVI) y Santa Clara (en el XVII), a las que luego se sumaron, gracias a la expansión plantacionista azucarera del siglo XIX, Sagua y Cienfuegos.

Muchas y cruentas fueron las disputas entre estas jurisdicciones por el reparto territorial, y tan antiguas que se remontan a los tiempos en que las mercedaciones otorgadas por los cabildos locales provocaban litigios por los límites y violaciones de espacios.Así, fueron surgiendo y consolidándose características inherentes a grupos humanos distribuidos en todo el centro de Cuba, y que no solo se distinguirían por sus intereses económicos, sino también por los asideros espirituales a los que se aferraban. La política, las instituciones, las corrientes ideológicas, fueron formas de la conciencia social que expresaban el nivel alcanzado en el desarrollo material de la comunidad, sus intereses, sus aspiraciones de pueblo en ciernes.

En cada región surgieron por entonces líderes, personalidades, prensa, obras que mucho hablan de la perdurabilidad de un empeño: el engrandecimiento de la patria chica. Sucedió con Trinidad, Remedios, Villa Clara… ¿por qué no habría de ocurrirle a Sagua? Todas aquellas poblaciones fueron testigos de personas que devendrían benefactoras para la ciudad, que legaron su patrimonio espiritual o sus recursos en pos del desarrollo.Resulta asombroso que en el centro de la isla, tantas jurisdicciones hayan convivido con sus disímiles, y a veces antagónicas, características.

Seis regiones compartieron un espacio geográfico muy similar y, sin embargo, sus historias reflejan las diferencias de aquellos momentos iniciales.Deslumbra el hecho de que, a pesar de los orígenes diversos y separados en el tiempo, todas hayan logrado tal grado de independencia y ganas de individualidad. Más allá de los siglos que han pasado desde las fundaciones de Trinidad, Sancti Spíritus (ambas en 1514) y Remedios (1514-1520), pueblos surgidos en la colonización temprana; a pesar de la historia más reciente de Santa Clara (1689), ciudad típica del poblamiento interno; o del cercano surgimiento de las jóvenes Sagua la Grande (1812) y Cienfuegos (1819), derivadas de la expansión plantacionista azucarera, todas han trascendido por un apego fuera de los común a sus raíces, a las actividades que fomentaron y a su desarrollo intelectual.

En unas, las cualidades tuvieron siglos para asentarse; en otras, la identidad como región surgió en un período corto pero intenso. Tal fue el caso de Sagua la Grande, que en solo décadas transitó de la insignificancia más dolorosa, a un desarrollo económico y espiritual extraordinario. Dejó de ser territorio mercedado para convertirse en región.

 Los albores de Sagua

Lejanos, perdidos en las brumas del pasado se hallan los orígenes de Sagua. Se habla de un poblamiento aborigen que vivió en la costa norte del actual territorio villaclareño, en parte del otrora Sabana o Sabaneque.  Referencias a esos asentamientos se encuentran en las Crónicas de Indias pero, ¿cuánto de verdad hay en todo esto?

Lo cierto es que allá por 1511 Pánfilo de Narváez y Fray Bartolomé de Las Casas bojearon estas costas. Las precisiones geográficas y latitudinales de aquellos primeros cronistas hacen pensar que fueron recibidos por los indios de esta zona, que respiraron el aire de un supuesto poblado Cagua.Sin embargo, desde ese entonces hasta 1590 la zona pareció estar sumergida en un terrible letargo.

El río no pasó desapercibido y sus aguas supieron de la presencia de corsarios y piratas durante los siglos XVI y XVII, que escondían en sus márgenes el producto de los saqueos y hallaban refugio seguro en los montes de sus orillas.

Mas no solo fueron los forajidos quienes se interesaron por estas tierras. En la etapa pirática de Sagua hubo asentamientos de trabajadores que desmontaban los bosques de maderas preciosas de la zona. Por el río se trasladaron hasta la metrópoli barcos cargados de maderas que luego serían utilizadas para la construcción del monasterio y sitio real de San Lorenzo del Escorial. Acaso fue esta una de las actividades económicas iniciales de la región. No fue hasta el 13 de junio de 1590 que estas tierras fueron mercedadas.

El cabildo de Sancti Spíritus, por aquella época sumamente extenso y rico, otorgó a Don Alonso de Cepeda la hacienda de Sabana de Sagua, hoy Jumagua, y el español “espirituano” vino a establecerse, no en un paraje desolado, sino en un lugar ya habitado por seres anónimos que no dejarían otra huella que la certidumbre de su presencia. Cepeda estableció una Casa de Pasajeros y se dedicó a lo que tantos beneficios reportaba por aquel entonces: la ganadería y el desmonte de los bosques de maderas preciosas.

Aún sin identidad de pueblo, el asentamiento crecía. Sus hijos legítimos estaban por nacer, pues hasta ese momento la población consistía en una amalgama difusa de españoles y  nativos de otras ciudades ya fundadas. La comarca de Sagua perteneció primitivamente a Sancti Spíritus, cuyo cabildo proveía.

Luego, bajo la tutela de San Juan de los Remedios permaneció hasta el último cuarto del siglo XVII, fecha en que el cabildo de Villa Clara [3] comenzara a tomar las riendas de la zona.  Los habitantes aumentaban a medida que se descubrían las potencialidades de la región geográfica. Ya desde 1785, fecha en que Don Santiago Contreras estableció la primera vega de tabacos, este nuevo renglón económico fue fomentado y utilizado para el progreso del lugar.Añádase a esto el hecho de contar con una salida al mar en excelentes condiciones y situación geográfica. De ahí que en 1795 se estableciesen las matrículas del mar y fuera nombrado jefe el vecino de Villa Clara, Don Sebastián Oramas.

No podía aquella jurisdicción perder el control sobre tan prometedora zona. Ya hacia 1800 Sagua era conocida por los villaclareños como El Embarcadero, por ser el punto hasta donde llegaban las goletas. Fueron estas, y no otras, las grandezas de Sagua hasta su fundación oficial. A su favor tenía una ubicación excepcional para el comercio marítimo, condiciones navegables de su río, la riqueza de unas tierras que solo habían sido explotadas para el tabaco y la ganadería, pero que se convertirían décadas después en su más envidiable tesoro.

El 8 de diciembre de 1812, gracias a la gestión de los vecinos, en especial de Don Juan Caballero, se ofició una misa que dio a luz al pueblo. En aquella pequeña iglesia de madera y bajo la advocación de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, quedó fundada la ciudad que se venía gestando desde tantos años antes.Sobre este día, Antonio Miguel y Beltrán, historiador de la villa, escribió en 1905: La fundación de un pueblo no constituye ni puede constituir un hecho aislado y sin importancia en la historia de la humanidad. Algo de grande interés hay, de trascendental y majestuoso en ese acto, que no puede ni debe pasar inadvertido para los que forman la colectividad que se historia (...) El pueblo no muere, como una hecatombe, un cataclismo o el Juicio Final no lo hagan desaparecer para consternación del mundo de los vivos. Los pueblos viven siglos, y el origen de muchos se pierde en la oscura y  eterna noche de los tiempos. [4] 

Mas no solo la ciudad se inició nominalmente. Caballero repartió el terreno en solares entre algunos isleños de Canarias con el loable propósito de fomentar la urbanización y productividad de la región naciente.El caso sagüero es interesante. Prácticamente desde sus orígenes andaban los pobladores en afanes de independencia para desarrollar sus principales rubros.

Con una economía sólida para el sustento de las familias asentadas en el pueblo, aún de pocas y cortas calles, pero sin esa impetuosa prosperidad de otras villas vecinas, en 1822 ya Sagua había creado su Ayuntamiento. La libertad la concedía el Real Decreto del 23 de mayo de ese año y otorgaba a todo poblado de creciente importancia económica, la facultad de constituirse en Ayuntamiento. Pero poco duró la independencia, porque el 1ro de abril de 1823 se declararon nulos todos los actos del Gobierno Constitucional. Volvía Sagua a caer bajo los designios de Villa Clara en calidad de simple partido pedáneo.

El intento sería apenas el preludio de la separación futura. 

Sagua 1835: despegue “dulce” 

En 1833 Sagua contaba con 2 ingenios de raspadura y una economía básicamente ganadera, al igual que el resto de la región villaclareña a la cual pertenecía. Hasta entonces, solo había sitios de labor, potreros, bosques, vegas de tabaco. Pero en 1835 se introdujo la caña de azúcar en los campos sagüeros.

El Occidente de la Isla ya había despertado al oro dulce desde el siglo XVIII. La incorporación de Cuba a la economía de plantación cañera había provocado un vertiginoso desarrollo, tanto de la tecnología y la mecanización, como de las relaciones capitalistas de apropiación y propiedad.La invasión azucarera de Occidente a Oriente se detuvo casi en la llanura de Colón. Solamente penetró en el centro norte, por Sagua la Grande, y al sur, por Cienfuegos.

La región de Villa Clara quedó en buena medida al margen de esa difusión. Quizás ahí radicó el inicio de las disputas entre una Sagua cada vez más azucarera y una Villa Clara a la saga de la explosión cañera.A raíz de la naciente industria sagüera el poblado, que hasta entonces no pasaba de ser un caserío escuálido, sin movimiento comercial, comenzó a ganar importancia. Los primeros hacendados en introducir la caña a gran escala en las fértiles márgenes del río fueron Francisco Peraza, Roberto Stell, Santiago Macomb, y Jorge Bartlett, iniciadores de los que serían luego poderosos clanes azucareros.El creciente interés que despertaba el territorio para los inversionistas occidentales y extranjeros propició la urbanización y cuidados estéticos de la ciudad, así como el aumento de los habitantes. Si en 1827 solo vivían en Sagua 463 pobladores, hacia 1839 eran más de 4 mil 800.

En 1840, apenas 5 años después de la introducción de la caña en la región, se habían construido ya 26 ingenios, algunos de los cuales contaban con máquinas de vapor, sueño inalcanzable para casi todos los propietarios orientales.Sin embargo, el aumento de población no solo estuvo dado por la elevación del nivel de vida, sino porque, además, para la prometedora industria se hacía imprescindible la introducción de mano de obra esclava.

Si durante los siglos XVI y XVII la esclavitud en la zona fue casi inexistente (algún que otro esclavo doméstico de los colonos de otros tiempos) debido a que la ganadería, la tala y la vega de tabaco eran espacios para hombres libres, el auge azucarero trajo aparejado para Sagua la introducción excesiva de negros esclavos.El censo de 1841 sacó a la luz los alarmantes por cientos que luego se agravaría más. De los 17 mil 497 habitantes, 10 mil 934 eran blancos, 5 mil 566 negros esclavos y solo 995 negros libres. Por esa misma época Remedios, la octava villa de Cuba, solo contaba con 2 mil 732 esclavos.

Evidente resulta, entonces, el inusual despegue esclavista sagüero. Se convirtió así, en el polo azucarero más importante del centro cubano pues sus producciones eran exorbitantes (566 mil 619 arrobas de azúcar en 1846), poseía una enorme cantidad de ingenios modernizados (59 en ese mismo año) y un número cada vez mayor de esclavos (más de 5 mil 500).En 1862 ya habitaban los campos de Sagua alrededor de 19 mil 150 esclavos. La avidez de los propietarios por obtener mano de obra para la plantación aumentaba con el tiempo, a pesar de la Ley Penal del 2 de marzo de 1845 que prohibía el tráfico de negros. Pero ahí cerca estaba el puerto, habilitado para el comercio exterior desde 1847, y la región se convirtió en plaza fuerte del comercio ilícito de esclavos. No obstante, los negros se encarecían a diario porque entraban ilegalmente.

Se hacía imprescindible recurrir a la civilización china: hacia 1862 en Sagua la Grande ya habitaban 3 mil 113 asiáticos en calidad de semi-esclavos, que establecieron en el pueblo el primer Casino Chino de Cuba (1880).[5]La esclavitud del negro y la semi-esclavitud del chino en Sagua fueron fenómenos tanto intensivos como extensivos, que no solo ayudaron al desarrollo económico de la ciudad, sino que conformaron toda una mezcla de culturas que daría origen a una identidad interracial tan común en toda Cuba.

Con tales condiciones materiales y la ventaja de una situación geográfica envidiable para el comercio marítimo, tanto con el Occidente como con el extranjero [6], solo faltaba a los intereses latifundistas sagüeros el establecimiento de comunicación rápida con el interior del país. Así surgió, en la década de 1840, la idea de construir el ferrocarril, que se llevaría a vías de hecho en el decenio posterior. Ese sería uno de los momentos cumbres de la defensa de los intereses esclavistas de Sagua, no ya en el plano personal, sino regional.

Sagua vs. Villa Clara: historia de un litigio limítrofe 

El vertiginoso desarrollo económico, el progreso que en todos los órdenes se apreciaba en la Sagua de 1840 dio pie a la conformación de una conciencia social marcada, ante todo, por los intereses de hacendados y latifundistas preponderantes. Estos oligarcas sagüeros fueron formulando sus necesidades económicas pero, más allá del aspecto material, fueron consolidando sus aspiraciones de reconocimiento.

El auge económico devino catalizador para la consolidación de las esencias regionales de los pobladores de Sagua la Grande.Pocas comenzaron a parecerles las concesiones que otorgaba el cabildo villaclareño a la zona que le pertenecía desde el siglo XVII. El reconocimiento social debía convertirse en reconocimiento político. Es este uno de los pasos ineludibles en la conformación del territorio regional.Un primer intento de separación se había efectuado en 1822, que poco había durado pero que les había permitido a los sagüeros valorar el sabor de la toma de decisiones propias. Inconformes estuvieron desde entonces bajo la administración villaclareña. En 1843 comenzaron a manifestarse nuevamente las aspiraciones de independizar a Sagua la Grande de la jurisdicción de Villa Clara.

Según el historiador santaclareño Miguel Dionisio González en su libro Memoria histórica de Santa Clara y su jurisdicción, los sagüeros nunca estuvieron gustosos con la dependencia de Villa Clara. [7] 

Y es que no hallaban razones los habitantes de Sagua para seguir atados a una zona con intereses económicos tan ajenos. ¿No se convertiría Villa Clara en un freno para las aspiraciones de los sagüeros?Nada ilustra más la situación de desencanto de la ciudad hacia su instancia superior, que las palabras del propio Antonio Miguel Alcover en su Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción: Por aquí por Sagua existía un verdadero descontento que no reconocía otra causa que la apatía o indiferencia con la que en Villa Clara se tomaban las cosas de Sagua, que no fueran veneros de explotación. Aquel cabildo jamás hizo nada en obsequio del progreso de Sagua, pues cuanto había y se conseguía de los centros superiores, era obra exclusiva de los vecinos del Puerto. Villa Clara, más bien fue rémora al fomento, que palanca impulsora en lo que a su administración sobre Sagua se refiere. Sus cabildos se pusieron siempre en frente, aun en los momentos en que el nuevo pueblo, con vitalidad propia, quería con justicia declararse en mayoría de edad.[8] 

Ante la petición de los vecinos de Sagua, el Gobernador Superior Civil de la Isla solicitó en diciembre de 1843 al cabildo de Villa Clara que le informara sobre la situación real de la zona. Reportes económicos, comerciales y sociales era todo lo que le pedía.

El cabildo de Villa Clara se prestó solícito a cumplir la orden; pero no incluyó en la comisión encargada de atender el caso a ningún sagüero. Después de exponer en un informe las características del pueblo y la región en general, los comisionados pidieron al Gobernador que no aprobara la solicitud de Sagua, pues habían llegado al consenso unánime y ¿objetivo? de que no ha llegado todavía el momento en que aquel caserío pueda emanciparse sin ocasionar perjuicios a los vecinos de esta villa, lo mismo que a los de Sagua la Grande, aún cuando estos se presuman mejorados con la creación de la Tenencia de Gobierno que han solicitado. [9] 

El objetivo era evidente. No quería Villa Clara prescindir de la única salida al mar que aún le quedaba, pues al sur ya Cienfuegos ocupaba un lugar preponderante. Una vez independizada Sagua, Villa Clara quedaría aislada u obligada a transitar por jurisdicciones ajenas. Y la “presunción” sagüera de quererse erigir como Tenencia de Gobierno se llevó a vías de hecho en 1844. Ese 13 de diciembre, el Capitán General de la Isla, Don Leopoldo O’Donell otorgó la Tenencia de Gobierno político–militar a Sagua la Grande, ciudad que desde entonces se levantaría al frente de los partidos jurisdiccionales de Rancho Veloz, Quemado, Alvarez, Amaro, Calabazar y San Lorenzo.En enero de 1845 la noticia llegó al cabildo de Villa Clara y las autoridades se opusieron rotundamente pues no solo consideraban la demarcación excesiva, sino también irregular.Según Manuel Dionisio González: Al desmembramiento que había sufrido nuestro distrito con la demarcación de límites hecha a Cienfuegos, se añadió esa otra pérdida de territorio por la parte del norte, con lo que se le desposeyó de la más rica porción que le quedaba; y en vano el cabildo aspiró entonces a un nuevo arreglo de términos...[10] 

En años posteriores la jurisdicción de Villa Clara lucharía legalmente por tener una salida al mar y consiguió el territorio del Embarcadero del Granadillo, aunque de forma arbitraria para sus habitantes. Este punto de la costa norte le fue usurpado a Sagua la Grande.Sin embargo, Sagua tampoco quedaba estática en esta pelea por las zonas limítrofes.

En 1849 consiguió que se incorporara a su territorio la Colonia de Vives o Santo Domingo, ciudad fundada en 1819 para fomentar el poblamiento blanco, pero que por sus pobres condiciones geográficas y el acoso constante de Villa Clara, no pudo fructificar. A la jurisdicción sagüera se adhirió cuando perdió su independencia, en detrimento de Villa Clara, que la había deseado desde sus inicios.Este ir y venir de fronteras es expresión directa del desarrollo alcanzado por una región que no solo luchaba para ser reconocida como gobierno independiente, sino que, además, intentaba evidenciar su preponderancia sobre villas mucho más antiguas. Sagua la Grande a partir de la década de 1830 vivió su época de esplendor económico y consolidó los rasgos de una identidad fraguada desde años anteriores. 

Empeños del gobierno propio

El auge plantacionista azucarero de Sagua la Grande se basó en pilares sólidos: la esclavitud generalizada de miles de negros, en su mayoría bozales; la fertilidad de las tierras bañadas por el río, y las facilidades comerciales que implicaban la posesión de un puerto tan bien enclavado.Pero la transportación del azúcar, hasta entonces envasada en cajas de casi 20 arrobas y llevada de una zona a otra en carretas, se hacía sumamente difícil para una región prolífera que aspiraba a ampliar sus miras.Fue por la década de 1840 cuando la idea comenzó a tomar forma en los sagüeros.

Mas no solo el capital de la zona se empleó en la construcción del camino de hierros. Desde La Habana, varios hacendados compraron acciones en el que fuera, en su momento, un proyecto de avanzada.

Tal fue el caso de José Morales Lemus, que, junto a los propietarios locales José Eugenio Moré, Tomás Ribalta y  Fernando Eguileor, costearon la mayor parte de las obras.Fueron los años de 1856 y hasta 1860, tiempos de trabajo en los que con orgullo los sagüeros fueron viendo satisfechas sus expectativas.

En varias ocasiones se cambiaron los planes iniciales, dificultades inesperadas del terreno retrasaban a deshora la marcha del ferrocarril, pero la idea titánica de unos pocos se convirtió, al fin, en beneficio de muchos. El 25 de enero de 1860 se unió la línea que había tenido su origen en La Boca (hoy Isabela) con los raíles de Cienfuegos. Quedaban así en comunicación directa ambas costas, las dos ciudades más representativas del despegue azucarero en la zona central de Cuba.Las ventajas para Sagua fueron enormes. No solo el ferrocarril depararía enriquecimiento aún mayor a los inversionistas y propietarios de ingenios, sino que contribuyó a fortalecer el proceso de regionalización al centro norte de la Isla.

¿Cómo? Pues precisamente por la identificación que se urdió alrededor del nuevo fenómeno. La concepción de los latifundistas azucareros cambió: ya no producían para satisfacer a la jurisdicción de Sagua o para enviar sacarosa a La Habana y esporádicamente a Estados Unidos. El ferrocarril les daba ahora la oportunidad de introducirse en la economía de las demás zonas centrales y de establecer vínculos comerciales con regiones de intereses diferentes y actividades económicas distintas.

Este arduo ejercicio de lidiar con realidades histórico-geográficas tan disímiles como Cienfuegos y Villa Clara, solo podía efectuarse desde una plena conciencia de las potencialidades de la propia localidad.  Así se proyectó la burguesía esclavista sagüera, respondiendo a los intereses económicos pero, sobre todo, con la certeza de estar abogando por la prosperidad, no solo de una familia, sino de toda la región.Los horizontes monetario-mercantiles se ampliaron y el sentido de pertenencia se afianzó. No podía ser diferente.Unido al auge azucarero, a la inauguración del ferrocarril, que fuera en aquel tiempo uno de los primeros en Cuba, la jurisdicción sagüera se vio honrada con el título de Villa, tan largamente ansiado por sus habitantes.

En la conciencia colectiva del pueblo, ya lo eran desde mucho tiempo antes, pero no fue hasta 1867 que oficialmente la ciudad comenzó a llamarse Villa de la Purísima Concepción de Sagua la Grande. Bajo la égida de Nuestra Señora se siguió desarrollando la región. Sus características fundamentales las determinó el grupo oligárquico hegemónico: los hacendados azucareros mantuvieron siempre una postura política conservadora.

 ¿Quién sino la metrópoli podría mantener el interés creciente en la esclavitud? ¿Acaso la corriente independentista podía asegurar la estabilidad de un régimen beneficioso para ellos? De ahí que no se dieran en Sagua descollantes ejemplos de sublevaciones abolicionistas ni pensadores de un marcado reformismo, como sí sucedió en Villa Clara. 

Sagua, región Grande

El origen incierto de los pueblos se remonta a la edad de sus raíces; el presente se aquilata por el legado histórico-cultural de un pasado único. Sagua surgió y se convirtió en región por obra y gracia del plantacionismo esclavista azucarero. Hoy, a casi dos siglos de su fundación, los sagüeros se saben hijos de una villa próspera, diferente a todas las que convivieron en el siglo XIX cubano. Distinta y, como todas, con una identidad propia. Sin chovinismos ni pretensiones de villa engreída, Sagua logró convertirse en una especie de isla dentro de la Isla. Y para eso lucha desde entonces, para seguir siendo una ciudad grande.          

Bibliografía:  

  1. Alcover y Beltrán, Antonio Miguel: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905
 
  1. Cabrera Cuello, Migdalia: Las corrientes políticas e ideológicas en Villa Clara en el siglo XIX hasta el inicio de la Guerra Grande, Editorial Capiro, Santa Clara, 2002
 
  1. González, Miguel Dionisio: Memoria histórica de Santa Clara y su jurisdicción, Imprenta La Ristra, Santa Clara, 1942
 
  1. Guerra Díaz, Carmen: Colonización y región: aproximaciones al estudio del caso villaclareño, Islas (116), Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Santa Clara, enero-abril, 1998
 
  1. Le Riverend, Julio: Historia económica de Cuba, Ediciones Revolucionarias, La Habana, 1971
 
  1. Venegas Delgado, Hernán: Notas críticas sobre la economía colonial de Villa Clara, Islas (81), Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Santa Clara, mayo-agosto, 1985
 
  1. _____________________: Teoría y método en historia regional cubana, Editorial Capiro, Santa Clara, 1994
                                   


[1] Alcover, Antonio Miguel: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas La Historia y el Correo Español, Sagua la Grande, 1905
[2] Venegas Delgado, Hernán: Teoría y método en historia regional cubana, Editorial Capiro, Santa Clara, 1994
[3] La villa de Santa Clara también se conoció como Villa Clara o Villaclara, al parecer como una contracción del verdadero nombre. En la bibliografía consultada sobre este tema, los tres términos se emplean indistintamente para referirse al mismo territorio.
[4] Alcover, Antonio Miguel: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas La Historia y el Correo Español, Sagua la Grande, 1905
[5] Recientes investigaciones documentales han probado que el Casino Chung Wah sagüero se fundó varios años antes que el de La Habana,  que hasta hace poco estaba considerado el más antiguo de Cuba
[6] Hacia 1842 se habían establecido relaciones comerciales por mar con La Habana, Matanzas y Estados Unidos.
[7] González, Manuel Dionisio: Memoria histórica de Santa Clara y su jurisdicción, Imprenta La Ristra, Santa Clara, 1942.
[8] Alcover, Antonio Miguel: Historia de la Villa de Sagua la Grande y su jurisdicción, Imprentas Unidas La Historia y El Correo Español, Sagua la Grande, 1905
[9] González, Manuel Dionisio: Memoria histórica de Santa Clara y su jurisdicción, Imprenta La Ristra, Santa Clara, 1942.
[10] Íbidem

La última mujer del Benny

La última mujer del Benny

Por Danny González Lucena (Estudiante de Periodismo, UH)

¿Quién le iba a decir a Limara Meneses que, después de estudiar en una escuela de deportes, se convertiría en la última mujer de Benny Moré, con tan solo 16 años? Actuar en la película sobre ese popular músico, considerada la más taquillera de la última década en nuestro país, le abrió a esta joven las puertas de un mundo diferente donde se enamoró perdidamente de este emblemático personaje cubano. Limara cuenta entusiasmada su historia, una historia en la que yo abro ventanas para preguntar. “Yo cursaba estudios en la Escuela de Deportes Girardo Córdoba Cardín, y no tenía nada que ver con el arte. Cuando quise actuar por primera vez, fui a pedirle una audición a Humberto Rodríguez, director del grupo de teatro aficionado de la Casa de la Cultura del municipio Plaza.  “No sé si fue cuestión de suerte, pero ese mismo día Ernesto Sánchez, asistente de casting de la película, estuvo allí. Quería buscar una muchacha para un papel que de hecho no sale en la película. Después de hacer la prueba no me escogieron. “Lo vi en la calle días más tarde y obstinada en el asunto le ofrecí mis datos personales. Al día siguiente el teléfono sonó, y a partir de ese momento, comenzaron a abrirse muchas puertas en mi vida: tenía que ir al ICAIC para ponerme al tanto sobre mi futura actuación.  “Terminé con el coprotagónico que interpreta a Aida porque la muchacha que lo iba a hacer tuvo un problema y comenzaron nuevas rondas de casting hasta que finalmente la elegida resulté ser yo. “¿Impresionarme?, lloré mucho. Yo no creía lo que me estaba sucediendo. Mientras más pienso en todo eso, menos me convenzo del inmenso salto que acabo de dar. Un día me levanté tomando clases en una escuela de deportes; y al otro día amanecí en una escuela de arte, con una película hecha, rompiendo récord en los cines. La vida te da sorpresas”. El Benny es una figura muy importante en la música cubana, pero muy poco popular entre los jóvenes. ¿Cuánto llegaste a acercarte a él? El Benny ya no es tan poco popular. Después de esta película yo puedo asegurarte que el Benny se siente en todos los rincones de La Habana. Lo mismo debe ocurrir en el país. Si te hablara de mí, para ser completamente sincera, debo confesar que yo no tenía ninguna relación con la figura del Benny. A la hora de prepararme para el rodaje me ayudaron mucho mis abuelas Margarita y Juliana, que sí vivieron esa época. También utilicé los quinescopios. Amé más a Benny Moré cuando terminó la película, porque en el período de rodaje tenía tanto miedo que espiritualmente no llegué a acercarme mucho a su persona; sin embargo, hoy estoy completamente enamorada de él.  Tu poca experiencia en la actuación tuvo como reto la presencia de actores de primer nivel en el proceso de rodaje… Cuando me dijeron que Olimpio, mi tío en la película, iba a ser Enrique Molina, comencé a llamar a todo el mundo para decirle. En ese momento yo no sabía si reírme o llorar…, lo mismo me ocurrió con Isabel Santos. Aunque nunca la vi en la filmación, actuar en una película donde ella estuviera, era sencillamente fantástico.  Tuve el gran apoyo de Mario Guerra, al cual le agradezco eternamente sus consejos, a Renny Arozarena, por enseñarme a amar ‘de verdad’ a Benny Moré, y a Enrique Molina, que para mí, después del Instituto Superior de Arte, es mi segunda escuela. Enfrentarse a una escena de sexo con 16 años de edad, supone un gran reto profesional, ¿Qué puedes decir al respecto? Cuando llegó la escena de sexo me preocupé mucho por las personas que me verían desnuda, pero no en el equipo técnico, sino en los miles y miles de espectadores de los cines; para una mujer se torna muy difícil. En aquella época lo pensé demasiado, ahora no me importa tanto. No creo que por haberme desnudado en la película, vaya a hacerlo en cada filme nuevo en el que actúe; pero si alimenta mi personaje y la historia, estoy completamente dispuesta. Aunque mucha gente me pregunta sobre ese asunto, yo desearía que tomaran más en cuenta otras características psicológicas del personaje. Limara actualmente estudia actuación en el Instituto Superior de Arte, donde ha obtenido excelentes resultados académicos,  gracias a muchos amigos, y sobre todo, a una fuerza de voluntad extraordinaria. La presión entre la escuela y los horarios de filmación, fue muy dura. A nadie le cae nada del cielo, los amigos únicamente. Eso lo comprendí cuando comencé a llegar a la escuela a las tres de la madrugada, y mis compañeros de aula me esperaban despiertos, con las clases copiadas, para no atrasarme ni un día. Ellos tenían ejercicio de actuación conmigo, y a esa hora comenzábamos los ensayos porque yo no podía suspender en los exámenes. Fue una prueba de amistad inolvidable. Te exige el profesor en la universidad, pero también te exige el director de la película. En esa paradoja me enfrenté a muchas personas, me impuse frente a un mundo que me caía encima, y esforzándome y llorando mucho llegué hasta el final… La cinta El Benny es la propuesta cubana a la categoría de mejor película extranjera en los premios Oscar. ¿Te imaginas en los Oscar? La crítica devora algunos filmes por detalles no perceptibles a primera vista en varias ocasiones; pero no ocurrirá con El Benny. Cuando me pongo en el papel de espectadora y la veo repetidas veces, más me convenzo del buen trabajo realizado, un trabajo transparente, limpio, muy completo en cuanto a contenido, a la fidelidad de la historia, a la música utilizada, y también al magistral nivel actoral. Renny se transformó en el Benny muy en serio; ver cómo bailaba, los gestos de la boca, el magnífico doblaje musical… Si la cinta llegase a ser nominada a los Oscar, la vida cambiaría por completo para mí; en primer lugar le daría la posibilidad a mi país de darse un lugar merecido en la lista de grandes producciones cinematográficas, y también porque me conocería mucha gente y podrían aparecer infinitas posibilidades. Y sí, creo que sí me gustaría hacer historia. ¿Imaginarme?, a todo el mundo le gusta imaginarse cosas buenas. Acabas de filmar Camino al Edén, una coproducción entre Cuba y España… Es una película muy linda, del director Daniel Díaz Torres. Mario Guerra actúa nuevamente conmigo, también está en el elenco Fernando Echevarría, y los españoles Álvaro de Luna y Pilar Punzano. En esta oportunidad soy uno de los papeles protagónicos. Mi personaje se llama Natividad, una mujer que vive muy malos momentos y termina completamente destruida, pero es un personaje lindo, fresco y muy a mi alcance. Vuelvo a la época en este filme, específicamente al año 1895. La historia refleja un poco las vivencias de las familias de aquellos tiempos, mientras transcurría la guerra de independencia y el país era sometido a la reconcentración de Valeriano Weyler. No te puedo decir más… Limara, has sido una joven que saltó de la nada, y caíste donde cualquier actor desea estar, en el cine. ¿Qué aspiraciones tiene una estudiante de actuación que recién comienza en ese maravilloso mundo?  Seguir haciendo cine, trabajar en televisión, pero más que todo teatro, me encanta el teatro. Quisiera hacer el papel de María Antonia cuando tenga treinta años, ese es mi gran sueño. Lo otro a lo que puedo aspirar es a lo que cualquier ser humano desea, mi familia es fundamental y sin el apoyo de ella no hubiese llegado a ninguna parte. Pero creo que realmente existe algo muy importante para realizarme como mujer y como actriz, y es gustarle a mi público toda la vida.