Las ondas de la conexión WiFi pueden matar plantas
5:34:05 p.m.
Experimento llevado a cabo por cinco alumnas de un instituto de secundaria en Dinamarca ha despertado el interés de la comunidad científica sobre los efectos que las ondas emitidas por los móviles y los routers con WiFi pueden ejercer sobre el entorno, en concreto, sobre las plantas.
Estas cinco chicas, que querían averiguar por qué tenían la sensación de que se concentraban mucho peor aquellos días en los que habían dormido con el móvil junto a la cama, decidieron probar los efectos de las ondas emitidas por un router sobre semillas de plantas.
Escogieron un router porque el tipo de microondas que emite es muy similar a las que transmiten los teléfonos móviles, y ubicaron junto a este dispositivo una maceta con seis semillas de berro sembradas. Después, en otra habitación independiente, en la que las condiciones eran las mismas (agua, temperatura y luz solar fueron controladas por las chicas para que así fuera), a excepción de la ausencia, en este caso, del router, plantaron otras seis semillas de berro del mismo tipo en otra maceta.
El resultado, tras doce días de experimento, es que las semillas que no se situaban junto al router germinaron normalmente, mientras que las que sí estaban ubicadas en la habitación del módem habían mutado de color y forma: estaban marrones, ajadas y resecas.
En declaraciones recogidas por Mashable, la profesora de estas cinco alumnas, Kim Horsevad , ha explicado que, aunque las alumnas repitieron dos veces el experimento y lo hicieron lo mejor que pudieron dentro de sus habilidades, «no se trata de un estudio profesional, sino de un experimento de instituto».
No obstante, Horsevad ha defendido ante los medios que sus estudiantes se encargaron de controlar que las condiciones fueran exactamente las mismas para ambas macetas de semillas. Entre las reacciones que ha despertado la noticia, muchas aseguran que fue el calor del router lo que ha secado las semillas, y no sus microondas, ante lo cual Horsevad responde que el dispositivo estaban ubicados a la distancia suficiente como para que esto no sucediera y que la temperatura de las plantas fue comprobada y monitorizada mediante un termostato.
«Puede que haya otras variables que se nos hayan escapado a las alumnas o a mí, pero no sé cuáles pueden ser», ha confesado Horsevad.
En cualquier caso, el experimento ha despertado interés más allá de los periódicos y las fronteras danesas. Un profesor sueco de neurociencia, Olle Johanssen, y el doctor Andrew Goldsworthy del Imperial College de Londres ya han manifestado su intención de repetir esta misma prueba en un entorno de laboratorio profesional. Habrá que ver hasta dónde llegan los resultados esta vez, y si hay ocasión de comprobar si las sospechas de las alumnas danesas sobre la influencia del móvil en su capacidad de concentración eran fundadas.
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