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LA TECLA CON CAFÉ

Glamour y humanidad de Elizabeth Taylor

Glamour y humanidad de Elizabeth Taylor


27/03/2011 10:47:26

 

Por Mercedes Rodríguez García

 

La vida de Elizabeth Taylor sobrepasa en intensidad cualquiera de las tramas de las tantas películas que protagonizó. No fue, exactamente, una «mujer fatal»,  a pesar de su voluptuosidad  y las angustias que signaron, según sus biógrafos —y los que no lo son—su matrimonio con el empresario, Mike Todd, fallecido en un accidente aéreo en 1958.

 

Nacida en Londres el 27 de febrero de 1932, fue una estrella a los 12 años, novia y mujer divorciada, a los 18 años; superestrella a los 19, y viuda a los 26.  Se sometió a por lo menos a 20 grandes operaciones y estuvo a punto de morir de un ataque de neumonía en 1990. En 1994 y 1995, se sometió a un reemplazo de cadera, y en febrero de 1997, a una cirugía para extirparle un tumor cerebral benigno. En 1983, reconoció una adicción de 35 años a los somníferos y analgésicos.  También recibió tratamiento por trastornos debido al de abuso de alcohol y drogas.

Algunos de esos traumas la colocaron muy cerca de la muerte, y muchos  los asumió como un símbolo de la supervivencia: «He pasado por todo (…) Soy Madre Coraje», dijo en una ocasión.

Noticias acerca de sus amores, colección de joyas, fluctuaciones del su peso corporal  y la la vida en sociedad de ricos y reales,  fueron seguidos por millones fans en todo el mundo, gracias a que nunca desapareció de los medios de comunicación, en los cuales desde su debut a los 12 años. Fue y lo seguirá siendo  la «diosa arquetípica de las estrellas», la estrella siempre encantadora de «National Velvet»(1944).

La Taylor apareció en las portada de las exquisitas revistas Life (14 veces) y People (25 veces),  más que cualquier otra estrella de cine, y actuó en  más de 60 películas. En dos ganó el Oscar a la mejor actriz en «Butterfield 8» (1960), basada en la novela de John O'Hara,  y en «¿Quién teme a Virginia Woolf?» (1966), una adaptación del libro  Juegos sobre la guerra civil, hecha por Edward Albee.

Sus ojos variaban del azul-gris-verde al violeta, y deben haber sido como dos encantadores brujos, a juzgar por la fascinación que causó en los hombres con quien estuvo casada en ocho oportunidades, y  a quienes no pareció extrañar mucho. Incluso, luego de la trágica desaparición de Mike Todd,  se casó con Eddie Fisher, otro artista del cine norteamericano, que pareció «agitarla» en eso de arreglar los papeles, a juzgar por la respuesta que le dio a la bellísima amante: «Bueno, Mike está muerto y yo estoy vivo ¿Qué esperas que haga? Dormir solo?»

En su Virginia Woolf  fue blanco de la crítica, que le señalaba cierta dosis de sobreexcitación insustancial  en el rol de la descuidada esposa del profesor, entrelazando  la circunstancia del personajes con las de de su propia vida, algo que en sentido general  creó una imagen perdurable de la artista, hora como víctima, hora como vampiresa.

Al respecto historiador de cine Jeanine Basinger, expresó: «[…] la crítica, que se niega a aceptar en la pantalla a alguien que no sea Elizabeth Taylor». Y acotó: «Sus personajes se la comieron  viva».

Aclamado como la mujer más bella de su generación, la Sra. Taylor se convirtió en los años 60 en una pieza muy especial de las valiosas serigrafías e imágenes fotográficas del artista pop de Andy Warhol, quien acabó de convertirla en  un tótem de la belleza y la fama.

Elizabeth Taylor llegó a odiar  el cortejo y la exaltación de su persona. Anhelaba la privacidad,  y se enojaba sobremanera cuando la prensa sacaba a la luz pública sus más de 70 hospitalizaciones debido a padecimientos tan frecuentes como la ciática que padecía,  o tan grave como un tumor cerebral.

Se convirtió en suceso mundial cuando, muy cerca la muerte por neumonía, se llevaba a efecto la votación de los Oscar, en 1961. Ya como ganadora por «Butterfield 8», subió cojeando  al escenario para recoger la estatuilla bajo una ovación de aplausos, todos de pie.

Elizabeth Rosemond Taylor nació en Londres de padres estadounidenses el 27 de febrero de 1932. Su padre, Francisco,  poseía una galería de arte. Su madre, la ex Warmbrodt Sara, había sido actriz, y en eso ayudó a formar Elizabeth desde  muy temprana edad,  aconsejándole  mantenerse todo el presentable en apariencia y forma.

La noticia de su muerte, este miércoles a los 79 años de edad, se extendió a la misma velocidad de internet. Murió de insuficiencia cardíaca, rodeada por sus cuatro hijos, en el hospital Cedars-Sinai, de Los Ángeles, California,  Médica, donde se encontraba hospitalizada desde hacía seis semanas.

«Su problema más grande —dijo J. Nichols en un comunicado—fue su generosidad. Su risa gigante. Su vitalidad, y a hacer frente a un complejo escenario […]. «Ella es única e indeleble en el cine y en nuestros corazones.»

Miles de personas en todo el mundo crecieron viendo la imagen de Elizabeth Taylor en la pantalla, en los periódicos y en las revistas, aunque ese complejo escenario al que se refirió Nichols se prolongó más allá.

Fue una ferviente defensora de los contagiados con SIDA cuando el VIH era prácticamente desconocido. La propia Fundación Americana para la Investigación del Sida señaló en un comunicado que Elizabeth estaba «entre los primeros en hablar en nombre de las personas que viven con el VIH cuando otros reaccionan con miedo y muchas veces con abierta hostilidad».

A diferencia del lujo, la pompa y la repercusión de los funerales de su gran amigo Michael Jackson, en 2009, las exequias de la Taylor se limitaron a una ceremonia familiar en el Gran Mausoleo del cementerio, donde reposan los restos de otras estrellas de cine, como Clark Gable, Jean Harlow y su amigo, el Rey del Pop.

No hubo  cierres de calles en la zona, pero algunos manifestantes anti gay del piquete de las tropas de EE.UU irrumpieron en el cementerio portando pancartas que decían: «Gracias a Dios por los soldados muertos» y otras consignas.

«La relación de Elizabeth con los homosexuales siempre fue vista como un modelo de este tipo de amistad», escribió Paul Flynn. «No le bastaba con la empatía que por su glamour y el hecho de ser mujer despertaba en los hombres gay mantuvo», acotó el editor de la revista gay británica Attitude, en The Guardian.

Han existido y existen otras joyas de toque gay —Judy Garland , Bette Davis , Cher, Debbie Reynolds , Madonna — , pero la Sra. Taylor, eclipsó a todos ellos, al menos para una generación determinada y  momentos cuando la gente se refería al SIDA como una enfermedad exclusiva de los homosexuales.

La Taylor comenzó a recaudar fondos para las investigaciones sobre el SIDA después de que su amigo Rock Hudson murió de la enfermedad en 1985 En los próximos 25 años, ella se convertiría en sinónimo de la lucha contra el SIDA, en última instancia, ayudar a recaudar más de $ 100 millones para la causa. 

«Ella fue capaz de testificar ante el Congreso de los Estados Unidos a favor de las víctimas. Fue una actitud muy valiente, realmente notable», dijo John Scott, el ex director ejecutivo de la Elton John AIDS Foundation.

En efecto, Elizabeth Taylor también se convirtió en una heroína para muchas personas homosexuales por criticar la lenta respuesta de los políticos ante los contagiados con el temible virus. «Ni siquiera estoy segura si George Bush si sabe cómo se escribe el SIDA», dijo sobre el presidente en 1991.

«The Abbey» (La Abadía) un lujoso bar gay del oeste de Hollywoord, figuraba era su sitio de diversión favorito y a allí podía vérsele cada semana, en los últimos años en su silla de ruedas. «Junto a la barra bebía tequila y martinis de manzana. A todos saludaba con efusividad. Había que verla junto a la barra asintiendo con la cabeza al ritmo de la banda sonora de Madonna», cuenta  Brian Rosman, patrón del establecimiento.

Con su muerte la «Sala Elizabeth Taylor» —su lugar favorito en medio de muchos rincones y grietas de «La Abadía»— «quedó decididamente sombría. La gente entra cabizbaja, en silencio, llorando, no hay nada que decir, estamos de duelo», expresó Rosman.

En «The Abbey», junto a la placa dorada y un retrato de Elizabeth Taylor con los brazos extendidos, y vestida con un traje extravagante que recuerda uno de los usados por la actriz en «Cleopatra», sus protegidos y admiradores le colocaron decenas de ramilletes y coronas de de flores.

«La lámina dorada con el nombre de la Sra.Taylor ha debido que ser sustituido muchas veces. La gente lo roba. Lo hemos atornillado. Lo hemos pegado. Nada funciona. Creo que es un símbolo para las personas, que  la aman tanto como ella nos amaba a todos», dijo David Coley, fundador de «La Abadía»

(Fuentes: Los Ángeles Time y The New York Times)

 

Nota: Los artículos referenciados en las fuentes y otros, fueron traducidos del ingléspor la autora de este trabajo.


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