El Papa y el aborto
2:05:43 p.m.
Por: Frei Betto
En marzo de 2009 el arzobispo de Olinda y Recife, Dom José Cardoso Sobrinho, excomulgó al equipo médico que, al amparo de la legislación brasileña, ayudó a una niña de 9 años, cuya salud corría serio peligro, a abortar gemelos después de meses de gravidez. También fue excomulgada la madre de la niña. El padrastro, que forzaba sexualmente a la menor desde que ella tenía 6 años, escapó de la excomunión, o sea de la pena eclesiástica que, desde 1398, impide el acceso a los sacramentos. Sólo los obispos podían revocar semejante pena.
Francisco es un papa sorprendente. Cada semana anuncia una novedad que hace a la Iglesia Católica más fiel a Jesús y más cercana al pueblo. El 1 de setiembre comunicó: “Decidí conceder a todos los sacerdotes, durante este año Jubilar de la Misericordia, la facultad de absolver del pecado de aborto a quienes lo hayan practicado y, arrepentidos de corazón, pidan perdón”.
El papa sabe que muchas mujeres son presionadas para hacerse un aborto. Reveló que en su vida ha encontrado “muchas que llevan en sus corazones las cicatrices de esa decisión sufrida y dolorosa”. Y añadió: “No puede negarse el perdón de Dios a los que se arrepienten, especialmente cuando alguien busca el sacramento de la confesión con un corazón sincero para que obtenga la reconciliación con el Padre”.
Francisco recomendó a los sacerdotes que “tengan auténticas palabras de acogida” para con las mujeres y los médicos que hubieran colaborado pero que están conscientes de la gravedad del pecado cometido.
En agosto el papa defendió la acogida en la Iglesia a los divorciados: “Quien entabla otra unión después del fracaso de un matrimonio no queda excomulgado, y no debe de ninguna manera ser tratado de esa forma. Siempre pertenecen a la Iglesia, la cual debe mantener abiertas sus puertas”. Y volvió a referirse a la homosexualidad: “Cuando Dios mira a una persona gay, ¿endosa la existencia de esa persona con amor o la rechaza y condena?”
Tengo un hermano terapeuta. Tanto él como yo acogemos mujeres con un embarazo rechazado o inesperado. La diferencia es que él las recibe después del aborto, cuando, traumatizadas, sienten la necesidad de componer su vida. Y yo las recibo antes, angustiadas.
A todas las que me buscan, afligidas por la duda de si tener al bebé o no, les propongo: tengan a la criatura y después tráigamelo, que yo lo criaré. Hasta hoy no tengo todavía ningún hijo adoptivo. Y todas me agradecen, felices por haber vencido la presión de la familia o de quien les aconsejaba no seguir con el embarazo.
No soy favorable a la criminalización del aborto. Nadie lo hace por gusto. Más bien la criminalización es un incentivo para las clínicas clandestinas. Se calcula que en el Brasil se hacen un millón de abortos al año. Y el Seguro Social atiende anualmente 250 mil mujeres portadoras de secuelas del aborto. En Europa el 90 % de los abortos son seguros; en América Latina el 95 % son inseguros.
Si se diera la posibilidad de que muchas mujeres pobres, víctimas de parteras de la muerte y de falsos médicos, recurrieran al Seguro Social y dialogaran con sicólogos y con los ministros de su religión, como sucede por ejemplo en Francia, con toda seguridad veríamos reducirse el número de muertes de mujeres y de abortos. Donde el aborto ha sido desclandestinizado por la descriminalización y la debida atención a las embarazadas, se experimenta una reducción drástica de las clínicas de tres al cuarto, y muchas embarazadas son convencidas para asumir la maternidad.
Lo que me intriga de los antiabortistas sectarios es el hecho de que no condenan con el mismo rigor el comercio de armas, la pena de muerte y las guerras. Y en el Brasil algunos todavía están a favor de rebajar la mayoría de edad penal…
Abortiva es la sociedad que no facilita a todas las mujeres condiciones aceptables para engendrar hijos sin sentirse amenazadas por la miseria, el desempleo, el machismo o la violencia de compañeros irresponsables.
Tienen su culpa también las familias y escuelas que, con el pretexto de dar educación sexual, sólo enseñan los cuidados para la higiene corporal y para evitar enfermedades de transmisión sexual, sin profundizar en los valores de la subjetividad y menos aún pronuncian la palabra amor.
(Fuente: Cubadebate)
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Sandra Corona -