Brasil ya estaba condenado a muerte, y fue en una masacre de goles alemanes.
10:28:32 a.m.
Al Brasil de Luis Felipe Scolari, le falta de todo. Lo único que tiene, digámoslo sin tapujos, es a Neymar. Y a Thiago. El resto es un bulto de nombres —o de hombres— donde, solo a veces, escapan de la vulgaridad un Marcelo o un Alves. El resto, pura hojarasca.
Nunca, a excepción de Italia en 1982, un equipo campeón jugó tan mal una primera fase. Aclaro, Italia no lo hizo mal en aquel veranillo español; de hecho, su defensa (aquella donde militaban Bergomi, Tardelli, Gentile y Cabrini) los salvó de la debacle, solo que Rossi, el bambino de oro, andaba de piernas frías y Altobelli nunca encontró su forma.
Pero estamos hablando de Brasil, de este Brasil 2014 que es distinto a todos los Brasil que he conocido. Muy lejos, del destello de aquella mole, de aquel portento que fue la selección tricampeona… aquella de Vavá, Garrincha, Didí, Jairzinho, Pelé, Carlos Alberto, Djalma Santos, Gerson, Tostao, Rivelino…
El último Brasil con honor que recuerdo fue aquel que pudo ser —y no llegó jamás a serlo— campeón en la Copa del Mundo celebrada en España. Después de eso, lo único mejor que tuvo fue aquella selección de USA 1994, que jugaba un poco mejor adelante, donde militaban un Romario y un Bebeto… con un Dunga cuidándoles las espaldas. No ha sido Brasil, a excepción de Alemao, Branco, Roberto Carlos, Cafú, Mazinho, y sus famosas tres R (Ronaldo, Ronaldinho y Rivaldo) el que ha inspirado a tantos ser seguidores de su banda. Nunca hubiera podido. No desde el 86 en adelante.
Ya no hay salidas con bola controlada desde el final de la zaga. Todo se reduce a lanzar balonazos, a hacer llegar la bola con la mayor prontitud posible a alguno de los talentosos. Entre ellos, hay unos cuantos que, cuando el rival aprieta, el talento se le corre hacia las espaldas.
En este Brasil existen rotaciones ni desmarques casi. Las triangulaciones son pocas y predecibles. Apenas son exactos en las coberturas. No hay creación alguna en la línea media. Nadie sabe poner orden dentro del caos. Nadie aporta una idea distinta a la verticalidad, nadie intenta ser diagonal, y las internadas de Alves han sido sosas y sin brillo.
Ya no existe un taco. ¿Alguien recuerda aquel de Zico antes de darle el pase a Sócrates para su gol frente a los italianos? No existe, aparte de Neymar, alguien que realice una finta plutónica, nadie que caracolee a lo Ronaldinho. Nadie golpea una bolea esquizofrénica con precisión. Nadie apura en las salidas. No hay un tirador de libres rompedor de cueros a lo Roberto Carlos.
Brasil parecía un equipo pasado por una batidora de cuchillas defectuosas, y colado por un filtro agujereado. Frutas malas, escogidas en un mercadillo barato, donde sobresale una hermosa manzana: Neymar. Por eso y por más, estaba condenado a muerte. ¡Y a qué muerte!, en medio de una masacre de goles alemanes.
(Fuente: cubacontemporanea)
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