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LA TECLA CON CAFÉ

Ramonet. Occidente en crisis y el nuevo «sistema mundo»

Ramonet. Occidente en crisis y el nuevo «sistema mundo»

 

 

22/10/2011 21:05:06 

  

Las repercusiones sociales del cataclismo económico son de una brutalidad inédita. La crisis global produce perdedores y ganadores. Más que una tecnología, Internet es pues un actor de las crisis. Los problemas ligados al medioambiente se están volviendo altamente estratégicos. Llegó la hora de reinventar la política y de reencantar el mundo. Transcurrida una década de los atentados del 11 de septiembre y tres años de la quiebra del banco Lehman Brothers ¿cuáles son las características del nuevo «sistema mundo»? 

 

 Por Ignacio Ramonet

 

En la diplomacia internacional, la década ha confirmado la emergencia de nuevos actores y de nuevos polos de poder sobre todo en Asia y en América Latina. El mundo se «desoccidentaliza» y es cada vez más multipolar.

 Destaca el rol de China que aparece, en principio, como la gran potencia en ciernes del siglo XXI. Aunque la estabilidad del Imperio del Medio no está garantizada, pues coexisten en su seno el capitalismo más salvaje y el comunismo más autoritario. 

La tensión entre esas dos fuerzas causará, tarde o temprano, una quebradura. Pero, por el momento, mientras declina el poderío de Estados Unidos, el ascenso de China se confirma. Ya es la segunda potencia económica del mundo (delante de Japón y Alemania). Además, por la parte importante de la deuda estadounidense que posee, Pekín tiene en sus manos el destino del dólar. 

El grupo de Estados gigantes reunidos en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ya no obedece automáticamente a las consignas de las grandes potencias tradicionales occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Francia) aunque éstas se sigan autodesignando como «comunidad internacional». Los BRICS lo han demostrado recientemente en las crisis de Libia y de Siria, oponiéndose a las decisiones de las potencias de la OTAN y en el seno de la ONU. 

 

Repercusiones sociales

 

ecimos que hay crisis cuando, en cualquier sector, algún mecanismo deja de pronto de funcionar, empieza a ceder y acaba por romperse. Esa ruptura impide que el conjunto de la maquinaria siga funcionando. Es lo que está ocurriendo en la economía desde que estalló la crisis de las sub-primes en 2007. 

Las repercusiones sociales del cataclismo económico son de una brutalidad inédita: 23 millones de parados en la Unión Europea y más de 80 millones de pobres… Los jóvenes aparecen como las víctimas principales. Por eso, de Madrid a Tel Aviv, pasando por Santiago de Chile, Atenas, Londres y Nueva York, una ola de indignación levanta a la juventud del mundo. 

Pero las clases medias también están asustadas porque el modelo neoliberal de crecimiento las abandona al borde del camino. En Israel, una parte de ellas se unieron a los jóvenes para rechazar el integrismo ultraliberal del gobierno de Benjamín Netanyahu.

 

Poder financiero vs poder político

 

 El poder financiero (los «mercados») se ha impuesto al poder político, y eso desconcierta a los ciudadanos. La democracia no funciona. Nadie entiende la inercia de los gobiernos frente a la crisis económica. La gente exige que la política asuma su función e intervenga para enderezar los entuertos. No resulta fácil; la velocidad de la economía es hoy la del relámpago, mientras que la velocidad de la política es la del caracol. Resulta cada vez más difícil conciliar tiempo económico y tiempo político. Y también crisis globales y gobiernos nacionales.

 

Los mercados financieros sobrereaccionan ante cualquier información, mientras que los organismos financieros globales (FMI, OMC, Banco Mundial, etc.) son incapaces de determinar lo que va a ocurrir. 

Todo esto provoca en los ciudadanos frustración y angustia. La crisis global produce perdedores y ganadores. Los ganadores se encuentran, esencialmente, en Asia y en los países emergentes, que no tienen una visión tan pesimista de la situación como la de los europeos. También hay muchos ganadores en el interior mismo de los países occidentales, cuyas sociedades se hallan fracturadas por las desigualdades entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. 

 

Haz de crisis

 

En realidad, no estamos soportando una crisis, sino un haz de crisis, una suma de crisis mezcladas tan íntimamente unas con otras que no conseguimos distinguir entre causas y efectos. Porque los efectos de unas son las causas de otras, y así hasta formar un verdadero sistema. O sea, enfrentamos una crisis sistémica del mundo occidental que afecta a la tecnología, la economía, el comercio, la política, la democracia, la guerra, la geopolítica, el clima, el medioambiente, la cultura, los valores, la familia, la educación, la juventud, etc. 

Vivimos un tiempo de rupturas estratégicas cuyo significado no comprendemos. Hoy, Internet es el vector de la mayoría de los cambios. Casi todas las crisis recientes tienen alguna relación con las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. 

Los mercados financieros, por ejemplo, no serían tan poderosos si las órdenes de compra y venta no circulasen a la velocidad de la luz por las autopistas de la comunicación que Internet ha puesto a su disposición. Más que una tecnología, Internet es pues un actor de las crisis. Basta con recordar el rol de WikiLeaks, Facebook, Twitter en las recientes revoluciones democráticas en el mundo árabe. 

 

Miedo y resentimiento

 

Desde el punto de vista antropológico, estas crisis se están traduciendo por un aumento del miedo y del resentimiento. La gente vive en estado de ansiedad y de incertidumbre. Vuelven los grandes pánicos ante amenazas indeterminadas como pueden ser la pérdida del empleo, los choques tecnológicos, las biotecnologías, las catástrofes naturales, la inseguridad generalizada... 

Todo ello constituye un desafío para las democracias. Porque ese terror se transforma a veces en odio y en repudio. En varios países europeos, ese odio se dirige hoy contra el extranjero, el inmigrante, el diferente. Está subiendo el rechazo hacia todos los «otros» (musulmanes, gitanos, subsaharianos, «sin papeles», etc.) y crecen los partidos xenófobos. 

 

Crisis climática

 

 Otra grave preocupación planetaria: la crisis climática. La conciencia del peligro que representa el recalentamiento general se ha extendido. Los problemas ligados al medioambiente se están volviendo altamente estratégicos. La próxima Cumbre Mundial del Clima, que tendrá lugar en Río de Janeiro en 2012, constatará que el número de grandes catástrofes naturales ha aumentado, así como su carácter espectacular. 

El reciente accidente nuclear de Fukushima ha aterrorizado al mundo. Varios gobiernos ya han dado marcha atrás en materia de energía nuclear y apuestan ahora -en un contexto marcado por el fin próximo del petróleo- por las energías renovables. 

 

Desglobalización

 

El curso de la globalización parece como suspendido. Se habla cada vez más de desglobalización, de descrecimiento... El péndulo había ido demasiado lejos en la dirección neoliberal y ahora podría ir en la dirección contraria. Ya no es tabú hablar de proteccionismo para limitar los excesos del libre comercio, y poner fin a las deslocalizaciones y a la desindustrialización de los Estados desarrollados. Llegó la hora de reinventar la política y de reencantar el mundo.

  

 

(Tomado de Radio Nederland, la emisora internacional holandesa)

 

 


 

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