La muerte desplanificada de Facundo Cabral
13/07/2011 2:46:20 AM
Por Mercedes Rodríguez García
Luego de nacidos la muerte es lo único que sabemos ocurrirá con certeza: cualquier día, a cualquier hora, en cualquier lugar y de cualquier manera. A la Parca todos le temen, aunque existen quienes la desafían, quienes la planifican y otros a quienes les toma por sorpresa.
Mas, lo peor no resulta abandonar «por naturaleza» el mundo de los vivos, sino que por error, estos te manden con 16 perforaciones de bala a donde yacen las almas de los justos, como le ocurrió la madrugada del pasado sábado a Facundo Cabral.
Tenía 74 años útiles este cantautor argentino cuando fue asesinado en la capital de Guatemala, mientras viajaba hacia el aeropuerto con David Llanos, su representante, y el empresario nicaragüense Henry Fariña, quien conducía el vehículo objetivo de los homicidas.
De haber cumplido sus planes, nada le hubiera ocurrido a Facundo Cabral, quien realizaba una gira de despedida de su carrera musical. Pero el diablo y el destino —que a veces andan de la mano— le hicieron cambiar de idea de marcharse al aeropuerto en el ómnibus del hotel.
Al aceptar la noche anterior la propuesta de Fariñas, Facundo adquirió su boleto a lo desconocido. Nadie sabe si aceptó por cortesía o si porque en realidad le resultaba más cómodo trasladarse a la terminal área La Aurora en la Range Rover del empresario.
Lo cierto, a las 5:00 de la mañana, atento y puntual como siempre, Henry abrió la puerta derecha de su blanca camioneta, y Cabral tomó asiento sin mucha dilación. Detrás, un Chevrolet Tahoe, con cuatro guardaespaldas del empresario. Pronto el hotel Grand Tikal Futura, no fue más que oro recuerdo agradable en el incansable «aquí» y «allá» de Facundo Cabral.
Veinte minutos después aparecieron tres furgonetas agrícolas de color oscuro: una por delante, con el objetivo de hacerles disminuir velocidad. Las otras dos, una a la derecha y otra a la izquierda, les bloquearon el paso en el bulevar Liberación, cerca de El Trébol. De uno y otro flanco, vinieron los disparos. Según dicen, de AK-47.
Mientras tanto la prensa arranca su maquinaria bien engrasada para estos casos. Aumenta la circulación promedio de diarios pagados, que entre 2005-2009, creció un 5 por ciento en Sudamérica, (Gracias a hechos violentos, digo yo) y cayó un 11 por ciento en Norteamérica, de acuerdo con la revista The Economist. Las ojivas cablegráficas amenazan explotar las 3W, los noticieros desbordan los mares digitales, raquíticos de sucesos relevantes y ya sobresaturados de Obama, Bin Laden, Gadaffi, Assange, protestas, crisis, desempleo, desastres naturales…
Los «asesinos de Facundo Cabral buscaban al empresario nicaragüense». El cantautor fue asesinado «por sus ideales». Su muerte es producto del «odio [contra] los seres que luchan por cambiar el mundo». Se trata de un «operativo bien montado» por el crimen organizado. Henry Fariña se dedicaba «al blanqueo de dinero» por medio de una cadena de Casinos y a algunos restaurantes italianos, de Managua. «Fariña había recibido amenazas». A Fariñas se le encontró «una identificación que le acredita como Asesor de la Bancada del Frente Sandinista de Liberación Nacional»…
Todos, en mayor o menor grado, especulan y asientan su opinión en los consabidos «de acuerdo con la fuente consultada», «según declaraciones» de Fulano, de acuerdo con el «portavoz policial» Mengano. Cada cual según sus fines e intereses, perfiles editoriales, y hasta la carta de estilo que define el puntaje de los titulares, etc., etc. Y por supuesto, con el visto bueno de esos editores jefes que aprueban las coberturas y publican sin mucha revisión las informaciones, porque —entre otras cosas— «el periodista también tiene que comer, el periodista también tiene familia que mantener una familia».
Y todo y como, porque desde siempre y hasta ahora las «buenas noticias son las malas noticias», mucho más ahora con la muerte a destiempo del trovador argentino, se cumplen al 100% los ítems de noticiabilidad, apoyados en la fatal coyuntura, tan cotidiana en países del área, como México y Colombia, por ejemplo, pero un tanto «extraña» en Guatemala.
Ya lo dije. Facundo, no tenía planificada su muerte, al menos, de tal forma.
Cabral habría tomado el bus del hotel Grand Tikal Futura, en el que se hospedaba, para trasladarse al aeropuerto La Aurora, donde abordaría un avión hacia a Managua, con destino final Buenos Aires. Pero la noche anterior, al encontrarse la noche anterior con Henry Fariñas, Facundo aceptó que este lo llevara a la terminal aérea.
Pasadas las 5:00 a.m., del lunes partieron en una camioneta Range Rover blanca custodiada por otra Chevrolet Tahoe con cuatro guardaespaldas. Alrededor de las 5:20 horas tres furgonetas agrícolas les bloquearon el paso en el bulevar Liberación, cerca de El Trébol. Una, delante, les obligó a aminorar velocidad. De las otras dos, una por cada lado, los atacaron a tiros, según dicen, con fusiles AK-47.
Cuando Fariñas hable, si sale de su delicado estado de salud podrá aportar datos importantes para las investigaciones. Tal vez aclare sobre los «supuestos vínculos» con el cartel de Sinaloa de México, aunque fuentes de la Agencia Antidrogas estadounidense (DEA) hayan negado conocer algún tipo de dato al respecto.
Nada ni nadie revivirá el cuerpo baleado de Facundo. Ni las condolencias diplomáticas ni la «profunda consternación y profundo repudio» del presidente guatemalteco a su homóloga argentina.
Pero de Guatemala salía cuando le arrebataron la vida física, no así su espíritu, su música, esas coplas que «hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son».
No sé si el «Mensajero de la Paz», descanse en paz o permanezcan tan intranquilo como sus dedos sobre las cuerdas de la guitarra. Facundo no era de los que temía a la muerte, y pienso que alguna vez más que otra, la desafió. Pero el sábado 9 de julio de 2011, lo tomó por sorpresa.
Su voz, por encima de los disparos, seguirá cantando a la libertad, paz y justicia. ¡Y ojalá sus canciones se conviertan también, en un himno contra el odio y la violencia! para que se feliz no sea solo el color de la identidad de Facundo Cabral, sino la de todos los latinoamericanos, y no de «aquí» ni de «allá».
Fuentes:
http://knightcenter.utexas.edu
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