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LA TECLA CON CAFÉ

Cuba jugó, aunque quedó en el camino

Cuba jugó, aunque quedó en el camino

 

7:20:17 a.m.

Por Luis Machado Ordext

El domingo 15 de febrero de 1959  «Se Coronó Cuba Campeón de la xi Serie de Caribe», y al siguiente día siguiente día los titulares de los principales diarios del país resaltaban cintillos de alto puntaje en las portadas y páginas especializadas del deporte y las hazañas de sus atletas, sin discernir quiénes eran amateur y quiénes profesionales... 

El lunes siguiente, en el aeropuerto habanero de Rancho Boyeros, el  cubano recibió a sus ídolos triunfadores. Ahora, después de 54 años de ausencia de esas competencias internacionales, Cuba quedó en el camino, y habrá que tributarle también sus aplausos muy a nuestro pesar por la discreta participación de un juego ganado, y tres perdidos. 

En esas confrontaciones acumularon, per se, 61 votos a favor y 11 en contra, desde que en 1949 al fundarse el certamen los Alacranes del Almandares se agenciaron el primer campeonato. Una proeza todavía inigualable en la historia de las Series del Caribe, cosa no lograda por otros elencos participantes de la región antillana, incluida antes la participación de Panamá. 

El deporte nacional tiene muchas virtudes. No desde hace más de cinco décadas, cuando se suspendió el profesionalismo y un amateurismo como derecho de todo el pueblo se estableció. Siempre hubo un punto descollante en todas las disciplinas, de lo contrario hagamos un repaso a un ensayo del calibre investigativo del habanero José Sixto de Sola: «El deporte como factor patriótico y sicológico: grandes figuras deportivas de Cuba», aparecido en la revista CubaContemporánea, de junio de 1914. 

El equipo de Villa Clara, campeón nacional de la competencia número 52 de 2012, dirigido por Ramón Moré, apenas brilló, en la actual Serie del Caribe, con excepción del encuentro que ganaron a Puerto Rico, 2 carreras por 1, con solo 2 hit permitidos al camagüeyano Odelín. Justo fueron los boricuas quienes eliminaron a los nacionales al vencer a Venezuela (Navegantes de Magallanes), este miércoles. 

Notorio: los comentaristas nacionales en Isla Margarita, ya no hablaban de Cuba, sino del Villa Clara, y hasta le decían azucareros, nombre que realmente los tipificó antes de 1976, cuando la antigua provincia de Las Villas se desmembró en tres provincias, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Villa Clara. 

Cierto es que el grueso del equipo participante era de este último territorio, pero en definitiva jamás debieron colocarle el «apodo» deportivo de azucareros, sino del Villa-Cuba, o del Cuba-Clara, por el número de refuerzos de titulares del equipo nacional que llevaron en su nómina «celeste», para algunos, pero con muy escasos brillos en la ofensiva y la defensiva del terreno. 

En 12 intervenciones previas a la actual en Series del Caribe, Cuba logró siete títulos y jamás quedó fuera del podio de premiaciones. Tampoco los equipos participantes tuvieron «refuerzos», como ahora denominan y constituye una generalidad en las selecciones nacionales. 

Por fortuna, Villa Clara, en calidad de invitado a la actual Serie, jugó con su vistoso traje anaranjado, y ahora en adelante, el camino estará abierto a la reinserción del campeonato nacional en el cual lucharán nuevamente por retomar el cetro cubano, agenciado el año pasado después de más de una década y media entre los más estables equipos cubanos. 

Fue en Venezuela el reencuentro de Cuba con la Serie del Caribe. En aquel mes de febrero de 1959, y llama poderosamente la atención de un dato que ofrece la edición del periódico El Villareño, de Santa Clara, del lunes 16 de febrero de ese año: «dio anoche la oportunidad a Cuba de coronarse por cuarta vez consecutiva campeón en los eventos del Caribe al derrotar la representación de Venezuela». Fue el cienfueguero Camilo Pascual, con dos victorias consecutivas, el pitcher ganador de un encuentro que concluyó 8 carreras por 2. El presidente de la República huésped, Rómulo Betancourt, disfrutó de ese certamen junto al Secretario de Estado cubano (ministro de Relaciones Exteriores) Roberto Agramante. 

Camilo Pascual no permitió carreras a los venezolanos hasta que arribó el octavo Inc., cuando hicieron las únicas escenificadas en el choque internacional. Cuba arrancó desde el comienzo del choque con anotaciones: dos en el primero, igual número en el sexto, 3 en el séptimo, y 1 en el octavo. Por los cubanos, al bate, se destacaron Rocky Nelson, Ángel Scull y Edmundo Amorós. Eran los representantes del equipo «Almendares», los ganadores de esa Serie. 

En septiembre de ese año, en Chicago,  los venezolanos, tomaron desquite, al vencer a Cuba durante la celebración de los iii Juegos Deportivos Panamericanos,  con score de 6 por 5 carreras, en un juego que perdió el habanero Alfredo Strettt y descolló su coterráneo Urbano González. 

Ahora Venezuela, principal favorito del certamen, con la derrota en eliminatorias frente a Puerto Rico —el único equipo que perdió con Cuba, o al cual ganaron los nuestros—, dejó a los nacionales de Villa Clara, o mejor dicho Villa-Cuba, tendido en el camino hacia la discusión final del torneo. 

Lo más significativo, por encima de toda crítica a decisiones erradas o no en el juego táctico-estratégico, son las lecciones históricas de un deporte, pasión de todo el país, habrá que decir con José Sixto Sola, el abogado y ensayista habanero que «a pesar de los obstáculos que surgen en el camino; a pesar de los despechos de los enemigos de nuestra nacionalidad; a pesar de la baba que a los pies de los extranjeros poderosos derrama el espíritu de los pobres de espíritu; a pesar de los esfuerzos de los que en las campañas venenosas, hechas al amparo de la tolerancia excesiva de nuestro pueblo, tratan de elevar a los peores y de arrancar de los pechos cubanos la esperanza, el amor a la patria, a lo noble y elevado», estuvo allí, en isla Margarita, en la dignidad de que todos nuestros representantes que vestían con satisfacción el magnífico traje del equipo Villa Clara. 

En lo adelante, a jugar otra vez, y sacar todas las posibles deducciones técnico-tácticas, para demostrar en el terreno de competencia las garras que dignifican a un país desprovisto de aridez y dotado de alta cultura deportiva en todas sus actuaciones históricas.

 

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