SE LLAMABA HERÁCLEO PERO YO LE DECÍA HERÁCLITO
15/03/2011 12:25:38
Por Mercedes Rodríguez García
Últimamente los homenajes llegan tarde, cual aves agoreras. Así que yo preferiría que nunca sucedieran o que los planificaran en plena salud y facultades de los posibles homenajeados. Otras veces se planifican y poseen una intención marcada, bien desagravio, bien de exordio promocional.
En el caso de Herácleo Lazco García, colega matancero fallecido el pasado viernes 11 de marzo, era gente tan sencilla y bondadosa que no sé si alguna vez se detuvo a pensar en los homenajes a su persona. Tampoco Como en lo urgente que ya le resultaba dedicarse más tiempo y cuidado a él, y no tanto a los demás.
A Herácleo, lo conocí de «verdad» en el año 2001, en la Escuela Superior del Partido Ñico López, en Ciudad Habana. Desde entonces y hasta el último día que nos vimos, en la premiación de la edición 2010 del Concurso Periodístico 26 de Julio, le llamé Heráclito, como el griego que sostenía que el fuego era el origen primordial de la materia y que el mundo entero se encontraba en un estado constante de cambio.
Por supuesto, el cambio de patronímico nada tenía que ver con el misántropo de Efeso, cuya vida solitaria y misantrópica filosofía le valieron el apelativo de «el oscuro». Se trataba de una simple asociación fónica por la cual jamás se molestó, aunque cada vez que le llamaba como tal me rectificaba deletreándome dos veces su nombre: «He-ra-cleo… He-ra-cleo…»
La remembranza data de uno de aquellos 30 días de estudiantes en un curso de postgrado sobre política y cultura, caminando hacia la cafería más próxima:
Le decía: «Ya te bauticé Heráclito, y así te quedas, porque de Heracleo (hercúleo) no tienes nada». Era frágil y diminuto como una espiga.
Una vez le pregunté por qué le pusieron nombre tan extraño y me contó que así lo inscribieron sus padres porque un juez de Limonar se los sugirió. Pasé de inmediato a la segunda interrogante: «¿Y ese era un juez o un inquisidor?»
«Que le vamos a hacer, Mercedes, llámame como quieras».
Y con las palabras y el gesto, se declaraba vencido, como el más gentil de los caballeros acosado por la más atrevida de las damas. Bien sabía que cuando me da por bromear, no tengo fin.
«Bueno, ni Heracleo ni Heráclito, ¿Hera? ¿Te gusta? Sí o sí. Más cortico y moderno, ¿verdad?». Ya saben. En la mitología griega, Hera,reina de los dioses, hija de los titanes Cronos y Rea, hermana y mujer del dios Zeus, diosa del matrimonio y protectora de las mujeres casadas. Madre de Ares, dios de la guerra; de Hefesto, dios del fuego; de Hebe, diosa de la juventud, y de Ilitía, diosa del alumbramiento…
«Deja, deja, Mercedes, mejor sigue con el Heráclito».
Y con toda la galanura del mundo llevó su brazo derecho sobre mi hombro, me atrajo hacia sí, me separó, me miró, sonrió, con el puño cerrado dio un par de leves coscorrones en mi frente, me volteó frente a él, volvió a mirarme…
Aquel fue uno de los abrazos más sentido y dulce de cuantos he recibido.
No hace mucho leí su nombre entre los 41 candidatos al Premio José Martí del presente año. Desconozco si estuvo entre los preseleccionados al Premio por la Obra de toda una la Vida, otorgado, con sobradas razones, al periodista y profesor Julio García Luis.
Sé que para Herácleo el haber sido nominado, ya era en sí un homenaje. Y no digo reconocimiento porque reconocido estaba ya hace rato. Más que por su historial profesional y revolucionario a lo largo de decenas de años, por buen ser humano, que de ello se «desprende» todo lo «otro».
Y según acabo de leer en Cubaperiodistas, el sitio web de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), el querido y gentil Herácleo, siempre llevó ese «nombre tan raro», con honradez y sin manchas.
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