La lluvia ganó el segundo juego

6:37:21 a.m.

Un aguacero impertinente obligó a suspender el duelo que sostenían la noche del martes Matanzas y Pinar del Río en el estadio Victoria de Girón, por lo cual quedó sin validez todo lo sucedido hasta la parte alta del tercero y este miércoles habrá que empezar de cero el segundo enfrentamiento de la final cubana de pelota. Ese es el juego, y ahora no hay nadie a quien culpar. Como no sea a San Pedro. Para mañana, Pinar dependerá de Julio Alfredo Martínez. Matanzas escogerá entre Cionel Pérez y Yoelkis Cruz.

En el line up de Pinar, Donal Duarte había subido al segundo turno y Giorvis Duvergel se hacía cargo del tercero, mientras Guillermo Heredia asumía la proa matancera. (Aferrados al rígido axioma de que «las alineaciones ganadoras no se cambian», algunos disintieron de la decisión de Víctor Mesa, pero a mí me pareció un acierto en toda la extensión de la palabra). 

Fue a la altura del segundo episodio que los verdes pisaron el home plate. Yosvani Peraza y Lorenzo Quintana, dos derechos, no creyeron en los envíos laterales de Joel Suárez y pegaron sencillos sucesivos. Sin embargo, otra vez el toque socorrió a un pitcher en apuros cuando Osniel Madera recibió la orden de sacrificarse.

Difícil, muy difícil era que Peraza desplazara a tiempo su imponente anatomía hasta la antesala, y el force out fue un castigo casi necesario. Parecía que la amenaza se esfumaba definitivamente, mas el inspiradísimo David Castillo pegó un imparable impulsor que destrozó el abrazo en el score.

En el box de los tabaqueros Vladimir Baños lucía relativamente dominante, y la hinchada de los más occidentales respiraba optimismo en las tribunas. Mas todas sus ilusiones se fueron a bolina por la llegada de la lluvia, previsible desde el mismo comienzo del encuentro.

A la postre, Pinar dejó el terreno con la pesadumbre lógica del que no solo gozaba de ventaja —mínima, pero ventaja al fin—, sino que tenía a un lanzador de calidad probada trabajando mejor que en sus salidas anteriores.

Ese es el juego, y ahora no hay nadie a quien culpar. Como no sea a San Pedro.

(Fuente: Cubadebate)